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Los signos del Jubileo

Entre estos signos se destacan: la peregrinación, la puerta santa y la indulgencia. Adicionalmente el Papa Juan Pablo II ha propuesto la purificación de la memoria, la caridad y la memoria de los mártires.

   La peregrinación recuerda que la existencia del hombre es como un camino que sigue las huellas del Redentor. Por eso se invita a peregrinar, comunitaria o individualmente, a Roma y a Tierra Santa, a los grandes Santuarios de Venezuela, o a las Iglesias de cada ciudad expresamente señaladas para ello.

   El signo de la puerta santa, característico del Jubileo en las grandes basílicas de la ciudad de Roma, representa que hay un solo acceso a la vida de comunión con Dios, es decir, una única y absoluta vía de salvación: Cristo Jesús.

    La indulgencia es el don que la Iglesia hace y ofrece a sus hijos para borrarles las marcas y penas que los pecados ya confesados han dejado en ellos. Existen dos formas de indulgencia: plenaria si borra toda señal de pecado y parcial si no borra todo. La indulgencia del Jubileo se puede ganar una sola vez cada día.

Pasos Para Ganar la Indulgencia

*Celebrar dignamente la confesión sacramental, que de manera ordinaria, debe ser en su forma individual e íntegra. Es decir, confesarse personalmente con un sacerdote y recibir de él la absolución de los pecados.

* Rezar, al menos un Padrenuestro, un Avemaría y un Credo por la persona e intenciones del Papa.

* Participar en la Eucaristía procurando, a ser posible, que sea el mismo día en que se realice la obra señalada.

* Hacer todo esto con la intención de ganar el Jubileo.

¿Qué es el Jubileo?

  
En la tradición Católica Romana el Jubileo es un tiempo de gracia en el que la Iglesia distribuye con especial generosidad los tesoros sobrenaturales que Jesucristo le ha confiado, es decir, la conmutación de los pecados, la reconciliación entre adversarios y la conversión, entre otros. El Jubileo se llama Año Santo, no solamente porque comienza, se desarrolla y finaliza con actos solemnes, sino también porque su propósito es fomentar la santidad de vida. Se convoca para fortalecer la fe y para fomentar trabajos de caridad y comunión fraternal dentro de la Iglesia y en la sociedad. Un Jubileo puede ser "ordinario" si cae después del período de conjunto de años, y "extraordinarios" cuando se proclama para algún suceso especial. Ha habido veinticinco Años Santos "ordinarios" y el de 2000 es el 26. La costumbre de los Jubileos "extraordinarios" comenzó en el siglo 16 y ellos pueden variar en longitud desde unos cuantos días hasta un año. Ha habido dos jubileos extraordinarios en este siglo: en 1933 proclamado por el Papa Pío XI para marcar el aniversario 1900 de la Resurrección y en 1983 proclamado por el Papa Juan Pablo II para marcar los1950 años desde la muerte y resurrección de Cristo en el año 33.

   El jubileo del año 2000 reviste especial importancia para los cristianos porque es la celebración del 2000 aniversario del nacimiento de Jesús (dejando de lado las diferencias e inexactitudes en el conteo cronológico, por supuesto). El Jubileo 2000 lo inició su Santidad el Papa Juan Pablo II con la Apertura de la Puerta Santa, el pasado 24 de diciembre de 1999 en Roma. Este será el primer Año Santo que marca el turno de un milenio, desde el primer Jubileo que fuera proclamado por el Papa Bonifacio VIII en 1300.

Significado del Logotipo del Jubileo 2000

Jubileo   

   El campo circular azul significa el universo, la cruz que cruza esta sostenida por los cinco continentes representados por las cinco palomas. La cruz está diseñada con los mismos colores que las palomas, lo cual significa el misterio de la encarnación. La luz que sale del centro es Cristo, la luz del mundo, el salvador. Las palomas se unen de forma circular como muestra de solidaridad, uno de los objetivos primordiales del Gran Jubileo del Año 2000.

Origenes de los Jubileos

   El Jubileo proviene de la tradición hebraica, en la cual cada siete años se celebraba un año Sabático y después de siete veces siete años se celebraba el Año del Perdón, de la Reconciliación y del Regreso a la condición originaria. Debido a esto constituía un aniversario muy especial que se festejaba con gran solemnidad. Dicha tradición hebraica está descrita en la Biblia en el libro del Levítico, en el que la Ley de Moisés prescribe un año especial para la gente Judía: "Ustedes santificarán el año quincuagésimo y proclamarán la libertad a lo largo de la tierra, a todos los habitantes; será un Jubileo para ustedes". La trompeta con la cual este año particular se anunció fue el cuerno de una cabra (Yobel en hebreo) y esto dio origen a la palabra "jubileo". De acuerdo con la tradición, durante el año jubilar las tierras debían reposar, los propietarios recobraban sus casas, los esclavos eran liberados y Dios derramaba muchas bendiciones a su pueblo.

   En el Nuevo Testamento Jesús se presenta a sí mismo como el que lleva el Jubileo viejo a su fin, porque él ha venido a "predicar el año del favor de Dios" (Isaías 61: 1-2).

Historia del Jubileo

   El primer Jubileo ordinario se proclamó en 1300 por el Papa Bonifacio VII. En aquel tiempo las guerras y las enfermedades diezmaron la población y cristianos de todas partes viajaron a pie a Roma para rezar ante las tumbas de San Pedro y San Pablo y para recibir la bendición papal.

   Los peregrinos entraron a Roma en la Navidad de 1299. Debido a su gran número, el Papa lleno de admiración por su fe, proclamó un año de perdón de todos sus pecados y en el futuro un tiempo similar tendría lugar cada 100 años. Nombres importantes se registraron en el primer jubileo: el poeta Dante; pintores como Cimabue y el Giotto o Carlos de Valois, hermano del Rey de Francia. Dante Alighiere describe este acontecimiento en su "Divina Comedia" en el Canto XXXI del Paraíso.

   Cuando la sede Apostólica se transfirió a Avignon, Francia, entre 1305 y 1377 había muchos pedidos para que el segundo Jubileo tuviera lugar en 1350 en vez de 1400. A tal petición Clemente VI dio su aquiescencia y colocó un período de 50 años entre los jubileos. Luego, el Papa Urbano VI decidió reducir el período a 33 años en memoria de la vida terrestre de Jesús. Cuando el Papa Urbano murió, sin embargo, Bonifacio IX abrió la Puerta Santa sobre la Víspera de Navidad 1390, pero eran tantos los peregrinos que él llamó a un segundo Año Santo en la Navidad de 1400. En 1425, y no en 1433, como había sido anteriormente acordado, el Papa Martin V proclamó el Año Santo 1425 con dos novedades: una Medalla especial conmemorativa del Jubileo y la apertura de una Puerta Santa en la Catedral de San Juan Letrán. Nicholas V llamó en 1450 a un Año Santo y en 1470 el Papa Pablo II emitió una Bula para fijar el Jubileo cada veinticinco años.

   El próximo Año Santo, 1475, fue proclamado por Sixtus IV y para tal ocasión el Papa ordenó la construcción del edificio de la Capilla Sixtina y el Puente de Sixtus sobre el río Tíber. Renombrados artistas trabajaron en Roma para aquel entonces: Verroccio, Signiorelli, Ghirlandaio, Botticelli, Perugino, Pinturicchio y Melozzo da Forli, entre otros. En 1500, el Papa Alejandro VI anunció que las Puertas de las cuatro basílicas importantes se abrirían simultáneamente y que él mismo abriría la Puerta Santa de San Pedro. El noveno Jubileo fue solemnemente inaugurado el 24 de Diciembre de 1524 por el Papa Clemente VII, al tiempo que aparecían ya los síntomas de una gran crisis: la Reforma Protestante. En 1550 el Jubileo fue proclamado por el Papa Pablo II, pero fue el Papa Julius III realmente lo abrió. En 1575, en tiempos del Papa Gregorio XIII, más de 300.000 personas vinieron a la celebración en Roma.

   Los próximos Años Santos fueron proclamados por Clemente VIII (1600), Urbano VIII (1650) y Clemente X (1675). El Jubileo del año 1700, se recuerda especialmente porque la mayoría de las instituciones caritativas renombradas de Roma se abrieron para ofrecer refugio y asistencia a los peregrinos.

   En el año 1725, el Año Santo fue llamado por Benedicto XIII. Un predicador famoso durante el Jubileo 1750 fue San Leonardo da Porto Maurizio, el apóstol del Via Crucis, quien estableció las 14 estaciones de la Cruz dentro de las ruinas del Coliseum. Clemente XIV anunció el Jubileo del Año 1775 pero él murió tres meses antes de la Navidad y la Puerta Santa fue abierta por el Papa nuevo, Pío VI. La situación difícil en que la Iglesia se encontró a sí misma durante la regla hegemónica de Napoleón previno a Pío VII de proclamar el jubileo de 1800.

   Más de medio millón de peregrinos hicieron el viaje a Roma para el Jubileo de 1825. Como la Basílica de San Pablo había sido destruida por un incendio dos años antes, el Papa León XII sustituyó la visita a San Pablo por la Basílica Santa María en Trastevere. Veinticinco años después, el Año Santo no podría tener lugar a causa de la situación convulsionada en la República Romana y el exilio temporal de Pío IX. Sin embargo, este Papa proclamó el Año Santo 1875, aunque no habría ceremonia de la apertura de la Puerta debido a la ocupación de Roma por las tropas de Rey Vittorio Emmanuele. Fue el Papa Leo XIII quien llamó al Jubileo Cristiano número 22 que abrió el siglo 20 de la era Cristiana y que se caracterizó por seis beatificaciones y dos canonizaciones, (San Juan Bautista de La Salle y Santa Rita de Cascia). En el Año Santo 1925, Pío XI deseoso de dirigir la atención del fiel al prodigioso trabajo de las misiones propuso para ganar la indulgencia pedirle a la gente que rece (según la intención del Papa) para la paz entre pueblos.

   En 1950, unos pocos años después de la segunda guerra mundial, Pío XII llamó el Año Santo con los indicios siguientes: la santificación de almas mediante el rezo, la penitencia y la fe indefectible en Cristo y la Iglesia; acción para la paz y protección de los Lugares Santos; defensa de la Iglesia contra los ataques constantes por sus enemigos; rezos para el regalo de fe para quienes están en el error, y para incrédulos; la promoción de asistencia y justicia social del pobre y necesitada. Estuvo marcado este año por la definición de la Ascensión al Cielo de María, la Madre de Jesús, como un dogma de la fe Católica.

   El último Jubileo ordinario se llamó en 1975 por el Papa Pablo VI con dos temas principales para la reflexión y la acción: La renovación y la reconciliación.


Oración del Papa para la celebración del Jubileo 2000

1- Bendito seas, Padre, que en tu infinito amor nos has dado a tu Hijo unigénito, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno purísimo de la Virgen María y nacido en Belén hace dos mil años. El se hizo nuestro compañero de viaje y dio nuevo significado a la historia, que es un camino recorrido juntos en las penas y los sufrimientos, en la fidelidad y el amor, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva en los cuales tú, vencida la muerte, serás todo en todos.

¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y eterno Dios!

2- Que por tu gracia, Padre, el año jubilar sea un tiempo de conversión profunda y de gozoso retorno a ti; que sea un tiempo de reconciliación entre los hombres y de nueva concordia entre las naciones, un tiempo en que las espadas se cambien por arados y al ruido de las armas le sigan los cantos de la paz. Concédenos, Padre, poder vivir el año jubilar dóciles a la voz del Espíritu, fieles en el seguimiento de Cristo, asiduos en la escucha de la Palabra, y en el acercarnos a las fuentes de la gracia.

¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y eterno Dios!

3-
Sostén, Padre, con la fuerza del Espíritu, los esfuerzos de la Iglesia en la nueva evangelización y guía nuestros pasos por los caminos del mundo, para anunciar a Cristo con la propia vida orientando nuestra peregrinación terrena hacia la Ciudad de la luz. Que los discípulos de Jesús brillen por su amor hacia los pobres y oprimidos; que sean solidarios con los necesitados y generosos en las obras de misericordia; que sean indulgentes con los hermanos para alcanzar de ti ellos mismos indulgencia y perdón.

¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y eterno Dios!

4- Concede, Padre, a los discípulos de tu Hijo, purificada la memoria y reconocidas las propias culpas, sean una sola cosa para que el mundo crea. Se extienda el diálogo entre los seguidores de las grandes religiones y todos los hombres descubran la alegría de ser hijos tuyos. A la voz suplicante de María, madre de todos los hombres, se una las voces orantes de los apóstoles y de los mártires cristianos, de los justos de todos los pueblos y de todos los tiempos, para que el Año santo sea para cada uno y para la Iglesia causa de renovada esperanza y de gozo e el Espíritu.

¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y eterno Dios!

5. A ti, Padre onmipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén

 

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