por
Gonzalo Menendez Calvente
Montevideo Uruguay
El Clinudo, célebre matrero oriental, vivió entre los años 1859 y 1895. Fue un diestro guitarrista y payador, al cual se le achacaron varias muertes, no todas comprobadas, y, todas, por otra parte, dentro de lo que se podría definir como muertes honorables, en duelos criollos, donde el otro también tenía la posibilidad de matar, en riñas incidentales en medio de algún baile, casi siempre relacionadas con alguna mujer.
El clinudo no fue un asaltante, y, tampoco, un sanguinario pendenciero. Le temían sí, como payador, y no era difícil encontrarlo en bailes y pencas, como uno más, con el consentimiento más o menos implícito de la autoridad presente. Cédar Viglietti y Homero Macedo han rescatado parte de la biobrafía de este singular personaje, propio de una época signada por las guerras civiles. Los Olimareños tuvieron dentro de su repertorio una canción para El Clinudo, escrita por Victor Lima, una canción para un muchacho de pelo largo, como tantos hay hoy en día, que fue detenido a los 23 años y murió de tristeza tres días después de recobrar su libertad habiendo perdido el pelo largo que le dió fama y su mano derecha, no menos importante en su leyenda de exelente guitarrero.
La película, intenta reflejar el contrapunto entre la delincuencia y quienes tienen como función reprimirla. Tenemos a un delincuente y tenemos a un oficial de policía, encargado de apresarlo. También, nuestro oficial, está prisionero de una dinámica que parece no tener fin. La pobreza y el alma humana ambientan trajedias personales de inesperadas consecuencias.
Por último, un periodista. Como la original leyenda de El Clinudo, aquí también tenemos a un periodista, el que pretende narrar las cosas creyéndose a salvo de las consecuencias. Los tres personajes constituyen el eje de la trama, donde no hay buenos ni malos, sino seres humanos a los que les suceden cosas buenas y malas