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Veneración de los Santos

  Nosotros los católicos nos inclinamos por aceptar la doctrina de venerar a los santos como algo que se presupone. El culto de los santos es un elemento tan familiar en nuestras prácticas espirituales de todos los días, que casi nunca nos por preocupamos por buscar en él los detalles. Semejante actitud de autosatisfacción nos priva, como es natural, de una apreciación que debemos buscar constantemente. Esa actitud demuestra también cierta indiferencia hacia las tendencias de nuestro tiempo. En la actualidad, muchos cristianos para quienes nuestra veneración por los santos resulta incomprensible les damos una respuesta a sus preguntas.

   Ante todo recordemos la enseñanza católica sobre la veneración de los santos propuesta por el Concilio de Trento: " Los santos que reinan con Cristo ofrecen a Dios a través de Jesucristo, que es nuestro único Redentor y salvador, apelar a sus ruegos y socorro".

   Es importantes hacer hincapié sobre el hecho de que esta autorizada declaración nos recuerda que todos los beneficios de Dios los obtenemos por intermedio de Jesucristo, "que es nuestro único Redentor y Salvador". Pero al venerar a los santos, no nos apartamos de Cristo como único mediador entre Dios y los hombres. Cuando oramos a Nuestra Señora y a los santos, les rogamos a ellos que gozan del favor de Dios, que intercedan por nosotros ante Dios, a fin de recibir de El, a través de Jesucristo, lo que necesitamos. No pedimos a nuestra Señora a los santos que nos concedan favores, sencillamente porque sabemos que no pueden concederlos. en consecuencia, nuestras plegarias a Dios son enteramente distintas a nuestras oraciones a la Virgen María o a los santos. A Dios le pedimos que tenga misericordia de nosotros, que nos perdone, que nos conceda beneficios. A Nuestra Señora y a los santos les pedimos simplemente que intercedan por nosotros ante Dios.

   Si recurrimos a la ayuda de los santos para buscar los favores de Dios, es porque "es cosa buena y útil", como se dijo en el Concilio de Trento, ya que los santos "reinan con Cristo". Están unidos con Dios en el cielo, de manera que sus plegarias tienen una eficacia muy especial. Pero nuestro interés por los santos no están restringido por la ayuda que puedan conseguirnos de Dios. Puesto que están unidos a Dios, es conveniente y necesario que reconozcamos su dignidad. Es justo que les rindamos honores como a benditos siervos de Dios.

   Por lo tanto, honramos y veneramos a los santos, especialmente a Nuestra Señora, a causa de su santidad. Ahora bien: esa santidad la obtuvieron de Dios por los méritos de Cristo. En resumidas cuentas, por consiguiente, los honores que tributamos a los siervos de Dios están dirigidos a Dios mismo. además, siempre será necesario subrayar que los honores tributados a los santos, son totalmente distintos a la adoración que rendimos sólo a Dios. A Dios le rendimos culto; a Dios le adoramos; únicamente a Dios le tributamos los honores debido tan sólo al Dios Supremo. A la Virgen María y a los santos, los veneramos. En otras palabras: les rendimos honores Unica y precisamente porque son siervos de Dios, a causa de la santidad que Dios se dignó otorgarles. Por todo lo cual, nuestra veneración hacia ellos no significa un desprecio a Dios ni encierra vestigio de idolatría. Es más bien, una manera suplementaria de glorificar a Dios.

 

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