Poesía Colombiana
Cuando llegues
Beatriz Zuluaga
Cuando llegues...
habrá un florecimiento de amapolas.
Un himno nuevo entonará la sangre;
y al sentir el milagro de tus manos,
brotarán de mi canto lirios blancos.
Me vestiré los tules nupciales de la aurora.
Bañaré mis cabellos con reflejos de sol;
habré puesto a mi boca el dulzor de las mieles,
y a mis senos, arrullos con preludios de amor.
Cantarán los minutos mis arterias cansadas.
Ya mi espera se tiende con caminos de luz;
pon a tus pies sandalias tejidas de ilusiones,
que hallarán primavera cantando plenitud:
Cuando llegues...
habrá germinación en los vergeles
al abrirse mi carne en floración;
y en el dulce cansancio de la entrega,
se mecerá una cuna y una flor.
<-- Volver
Había olvidado las cosas simples
Beatriz Zuluaga
Había olvidado las cosas simples
como decir hola y sonreír
mirar a través de las vidrieras
y buscar golondrinas de verano,
tomar los parques de la mano
y vestirme de muselina blanca
así transparente como el aire.
Había olvidado el olor
de la mañana,
el chocolate y su espuma
del cielo de colores
y ese empezar el día
con alas y canciones.
Vuelvo a sentir la tentación
de mirar a los hombres
descubrir que tienen pasos largos
una barba con sueños,
que pueden inventarnos palabras
como arrullos
y ser una luz placentera entre los poros.
Vuelvo a encontrar esa dulce pereza
de entretener el ocio con gaviotas,
un castillo que trepe hasta mi alma
y ese violín detenido en una nota larga,
vibrante, elástica, como una piel enamorada.
Quiero el agua del grifo,
verla correr, dejar que dance su humedad en mis manos,
el olor del jabón y esa espuma que hace globitos
y me tienta a imaginar planetas transparentes
con hombrecitos pequeñas
de orejas largas y pupilas moradas.
La noche es una cama con almidón de sueños
y un amor vertical que me acompaña.
.
.<-- Volver
Confesiones
Darío Jaramillo Agudelo
Podría perfectamente suprimirte de mi vida,
no contestar tus llamadas,
no abrirte la puerta de la casa,
no pensarte, no desearte,
no buscarte en ningun lugar comun y no volver a verte,
circular por las calles por donde se que no pasas,
eliminar de mi memoria cada instante que hemos compartido,
cada recuerdo de tu recuerdo,
olvidar tu cara hasta ser capaz de no reconocerte,
responder con evasivas cuando me pregunten por ti,
y hacer como si no hubieras existido nunca.
Pero te amo.
Tu voz por el telefono tan cerca y nosotros tan distantes,
tu voz, amor, al otro lado de la linea y yo
aqui solo, sin ti, al otro lado de la luna,
tu voz por telefono tan cerca,
apaciguandome, ya tan lejos tu de mi, tan lejos,
tu voz que repasa las tareas conjuntas:
"debemos empezar una cosa y luego la otra sin terminar ninguna",
o que menciona un numero magico,
que por encima de la alharaca del mundo me
habla para decir en lenguaje cifrado que me amas.
Tu voz aqui, a lo lejos, que le da sentido a todo,
tu voz que es la musica de mi alma,
tu voz, sonido del agua, conjuro,
encantamiento.
Algun dia te escribire un poema que no
mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.
Algun dia te escribire un poema sin pajaros,
sin fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.
Algun dia te escribire un poema que se limite
a pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metaforas,
algun dia escribire un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones,
con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algun dia te escribire un poema, el canto de mi dicha.
<-- Volver
Si quieres amor que siga tus antojos
María Mercedes Carranza
He olvidado los nombres de todos,
Los nombres de mis muertos y los de mis hijos.
No reconozco los olores de mi casa
ni el sonido de la llave que gira en la puerta.
No recuerdo el metal de las voces más queridas ni veo las cosas que mis ojos miran.
Las palabras suenan sin que yo comprenda, soy extranjera por estas calles íntimas y no hay dicha ni desdicha que me hieran.
He borrado mi historia de 40 años.
Te amo
<-- Volver
Oda al amor
María Mercedes Carranza
Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodará a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos antiguas.
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.
<-- Volver
Perseguidos
Matilde Espinoza de Pérez
Porque un día dijeron: ¡Libertad!
y escribieron mensajes con la lluvia;
Porque otra vez su lámpara encendieron
derrotando cuchillos y tinieblas;
Porque besaron con amor la tierra
y en sus manos crecieron espigas;
Porque dieron al aire sus canciones
y en los techos nacieron las palomas;
Porque gritaron "Patria" desde alma
y los muertos sintieron las banderas;
Porque llevan cosechas en la sangre
y les duele el tormento de los hombres;
Porque alistan sus brazos en la lucha
y no esconden sus cuerpos en la sombra;
Porque no guarda desamor su llave
ni en su mesa se sienta la codicia,
por eso van exactos por el mundo
congregando los sueños para el alba.
<-- Volver
Luto
Contempla tu vestuario. Escoge tu traje para vivir tu luto hoy. Tu luto de mujer un día más para vivir tu dilema. Te sentirás encerrada como siempre y no sabrás que hacer. Pero sigues luchando, aunque tu lucha esa sea: darte cuenta de tu angustia, de tu deseo, de tus caricias, de los callejones cerradas y no aceptarlos, así permanezcan así no oses abrirlos.
Todos dicen que no pareces casada. Posiblemente porque aún guardas, quizás como trofeo de tu lucha, tu sonrisa, tu apertura, tu eros, te sientes mujer. No; la mujer casada debe ser sólo señora, no mujer. Mas tú, tu no puedes olvidarte de ese río de afecto que inunda tus venas, que te abraza, que te hace estremecer, que te impulsa a quere, a gozar. Claro que a veces tus pies no se atreven a correr como quisieras y el brillo de tus ojos se opaca, pero aún no has aprendido sentirte bien cuando eso ocurre, a ser una "buena" mujer. Recuerda a tu madre, su dulzura y sumisión, su perenne tristeza; nunca dijo yo necesito, yo deseo, y a fuerza de negarle sus anhelos tan solo le dejaron una profunda soledad. Tu no eres así.
Hoy como otros tantos días, encontrarás las sonrisas maliciosas, la envidia de otras mujeres y las miradas insinuantes de los hombres y de nuevo, no podrás evitar el sentirte culpable... No importa, te has repetido mil veces. Te viste, te adornas con brillantes colores, que sólo hablan de tu alegría. El dolor seguramente se adivine muy oculto en tus ojos. Y sales a la calla, seguirás siendo mujer, aunque tu gozo se vista de luto.
<-- Volver
Mujeres
Cristina Toro
Mujeres, siempre al final del día
cuando reposan en su almohada
temblando como una mariposa
prendida en el vidrio
todas iguales debajo de sus batas,
todas guardando su misterio.
Mujeres de los monasterios
las que pecan y rezan,
las que no se arrepienten
todas iguales al final de cuentas,
todas camuflando ardores,
sueños imposibles:
los amantes que no llegaron,
los maridos que las cansaron,
los hijos que las bebieron,
los muertos, las soledades,
transitan por sus edades
hacen méritos para bien morir.
<-- Volver
Poblacion de alto riesgo
Cristina Toro
Hablo de algunas mujeres:
de esas que después de los treinta
decidieron hacer lo que más les gusta,
de las que excluyeron de sus sueños
el traje de novia y los teteros.
Mujeres sin horarios,
sin calendarios,
sin rutinas,
mujeres peligrosas
para las demás mujeres
o por lo menos amenazantes
mujeres con proyectos personales,
no familiares.
Mujeres que conviven
en la soledad
y no le temen,
por el contrario
la defienden
aunque de vez en cuando
no están solas
y lo disfrutan.
Alguien llega al pasar la noche:
y se hace el príncipe
mientras dura el encanto,
pero siempre se va
pero no importa
que no deje sus datos personales
ni hable de sus rutinas
o que no vuelva siquiera,
ni llame,
ni pregunte que más hacer por la tarde.
Ya vendrá otro
y otro
cada uno más bello
o más feliz
o más oportuno
y se irá de nuevo,
no importa.
Siempre se irán los amantes.
No importa,
si quedan los amigos.
<-- Volver
La salvaje esperanza
Eramos dioses y nos volvieron esclavos.
Eramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Eramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Eramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescará la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.
<-- Volver
Los nadaitas
Los nadaístas invadieron la ciudad como una peste:
desde los bares saxofónicos al silencio de los libros,
de los estadios olímpicos a los profilácticos,
de las soledades al ruido dorado de las muchedumbres.
De sur a norte,
al encenderse de rosa el día,
hasta el advenimiento de los neones,
y más tarde la consumación de los carbones nocturnos
hasta la bilis del alba.
Va solo hacia ninguna parte
porque no hay sitio para él en el mundo;
No está triste por eso
le gusta vivir porque es tonto estar muerto
o no haber nacido.
Es un nadaísta porque no puede ser otra cosa,
está marcado por el dolor de esta pregunta
que sale de su boca como un vómito tibio
de color malva y emocionante pureza:
"¿Por qué hay cosas y no más bien NADA?".
Este signo de interrogación lo distingue
de otras verdades y de otros seres.
Él es él como una ola es una ola
lleva encima su color que lo define revolucionario
como es propia la liquidez del agua
del hombre se mortal
del viento ser herrante
del gusano arrastrarse a su agujero
de la noche ser oscura como un pensamiento
sin porvenir.
Ha teñido su camisa de revolución
en los resplandores de los incendios
en el asesinato de la belleza
en el suicidio eléctrico del pensamiento
en las violaciones de las vírgenes
o simplemente en el barrio pobre de los tintoreros.
Lleva su Camisa Roja con un honor
como un cielo lleva una estrella
como un semáforo produce luz intermitente
de catástrofe
como una envoltura de "pall mall"
permumando su pecho de adolescente.
El Nadaísta es joven y resplandece de soledad
es un eclipse bajo los neones pálidos
y los alambres del telégrafo
es el estruendo de la ciudad
y entre sus rascacielos
el asombro de una flor teñida de púrpura
en los desechos de la locura.
Tiene el peligro de los labios rojos y los polvorines
mira los objetos con ojos tristes de aniversario
es el terror de los retóricos
y los fabricantes de moral
es sensitivo como un gonococo esquizofrénico
inteligente como un tratado de magia negra
ruidoso como una carambola a las 2 de la mañana
amotinado como un olor de alcantarilla
frívolo como un cumpleaños
Es un monje sibarita que camina sin temblor
a su condenación eterna
sobre zapatos de gamuza.
Sufre el vértigo de los sacudimientos
electrónicos del jazz
y las velocidades a contrarreloj;
corazón de rayo de voltio que estalla
en el parabrisas de un Volkswagen
deseando la mujer de tu prójimo.
Se aburre mortalmente, pero existe.
No se suicida porque ama furiosamente fornicar
jugar billar pool en las noches inagotables
brindar con el honor a su existencia
estirarse en los prados bajo las lunas metálicas
no pensar
no cansarse
no morirse de felicidad
ni de aburrimiento.
Es espléndido como una estrella muerta
que gira con radar en los vagos cielos vacíos.
No es NADA pero es un Nadaista,
Y ESTÁ SALVADO!
<-- Volver |