ELOGIO DE LA COMPLICIDAD

La complicidad para toda obra buena tiene sus placeres. Todo acto de amor guarda, en el fondo, cierta complicidad. La belleza, el honor y la amistad tienen sus cómplices como los tienen también el decoro y la honradez. De cómplices ilustres está lleno el mundo, y de grandes actos que acaso ni habrían podido soñarse si hubiera faltado la complicidad de muchos.

Hay la complicidad de la belleza, que es como una trampa urdida por el hombre a lo largo de la vida, armada y reinstalada cada vez con proverbial imaginería desde los primitivos artificios del dolmen y el culto rupestre hasta la devoción helénica, la magia renacentista o los mitos desenfrenados de la postmodernidad.

Hoy la complicidad de la creación. Ni Kafka ni García Márquez fueron tipos solitarios. Ni está solo el niño-pintor aprendiz de brujo que desata sobre arrogantes paredes sus primeras aventuras caligráficas; ni la joven-hechicera que desgrana sus primeros versos herida de sueño por algún susto sin remedio.

Crear es deshacerse de cosas íntimas. Y reapropiárselas. Crear es ofrecerse, compartirse; crear es darse. Y cualquier creación es sólo algo acabado cuando provoca esta mágica y deslumbrante relación de complicidad que es capaz de establecer Cosme Proenza con aquel irremediable inventor de metáforas arcanas traído hasta aquí con sus conjuros: Hieronimus Bosch.
Para el maestro Cosme no hay límites. El cree en la complicidad del oficio y también en la complicidad de la imaginación. Aquel tiene la virtud de quitarnos el aliento; ésta, de devolvérnoslo. Aquel excita, apremia, espolea, nos lleva por sus fueros a emprender galopantes destinos creadores; esta nos ofrece el hallazgo irrepetible de sus revelaciones.

Se diría que Cosme pinta como el Bosco. Pero estaríase faltando a la verdad. Cosme pinta desde el Bosco, como pudiera pintar también desde Goya o desde Gericault, pero la voz será siempre la de Cosme. Emboscado en los misterios del talento, Cosme nos sorprende con espíritus errantes acaso sin advertir que devuelve a la pintura cubana la complicidad del genio.

Mario Nieves

 

 

Emboscado en los misterios
del talento, Cosme nos sorprende con espíritus errantes acaso
sin advertir que devuelve a la pintura cubana la
complicidad del genio.

 

 

Crear es deshacerse
de cosas íntimas.
Y reapropiárselas.
Crear es ofrecerse,
compartirse;
crear es darse.

 

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