La vendedora de cosméticos.


Aquí va un nuevo cuento de Amanda, para no arruinarlo no haré ningún comentario, primero leanlo y luego te contaré algunas cosas:


"Marta era un ama de casa como miles que hay en Argentina. Casada "felizmente" con un buen hombre, se dedicaba al cuidado de la casa y a la crianza de su bebé.


La rutina hacía años que se había apoderado de su vida. La última vez que recordaba que algo la había sacado de ella, fue el cumpleaños de un año de su hijo: globos unas pocas serpentinas; tampoco recordaba si fue hace uno o dos meses atrás.


En la cocina gastaba sus horas preparando alguna insípida comida que su marido no dejaba de elogiar. Su vida no era mala, tenía un relativo buen pasar económico; su esposo cumplía dos o tres veces por semana con el ritual del sexo, pero esto lo hacía en forma mecánica, únicamente para complacerlo a él, todas las veces de la misma forma: abría sus piernas, él se acostaba encima, uno, dos minutos y ya.


La chatura había ganado, su estado de ánimo era una constante, que si tuviera un color podríamos decir que era gris plomo.


Esa tarde no era distinta a las demás; le había dado la papilla a su bebé y lo había acostado a dormir la siesta; cuando sonó el timbre de su departamento.


Al abrir la puerta vio a una impactante morena, que montada sobre unos zapatos de taco alto la hacía sentir pequeña. Tenía el pelo lacio hasta los hombros, el maquillaje perfecto, le hacían lucir sus ojos y pómulos. Vestía un trajecito como el de las promotoras de cosméticos que se suelen ver en las perfumerías. El saquito cruzado color rosa cubría una blusa blanca que dejaba adivinar que debajo había unos pechos bien formados; la mini (del mismo color del saco), apenas cubría la parte superior de unas piernas bien contorneadas que estaban enfundadas en unas medias blancas de lycra.


La morena empezó su discurso:


- Buenas Tardes señora, vengo de la empresa Miss Valón, estamos lanzando al mercado una nueva línea de cosméticos y accesorios para la mujer moderna, y bla bla bla... y si Ud. nos permite quisiéramos hacerle una demostración, totalmente gratuita - mientras hablaba sacaba, ponía y mostraba cosas de un bolso que tenía apoyado en el suelo.


Marta había entendido solo la mitad de lo que la locuaz morena le estaba hablando; pero pensando que por un rato podría salir de la rutina la dejó entrar.


Fueron al dormitorio. Marta se sentó en el puff dándole la espalda al espejo. La morena comenzó a sacar del bolso potes de crema, delineadores, polvos faciales, lápices de labios y los iba acomodando sobre la repisa.


La morena comenzó su trabajo sobre Marta, aplicando una crema para quitarle todo el maquillaje que llevaba puesto. Las suaves manos de la vendedora de cosméticos, acariciaban los pómulos y de vez en cuando rozaban sensualmente las orejas de Marta; esta se empezó a sentir reconfortada y comenzó a relajarse.


Como toque final con un cepillo la vendedora le acomodó el cabello, para aquí para allá; y finalmente le dijo que ya estaba. Marta volvió como de un sopor y se dio vuelta para mirarse al espejo. Parpadeó varias veces, volvió a mirar, era esa su imagen ? El maquillaje la había transformado a tal punto que casi ni se reconoció. Sus ojos estaban delineados dándole una apariencia de gata; el rimmel agrandaba su mirada; los labios parecían saltársele de la boca; el colorete de sus mejillas le ensanchaba un poco su cara; y todo su aspecto en general era de una gata en celo.


La morena apoyó sus manos sobre los hombros de Marta y su falda sobre la espalda:


- Y que te parece ? - le preguntó


- No se, que se yo, ... parezco otra, ... más bien una putita de la calle - respondió Marta al tiempo que sentía sobre su espalda algo entre tibio y caliente; algo que evidentemente estaba debajo de la mini de la morena.


- De eso se trata - le respondió la vendedora, bajando sus manos sobre la blusa de Marta y comenzando a desabrocharla.


Marta pensó en escapar, pero las manos de la morena le daban una sensación de tranquilidad, paz y relajamiento que impidió que tan siquiera hiciera un gesto, hasta se dejó sacar el corpiño sin chistar.


- Estos accesorios son bárbaros, seguro que te van a encantar - le decía la morena a Marta mientras le ponía un corpiño de encaje con dos orificios que dejaban sus pezones al aire.


Marta, de tan solo mirarse al espejo, se excitó. Sus pezones se endurecieron como piedra, ya hacía mucho que había dejado de amamantar al bebé, pero cuando la morena le empezó a succionar las tetillas, sintió como el flujo de la leche volvía a salir; una sensación agradable la sedujo a tal punto que con una mano acariciaba la morena cabellera y la otra la deslizó por su entrepierna y empezó a masturbarse tocándose el clítoris.


- A no, no, no, para esas cosas tenemos otros accesorios - le decía la morena mientras buscaba algo en el bolso.


A indicación de la vendedora, Marta se levantó del puff y se puso en cuatro sobre la cama; sus manos se aferraban a las rejas del respaldo de la cama matrimonial y miraba a la vendedora para ver que agradable sorpresa le esperaba; estaba completamente mojada y su bombacha tirada al lado del puff.


La morena se levantó la mini y entre los tiradores de los portaligas que llevaba puesto, apareció un enorme miembro masculino erguido. Enseguida se puso una prótesis: un pequeño pene con un aro debajo; el aro se ensartaba en su miembro y de esa forma quedaba con dos penes, uno grande abajo y otro más chico arriba.


Marta no sabía que hacer, la razón le decía que debía escapar, el resto le decía que debía disfrutar del momento; su dilatación iba en aumento, las gotas de flujo vaginal, caían sobre la cama. La morena la tomó por las nalgas y dulcemente le introducía los dos penes, el natural en la vagina y la prótesis en el ano. Marta sintió una doble satisfacción y se entregó; comenzó a sacudirse cada vez más rápido, hasta que la morena le dio un empellón que hizo que su cara y sus senos quedaran aplastados contra las rejas, el placer que le produjo estar aprisionada entre la cabecera de la cama y quien la estaba poseyendo fue enorme y sintiendo un orgasmo chilló. La morena hacía su ritmo más rápido y finalmente las dos estallaron cuando el semen inundó la vagina de Marta.


- Como verá señora, todos los productos de Miss Valón vienen con garantía de satisfacción - le explicaba la vendedora a Marta cuando se estaba despidiendo.


- No deje de venir a verme el próximo viernes - le imploraba Marta, mirando todos los productos de Miss Valón que había comprado."


Amanda Wells.


Tal como te había dicho, no quería comentar nada pues de otra manera te habrías dado cuenta de la particular vendedora de la que nos hablaba el relato. Pero de cualquier manera, si deseas que te visite y te haga una demostración de cosméticos como la que nos cuenta Amanda, solo tienes que decirme.


Continuación (La Vendedora II Parte)


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