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LUGARES FLORA ECOLOGIA CLIMA Y SUELO

ECOLOGIA del Uruguay


Las ambientes naturales del Uruguay constituyen la esencia de su patrimonio biológico. Con ese nombre se indican los sistemas ecológicos que no han sido modificados por el ser humano, o aquellos donde la alteración ha sido menor, y que por lo tanto ofrecen albergue y refugio a la fauna y flora propia del país.

En Uruguay los relatos de los primeros exploradores narran la presencia de extensas praderas, de altos pastos, y bosques nativos muchos más extendidos. Allí se observaban grandes manadas de venados de campo, con gran abundancia de ñandúes. Con la colonización europea, buena parte de esos ambientes se modificaron por la ganadería y la agricultura.

 

ESPECIES AMENAZADAS

Una sola especie ha sido señalada como extinguida en Uruguay: Gerardia digitalis, una planta herbácea.

Tres especies son indicadas como amenazadas:

  • palmera caranday,
  • palmera enana o poñi,
  • cactus tabular Notocactus tabularis

A estas especies se debería agregar el árbol guayubira.

Monte indígena: la invasión de las exóticas
Ricardo Carrere

El monte indígena uruguayo ha sufrido un proceso de degradación, tanto en extensión como en calidad. Miles de hectáreas de monte han desaparecido, habiendo sido sustituidas por otros tipos de uso del suelo (cultivos agrícolas, ganadería, embalses para represas hidroeléctricas, de riego o agua potable, etc.). Otros miles de hectáreas, si bien aún existen, se encuentran degradadas en su composición florística o calidad de fustes, fundamentalmente debido al aprovechamiento no sustentable a que han sido sometidos (cortas a talarrasa para la obtención de leña o carbón, extracción selectiva de algunas especies más valiosas, etc.).

Sin embargo, existe un fenómeno, que aún no ha recibido la atención debida, pero que amenaza con destruir silenciosa y progresivamente a amplias áreas boscosas del país: la invasión de especies exóticas. En efecto, numerosos montes (en particular los que marginan los cursos de agua), están siendo invadidos por especies originarias de otros ecosistemas, que van sustituyendo paulatinamente a los árboles nativos. A consecuencia de esta modificación del hábitat, se producen a su vez impactos negativos sobre la flora y la fauna y presumiblemente sobre el régimen hídrico, la formación y protección de suelos, etc.

Este fenómeno es ya grave en muchos montes del sur y litoral del país (con casos gravísimos en el departamento de Canelones), mientras que en otros el proceso de invasión recién comienza o aún no ha empezado. En términos generales, se puede afirmar que todavía se está a tiempo de revertir este proceso, siempre y cuando se comiencen a adoptar con urgencia medidas para su control.

La invasión de las exóticas

Probablemente, la primera especie exótica que se instaló en los montes ribereños fue el ya popular sauce llorón (originario de la región del Himalaya), que se ha integrado definitivamente a nuestro paisaje. Posteriormente se han ido agregando otras especies, mucho más agresivas, como el fresno americano (Fraxinus americana), fresno europeo (Fraxinus excelsior), arce (Acer negundo), Espina de Cristo (Gleditsia triacanthos), álamo plateado (Populus alba var. nivea), paraíso (Melia azedarach), crategus (Pyracantha spp), ligustro (Ligustrum lucidum), morera (Morus alba).

Si bien esas especies son las más agresivas, también es posible encontrar en los montes otras muchas, como el sauce mimbre (Salix fragilis), sauce álamo (Salix alba var.calva), ligustrina (Ligustrum sinensis), roble europeo (Quercus robur), ciprés calvo (Taxodium distichum), varias acacias (Acacia spp), laurel (Laurus nobilis), etc.

Hasta el presente, por fortuna, los árboles más plantados en el país (varias especies de Eucalyptus y Pinus) en general no se han comportado como invasores del monte indígena. Sin embargo, el pino marítimo y la acacia trinervis, que se regeneran espontáneamente en forma muy agresiva en las zonas arenosas del litoral sur, han invadido extensas áreas antes cubiertas por vegetación indígena, entre la cual se encuentra el monte de arenales (en peligro de desaparición) y los montes ribereños de los cursos de agua que desaguan en el Río de la Plata y Océano Atlántico. Por otro lado, no puede descartarse que algunas especies, que están siendo plantadas masivamente y que ya presentan buena regeneración natural (como los pinos elliottii y taeda), no vayan a comenzar a invadir los montes en las cuencas donde están instalados.

Los orígenes de la invasión

Obviamente, la invasión se genera a partir de la implantación de especies exóticas que luego son diseminadas naturalmente. Sin embargo, los procesos que originaron esta implantación han sido diferentes y pueden ser clasificados en conscientes e inconscientes.

El principal proceso consciente tiene origen en una corriente de pensamiento forestal que predominó hasta hace relativamente pocos años (pero que todavía tiene algunos defensores), que consideraba que el monte indígena tenía escaso valor y que debía ser sustituido paulatinamente por especies "más valiosas". Entre los árboles más plantados figuraron -afortunadamente- los eucaliptos y los álamos (Carolino e híbridos), que no se han comportado como especies invasoras y donde por lo tanto resulta posible revertir el proceso de sustitución sin grandes costos. Sin embargo, en otros casos se utilizaron especies como los fresnos o los arces, de enorme capacidad de dispersión y ocupación del espacio, que ahora constituyen un problema de muy difícil solución.

El proceso inconsciente se origina en plantaciones de especies forestales u ornamentales en las proximidades del monte indígena, cuyas semillas son diseminadas por distintos agentes naturales (aves, viento, agua, animales) y encuentran en el monte un ambiente muy propicio para su desarrollo y posterior propagación. En efecto, allí no sólo encuentran buenos suelos, humedad y protección contra los agentes atmosféricos (heladas, exceso de insolación, vientos), sino que además escapan a la acción del ganado, que impide su instalación en la pradera. A medida que los árboles crecen y comienzan a fructificar, el proceso se acelera y se vuelve casi incontrolable.

Generación de conciencia y estrategias de lucha

Hasta ahora, las medidas de conservación del monte indígena se han limitado a la prohibición de corta, pero nada se ha hecho con respecto a este problema, que puede resultar mucho más grave que la propia tala.

En consecuencia, la primer medida, consiste en hacer conciencia sobre el problema. Hay que reconocer que el fenómeno de la contaminación del monte indígena por especies exóticas constituye una amenaza muy seria, que requiere la adopción de medidas específicas de control.

En segundo lugar, se requiere la elaboración de una estrategia de lucha contra este fenómeno, que cuente con la participación tanto de los organismos estatales especializados como de la sociedad civil (organizaciones ambientalistas, agrarias, empresariales, de enseñanza, etc.)

Como uno de los aspectos centrales de dicha estrategia, se deberán localizar las fuentes de contaminación más importantes, tanto dentro como fuera del monte, con vistas a su eliminación. Afortunadamente, las principales fuentes de contaminación en general no detentan gran valor económico, aunque en algunos casos poseen valor desde el punto de vista paisajístico, ornamental, recreativo, de apoyo a la producción o incluso afectivo. Esta tarea debería iniciarse en los montes menos afectados y en particular en los cursos altos de las cuencas, con el objetivo de evitar la contaminación de los montes más prístinos. Sin embargo, el objetivo de largo plazo deberá apuntar a abarcar la totalidad del país.

Por ahora, lo principal es generar conciencia sobre este problema, que hasta el presente no ha sido tomado en cuenta, pero que a nuestro entender reviste -por su propia invisibilidad- una gravedad mucho mayor que la propia tala del monte.

Artículo publicado en Tierra Amiga No. 22, marzo de 1994

 

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