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IVengo buscando un tema y
hasta hoy lo busco en vano; llevo ya seis semanas en
inútil porfía. Como ya soy un hombre
decaído y anciano, quizá mi corazón un buen
tema sería. Hasta que me he hecho
viejo, fuese invierno o verano, todo el año mi circo sus
fieras exhibía, los lacayos solemnes, el
carruaje bruñido, el león, su domadora..., un
programa escogido. II ¿Y por qué no he de hacer
desfilar viejos temas? El primero, el de Oisin,
jinete de los mares, al que llevé a tres islas
encantadas: emblemas ensoñados, batallas y vanos
avatares; temas de un corazón de
pasiones extremas, atavío de viejas canciones
de juglares. Pero ¿qué me importa del
héroe, pura llama, al lanzarlo a aventuras,
con hambres de su dama? Una contraverdad llenó una
obra a su hora; yo le puse de nombre Condesa
Catalina; la llevó a vender su alma
piedad devoradora, pero acudió a salvarla la
intervención divina. En tal grado su alma fervor
y odio atesora, que pensé que perderla
debía mi heroína, y eso en mí hizo surgir
ensueño tan violento que acaparó muy pronto mi
amor y pensamiento. Cuando el Tonto y el Ciego
hurtaron una hogaza Cuchulain se batió con el
mar indomable; había allí misterios que el
corazón se traza, pero en el sueño mismo
hallé hechizo inefable: el de un hombre al que un
acto suyo aísla, y ensalza su presente y futuro con
recuerdo imborrable. Artistas y escenario fueron
ya mis amores, no las cosas de que eran
emblemas exteriores. III Aquellas vigorosas imágenes
crecieron, sin duda, en plena mente;
eran ya obra completa. ¿Pero cuál su principio
fue? ¿De dónde surgieron? Del cajón de basura; de la
cueva repleta de desechos: de huesos, de
ollas que se rompieron, de latas y de trapos; y de
la proxeneta que guarda las monedas en
su inmunda gaveta. Vuelvo a estar más abajo
del primer escalón: en la cueva asquerosa que
es nuestro corazón. |
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William Butler Yeats
(Irlanda,1865-1939) |
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