Metepec: un mundo de artesanías
Desde hace muchos años, Metepec tiene una bien ganada fama de centro productor y comercializador de cerámicas y artesanías, y es cuna de un motivo que le da significación y personalidad únicas: los árboles de la vida. Aquí les presentamos una panorama de lo que van a encontrar, y de alguna pequeña frustración que nos llevamos.
Los árboles de la vida, de barro rojo de baja temperatura, son
bien conocidas: tienen el aspecto de un candelabro de brazos (aunque no
siempre tienen soporte para velas) y sólo poseen un frente, que
es donde se construye la arboladura y se trabajan los relieves y la ornamentación.
Por la parte posterior son planos y casi siempre ásperos.
Básicamente hemos distinguido dos tipos de árboles. Unos
relativamente sencillos, de no más de 25-30 centímetros de
alto y otros tantos de ancho, con adornos de hojas del mismo barro insertadas
o sujetas al cuerpo con pequeños trozos de alambre. Pueden estar
pintados con engobes o acrílicos, o bien con algún barniz
brillante, verdoso o café, de baja temperatura. Estos árboles
"sencillos" son los que habitualmente tienen bases para dos o más
velas, y se suelen usar para este fin.
Los árboles de la vida que más llaman la atención
son los que están adornados muy profusamente con figuras humanas,
como una especie de "árbol genealógico" que en realidad es
una alegoría del Edén o el Paraíso. En el centro del
"tronco" y a los lados, en lo que serían las ramas, los artesanos
incorporan muchas figuras, animales y naturalmente decenas de aquellas
hojas ya mencionadas, pegadas al sustrato con alambres. Como las piezas
se queman a baja temperatura, esta inserción no tiene problemas
ya que el barro resiste el objeto extraño sin romperse (como el
alambre sigue siendo flexible, se pueden mover ligeramente las hojas y
acomodarlas al gusto de cada quien). Algunos artesanos, en lugar de colocar
a Adán, Eva, la Serpiente y los personajes asociados, han dedicado
árboles a los muertos, y entonces todas las figuras son esqueletos,
o calacas como se conocen en México.
Estos árboles de la vida, que pueden medir más de un
metro de altura y quizá lo mismo de ancho, se venden pintados o
sin pintar. Los primeros llegan a ser simpáticos y coloridos (siempre
al borde de la cursilería o lo naïve), y los otros, con su
discreto rojo a la vista, austeros pero impactantes. Pueden costar entre
200 y más de 1,000 pesos (a principios de 1999, esto es entre 20
dólares y más de 100).
Sabemos que en Metepec se han hecho concursos de árboles de
la vida, y nos explicaron que un conocido artesano, famoso por su talento
y creatividad, se llama Adrián Gutiérrez y se puede encontrar
en su taller de la calle tal, pero no tuvimos oportunidad de visitarlo.
Es una deuda.
Metepec es más que árboles de la vida
Nuestra reciente visita a Metepec son dejó una visión
algo confusa, diríamos frustrante. La calle Comonfort es sin duda
la más indicada para la visita y las compras, porque a lo largo
de cuatro o cinco cuadras se alinean, una tras otra, decenas de tiendas
de artesanías, básicamente cerámicas. Curiosamente
no hay muchos árboles de la vida, y en nuestro recorrido más
o menos minucioso encontramos sólo dos dedicadas exclusivamente
a este motivo, y con piezas que valieran la pena. En otras tiendas puede
ser que haya algunos árboles pequeños pintados con acrílicos,
pero nada de mucho interés.
El visitante no debe pensar que se encontrará aquí con
un rosario de coquetas boutiques para turistas. Muchos de los negocios
no son más que grandes almacenes dirigidos al medio mayoreo, desordenadas,
mal presentadas y oscuras, donde van a surtirse pequeños comerciantes
y minoristas de los mercados, y las tiendas de la ciudad de México
y los alrededores. Sin ir muy lejos, delante nuestro alguien llenó
la cajuela de su automóvil, hasta el tope, con platos, soperos y
otras piezas de vajilla, lo que obviamente no iba dirigido a su casa sino
a un comercio o revendedor. Claro, no todo es igual, y entre estos feos
negocios hay otros mejor presentados y con una selección de productos
más interesante.
Si no hay árboles, entonces veamos otras cerámicas
Aquí, nueva frustración. ¿Si no hay tantos árboles
como uno esperaría, entonces qué venden? Venden de
todo, pero verdaderamente de todo, incluso manufacturas que obviamente
no son de la región sino que vienen de Guanajuato, de Morelos, y
de otras áreas del estado de México. Quizá el tema
recurrente son las vajillas de barro rojo, bastante rústico pero
muy popular, que antiguamente venían de Michoacán y que ahora,
nos dijeron, se hacen ahí mismo. Su decoración es muy típica
y se basa en pequeñas guardas de flores hechas a base de gruesos
puntos de pincel, con un esmalte verde o blanco, alrededor de un centro
negro: como si fuera una margarita de pétalos redondos.
La guarda está pintada como un cintillo por todo el interior,
en el caso del tazón para sopa o pozole, y en el ala o borde del
plato, las fuentes y demás accesorios. Nunca se pintan las partes
exteriores de las piezas, salvo en el caso de las ollas o cacerolas altas
y cilíndricas, para el arroz por ejemplo, que no tiene caso pintar
por dentro. Para poner una idea de su costo: el platón sopero cuesta
entre 5 y 6 pesos la pieza, 30 pesos (3 dólares) la media docena.
Esta cerámica es muy vistosa y en los últimos años
ha tenido una enorme difusión en el Valle de México. Se vende
prácticamente en todos los mercados callejeros. Si uno busca con
cuidado o tiene suerte de encontrar un proveedor serio, tendrá piezas
primorosas en su sencillez. Por desgracia, y como ocurre con otras artesanías
mexicanas, la producción masiva en decenas de talleres anónimos
produce una especie de corrupción que destruye todo el valor. Las
piezas salen chuecas, rotas, manchadas o mal esmaltadas, sin el encanto
por el que la gente y los turistas estarían dispuestos a pagar un
peso más. No es que uno busque cosas perfectas, faltaba más,
pero definitivamente una cosa es una artesanía y otra una chapucería.
Más allá de las vajillas de florecitas
Aparte de esta vajilla, en Metepec se pueden comprar muchos otros tipos
de cerámica, pero en nuestra opinión, ninguna vale gran cosa.
Había diseños francamente grotescos, mal hechos, ridículos,
pintados con pinturas fosforescentes, como si alguien se dedicara a probar
y probar, y todos sus fracasos y fallas las pusiera a la venta en lugar
de destruirlas. También aparecen esos engendros supuestamente graciosos
o humorísticos, como los tarros cerveceros que simulan un pecho
de mujer, digamos una teta, y que despiertan más pena que simpatía.
Y vuelvo a la carga: no es que tengamos una actitud elitista o conservadora.
Creo que sabemos reconocer cuándo hay un producto de valor, que
merece seguirse haciendo, y que se compra y se usa con gusto, y cuándo
estamos frente a productos comerciales, hechos al vapor y sin ningún
cuidado.
Resumen: Metepec es sin dudas un lugar muy interesante para los aficionados
a las artesanías y las cerámicas populares de México,
porque dentro de su bullicio y diversidad es posible distinguir las grandes
tendencias, los mitos y los avatares de estas artes. Una opción
que recomendamos, sobre todo durante la semana, es tomarse tiempo para
visitar algunos talleres de las inmediaciones (hay decenas). Es muy interesante
visitar a quienes fabrican la vajilla roja o los árboles, y casi
siempre reciben gustosos a quienes los visitan, mejor todavía si
muestran algún interés de compra. Nosotros no lo hicimos
ahora y no tenemos nada que recomendar, pero lo haremos en cuanto podamos
regresar con algo de tiempo.
Para el almuerzo y de regreso a casa
Basta de cerámicas por hoy, que ya dijimos mucho. Con nuestras
vajillas, y platos, y un bonito árbol de 200 pesos, comimos en el
centro de Metepec, a unas tres cuadras de Comonfort y cerca del zócalo
y la iglesia construida en la falda del cerro. Hay varios restaurantes
y cafeterías, sencillos y de precios razonables. Si se desea otro
menú, en la carretera de regreso a México, por la lateral
derecha, hay un par de restaurantes lujosos, y hoteles como el Holiday
Inn, que tienen comedores y bares. Más adelante, en la zona boscosa
y alrededor del parque La Marquesa, hay un área de restaurantes
mexicanos típicos, con carnes, truchas frescas y antojitos.
Cómo llegar a Metepec
Para llegar a Metepec desde la ciudad de México se toma la autopista
de cuota a la ciudad de Toluca (por la continuación del Paseo de
la Reforma); al concluir esta carretera y a partir de la glorieta con la
estatua ecuestre de Emiliano Zapata, comienza el llamado Paseo Tollocan,
que tiene vías centrales y laterales. Se avanza por el centro hasta
la salida "Pilares" (hay un letrero y una flecha a la derecha), se abandona
el carril central para tomar la lateral, y en el primer semáforo
se dobla con cuidado a la izquierda. Pasamos por debajo de Tollocan y seguimos
de frente por esta calle Pilares, que después de unos 15 minutos,
con algunas curvas y topes, termina en la mismísima Comonfort y
su centro de artesanías. Son unos 65 kilómetros de distancia,
y se recorren en no más de una hora. El regreso es por la misma
vía.
Por el paseo y la frustración: Dino Rozenberg
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