Colegio de señoritas.


Tal como pueden ver, Amanda es una escritora prolífica y con una gran imaginación; pero que imaginación! Realmente me enloquece con sus relatos, pero mejor leelo primero y juzga por ti mismo:


"Ricardo se puso muy contento cuando le dijeron que lo transferían a una localidad de Entre Ríos como jefe de Oficina. Eso significaba que cobraría comisiones sobre las ventas de las propiedades. Algunos compañeros de trabajo le alertaron que allí las costumbres eran algo extrañas, como si fueran mormones o maronitas o algo que no entendió muy bien, por supuesto que esa advertencia no lo tomó en cuenta para nada.


Llegó un sábado y el lunes apenas abrió la nueva oficina, quedó shockeado. La primer persona que entraba era una escultural rubia de ojos azules de unos 25 años, fue un flechazo fulminante, había encontrado lo que buscó inútilmente por todo Buenos Aires.


La atendió solícitamente, ella le dijo que se llamaba Electra (ese nombre le sentaba bien) y quería, por orden de su madre doña Matilde, vender un terreno heredado de su padre. Cuanto más tiempo la escuchaba con esa cadencia y modales finos, más se enamoraba.


No tardó mucho tiempo para que se empezaran a frecuentar. En la tercera o cuarta cita, y con un deseo casi incontenible, Ricardo intentó avanzar en el sentido de tener relaciones, ella le dijo que sentía lo mismo que él pero no estaba bien hacerlo antes de casarse, ni de tener la educación necesaria para hacerlo, además, su madre, que era la directora del colegio de señoritas del lugar, debía dar su consentimiento para el matrimonio. Allí Ricardo recordó las palabras de sus compañeros, no entendió bien eso de la educación, pero tan convencido y enamorado estaba que al día siguiente fue a pedir la mano de Electra a doña Matilde.


Los arreglos para la boda se hicieron rápido. A la semana, Ricardo y Electra salían del registro civil.


Luego de una pequeña reunión de amigos, los novios se retiraron a su vivienda para pasar la noche de bodas. Ricardo estaba exultante, al fin tendría a su rubia Electra entre sus brazos y podría darle caricias y hacerle el amor.


Electra se retiró al baño a cambiarse. Ricardo se desvistió y quedó solo en calzoncillos; con una excitación enorme, sentía golpetear su corazón por toda la cabeza, su miembro acalorado se comenzó a hinchar.


Electra salió del baño con un camisón sacado de una película de hadas; con un escote que dejaba ver sus generosos pechos y miles de volados que iban de sus hombros hasta el suelo. Era una visión de otro planeta. Dio unos pasos hacia ella y de pronto vio salir de la misma puerta del baño a doña Matilde, vestida con su traje negro de directora del colegio y una varita en la mano.


- Que hace inmoral así en calzoncillos, frente a mi hija - le gritó con un tono autoritario a Ricardo.


- Pe, pe, pero señora, ...., yo ya estoy casado con ella,... - contestó titubeante Ricardo.


- Estará casado, pero usted todavía no tiene la educación que debe tener. - sentenció Matilde y con la varita pegó con todas sus fuerzas en el miembro erecto de Ricardo.


El dolor lo dobló en dos. Matilde le puso un camisón rosa, de mangas largas, abotonado hasta el cuello, con voladitos blancos en las mangas y el cuello; sobre la cabeza le calzó una gorra que hacía juego con el camisón: rosa con volados blancos. Como Ricardo seguía hablando y argumentando, le puso un ball gag rojo en la boca, (con las tiras de cuero atadas por detrás de su cuello).


Le puso unas hermosas pantuflas acolchadas de color rosa, para que no se le enfriaran los pies, Electra le dio un beso en la mejilla y su suegra lo llevó hacia otra habitación. Allí Matilde lo levantó y metió en una cuna grande, encadenándolo, en cruz, de pies y manos a los grandes barrotes que rodeaban la cuna. Le sacó el ball gag rojo de la boca y le puso otro que era un chupete grande que tenía dos cintas bebé con las que Matilde lo ató fijamente a la nuca de Ricardo; luego le quitó las pantuflas y le puso unos escarpines blancos hermosamente bordados y con cintas rosa. Finalmente Matilde le entalcó la cola y le puso un pañal que se cerraba con un alfiler de gancho enorme.


Ricardo, encadenado como estaba, miraba entre los barrotes con el chupete en la boca. Vio juguetes de peluche gigantes, pelotas de colores, un escritorio con útiles escolares; cansado finalmente se durmió.


Con los primeros rayos del Sol, Matilde entró a la habitación donde dormía Ricardo con un montón de ropa que acomodó sobre una mesa que estaba al lado de la cuna.


- Bueennooss diiaas Ricardito - le dijo con tono infantil - maternal y agregó - tenés mucha suerte, hoy es lunes y vas a ir al colegio para empezar tu educación - y terminó con un tono como de cómplice - como soy la directora te conseguí una vacante. Ay ! lo que una no hace por tener un yerno educadito !!! -


Lo desencadenó, le sacó la ropa con que había pasado la noche y lo comenzó a vestir.


Primero una bombacha blanca con puntillas, medias tres cuarto blancas que remataban con un voladito de encajes, un corset que le entallaba la figura, zapatitos negros de charol de tacón cuadrado. No sabía porqué pero la forma en que estaba siendo vestido lo excitaba y comenzó a tener una erección, que por suerte pasó inadvertida para Matilde, ya que sobre la cama estaba la fusta de la noche anterior.


Matilde le puso una blusa blanca de mangas largas abotonada por la espalda que remataba en el cuello con un lazo de seda de color azul con pintas blancas. Luego fue el turno de la falda cruzada, era escocesa y (como corresponde a un colegio decente) le llegaba por debajo de las rodillas, se cerraba a los costados con pequeñas trabas de cuero, imitación de los cierre de los cinturones. Matilde completó el uniforme con un blazer azul cruzado con un hermoso escudo dorado bordado en el bolsillo del frente. A Ricardo la situación cada vez lo excitaba más y más.


De una caja redonda, Matilde sacó una peluca rubia llena de bucles, que inmediatamente pegó con un fijador a la cabeza de Ricardo. Con un trozo de tela de seda azul con pintas blancas (igual a la del cuello) le hizo un moño entre los bucles de su cabeza.


Matilde sacó un set de maquillaje y le puso un poco de rubor en los cachetes.


- Bueno aquí está tu mochilita y ya vamos que se hace tarde - . Le colocó en la espalda una mochila rosa, lo tomó de la mano y salieron a la calle rumbo al colegio. Ricardo, al salir a la vereda, se puso rojo como un tomate y toda la excitación que tenía cuando Matilde lo estaba transformando desapareció de repente. Los vecinos los saludaban y se sonreían cuando veían trastabillar a la "nena" con sus zapatos de tacón nuevos, pero llegando al colegio comenzó a dominar la técnica y ya casi caminaba a la perfección.


Pasaron por un gran portón sobre el que había un cartel que decía: "Colegio de señoritas Santa Margarita". Llegaron hasta la puerta de un aula, Matilde la abrió y dejando a Ricardo en la puerta, se dirigió a las niñas que estaban allí sentadas en los bancos de madera, cada una con el uniforme (igual al de Ricardo) impecable.


- Chicas les presento a Ricardita, que de hoy en más será vuestra compañerita de clases. A venido con nosotras para terminar su educación. Es algo traviesilla pero creo que se va a llevar bien con todas ustedes.-


Ricardo entró al aula y sintió como todas las miradas se clavaban en él. Matilde le indicó que se sentara en el primer banco, que era el único que estaba vacío. Se sacó su mochila, la puso debajo del escritorio y se sentó. Comenzaba a excitarse nuevamente.


Matilde se retiró y al cabo de un minuto abrió la puerta la profesora Elisa. Todas las alumnas se pararon de un golpe.


- Buenos días alumnas, tomen asiento - dijo secamente.


- Buueennoss diiias seeññora prrooffesoraaa . - respondieron.


Ricardo quedó petrificado al ver subir a la tarima (que se encontraba al frente del aula) y dirigirse al escritorio del frente a la profesora Elisa. Era una mujer enorme, su pelo era negro peinado hacia atrás y remataba en un rodete; debajo de su blusa blanca abotonada al frente se notaban unos enormes pechos que opacaban a cualquiera de las intérpretes de las películas de Fellini; usaba falda azul oscuro y sobre las medias negras usaba unas botas de media caña y taco aguja acordonadas. En su mano izquierda traía un maletín negro y en la derecha una fusta, igual a la que usara Matilde la noche anterior.


El suelo parecía moverse a cada paso que daba. Apoyó en el escritorio que miraba a la clase, el maletín y la fusta. Lentamente se sentó, se caló unos pequeños lentes, sacó un libro del maletín lo abrió, leyó un rato. En el aula no se escuchaba ni el vuelo de una mosca. Finalmente incorporándose lentamente se dirigió a la clase.


- Bueno chicas hoy vamos a ver el tema - y tomando la tiza escribió en el pizarrón con enormes letras "La masturbación masculina". Ricardo no podía creer lo que estaba leyendo.


- Recuerdan que les dije que estudiaran, no ? - sentenció dándose vuelta y mirando a todas y cada una.


Tomó la fusta del escritorio y apuntando a Ricardo dijo:


- Que pase la chica nueva a dar la lección -


Aturdido Ricardo se levantó y subió a la tarima, se acomodó la falda, se tocaba los bucles, se acomodaba el moño de la cabeza y el del cuello, carraspeaba, pateaba el piso con sus zapatitos de charol.


- Bueno empiece - le exigió la profesora.


- Es que, ... , no vine preparada para dar la lección, ... - farfulló Ricardo.


- En ese caso tiene un cero ! y ahora vamos a pasar a la clase práctica. Usted quédese donde está. Bedeles traigan los elementos -


Dos chicas se levantaron corriendo y al rato aparecieron con una silla a la que le faltaba la parte del asiento, era como si fuera la tapa de un inodoro con patas y respaldo. En la parte delantera de lo que sería la tapa de inodoro tenía dos perforaciones.


La profesora Elisa se acercó a Ricardo y le quitó la falda escocesa y la bombacha. Lo sentó en la silla, le ató las manos en la espalda y los tobillos a las patas de la silla. Del maletín sacó un candado que pasó por las perforaciones de la tapa y fijó el miembro y los testículos de Ricardo a la tapa de inodoro. Toda la cola le quedó colgando en el aire. Para que no interrumpiera la clase con algún comentario fuera de lugar, le puso una mordaza en la boca.


- Bueno chicas, por estricto orden alfabético vayan pasando a dar la lección. - dijo la profesora dirigiéndose a la clase.


Se fueron acercando una a una. La primera le lamió el pene desde la punta hasta el final, la segunda le succionó solo la punta y le acariciaba los testículos. Ricardo comenzaba a excitarse nuevamente, vio que la profesora se desabrochaba la blusa e iban apareciendo sus enormes senos. Cuando pasó la tercera, que le lamió los testículos y le tocaba el pene con unos guantes de seda, vio que la profesora se estaba acariciando los senos y de sus pezones comenzaba a salir una leche blanquecina.


Cuando pasó la cuarta alumna su erección era completa. La profesora hizo una señal y las chicas se sentaron en sus lugares. Se acercó a Ricardo, le sacó la mordaza, se levantó la pollera hasta la cintura, se sentó de frente sobre él y le restregó sus enormes senos por la cara. Ricardo sentía su corazón latir a mil, atrapó con su lengua un pezón y comenzó a succionarlo desesperadamente, la leche pronto brotó y Ricardo cambiaba de una teta a la otra, tragando el dulce néctar. Su excitación continuaba y sintió que se le comenzaba a dilatar el ano.


Cuando la profesora se sintió satisfecha de la mamada de Ricardo se levantó e indicó:


- Bueno ahora a continuar con la exposición de las chicas -


A Ricardo le parecía que la cabeza le giraba, estaba totalmente cachondo. La siguiente alumna le lamió los muslos hasta la ingle y suavemente le acariciaba el pene. Cada vez más fuera de si, Ricardo sentía que se le dilataba más y más el ano. Esto no pasó inadvertido para la profesora Elisa, que le hizo una señal a la siguiente alumna.


Esta, sacó de su cartuchera un consolador y un pote de crema., que utilizó para encremar al consolador; lo pasó por entre las piernas de Ricardo y le introdujo la punta en su ano. Ricardo gemía de placer. Entonces pasaron dos alumnas juntas, una se puso detrás de la silla y con movimientos rítmicos, le introducía cada vez más el consolador y la otra de frente le succionaba el pene. No pudo más y eyaculó en la cara de la alumna.


- Muy bien alumnas, veo que han estudiado la lección, tienen todas un diez - comentó la profesora a la clase en ese momento - excepto usted que tiene un cero ! - le dijo mirando a Ricardo que atado todavía tenía el consolador clavado en el culo.


Sonó el timbre del recreo.


Pero cuales fueron las cosas que pasaron en el recreo y que pasó en la casa cuando Electra y Matilde se enteraron de que se sacó un cero con la profesora Elisa, es tema de otro cuento. "


Amanda Wells.


Bueno, esperemos que Amanda no nos haga esperar mucho por saber que fue lo que pasó cuando Ricardita llegó a su casa, francamente te diré que estoy enloquecida por saber. Y además te cuento que quedé enamorada de Elisa y de Matilde, que placer tener una profesora así, que no haría una por complacerla.

Continuación


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