LA BAINSIZZA
Cuando Cadorna se dispone a iniciar la ofensiva, que dará lugar a la segunda batalla, la defensa austro-húngara se basa en tres sólidos pilares que las vicisitudes de dos años de guerra, de sangrientos y reiterados ataques no consiguen trastocar. Los tres pilares tienen nombres devenidos en pavorosos y terribles para los combatientes que, si pudieron regresar a casa, lo recordaran con angustia por el resto de sus días: Hermada, San Gabriele y cabeza del puente de Tolmino.
La caída de uno de los tres llevaría a la crisis de la defensa adversaria, a la guerra maniobrada, probablemente a la victoria. En cambio, las precedentes ofensivas, incluso aquella que había llevado a la victoria de Gorizia, sólo han eliminado las posiciones intermedias, los obstáculos interpuestos al ataque de estas muestras, y fueron efectuadas con lo más terrible. Infernal Carso, falto de todo, piedroso, inhóspito, donde son más fuertes las posiciones austríacas, sobre las cuales son infligidos los repetidos ataques italianos siempre iguales, siempre los mismos.
Hermada, zona 323, es un monte de perfil común, horadado por miles de cavernas, en las cuales viven defensores en condiciones subhumanas. Ha sido martillado por centenares de miles de proyectiles de medio y grueso calibre, puntuado por pobres restos humanos mal sepultos. Es un ambiente desolado, roto, resquebrajado, violado, sobre el cual aletea el trágico olor dulzón de la putrefacción y aquel polvoroso y fuerte de los explosivos. Apenas cesan los bombardeos se despierta y se defiende con la furia feroz de la onda de infantes que atacan sobre el terreno roto y diseminado de agujeros, proyectiles, elementos, andrajos de tela gris y verde, fusiles, bayonetas, de objetos personales rotos, de pobres restos humanos.
Muchos atacantes caídos muertos o heridos frecuentemente allí donde, un día, un mes, un año antes, había caído otro infante y no siempre se conservará el recuerdo sobre aquellas lápidas, que en la posguerra serán un adorno urbano insustituible de todos las provincias italianas; Casano Murge (Bari), zona de reclutamiento de la dura brigada Bari, recordada en el mármol con 87 nombres de una población efectiva, excluyendo los tantísimos emigrados, de poco mas de 5.000 habitantes; Motola (Taranto) sobre 9.000 habitantes 136 caídos, Torino di Sangro (Chieti) -como las precedentes provincias citadas a título de ejemplo- 72 caídos sobre menos de 5.000 almas.
La guerra de los Infantes sobre el Carso fue terrible, en el otoño del '15 la brigada Bari (140º y 141º de Infantería) estaba en línea entre el San Michele y la trinchera del follaje, 4 o 5 kilómetros de infierno con pérdidas al nivel de Verdun, por 75 días consecutivos, perdiendo 6.500 hombres y 750 oficiales, más el plantel de soldados, y retornaba a la línea después de sólo tres días de reposo! La Bari, era de la Infantería embarcada en el buque del Reino de Nápoles a Lepanto y de la tropa de Velletri, de Tolone y del Volturno, indicada cual ejemplo del ligure general Caviglia, quien la comandaba. No fue recordada como merecía y como lo fueron, con derecho, la Sassari y los Repartos Alpinos.
Capello, odiado o bien hosanado, estimado o temido, era una de las pocas certezas, uno de los pocos puntos de referencia en aquel áspero subseguirse de peligros, sacrificios, irracionalidad, crueldad que era la interminable guerra del Isonzo; acaso solo él -pensaban los infantes- habría podido intentar cerrar finalmente la partida.
Entorno al 1960, el avv. Arfedele del Re, que había estimado a Capello como general y le había censurado como hombre muy cínico, y duro, teniente del Cuerpo de infantería por toda la guerra, herido, congelado, prisionero en Caporetto, decía: Si el Hermada (...) la sola palabra hacia revivir (...) el terrible monte (...) era como un incubo" y comentando la película La Gran Guerra, que la realidad, todavía recordada a través del filtro de tantos años transcurridos, había sido mucho más áspera, durísima de soportar, cruel, escuálida, frecuentemente sin esperanzas, más de cuanto se pueda pensar, y -agregaba- que era la diferencia inicial entre el entusiasmo de los interventistas -estudiantes, pequeños burgueses, artesanos, idealistas y cabezas calientes- y la aceptación o la resignación de la mayoría que tenía asumido un signo opuesto cuando, en el 1917, la resignación se había transformado, para muchos, en rabiosa intolerancia, mientras el entusiasmo de otros, se estaba disolviendo en un silencioso apretar de dientes y avanzar.
A la víspera de la segunda batalla, finalmente, se piensa agotar para el ataque la zona entre Tolmino y el San Gabriele y se asigna al 2º Ejército el objetivo del Altiplano de Ternova, de alcanzar atravesando la Bainsizza después de haber superado el Isonzo, que, rápido después Tolmino, corre entre dos riberas altas y ripiadas por un largo trecho.
El 3º Ejército es aprovechado, en vez, para la conquista del Altiplano de Comen.
El diseño inicial de Cadorna tiende a privilegiar esta última directriz, para hacer caer el bastión del Hermada y tomar Trieste, pero necesita hacer cuentas con la idea y la personalidad de Capello, uno de los poquísimos que consiguen hacerse sentir y condicionar a Cadorna.
Capello piensa alargar la acción a izquierda, hacia el norte apuntando a Lom de Tolmino para hacer caer la cabeza del puente austríaco, amenazadora desembocadura ofensiva hacia la llanura friulana, y además de operar un grueso esfuerzo sobre el San Gabriele. El riesgo es, de haber tropas objetivas, para la fuerza atacante, aunque estas son verdaderamente notables, cerca del doble de las enemigas.
El 19 de agosto de 1917, en realidad, el ejército movilizado contaba con 2.321.000 hombres, excluyendo los 150.000 en Macedonia y los 100.000 en licencia, de Stelvio al mar estaban formados 2.070.000 hombres, sobre solo 80 kilómetros desde el Monte Nero al Adriático habrían atacado el 2º y 3º Ejército con 1.208.000 soldados, graduados, suboficiales y 38.000 oficiales.
Sólo el Ejército de Capello contaba 666.000 hombres, 302 batallones y 3.579 bocas de fuego (2.380 cañones y 1.199 bombardas); entre los dos Ejércitos 608 batallones y 5.629 bocas de fuego (3.747) piezas de artillería y 1.882 bombardas).
El mayor ejército puesto jamás en campo de Italia en todos los tiempos. Están en disposición montañas de municiones, de equipamiento, de víveres y de artículos de confort (chocolate, grapa, brandy, viático por cada sanguinoso ataque), están disponibles autovehículos y medios modernos de cada género.
Austria contraponía al 2º y 3º Ejércitos, sólo 560.000 hombres y 1.526 cañones, pero podía recibir fácilmente refuerzos por la línea interna del frente oriental donde el "oso ruso" estaba ahora agonizante.
La preparación de la batalla está, sin embargo, pautada por profundos episodios de cansancio, de indiferencia, de rebelión; la brigada Campobasso se amotina a fines de junio, pero el comandante evita lo peor y la lleva a la línea; el 15 de julio es la rebelión de la probadísima brigada Catanzaro que termina en tragedia con proceso por norma y ejecución sumaria; aumenta el estilicidio de la deserción (el 14 de agosto un pelotón de la brigada Lambro, el 17 algunos hombres de la Treviso).
Después del amotinamiento de la Catanzaro, Cadorna recuerda que los problemas no se resuelven sólo con los fusilamientos, pero con mayor humanidad y con la presencia continua de cabos y cada nivel cercano a los propios hombres. Pero se apresura del mismo modo a recordar al presidente del Consejo, con una cuarta carta sobre el argumento con fecha 18 de agosto, víspera de la ofensiva, la necesidad de combatir finalmente la propaganda derrotista y subversiva que da al País y envenena al ejercito combatiente.
En tanto en el 2º Ejército de Capello, el 29 de julio se forma a Sdricca di Manzano el I Reparto de Asalto, cuya rapidez después, Capello hace seguir por el II. La iniciativa, fruto de la atención al nuevo, y de la inteligencia militar del general de Intra que quiere dotarse de un valioso medio ofensivo para la primera rotura del frente enemigo, viene seguida a octubre del 3º Ejército.
El objeto es crear repartos bien adiestrados, agresivos, en óptimas condiciones psico-físicas, que provoquen la rotura rápida y violenta del frente adversario y abran la vía a las masas de infantería.
Al inicio, los hombres de los Repartos de Asalto, los Arditi, con su look descarado -la casaca abierta, los gallardetes negros para mostrar, los distintivos con la calavera y las tibias incrustadas. Sus canciones irreverentes y violentas -son reclutados sin andar mucho por lo sutil, tanto que durante la retirada de Caporetto son protagonistas de desagradables episodios de fechorías y delincuencia; así en el diciembre sucesivo fue prohibido el alistamiento de condenados en estos repartos, ciertamente violentos y desprejuiciados, pero necesarios en la última fase de la guerra en donde la energía y la fuerza de los ejércitos y del País combatiente estaban al borde del colapso.
Habían cantado: "Los Arditi son soldados creídos bribones/pero ellos no se rinden si no son muertos todos".
Y su himno: "Cuando de la trinchera suena la hora de batalla", habrían terminado por ser parte de aquello del fascismo. Después de la guerra, en efecto, la hostilidad facciosa de la izquierda hacia el ejército, arrastra a los Arditi que en gran parte confluyeron en el fascismo forjando un arma formidable para dominar las ciudades.
Entre tanto, los primeros Arditi se preparaban, en Sdricca de Manzano, a asaltar las inexpugnables posiciones austríacas de aquellos incubos llamados San Gabriele y San Marco.
La preparación de artillería inició la tarde del 17 de agosto sobre el frente del 2º Ejército y en las primeras horas de la mañana del 18, en aquellos del 3º.
La infantería atacó al alba del 19, para muchos era la esperanza desesperada o la ilusión que fuese la última decisiva ofensiva.
Para la conquista de Tolmino, es un ataque al norte, confiado a la 46 división del IV Cuerpo con objetivo el Mrzli y que errores súbitos, y aquel principal a sur y a obra del Isonzo sus cinco puentes entre Java y Ronzina y de allí dirigirse a nord-este hacia los Lom de Tolmino y Canale y la dorsal del Cukli que dominaba el valle de Idria.
El Isonzo en aquella zona corre entre dos altas paredes quebradas, el puente más septentrional no se puede alcanzar porque gran parte del relativo material de puente fue destruido por el incendio del bosque, causado por una salva corta de artillería italiana; en el bosque donde se ocultaba otro puente fue destruido por la artillería enemiga y en fin no se consigue alcanzar los dos mas al sur de Ronzina; al fin fue utilizable sólo un puente.
Así los Alpinos pasaron con retardo y los infantes de la Trapani debieron utilizar los puentes más hacia el valle del XXIV Cuerpo.
El resultado fue que las tropas establecieron una cabeza de puente, pero más al sur, y faltaron la sorpresa y la rápida avanzada hacia los vitales objetivos establecidos.
En síntesis, para esta circunstancia adversa, justo el primer día, falla el diseño innovador de la estrategia de Capello, que consistía en atacar con fuerza un trecho de línea jamás atacado precedentemente, débilmente defendido por los austríacos y entonces era posible la sorpresa, que de táctica podía ser lo que no era de manera estratégica.
El 20 esta sorpresa no era ya posible, aunque utilizando las nuevas tropas afluidas; los modestos progresos realizados hacían comprender que no era posible hacer caer la cabeza del puente de Tolmino con el ataque del sur.
Capello escribe después que el segundo día de la ofensiva que las mayores ventajas se delinearon sobre el frente del XXIV Cuerpo del general Caviglia, pero en realidad insiste en incitar el ataque del XXVII Cuerpo el 21 de agosto.
El XXIV Cuerpo, el 19 había conseguido pasar el Isonzo sólo a la división izquierda, la 47ª Bersaglieri que pero alcanzó a conquistar el Semmer y el 21 el Ossoinca alcanzando a la falda del Oscedrik, mientras la 60ª División tomaba el Kuk, uno de los pilares de la línea enemiga.
Muchas críticas, entre ellas la de Faldella, reprocharon a Capello por no haber concentrado, hasta el 20, todos los esfuerzos sobre el frente donde estaba el Cuerpo comandado por Caviglia; que en efecto el 22, aunque para la acción concomitante del II Cuerpo, forma a su derecha y que atacaba el Kobilek, tomados hasta el Oscedrik, mientras al norte el XXVII Cuerpo estaba ahora bloqueado por los austríacos.
La noche del 22, a las 21, el general Boroevic, preocupado por la fuerte presión ejercitada por el II y el XXIV Cuerpo, pensó retirarse hacia el valle grande de Chiapovano. Pero justo aquella noche Capello, que no tenía pensado disfrutar el suceso del XXIV Cuerpo, ordenó a Caviglia a parar, incito a los otros cuerpos a alcanzar los propios objetivos, después de haber sustituido a Vanzo por Badoglio.
Hace entrar en línea al XIV Cuerpo entre Badoglio y Caviglia y allí las zonas 747 y 652 entre Jelenik y Kobilek, haciendo numerosos prisioneros; el comandante enemigo, visto lo sucedido de la acción italiana sobre el frente de Tolmino, ordenó que la retirada se frenase antes de llegar al valle grande de Chiapovano. Esto sucedió con orden, aunque se espesaron grupos de desertores austríacos que, al alba del 24, se presentaron a la línea avanzada italiana del Oscedrik, que por allí se da la señal de salida procediendo más lejos.
Siempre el 24 el II Cuerpo conquisto el Monte Santo pero no esto fue rota de los austríacos, mientras la avanzada se agotaba por la falta de la artillería media y pesada que debía afluir de mas allá del Isonzo y por el cansancio de las tropas que sufrían atrozmente la se sobre el pobre e inhóspito altiplano de la Bainsizza privado de agua, de caminos, de casi cada manifestación de vida y sobre el cual era difícil dirigir convincentemente provisiones y sobre todo agua atravesando los pocos caminos y los pocos puentes tendidos.
Los soldados impacientes por la sed, muchos bebieron las infectadas aguas de enfriamiento de las ametralladoras y sufrieron graves infecciones intestinales, tres murieron por haber apagado la sed con agua del radiador de un tractor, un oficial debió impedir, pistola en puño, que algunos de sus hombres, abrasados por la locura de la sed, se bebieran sus orines filtrados en un recipiente lleno de arena!
Los ulteriores ataques del 25 y 26 de agosto contra la nueva línea austríaca no hicieron suceso, como no dieron resultado los ataques del VI y VIII Cuerpo, enfrente a Gorizia, contra el munidisimo San Marco.
Capello lamentó la falta de nuevo repartos y medios de alcanzar en la lucha; pero, a parte de la imprevisión e insuficiencia logística y la falta de agua, que causaba atroces sufrimientos, cabe observar que todas las reservas que disponía el Comando Supremo, a saber 12 brigadas de alcance a la 10 de la reserva de Armada y las utilizo todas. Más bien, su insistencia frenética en la acción, esta vuelta lo traiciona. Si pensamos que, probablemente, se habría podido arribar a traspasar por ímpetu las líneas enemigas en el frente del XXIV Cuerpo el 20 y el 21. Si hubiese concentrado todas sus fuerzas alcanzando, envolviendo y destruyendo las fuerzas enemigas, cosa que no logró sucesivamente.
La Bainsizza, de algún modo, fue un gran suceso y así lo consideraron los italianos y los enemigos.
Bissolati escribe a Orlando que le enviada "el beso de la victoria", Barziali telegrafiaba al "Giornale d’Italia" sobre "cosas magníficas", mientras los austríacos, impresionados por la terrible ruina de la Bainsizza, requirieron ayuda de sus aliados alemanes, para preparar la ofensiva victoriosa de Caporetto.
Además de la propaganda, la victoria fue considerada importante y promisoria, también por los combatientes
En el Frente del 3º Ejército, en cambio, los ataques, sanguinosos e inútiles se subsiguieron, sin resultados hasta el 22. Fallaron todos los asaltos contra el Hermada: sed, desesperación, delirio, ordenes impracticables o fallidas; tenia razón Silvestri, cuando anotaba: "Por toda la duración de la batalla, la acción del 3º Comando del Ejército italiano fue una mezcla de negligencias y nonchalance. Ordenes absurdas y locas imposiciones continuaban siendo emanadas también cuando estaba claro que el suceso se evaporaba".
El coronel Pedrocchi, Comandante del 18º Bersaglieri, se suicidó por la desesperación de no tener refuerzos y tener que retirarse de las posiciones conquistadas, con el sacrificio de dos tercios de sus hombres.
Sucedían, en suma, cosa trágicas y terribles, como el episodio del 30 de agosto, narrado por Frescura, cuando un general brigadier hace fusilar por los carabineros a algunos soldados aislados, parados detrás de la línea, sin interrogatorio y falta de proceso, porque fueron sospechosos de deserción: para dar el ejemplo. Se salva sólo uno porque un oficial presente, un capitán de caballería, encuentra el coraje de intervenir y obtiene que el último de estos desgraciados pueda hablar y diga, balbuciendo, que fue condecorado por el valor militar y se está yendo con licencia...
Con la sed, el cansancio mortal, la incomodidad, los peligros, y también la posibilidad de ser golpeados por la propia artillería, de ser mandados al ataque cuando la razonable posibilidad de hacerlo se había desvanecido.
Cadorna, el 26 de agosto, habló de un apostamiento de artillería en la el 3º Ejército para preparar una nueva ofensiva en el Carso; era implícitamente una invitación a suspender la acción, pero la orden formal emanó el día 29.
Capello la interpreta mal y decide arrebatarse también esta vez; era su límite querer insistir, casi irracionalmente, (el racional, inteligente, genial) en la acción emprendida también cuando cambiaban las posibilidades de alcanzar el objetivo.
El 27, el 28 y el 29 se efectuaron posteriores ataques sin resultado, en particular contra los montes San Gabriele y San Marco. El Comando Supremos ordenó que se preparase un plano para la conquista de las alturas dominantes de Gorizia, pero para actuar a mediados de septiembre.
Las pérdidas fueron de 143.000 hombres, y aquellas de los austríacos de 110.000.
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