Amanda me ha enviado una deliciosa
continuación con las aventuras de Roberto y la vendedora de
cosméticos, pero primero leela para luego escuchar mis
comentarios:
"Roberto estaba furioso. Desde aquel fatídico día que
quiso faltar al trabajo porque tenía ganas, todo le salía mal.
Su mujer, Marta, lo había abandonado luego que él se negara a
seguir con los jueguitos que la vendedora de cosméticos les
había vendido. Se fue con su bebé a Rosario, a vivir con otra
mujer que conoció por Internet, y con la que tenía mucha más
afinidad que con él.
Si bien no había perdido el trabajo por aquel faltazo, todos se
enteraron de que decía el parte médico. Cuando caminaba por los
pasillos todos se reían a hurtadillas de él, no tomaban en
serio sus tareas y las cosas siempre terminaban con algún
chascarrillo con un tono fuertemente sexual.
En la casa, desde que se fue Marta, todo era desorden; fetas de
salame y salchichón se pudrían sobre la mesada de la cocina
largando un olor nauseabundo; el lavarropas enmohecía por la
falta de uso; el inodoro tenía costras de sarro y orín por
todas partes. Su aspecto personal se iba deteriorando con el
tiempo y ya parecía más un linyera que pide limosna en la
puerta de la iglesia que un alto ejecutivo de una empresa
multinacional.
Su mente hervía de odio y rencor hacia quién él suponía como
la autora de todas sus desgracias: la doctora Raquel Montoya. Tan
solo esperaba el momento oportuno para ejecutar su venganza.
Vio la oportunidad en un lunes luego de un fin de semana largo. -
Si falto al trabajo el lunes, seguro que me mandan al médico
laboral, y entonces ahí me puedo tomar la revancha - pensaba y
se regocijaba.
Pasó todo el fin de semana maquinando como ejecutaría su
venganza; lo primero que se le ocurrió era devolverle el favor
que le habían hecho a él la doctora y su mujer sobre la cama y
luego dejarla encadenada varios días sin tomar, ni comer nada,
hasta que le implorara perdón y se rebajara de ser humano a
cucaracha. Sí eso era lo mejor !
Esperó a que pasara el viernes, el sábado y el domingo; casi no
comía, ni dormía, solo lo mantenía vivo la cerveza que tomaba.
A primer hora del lunes, llamó a la oficina, se reportó
enfermo, y se puso detrás de la puerta a esperar. Con barba de
cuatro días, sin bañarse por ese mismo lapso de tiempo, a medio
vestir entre pijamas y ropa de calle y con un olor a cerveza
penetrante su aspecto era deleznable.
A media mañana sonó el timbre. Su corazón dio un brinco y se
sobresaltó de alegría cuando preguntó quién era y del otro
lado se escuchó:
- Soy la doctora Montoya de la oficina de medicina laboral, vengo
a hacer un chequeo de rutina al Sr. Roberto López que se
reportó enfermo. -
Miró por la mirilla y efectivamente era ella, con su delantal
blanco, estetoscopio y maletín. Abrió la puerta completamente y
se quedó escondido detrás de ella.
La doctora entró con paso decidido y sin sospechar nada.
Roberto, de un golpe cerró la puerta, se abalanzó sobre la
doctora y tomándola de la negra cabellera la arrastró al
dormitorio. La puso en la misma posición que él ocupara días
atrás: en cuatro, con las manos esposadas al respaldar de la
cama y la barra de acero encadenando los tobillos y separándole
las piernas. Con tono despótico, soez, terriblemente grosero, y
exhalando un vaho a cerveza cuajada y dientes sin lavar de la
boca, le dijo a la doctora:
- Desgraciada, puta de mierda; por tu culpa me abandonó Marta y
mi hijo, se fue con esa lesbiana de Rosario; en el trabajo se
ríen de mí, y me están por echar !! Te voy a romper el traste
!! Miss Valón, Miss Valón, ahora vas a ver lo que es este
porongón !! - y subiéndole la pollera del delantal de médica y
arrancándole la bombacha; la comenzó a penetrar.
Raquel siempre había tenido la fantasía de que algún paciente
que fuera a atender la violara violentamente; cuando se vio
envuelta por ese torbellino que era Roberto, se excitó al
máximo y gozó de todo el tratamiento que le estaban dando.
Mucho antes que Roberto la empezara a penetrar había tenido una
dilatación fenomenal que se fue acrecentando cuando con las
manos sucias le tocaba los pechos y le ensuciaba el blanco
delantal; con la barba le raspaba la nuca y sentía el hilo de
baba que caía de la boca sobre su cuello. Pero apenas se pudo
contentar con el exiguo tamaño del miembro de quien la estaba
poseyendo.
Cuando Roberto llegó al orgasmo, cayó extenuado sobre la cama;
todo el peso de los días sin dormir cayeron sobre él y se
quedó profundamente dormido.
- Esta gente que no lee las instrucciones de las cosas que les
vendo, nunca va a disfrutar todo las posibilidades que los
productos Miss Valón le ofrecen, pagan plata y solo usan la
mitad ! - pensaba Raquel mientras apretaba de una forma
particular las esposas que se abrieron liberando a la hipotética
prisionera.
Cuando Roberto despertó era de noche, sentía en todo su cuerpo
un ardor y en el brazo un pinchazo, como si le hubiesen dado una
inyección. Casi sonámbulo se levantó de la cama y se acercó
al espejo que estaba iluminado.
El espanto lo embargó de golpe. La imagen que le devolvía el
espejo no era la de Roberto si no el de una mucama a la que se le
fue la mano con el maquillaje. Su barba de varios días había
desaparecido y su piel aunque un poco inflamada se mostraba lisa.
Su aspecto era otro: pelo negro lacio, uniforme negro con puños
y cuello de encaje blanco, delantal blanco, zoquetitos con
volados de encaje y zapatos de taco blancos. Sus brazos y piernas
estaban depiladas (era ese el ardor que sentía); se fijó en su
pecho que cubierto con un corpiño de encajes, también estaba
depilado.
Luego se enteró que el ardor que sentía era producto del
tratamiento depilatorio que Raquel le había realizado con el
nuevo sistema electrolítico Miss Valón.
El horror no cesaba, de las sombras vio que una figura se le
acercaba haciendo ruido de cadenas, cuando estuvo cerca de la luz
reconoció bajo ese traje de cuero y cadenas, y con látigo de
siete puntas en la mano a la doctora Montoya.
El aspecto que daba la doctora era feroz: peinada con cola de
caballo, el maquillaje le daba el aspecto de un águila que cae
sobre su presa, del body de cuero que usaba, colgaban infinidad
de cadenas, en el cuello tenía un collar de cuero con pinches
hacia afuera, haciendo juego con las muñequeras; medias de red y
altas botas de cuero con espuelas completaban la dura vestimenta.
Un splash se escuchó por el aire y las nalgas de Roberto
sintieron el impacto de las tiras de cuero.
- Veo que la mucamita terminó su descanso, ahora a trabajar !,
que la casa está hecho un desastre - le decía Raquel mientras
le descargaba un segundo latigazo.
Roberto comenzó a limpiar la casa mientras que Raquel
cómodamente descansaba en un sillón, vigilando todos sus
movimientos. En determinado momento Raquel lo increpó:
- No, así no ! más rápido !, de otra forma no vas a terminar
!, como te podría dar un incentivo para aligerar tus movimientos
? ... ya se ! - y tomando un plumero corto le subió la pollera,
y poniendo la bombacha de costado le clavó el mango en el ano.
Realmente quedaba gracioso, corriendo de aquí para allá,
parecía un pavo real; hasta por un momento el roce del palo en
su ano le produjo determinado placer.
Roberto limpió la cocina, higienizó el inodoro, lavó la ropa
sucia, planchó algunas camisas, baldeó toda la casa, no sin
recibir de vez en cuando algún latigazo porque hacía las cosas
mal o lentamente.
Cuando terminó todas las tareas se sentía extenuado. Le ardía
la piel, le dolían los latigazos recibidos, le dolían los pies
que habían sido estrujados por los zapatos nuevos, sus manos
parecían dos harapos de tanto refregar, le palpitaba el ano de
tanto rasparle el plumero.
Pero Raquel no lo dejó descansar, lo hizo arrodillar frente a su
persona y desprendiendo la parte inferior de su body de cuero,
sacó su miembro hinchado y le ordenó que lo besara y
succionara, Roberto obediente cumplió. Luego Raquel hizo que se
arrodillarse sobre el sillón, le levantó la falda, le sacó la
bombacha y lo penetró. Raquel parecía incansable, cabalgó
sobre el culo de Roberto durante largos minutos hasta que sintió
que llegaba al orgasmo. En ese momento hizo que Roberto le mamara
su clítoris y acabó en la boca de la mucamita.
Roberto no daba más, pero cuando Raquel se iba de la casa, le
rogó que se quedara, que ella era la única persona con la que
podría estar, con la que se sentía seguro. Suplicaba, que iba a
hacer si en del trabajo con seguridad lo iban a echar ? así como
estaba todo depilado no lo iban a aceptar en ningún lado,
lloraba.
Raquel se apiadó de ese resto de ser humano y le dijo:
- Bueno, quedate tranquila, yo soy íntima amiga del presidente
de la compañía. Se que está buscando una secretaria ejecutiva
y creo que vos sos la candidata perfecta. Vas a ver que cálido
que es él con las mujeres !. Te espero mañana para la revisión
médica y si tenemos suerte te consigo una entrevista en ese
mismo momento ! Eso si, te recomiendo sobre manera usar alguno de
estos modelitos de la colección de verano de Miss Valón - le
cobró los vestidos, el tratamiento depilatorio y algunas cositas
más y cerrando la puerta se fue.
Amanda Wells.
Tal como puedes ver, no se si sentir piedad o envidia de las
experiencias de Roberto, sin embargo una cosa es clara, y es que
Amanda le ha hecho pasar por una variedad de experiencias en las
que se ha divertido mucho, esperemos que continue estos relatos.
Continuación (La Vendedora IV Parte)
Aquí he encontrado unos dibujos que creo representan las aventuras de Roberto