"La emoción guía, el aliento gobierna. Según la calidad del alma del hombre, la talla nace viva o muerta. No hay nada más. La misma vida del grabador parece en juego"

Cournault

 

 

 Nueva España
 

La historia del arte de grabar monedas y medallas en la historia de la humanidad es profunda e interesante. El grabador en hueco es propiamente un escultor de bajorrelieves en miniatura, que debe saber grabarlos en hueco, sobre matrices de acero que por presión forman monedas o medallas, sobre oro, plata o bronce. Las monedas primitivas de la Nueva España, las llamadas "macuninas" o de cruz, muestran un procedimiento rudimentario, ya que propiamente no eran monedas, sino tejos con el sello oficial, que se partían cuando no era posible cambiarlas por piezas de menor valor. Después viene la "columnaria", designada así porque figuran en ella las famosas Columnas de Hércules. Los punzones con que se labraba la moneda primitiva venían de España y servían para marcar las piezas a golpe de martillo. Sabemos que en 1619 Diego Martínez era acuñador de la Real Casa de Moneda; que en 1636 ocupaba el empleo de Juan Ambrosio; que para ese año había muerto Antonio Maldonado y que en 1646 desempeñaba igual tarea Vicente Hernández. Parece que sólo en el siglo XVIII hubo un tallador de cuños. El nombre más antiguo para que para ese oficio se menciona es el de Francisco Prieto en 1767. Después aparece don Alejo Madero, a cuya jubilación se debió el nombramiento de Don Jerónimo Antonio Gil en 26 de enero de 1778, y quien llegó a su destino el 24 de diciembre y que tanta importancia tuvo, como hemos visto, en la fundación de nuestra Academia de San Carlos. Nació en Zamora el 2 de noviembre de 1731. Estudió en la Academia de San Fernando de Madrid; fue allí pensionado para completar su educación artística con don Tomás Prieto. Obtuvo un primer premio de la segunda clase de pintura de 1756. Pero su espíritu se inclinaba al arte de las medallas y se destacó en él en tal forma que puede ser considerado como uno de los más notables de su época. Su medalla para el Montepio de los cosecheros de Málaga le valió el puesto de grabador mayorde la Real Casa de Moneda de México, al decir de Ceán Bermudez. Hemos visto cómo en las instrucciones que traía figuraba la de establecer una escuela de grabado y cómo de esa escuela, por iniciativa de Gil y con el apoyo de Mangino, surgió la Academia de San Carlos de Nueva España. Gil vino acompañadp de sus dos hijos Bernardo y Gabriel, pues su esposa, doña Magdalena Ramos, rehusó abandonar la corte, por lo que fue recluida en un convento. Como en toda gran creación, Gil sufrió las consecuencias de su esfuerzo, sobre todo a la llegada de los primeros profesores europeos. En primer lugar no vinieron los que él deseaba sino otros de inferiores capacidades; en segundo, parece que ellos tomaron el asunto como un "viaje a Indias" simplemente, de turismo, como diríamos hoy, sin preocuparse en devengar los buenos salarios que disfrutaban. De ahí que el director de la Academia de San Carlos -puesto que nunca ha causado ninguna satisfacción y sí muchos desagrados a quienes han tenido la buena o mala fortuna de ocuparlo -exigiera, se exaltara y acabase por reñir con quienes no sabían cumplir con sus obligaciones. Ya hemos reseñado estos incidentes. Falleció el 18 de abril de 1798 y fue sepultado en el Tercer Orden de San Francisco. Jimeno dejó su retrato con el de Tolsá; ambos se gurdan las galerías de la vetusta Academia. Aparece con un rostro más enérgico, un troquel en la mano, la personalidad vigorozamente comprendida. Al lado de esta su vida material, rebosante de grandezas y pequeñeces, florece su obra de artista.

Como casi todos los grabadores en hueco, no desdeñó abrir láminas en cobre, aunque su obra aquí parezca inferior y a ellos mismos débeles parecer cosa fácil. Gil comenzó a grabar en lámina en la peninsula donde ilustró las Reinas Católicas del padre Flores, realizó además las proporciones del cuerpo humano, retrato de Carlos III para las obras de V. Palafox, y seguramente otras. Estos grabados no parecen tan perfectos como los que realizó en México. Los retratos del Conde de Gálvez y de Don Miguel su hijo, y sobre todo el del Márques de Sonora, 1787, son perfectos en técnica y clasicimo. El discipulo de predilecto de Gil fue Tomás Suría. Espíritu inquieto, que no parece haber encontrado su propia vocación, se nos muestra como dibujante en la expedición de Malaspina, como grabador en hueco y en lámina.

Nació en 1761 y pasó a México como discipulo de Gil, pensionado en la Casa de Moneda desde el 21 de diciembre de 1778. Tomó parte en la fracasada expedición de Malaspina en busca del paso al mar del norte. Embarcó en Acapulco en 1791, más regresó al mismo puerto en noviembre del propio año. Los dibujos que realizó en el vije sólo pueden tomarse como apuntes científicos o, mejor dicho antropológicos. Continuó en su tarea de grabador, de la que nunca debió haber salido, y fue el sustituto de Gil cuando éste murió en 1798, como Director de Grabado en hueco. en 1806 fue ascendido a contador ordinario de pagos de tercera clase. Parece que murió en México después de 1834.

La medalla más antigua de que se tiene noticia fue acuñada con motivo del matrimonio del príncipe Felipe con la reina María Tudor, labrada por Jácome Trezzo en 1555. Otro destacado ejemplo lo constituye una pieza elaborada en 1760 para conmemorar la jura de Carlos III, con el busto del rey en el anverso y en el reverso, el escudo de armas de la Universidad con la leyenda NOVUS MIHI NASCITUR ORDO (para mi nace un nuevo orden de cosas).

De inicios del siglo XIX merecen mencionarse las piezas que en 1808 y 1809 se hicieron en la Academia de San Carlos con la imagen de Fernando VII. Entre otras piezas notables de la Academia de San Carlos hacia finales del siglo XIX está también la medalla Gil y Mangino, hecha en 1881 para celebrar el centenario de la Escuela de Bellas Artes, la cual es una más de las innumerables medallas que se han acuñado.

Lista de Grabadores:

Samuel Stradanus (1606-1622); C. Rosillo (1679); Antonio Isarti (1682-?); Miguel Guerrero (¿-1694); Francisco de Torres (1688); Villegas (1686); Alberto de Castro (1696); Antonio de Castro (1691-1732); Bernardino Alemán (1701); Mota (1712); Francisco Silverio (1721-1761); Amado 1727); Santillán (1728); Pedro Rodriguez (1732); Joaquín Sotomayor (1728-1738); Baltasar Troncoso (1743-1760); Balbás (1746-1747); Francisco Monllor; Luis Gómez; José de Galves; José Lagarto.

Ponce (1747); Francisco Amador (1734-1748); Antonio Onofre Moreno (1734-1774); José Benito Ortuño (1751-1765); Villegas (1757); Salcedo (1753-1758); Francisco Rodriguez (1753-1759); José Morales (1753-1763); Francisco Márquez (1753); Fr. Francisco Jimenez (1755-1756); Sotomayor (1756); S.T.M. (1756); Andrade (1757-1777); Sandoval (1762); M. Villavicencio (1762-1795); J. de Naxera (1767); José Mariano Navarro (1769-1774); Francisco Casanova (1769-1791); Agustín Moreno (1774) ; Espejo (1775); I. García de Prietas (1775-1802); Benavides (1788); Parra (1780); Pavia (1780-1793); Mera (1782); J. Joaquín Fabregat (M. 1807); Julián Marchena ; José Mariano del Aguila; Ignacio Guerrero; Tomás Suría (1785-1813); Atanasio Echeverría ; Francisco Eduardo Tresguerras; Manuel López López; Pedro Vicente Rodríguez; Francisco Jordán; Manuel Aráoz; Diego Manuel de Carvallido, tallador; Juan de Caveuas, tallador; Ignacio de Aranda, tallador; Hipólito de Sarmiento, tallador; Diego de Toledo; García de las Piedras, grabador en lámina.

Grabadores en Hueco:

Francisco Prieto (1767); Alexo Madero ; Jerónimo Antonio Gil; Tomás Suría; José Esteve; J. Ignacio Gordillo; Don Francisco Gordillo; José Ignacio Bacerot; Manuel López; José Cervantes; Bruno Gómez; José Molina y Garrido; Bernardo Gil; Gabriel Gil; Echeverría; Cerda.

Otros oficios en la Casa de Moneda:

José Garrido, Tornero; Bruno Gómez, tallador y grabador; Manuel López, platero

Bibliografía Consultada:

Archivo General de Nación, Ramo: Casa de Moneda.

Manuel Toussaint, Arte Colonial en México, UNAM, México, 1974.

Romero de Terreros, El grabado y los grabadores en Nueva España, México, 1948.

Fernández Justino, Tomás Suría y su viaje a Malaspina, 1791.

 


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