Yo quise ser como los hombres quisieron que
yo fuese:
un
intento de vida;
un
juego al escondite con mi ser.
Pero
yo estaba hecha de presentes,
y
mis pies planos sobre la tierra promisoria
no
resistían caminar hacia atrás,
y
seguían adelante, adelante,
burlando
las cenizas para alcanzar el beso
de
los senderos nuevos.
A
cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba
mis espaldas el aleteo desesperado
de
los troncos viejos.
Pero
la rama estaba desprendida para siempre,
y
a cada nuevo azote la mirada mía
se
separaba más y más y más de los lejanos
horizontes
aprendidos:
y
mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la
expresión definida que asomaba un sentimiento
de
liberación íntima;
un
sentimiento que surgía
del
equilibrio sostenido entre mi vida
y
la verdad del beso de los senderos nuevos.
Ya
definido mi rumbo en el presente,
me
sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de
los suelos sin historia,
de
los suelos sin porvenir,
del
suelo siempre suelo sin orillas
de
todos los hombres y de todas las épocas.
Y
fui toda en mí como fue en mí la vida...
Yo
quise ser como los hombres quisieron que yo fuere:
un
intento de vida;
un
juego al escondite con mi ser.
Pero
yo estaba hecha de presentes;
cuando
ya los heraldos me anunciaban
en
el regio desfile de los troncos viejos,
se
me torció el deseo de seguir a los hombres,
y
el homenaje se quedó esperándome.
Nació en Puerto Rico en 1917 y murió
en Nueva York en 1953.
Llegó a los Estados Unidos en 1942,
sin equipaje y con cinco
dólares en la cartera.
Según se cuenta, proveniente de cuba, donde había
sido abandonada por un tal “Señor X”, con quien se había escapado
de su país.
Nunca se sabrá a ciencia cierta quien era el misterioso “Señor X”
del que todos hablan y que, por un
enigmático común acuerdo,
todo el mundo parece proteger.
De esa decepción amorosa, siguió
una todavía más terrible en su existencia: aborreció el país en el
que se encontraba y, en una palabra, el aparato burocrático más grande
del mundo.
Fue vendedora de lámparas, inspectora
óptica, periodista de
Pueblo Hispano y
costurera.
Tuvo otros fracasos románticos y
terminó siendo alcohólica.
Según dice Rosario Ferré: “Los últimos
tres años de su vida fueron un suicidio
lento, que transcurrió de hospital en hospital. Una noche
del año 1953 (tenía 37 años) la encontraron
inconsciente en la esquina de la 105 y la Quinta Avenida.
Como no tenía documentos, la enterraron
en la fosa común
del estado de Nueva York”.
Julia de Burgos era mulata de ojos
verdes y cabello castaño claro.
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