Ayúdame tú dios de los hielos eternos
a derrocar al dios de la soledad,
para ocupar el trono
del que por derecho soy dueño ahora.
Búscame una reina ficticia
y un séquito de penas.
F orma mi pueblo de vientos
y la tierra gobernada fértil en dolor.
Mi corona será un pensamiento,
mi cetro forjado de la más pura amargura,
mi trono tapizado en tristezas,
junto con mi palacio de sueños sin cumplir.
Cuando quiera hacer un decreto
llamare a mi odio, consejero agudo,
mas cuando quiera declinar a este mi cruel mandato
asesinaré mis principios y traicionare mi moral.
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