El presente perfecto

de CARLOS OLMOS

parte 2

(Alba entra por la puerta de entrada. Es una mujer rubia, alta y algo gruesa. Trae en la mano una bolsa de papel y en la otra las llaves del automóvil)

D. CHANO: (Bajo) Mucho cuidado, ¿eh? ¡Mucho cuidado!
ALBA: (Acercándose a ellos) Buenas tardes, don Chanito, ¿Qué tal muchachos ¿Estudiando?
ARTURO: Química...
D. CHANO: (A los jóvenes) Dentro de un ratito les llevaré los trajes.
ALBA: (Aparentando naturalidad) ¿Se van a bañar? (Va a la banca) Hoy no hace tanto calor como otras veces, pero... (Deja la bolsa de papel sobre la banca y se sienta.) ¡Debe ser formidable saber nadar! ¡Yo nunca aprendí!
ISMAEL: ¿En serio?
ALBA: De veras. No sé por qué, pero siempre le tuve miedo al agua.
D. CHANO: Bueno, en eso quedamos. Y si quieren, pues... (con intención) llévense mangos.

(Ismael echa un brazo sobre el hombro de Arturo. Alba advierte este momento y reacciona con interés.)

ISMAEL: Un día de éstos debería vencer el miedo.
ALBA: ¿Cómo?
ISMAEL: Sí... debería aprender a nadar.
ALBA: ¿A mis años?
ISMAEL: Dicen que nunca es tarde. Y no hay peor lucha que la que no se hace, ¿verdad tú?
ARTURO: (Después de ver a Ismael, Furioso) Con permiso, maestra.
Alba: Es propio, Marín.

(Los jóvenes salen. Alba los ve con expresión confusa. Don Chano va hacia ella.)

D. CHANO: ¡Ah, qué muchachos! De veras que les encanta perder el tiempo.
ALBA: Así son todos a esa edad.
D. CHANO: Si viera que yo no fui así. Claro... yo no tuve instrucción. Pero de haber podido le entro al estudio. La difunta Paula me decía que yo me buscara otro trabajo para ganar más. ¿Pero de qué? Le decía yo. Si con trabajos puedo escribir mi nombre. Me he estado acordando mucho de ella últimamente. No es bueno quedarse solo, ¿verdad? Siempre hace falta una compañía. Y la Paula me quería tanto, de veras...

(Mientras don Chano habla, Alba busca a alguien con la mirada.)

ALBA: (Para sí) ¿Por que me dirían eso?
D. CHANO: ¿Cómo?
ALBA: No, no me haga caso. A veces creo que se burlan de mí. (Le da la bolsa de papel) Esto es suyo.
D. CHANO: ¿Es ropa?
ALBA: Sí, ¿por qué se extraña tanto?
D. CHANO: Es que... como la semana pasada me dio una buena surtidita...
ALBA: Sí, claro. Pero se me olvidó traerle esto.

(Don Chano se sienta junto a ella y de la bolsa saca dos camisas mientras Alba ve hacia la reja como esperando con impaciencia la llegada de alguien.)

ALBA: ¿Le gustan?
D. CHANO: Mucho.
ALBA: ¿Hay gente en la alberca?
D. CHANO: (En lo suyo) De no ser por usted quién sabe qué haría. Porque con lo que gano...
ALBA: No tiene caso guardar la ropa que nadie se pone. Y si a usted le sirve...
D. CHANO: ¿Qué me estaba preguntando?
ALBA: No, nada. Creí que la alberca estaría llena. Pero olvidé que es lunes.
D. CHANO: ¡Por desgracia! ¡No sabe cuánta basura hay en el jardín! ¡Nomás mire, mire!
ALBA: (Ríe) Ése ha sido su eterno pleito, ¿verdad?
D. CHANO: ¿Y usted no me da la razón? Por todas partes hay letreros pidiendo que no tiren basura, pero...
ALBA: Recuerde que hay mucha gente que no sabe leer...
D. CHANO: Pues mucho menos van a entender los letreros en inglés
ALBA: ¡Ay don Luciano! ¡Ya le dije que no es inglés!
D. CHANO: Como sea, profesora, como sea. Pero pa'mí que no tiene caso ponerle tanta letra a las matitas.
ALBA: Lo tiene, don Chano. Los estudiantes deben aprender muchas cosas.
D. CHANO: ¡Usted lo dijo! ¡Los estudiantes! Yo sé que ellos vienen para educarse, pero la gente que hace de esto un chiquero...
ALBA: Es natural que si quieren distraerse, divertirse...
D. CHANO: ¡No deberían ser tan puercos! Porque cuando llegan personas como usted, tan finas, tan educadas...
ALBA: No diga eso.
D. CHANO: Me perdona pero así es. Los pobres no sabemos apreciar, profesora, es la verdad, no sabemos.
ALBA: Ni se le ocurra decir eso delante de mis alumnos, ¿eh?
D. CHANO: ¿Por qué no? ¡Todos podemos decir lo que pensamos!
ALBA: Ellos tienen... otras ideas... otra forma de ver las cosas.
D. CHANO: ¡Pa'lo que sirven! ¡Los padres son los amolados y éstos armando broncas por cosas que no valen la pena! ¡Ya ve lo que está pasando con la famosa huelga!
ALBA: ¡Ah, ya me imagino! Probablemente esos muchachos le dijeron...
D. CHANO: ¿Quiénes?
ALBA: ¡Ay, don Chano! ¿Dónde tiene la cabeza? Ellos... Cisneros y Marín...
D. CHANO: Ah, no. Ni siquiera hablamos de eso. No. Yo al güerito no le tengo confianza. No, ellos no me dijeron nada. Fue el ingeniero. (Se detiene y la ve) ¡Pero qué barbaridad! ¡Últimamente se me olvida todo! ¡Ni siquiera le he dicho quién está aquí!
ALBA: (Levantándose) Creo que ya es muy tarde. Sólo vine para dejarle estas camisas y ...
D. CHANO: ¡Pero, maestra! Le estoy hablando de Castillo. ¿Se acuerda que hace poquito estuvimos platicando de él? ¡Pues es cierto lo que le dijeron! ¡Ahora es todo un señor ingeniero! Lo que son las cosas, ¿no? Está aquí, vino a verme. Y por cierto que me preguntó por usted...
ALBA: ¿Si?
D. CHANO: ¿No le gustaría saludarlo?
ALBA: Me imagino que... debe estar muy cambiado.
D. CHANO: Fíjese que no mucho. Digo... para ser un ingeniero, pues... yo me lo esperaba más orgulloso. Pero no, no hasta me ofreció un trabajo.
ALBA: ¿Dónde?
D. CHANO: Orita le explico. Voy a traerlo.
ALBA: (Nerviosísima) ¡No!
D. CHANO: Está por allá, por el rumbo de la alberca. Y no sea que se nos vaya a ir por la puerta de atrás.
ALBA: No tengo tiempo, don Chanito. De veras...
D. CHANO: A él le va a encantar verla, profe, le va a encantar...

(Entra Ismael. Viene con el torso desnudo. Alba, confundida camina maquinalmente hasta la banca y se sienta.)

ISMAEL: ¿Qué pasó, don Chano? ¡Y los trajes?
D. CHANO: Ahorita nos vamos. (A Alba) ¿Me espera?
ALBA: ¡Es tan tarde!
D. CHANO: (A Ismael) ¡Vente! (Sale)
ISMAEL: Luego lo alcanzo.

(Don Chano sale. Ismael va hacia Alba y ésta, turbada, toma las camisas.)

ALBA: En vez de nadar debería estudiar un poco.
ISMAEL: Desde que llegamos, Arturo y yo estamos repasando química.
ALBA: ¿Tiene mucho tiempo aquí?
ISMAEL: Como media hora. ¿Y esas camisas?
ALBA: Son para don Chanito. Él usa esta ropa que ya no se pone mi marido.
ISMAEL: Están bonitas. Por lo visto su esposo deja la ropa casi nueva.
ALBA: ¿Nueva? ¡Está más vieja que yo!
ISMAEL: ¿Pues cuantos años tiene?
ALBA: Eso nunca se le pregunta a una mujer, Cisneros. ¿Cuántos me calcula?
ISMAEL: No sé ... unos treinta y siete, ¿no?
ALBA: Poquitito más.
ISMAEL: Para que vea, a esa edad nadie es un viejo.
ALBA: ¿Por eso me dijo que nunca es tarde para...?
ISMAEL: ¿Se lo tomó en serio?
ALBA: Me pareció que trataba de decir... otras cosas.
ISMAEL: ¿Otras cosas?
ALBA: No sé, no sé lo que está pasando...
ISMAEL: ¿Se siente mal?
ALBA: No, no me haga caso. Debe ser el polvo. Soy alérgica al polvo.
ISMAEL: Y don Chano a la basura como quien dice. Desde que llegué nomás se ha estado quejando. Se me hizo raro encontrarla aquí, maestra.
ALBA: ¿Raro? Yo siempre vengo a dar mi vuelta, Cisneros.
ISMAEL: Como nunca la he visto...
ALBA: Vengo por las mañanas. Hoy fue una excepción.
ISMAEL: ¿Y cómo salí en la prueba?
ALBA: Si le doy el resultado seguiríamos hablando de excepciones.
ISMAEL: El profesor Borráz me dijo que hablaría con los maestros.
ALBA: Acabo de estqar con él y me pidió que yo considerara su caso. No se preocupe, Cisneros.
ISMAEL: Es que no me entra la literatura, maestra. En serio. No se me queda nada.
ALBA: En realidad, ha flojeado un poco. Y es natural, yo lo entiendo.
ISMAEL: Y luego usted es tan exigente que...
ALBA: Por su puesto. Me interesa que aprendan. Pero le repito, usted no debe preocuparse.
ISMAEL: No sabe cómo se lo agradezco.
ALBA: Eso no me lo diga a mi, sino al prefesor Borraz. Y ahora, cuénteme, Cisneros. Cuando llegó aquí... es decir... cuando usted y Marín llegaron aquí... ¿estaba alguien con don Chano?
ISMAEL: Sí, allá, cerca de los palos de mango.
ALBA: (Para sí) Media hora...

(Ismael la ve con cierta extrañeza pero ahora Alba le sonríe.)

ALBA: Eso era todo, Cisneros. Eso era todo.
ISMAEL: Por cierto ese cuate me da mala espina, profe. Nomás se pasea por la alberca echándole un ojo a todo.
ALBA: Es natural.
ISMAEL: ¿Cómo que natural? ¿No será que me quieren detener?
ALBA: ¿Detenerlo?
ISMAEL: Por la huelga. Como el que está dando la cara soy yo.
ALBA: No diga tonterías, Cisneros.
ISMAEL: Usted sabe cómo está la onda. Y si el gobierno ya se metió en este asunto...
ALBA: Es una causa justa. La escuela no puede quedar en manos de un desconocido.
ISMAEL: Es lo mismo que les digo a mis compañeros. Pero ese tipo... el de la alberca...
ALBA: No es lo que usted cree. Yo lo conozco.
ISMAEL: ¿De dónde?
ALBA: Fue mi alumno. Y un alumno muy brillante...


Parte tres
Poetas

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