Llega un momento en la vida que sentimos que no existimos, que vivimos en una realidad paralela donde solo habitamos nosotras solas. No hay nadie mas, el espacio se llena con nuestras fantasias y anhelos; y el tiempo parece pasar tan rápido que es dificil adaptarse de nuevo a la velocidad con que se mueve este mundo.
Poco a poco se siente la necesidad de vivir aquí, con las demás personas, de sentir el contacto con una familia, con amigos y contigo misma. Así, poco a poco te vas asomando a la ventana, mirar la calle e imaginar que pudieras caminar por ella y liberarte de la claustrofóbica sensación que has desarrollado en tu habitación durante tantos años.
Sin saberlo entras en un nuevo juego de la mente, donde se agrega un nuevo elemento a la ya de por sí desbalanceada situación hormonal propia de la edad: la adrenalina. Todo ese miedo al rechazo, a la burla, a perder una cierta posición entre tu entorno social y familiar, a verte de repente sola, sin nadie que te quiera tener cerca, de perder todo valor como ser humano. Y pensar en la posibilidad de salir a la calle, sentir el viento en tu cara, el sol, la vida. Y despues volver a la relativa seguridad de tu habitación, sin que nadie de tu entorno sepa de tu excursión al mundo real, sin perder nada. Se vuelve una idea exitante.
Después de mirar tanto por la ventana decidí que la madrugada era la hora que no habia nadie en la calle, para poder salir por la puerta sin que hubiera vecinos observando. A veces la idea de cuidarnos los unos a los otros se vuelve un tanto cuanto estorbosa. Habia vecinos que llegaban a sus casa a las 12 de la noche, para poder salir tendria que ser despues de esa hora. Además quedaba el problema de salir de la casa cuando mis padres estaban en ella. ¿Cómo salir y volver a entrar sin que ellos se dieran cuenta?
Afortunadamente la casa junto a la nuestra no estaba terminada y su azotea estaba al nivel de la nuestra. Por ahi podría llegar a la calle sin abrir la puerta de mi casa. Un dia me decidí a hacerlo. Viendo en retrospectiva ahora solo puedo decir: maldita adrenalina; Tiene la capacidad de nublar el pensamiento claro y juicioso de una adolecente de 15 años.
El plan era que al subir a mi habitación, en lugar de ponerme la pijama, me pondria una falda, una blusa y una chamarra; Nada llamativo, queria pasar lo mas desapercivida por si me encontraba con gente en la calle. Y esperaria a que pasaran de las 12 para intentar la salida. La espera estuvo llena de ansiedad, de repasar una y otra vez el plan, sintiendo el corazón dando golpes en el pecho, pensando si me atreveria a salir o me arrepentiria a ultimo momento... ¿Ya les habia mencionado la adrenalina?.
Espere hasta que senti que en casa todos se habian dormido y salí. Fue exitante el salir y los primeros pasos; después fue caminar mas tranquila hasta dar la vuelta completa a la manzana, ya no habia razón para estar ansiosa, ahora solo me concentraba en caminar de manera muy normal, a paso tranquilo pero con mucho estilo. De pronto unas personas se acercaban, solo se me ocurrió mantener la mirada en el piso, sentí como me miraron con atención, no sabía si era porque como mujer les llame la atención, o porque no pasaba muy bien como tal, esa pregunta me la lleve de regreso a la casa.
A la casa entre sin muchos problemas,y llegue hasta mi habitación todavia muy emocionada, me llevo mucho tiempo tranquilizarme y poder al fin dormir. Al siguiente dia, ya con la cabeza fria me di cuenta de que me habia arriesgado mucho, no hubiera podido conseguir ayuda si algo me hubiera pasado, así que decidí no volver a salir de esa manera. Fue cuando me di cuenta de que esa salida habia sido mas motivada por la adrenalina que por otra cosa relacionada a la identidad de género.
Desde entonces cada salida que he hecho pienso mas si lo que deseo es sentir la adrenalina o expresar mi verdadera identidad. De esa manera no tomo riesgos innecesarios y me deshago de otros miedos infundados, sintiendome cada vez mas segura como persona y de que realmente esta es la forma en que quiero continuar con mi vida.