La copia burda, la adulteración de los motivos, la fabricación industrial y la comercialización sin escrúpulos de esta noble técnica cerámica, seguramente provocará su destrucción a corto plazo.
No quisiera abundar mucho sobre la técnica de la cerámica
llamada talavera. Se ha escrito sobre sus orígenes, de la influencia
árabe y de su tradición en Talavera de la Reina, España,
de donde pasó a México en tiempos de la Colonia. Digamos
para quienes no están enterados que es una cerámica de baja
temperatura, hecha con barro rojo y pintada con esmaltes estanníferos,
es decir con base de estaño. Se afincó en la ciudad de Puebla,
donde un puñado de talleres la vinieron haciendo hasta el presente
de una forma muy artesanal y bastante respetuosa de las formas tradicionales.
Por estas razones siempre había pocas cantidades que se vendían
a precios altos, y eran buscadas por aficionados y coleccionistas. Lo básico
eran las vajillas, los tibores y pies de lámparas, y los azulejos.
Uno de los talleres más antiguos fue el de La Trinidad, y más
recientemente el de Uriarte, que le impuso un corte más comercial
y la fabricó en serie; ahora tiene tres o cuatro tiendas de franquicia,
y exporta mucho a Estados Unidos.
Con los años aparecieron otras talaveras, sobre todo en Guanajuato,
como los de Gorki González y Capello. Aunque estos dos creadores
cambiaron las formas y usaron otros colores, siguió siendo una técnica
apreciable, de buenos resultados y precio alto. Personalmente nunca me
gustó del todo la talavera, aunque reconozco su atractivo y su valor
decorativo.
De Guanajuato y otras talaveras
Por desgracia, y como ha ocurrido con muchas otras artesanías
en México, en los últimos años empezaron a aparecer
más y más talleres de talavera, y hoy en día Puebla,
Guajauato, Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende y otras ciudades coloniales
y turísticas están atascadas de esta cerámica, en
su versión más corriente. Obviamente, la producción
industrial masiva, y la lucha por abaratar los precios y ponerlos al alcance
de más turistas, está acabando con ella. Ahora se encuentra
"dizque" talavera en todos los mercados, incluso a precios irrisorios,
y en lugar de los motivos y acabados tradicionales están usando
colores completamente comerciales. No conocemos a fondo estos recursos,
pero el resultado final es horrible. Las piezas están mal terminadas,
los diseños son toscos, y para encontrar una buena y bien terminada,
debes descartar decenas.
Hace unos meses, Tere y yo estuvimos en un negocio a la entrada a San
Miguel de Allende. Hay muchísimos todo a lo largo de la carretera.
Era un negocio de mayoreo, enorme, con un salón como de cuarenta
metros de fondo lleno de piezas. Mientras Tere escogía un sol (esmaltado
con azul oscuro y un amarillo chillón), empezamos a sentir como
canto de grillos, cri-cri. Entonces descubrimos que lo que sonaban, fuerte
y constante, eran los esmaltes que se estaban enfriando. Al principio me
encantó eso de escuchar la música de la cerámica al
enfriarse, pero luego tuve la amarga sensación de estar en una imprenta
donde se piratean y falsifican billetes de banco. Había miles de
piezas, la mayoría detestables, y el carácter reservado,
único y auténtico de la artesanía se había
perdido por completo. Pregunté si toda esa producción salía
de un solo taller, y me contestaron, con cierto orgullo, que no, que eran
muchos, varias decenas de talleres que se dedicaban a fabricarla. Como
si se tratara de una empresa industrial, me dieron a entender que podían
venderme cincuenta o cien floreros, o los que quisiera, porque tenían
una inmensa capacidad de producción. Me entristecí.
Talaveras de cinco pesos
En un artículo que se publicó hace años en Artes
de México, y que coordinó la experta Leonor Cortina, explicaban
que en la época colonial, los artesanos y loceros tenían
reglas muy estrictas sobre lo que era la talavera y con qué materiales
y motivos debían hacerla para poderla vender. Me llamó la
atención, porque es justamente lo que parecen estar haciendo ahora
otras industrias modernas, con esos temas de calidad total, normas ISO
9000 y sobre todo las especificaciones y contenidos de los productos. A
los fabricantes de tequila, en Jalisco, les han impuesto rígidas
reglas de fabricación para que puedan vender su aguardiente con
el nombre de tequila. Es una forma de los propios fabricantes de proteger
un producto que tiene un gran valor potencial, y que hay que cuidar para
que no se maltrate o corrompa. Pero a los comerciantes de artesanías
no les exigen nada para poderla ofrecer como talavera, aunque prácticamente
ya no lo sea.
Toda esta queja podría tener un carácter elitista, conservador,
un poquito retrógrado. Algo de eso hay, y no me lamento por ello.
Ya dije que la talavera no me fascina, aunque estoy dispuesto a reconocerle
sus méritos, su personalidad, su atractivo de diseño y colorido.
Aun así lamento que los verdaderos fabricantes de talavera, o las
autoridades encargadas de promover las artesanías o la cultura,
no hagan nada para corregir estas desviaciones.
Este es un viejo vicio de las industrias populares mexicanas. Cuando
alguien hace algo bien, con un potencial económico, todo mundo se
lanza a copiarlo y reproducirlo sin ningún criterio, sólo
el de abaratarlo o multiplicarlo para aprovecharse de la movida. Le pasó
a Sergio Bustamante, el de Guadalajara, que empezó a hacer grandes
pájaros y animales de papel maché, caros y muy bien terminados,
y al cabo de los meses toda la ciudad estaba llena de animales mal hechos
a precios de ganga. Luego hizo las arcas de Noé, y lo mismo, luego
siguió con unos exóticos huevos de cerámica, de los
que salían sapos, lagartijas y otros bichos, totalmente surrealistas.
Hace poco, en el mercado de Tepotzotlán, vimos unos huevitos como
de cinco pesos, también con sapos.
Alguien dirá que hay que crear empleos y darle ocupación
a la gente, y que me deje de molestar con estas tonterías sentimentales.
No estoy de acuerdo. Se puede generar empleo de muchas maneras, sin tener
que maltratar un producto noble que, bien hecho, puede dejar más
ganancias y mejores sueldos. Ni siquiera vale la pena insistir en esto,
para no hacerla muy larga.
Sólo quiero aprovechar esta vía para decir que, desde
mi perspectiva personal, es una lástima que la cerámica de
talavera esté siendo tan explotada y de tan mala manera. Pronostico,
y quisiera equivocarme, que dentro de unos cuantos años el
valor histórico y cultural de la talavera de Puebla y sus similes
habrá desaparecido, porque nadie querrá pagar cien pesos
por algo que otros venden en veinte. Y cuando ya nadie quiera comprar un
cenicero o un florero mal hecho y peor pintado, con unos colorinches sin
sentido, entonces habrá que empezar a buscar nuevas fuentes de empleo.
En Italia, la fayenza está bajo la protección del gobierno
y los propios artesanos, y sólo puede llamarse con ese nombre la
cerámica fabricada en los talleres certificados, y que utilizan
los materiales y las técnicas originales. Esto es algo así
como la protección de una denominación de origen de un vino
o un licor, o un tipo de queso. Si quiere saber más de esto, visite
la página oficial de los artesanos
de Faenza, y su galería de técnicas y miembros.
Hace algunos meses, un lector de estas páginas nos informó
que en Puebla han estado trabajando en la elaboración de una norma
oficial mexicana (NOM), lo que involucra a las autoridades de la Secretaría
(Ministerio) de Comercio y Fomento industrial, la ciudad de Puebla y los
artesanos, y que sólo las piezas que cumplan la norma podrán
tener el sello oficial y llamarse "talavera". Vamos a ahondar en esto y
nos mantendremos actualizados.
Dino Rozenberg
noviembre de 2000
Si quieres saber más sobre la cerámica
Talavera de Puebla, puedes leer un interesante artículo que
escribió sobre este tema el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez.
Dale un clic a esta liga o búscalo en el módulo de artículos.
Sobre la talavera Uriarte de Puebla: Esta fábrica está
ubicada en la Avenida 4 Poniente 911, Centro, en la ciudad de Puebla, y
su teléfono es (01-22) 321-598 y 328-365; tiene sucursales de venta
en la ciudad de México: Alejandro Dumas 77, Polanco, 5282-2849 y
Calzada Desierto de los Leones 56 D6, San Angel, 5616-3115. En Puebla,
el fax es (0122) 422-943. Página web:
www.talavera.com/uriarte/uriarte.htm
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