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2. Cotidianidad y ciencias de lo ambiental: propuesta postmoderna
El mundo de la vida cotidiana, como así lo llama Husserl, es un concepto fundamental para comprender lo ambiental.
Hemos planteado que las ciencias de la postmodernidad tienen como característica esencial su descentración subjetiva. La propuesta Husserliana de la fenomenología, ha seguido su camino, y verdaderamente hoy en día, la duda frente a la razón centrada en el sujeto como única vía para explicar la totalidad de lo existente, ha penetrado en todas las ciencias, tecnologías y artes. Estamos en un proceso de integración de lo escindido por la modernidad galileana y cartesiana. Las teorías del Caos y de las Catástrofes están reconciliando el orden con el caos y la turbulencia. Estos últimos han comenzado a ser parte integral del orden rompiendo, desde el punto de vista epistemológico, el paradigma galileano del mundo que excluía toda posibilidad de reconocer el caos como fundamental en el orden.
El paradigma cartesiano de subjetividad manifestado en la forma de cogito ergo sum como definitivo para todo conocimiento, se ha roto también. La fenomenología a través de su teoría del mundo de la vida y La teoría de la acción comunicativa, que permite la construcción de racionalidades en movimiento, lo que significa la liberación de la razón de su carácter teleológico (finalidad), son dos momentos del pensamiento postmoderno, que superan, dentro del proceso histórico, la escisión entre las ciencias y la vida cotidiana, lo que implica la reconciliación entre hombre y naturaleza, entre el yo pienso y el yo siento.
Esta nueva visión, ha sido y seguirá siendo un proceso. La discusión cultural surgida desde el seno de la modernidad filosófica, acerca de si es el hombre, el amo de la naturaleza, o de si más bien, el hombre debe cuidar la naturaleza y respetarla dado que su misión es transformarla, comenzó con Descartes, Bacon, Spinoza, Kant, la Ilustración, Hegel, Marx, el Romanticismo alemán, el naturalismo, Nietzche, Husserl y Heidegger; durante este siglo, se consolidan una serie de movimientos de carácter ecologista, cuyo origen problemático no es tanto la destrucción de la naturaleza (externa, por supuesto), sino el gran temor a que la especie humana desaparezca de la faz de la tierra. Un tanto irónicamente, diríamos, que la preocupación estaba fundamentada, en la gran falta qu le iba a hacer a la tierra, a la vida, al universo y -¿por qué no?- a Dios, ese ser tan importante que era el hombre.
De ese temor ególatra, centrado, por supuesto en ese sujeto -el hombre- 'inteligente, dador de sentido, constructor de grandes teorías', se ha pasado a movimientos ecologistas de corte biologicista (plantas y animales). Este se caracteriza por su gran aprecio a la naturaleza biótica y un gran menosprecio al hombre y, por supuesto a la cultura del progreso, del desarrollo, de la industrialización, y de las tecnologías de punta. "entre más conozco al hombre, más amo a mi perro" frase popularizada del pensador alemán Schopenhauer, nos sirve como imagen, para mostrar lo que constituido el desprecio por el hombre, el casi 'odio' que han tenido muchos ecólogos fanáticos del biologicismo.
El debate ha sido álgido y fundamental. En este momento, en esta década del 90, la reconciliación finisecular y 'finimilenar' está cobrando mucha fuerza a través de lo que hemos llamado, por llamarlo de algún modo, las ciencias de lo ambiental. Estas, como es lógico, no pueden estar centradas ni en el sujeto de conocimiento moderno: el hombre, ni en el objeto de conocimiento moderno: la naturaleza externa.(10) Estas deben por tanto, ser ciencias sintéticas, interdisciplinarias y transdisciplinarias, lo cual significa que el 'lugar de encuentro' entre las ciencias de lo ambiental y la vida cotidiana, es el mundo de la vida.
Sin embargo, en la construcción de este paradigma, hemos aportado algo nuevo. Si Habermas había tematizado el concepto de mundo de la vida husserliano, a partir de una teoría de la sociedad, podemos decir perfectamente, que Habermas piensa en el mundo de la vida con un carácter simbólico, es decir como el mundo social donde las ciencias, las tecnologías, las artes, los mitos y las religiones, la ética y la política, etc, lo constituirían. Esto es, lo que nosotros hemos identificado en primera instancia como Cultura o mundo simbólico.
Nuestro aporte, consiste, en la reflexión sobre cómo esa cotidianidad social, sólo es posible en la relación fenomenológica dada entre la Cultura y los Ecosistemas. Es allí, en el lugar de dicha relación, en el sitio de encuentro donde sólo es posible la vida social, el movimiento o flujo de las fuerzas biológicas y culturales, desde donde todo es posible. A este lugar lo hemos llamado, provisionalmente: mundo de la vida simbólico-biótico.
La cotidianidad es precisamente eso: el movimiento del mundo de la vida en una especie de síntesis entre lo simbólico (reproducción material y simbólica) y lo biótico (la naturaleza en su concepción integral).
(10)Cfr. NOGUERA Patricia. La constitución del sujeto y del objeto en las ciencias de lo ambiental. Manizales, Universidad Nacional, IDEA, 1992