Llega un momento
(no siempre) en la investigación, en que, como en un rompecabezas,
las piezas empiezan a colocarse en su sitio. Pero, a diferencia del rompecabezas,
en donde las piezas están todas al alcance de la mano y la figura
que se ha de componer es una sola (y por ello, el control de la exactitud
de las operaciones es inmediato), en la investigación, las piezas
sólo están disponibles en parte y las figuras que se han
de componer teóricamente son más de una. Siempre existe el
riesgo de utilizar, conscientemente o no, las piezas del rompecabezas como
bloques de un juego de construcciones. Por ello, el hecho de que todo esté
en su sitio es un indicio ambiguo: o bien estamos totalmente en lo cierto,
o bien erramos del todo. En este último caso, se toma como comprobación
externa la selección o la atracción (más o menos deliberada)
de testimonios, obligados a confirmar los presupuestos (más o menos
explícitos) de la investigación. El perro cree morder un
hueso, cuando en realidad se está mordiendo la cola.
GINZBURG,Carlo.
PROSPERI, Adriano.: Giocho di pazienza. Un seminario sul «Beneficio
di Cristo», pág. 84. Turín, 1975.
Al Escultor le
pasa lo mismo. En mi búsqueda estética después de
las investigaciones formales-espaciales concluyentes de los maestros (Oteiza,
Chillida…), me veo obligado a partir del vacío con otro discurso.
El escultor tiene como herramienta de lenguaje la forma, con ella marcará
el espacio interior o exterior: interior, creando formas con vida propia,
igual da que tengan semejanza figurativa o sean abstracciones de los objetos
que nos rodean (bolsas de basura, satélites); y exterior, ordenando
el espacio a su alrededor y concatenando los lenguajes de las esculturas
adyacentes. Sería éste el caso de una instalación.
Aunque, para mí, la palabra instalación ha quedado fuera
de contexto, vacía de significado, yo prefiero llamarle oración
y la empleo en los dos sentidos, en el lingüístico y en el
religioso.
El trabajo que presento en el horno intenta, no sin dudas, que todas las
piezas del rompecabezas conjuguen una oración, un todo o una estructura
que designa un conjunto de elementos solidarios entre sí, donde
todos sus componentes se hallan interrelacionados; cada escultura, como
cada palabra, adquiere en el contexto una lectura propia y está
relacionada con las demás formando la totalidad. El espacio del
horno, su relación circular y esférica, y las esculturas
no son una suma de partes sino un todo, una estructura. Un pequeño
universo, una oración.
Se trata de una oración más que de una instalación,
en la que el hombre-niño se presenta en el centro de un universo
de bolsas-satélite que son su pasado y su futuro. Son lo que va
dejando en sus ciclos la vida del hombre: su propia “basura”.
El espacio del horno ha determinado mi trabajo, de la misma manera que
el lugar donde habita el hombre modela y crea su espíritu y su carácter.
Entrar en este horno circular es introducirse en un hueco abierto en otro
mundo. Bajo su cúpula nos trasladamos a otro lugar. En este espacio
mágico construyo y rezo una oración.
Este horno que antes con su fuego transformó el barro en vasija
hizo desaparecer en sus cenizas secretos de guerras, gran chimenea que
conecta con los espíritus de los muertos, con las brujas de alguna
sima de Aralar, con chimeneas de otros holocaustos. Aún en sus sillares
podemos tocar los vacíos provocados por el calor del fuego. Ahora
en este horno frío espero que todo mi trabajo esté en su
sitio y no sea un indicio ambiguo. Enciendo pues esta “Oración”
¿conectará con el hombre en algún lugar del universo?
Iñaki
Castillo
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