Al mismo tiempo, el XV Festival es un encuentro con invitados de otros países, la manifestación cinematográfica, como contrapartida, es una de las más apreciables en la historia del Festival Internacional de Cine del Uruguay.
Conviene saber entonces algunas cosas sobre la programación.
Películas uruguayas.- Vea la página correspondiente.
Festival Internacional.- Incluye en principio todo, pero en concurso está solamente la producción más reciente, el todo comprende también monografías nacionales y de autor, informativa y un par de presentaciones especiales. También largos y cortos.
Festival de la Unión Europea.- Al tiempo que transcurre el XV Internacional, se realiza como sección especial el VII Festival de la Unión Europea. El bloque más significativo este año es con los films de la UE.
Monográfica de Venezuela.- Como todos los años, una monográfica nacional, esta vez Venezuela, presenta una visión panorámica de una cinematografía latinoamericana
Monográfica de Aki y Mika Kaurismaki.- Dos de los más interesantes, personales y creativos cineastas de la actualidad, absolutamente desconocidos en el Rio de la Plata, estan presentes con una revisión de su trayectoria, y con ellos en persona (o al menos la mitad de ellos).
Documental y Experimental.- Reúne cortos y largos, incluyendo cortos de ficción. Y abarca especialmente cuatro secciones de excepcional valor e interés: a) Una muestra del cortometraje de animación de Portugal; b) La escuela de cortometrajistas modernos de Bélgica; c) Los premios del Festival Mediawave a la realización de cortos de diversos géneros de Hungría; d) Una selección de la producción del Danske Filminstitut Workshop de Dinamarca.
Además de esas secciones y categorías, el Festival alberga grandes calidades como títulos en sí, con largos y cortos, vale la pena señalar al azar, alguna de esas luminarias de mayor interés, la mayoría de las cuales sólo se podrá ver en el Festival por única vez: La reina de Shangai (Xan Yimou), Moebius (de la Universidad de Cine de Buenos Aires), Samba taroé y Tilai (los dos últimos largometrajes de Idrissa Ouedraogo, de Burkina Faso), Contra viento y marea (Larsvon Trier), Flamenco (Carlos Saura), Smoking y No smoking (dos films o uno de Alain Resnais), Citizen Langlois (Edgardo Kozarianski), El día de la bestia (Eloy de la Iglesia), The Baby of Macon (Peter Greenaway), El objetivo (Samhip Ray, hijo de Satyajit Ray), Lamerica (Gianni Amelio), Madadayo (Akira Kurosawa), Gwelwaar (Ousmane Sembene), Fourbi (Alain Tanner), Pushing Hands (Ang Lee), Flirt (Hal Hartley).
A esa lista de particular relumbre, debe incorporarse otros títulos que son una revelación, desde Enterrado vivo (David Fisher, Israel), que indaga los pasos de un traidor que trabajaba para Irak pero era miembro de la Mosad, o veceversa, hasta dos o tres muestras de un cine de mujeres a ultranza y lesbiano, con indudables calidades, The Eleanor Affair (de USA), y El gato se traga al loro y habla (de Canadá), o con suficiente interés como Mundo asombroso.
Y una particular referencia a la apertura del Festival hacia el cine africano, no sólo por el descubrimiento de Ouedraogo y la presentación de Los silencios del palacio (Moufida Tlatil, de Túnez) y Miel y cenizas (Nadia Fares). De Burkina Faso a Senegal, Tunez y un reportaje cotidiano a la vida en Benin, Africa Occidental (Me dicen Yoyo), Africa adquiere presencia. Era la intención que estuviera la obra de Suleiman Cisse, de Mali, pero el proyecto pasa para el año próximo.
Y en menor proporción que otros años, el panorama latinoamericano tiene un grupo de películas que son las más interesantes de los últimos meses, donde además de Argentina y Brasil, interesan Mi último hombre (Tatiana Gaviola, Chile), Edipo alcalde (Alí Triana, Colombia), Entre Marx y una mujer desnuda (Luzuriaga, Ecuador), El callejón de los milagros (Fons, México), Bajo la Piel (Lombardi, Perú), y desde luego los venezolanos y en particular Mecánicas Celestes (Fina Torres) y Santera (Solveig Hoogentejn).
Desde luego hay encuentros con los realizadores y cineastas que llegan al Festival, coloquios, y el clima de efervescencia que, como es tradicional, se expande por la ciudad durante los nueve días que dura el Festival.