Tananda

La Reina de Kush

    La sensual Tananda, de origen stygio, asumió el trono de la ciudad de Meroê, Capital del Reino de Kush, después de que su hermano muriera en batalla contra los invasores stygios. Su reinado fue de tiranía e intriga, ya que mantenía a las diferentes facciones enemistadas entre sí, en un reino donde el gobierno a manos de una mujer apenas era aceptado por los ciudadanos. En la ciudad de Meroê, los descendientes de los conquistadores stygios, como Tananda, habitaban en la parte más interior de la ciudad, protegida por murallones y resguardada por los soldados, contra los kushitas, sus habitantes originales.

    Entre los aspirantes al poder y rivales de Tananda, se encontraban: su primo Aahmes, negro que aspiraba casarse con ella y convertirse en Rey; y el noble de origen stygio Tuthmes, que contaba con el apoyo y la ayuda del hechicero Muru, natural del reino meridional de Kordafa, exiliado de su tierra natal por razones que sólo él conocía. Muru era discípulo de un mago stygio, probablemente Kulan Gath, y tenía a su servicio una monstruosa criatura con cabeza de cerdo y cuerpo de hombre.

 
 
    A la ciudad de Meroê llegó Conan, después de gobernar casi dos años como Jefe Guerrero de la tribu Bamula, mando que asumió después de derrotar a su rival, el guerrero Yorubo. Recién llegado, presenció un paseo de la Reina por la ciudad exterior, habitada por negros kushitas. En pleno paseo, Ageera, "el que huele a las brujas", la acusó públicamente de haber matado a Amboola, un caudillo kushita. Lo que realmente había pasado, es que la Reina lo había mandado apresar, acusándolo de conspirar con su primo Aahmes, y por orden de Tuthmes, el mago Muru había enviado a su demonio a matarlo en su celda.
 
    Los negros atacaron a la Reina, y Conan se lanzó en su defensa hasta que llegaron los guardias del Palacio Real. Agradecida, Tananda ofreció al cimmerio el puesto de Capitán de la Guardia Real, pagándole cien piezas de oro mensuales. Conan aceptó, y a los pocos días tuvo que sofocar una desorganizada rebelión contra la Reina.

    Un día, Tuthmes ofreció una esclava nemedia llamada Diana como presente para la Reina, para que le sirviera de espía. Precisamente amenazó a la joven con enviar al demonio que era su esclavo a acabar con ella si lo traicionaba. La espantosa criatura podía materializarse en medio de una densa y oscura niebla, en cualquier que su amo Muru le ordenara.

    Tananda sospechó inmediatamente las intenciones de Tuthmes, y hubiera torturado brutalmente a la joven Diana, de no ser por Conan, que lo impidió, sintiendo piedad al ver a la aterrorizada esclava. Pese a la furia de la Reina, se llevó a la joven a su casa. Un sirviente de Tuthmes vio la escena, y corrió a contársela a su amo. El noble ordenó a Muru que enviara al demonio a la casa del cimmerio por la muchacha, mientras él estaba fuera, en la plaza, presenciando la tortura y ejecución de Aahmes.

 
    Cuando el verdugo empezaba a torturar a Lord Aahmes, Conan sintió un extraño impulso de volver a su casa, y apenas llegó, sintió el grito de terror de Diana. Al entrar vio cómo el demonio de Muru se materializaba frente a ella, saliendo de la densa niebla gris que lo rodeaba. El cimmerio se arrojó contra la criatura, y los dos cuerpos se entrelazaron en una salvaje lucha. Conan hirió al monstruo en un costado con su espada, y al separarse éste, le atestó un fuerte golpe de espada en el cuello, sosteniendo el arma con ambas manos para aplicar toda su fuerza. La cabeza del ser quedó casi separada del cuerpo. Pero aún así, el monstruo se levantó y salió de la casa del cimmerio.

    Conan lo siguió hasta la plaza, sabiendo que los demonios heridos mortalmente suelen buscar a los amos que los esclavizan. Así, toda la ciudad se enteró de que el verdadero conspirador era Tuthmes. Una turba enloquecida atacó a Muru y Tuthmes, que acabron siendo víctimas de un linchamiento. Tananda ordenó a sus guardias matar a todos los negros, a los que había dejado entrar a la ciudad interior para que presenciaran la ejecución. Pero en lugar de obedecerla, los guardias, kushitas de nacimiento y origen, la atravesaron con sus lanzas, acabando con su tiranía y despotismo. La revuelta culminó con la matanza de todos los nobles de Meroê.

    Conan se dio cuenta de que nada podía hacer, y decidió abandonar la ciudad y su casa, junto con el oro que había ganado. Salió de Meroê a lomos de su córcel, acompañado por Diana, ya libre, en dirección al norte.

 
 
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