PRESAGIOS (1924)
[11]
Este placer de doblarse
dócil, lento,
y ese dolor de perder
de ayer
la forma que me gustaba
mirar,
familiar, en el espejo
y de no ser más que una
contorsión desconocida
- ¿vida de quién? - en mi vida...
Y si no (tú ya lo sabes)
allá al fondo, la amenaza
de romperte en dos pedazos
- vida o muerte, tierra o cielo -
bruscamente, irreparable.
[12]
!Soledad, soledad, tú me acompañas
y de tu propia pena me libertas¡
Solo, quiero estar solo:
que si suena una voz aquí a mi lado
o si una boca en la boca me besa,
te escapas tú vergonzosa y ligera.
Tan para ti me quieres
que ni al viento consientes sus caricias,
ni en el hogar el chasquido del fuego:
o ellos o tú.
Y sólo cuando callan fuego y viento
y besos y palabras,
te entregas tú por compañera mía.
Y me destila las verdades dulces
la divina mentira de estar solo.
[13]
Cigarra que estás cantando
en un rincón ignorado
del árbol que me da sombra,
no tengo ningún deseo
de saber cuál es la rama,
de tantas que me cobijan,
en que apoyas tu cantar.
Y no me importa si existes,
y no me importa si existe
algo más que ese vaivén
de tu lanzadera, esos
hilillos aúreos y tensos
con que tejes el cordaje
de ese barco mañanero
de la mañana de agosto,
barco de los rumbos dulces
que no lleva a ningún puerto.
[14]
El alma tenías
tan clara y abierta,
que yo nunca pude
entrarme en tu alma.
Busqué los atajos
angostos, los pasos
altos y difíciles...
A tu alma se iba
por caminos anchos.
Preparé alta escala
- soñaba altos muros
guardándote el alma -
pero el alma tuya
estaba sin guarda
de tapial ni cerca
Te busqué la puerta
estrecha del alma,
pero no tenía,
de franca que era,
entradas tu alma.
¿En dónde empezaba?
¿Acababa en dónde?
Me quedé por siempre
sentado en las vagas
lindes de tu alma.
[15]
- ¿Lloverá otra vez mañana?
- ¿Alma, tú me lo preguntas?
Yo no lo sé.
Brillando están las estrellas
como niñas bien bañadas
en el gran río del día;
ahora
limpias y gozosas saltan
por el campo azul del cielo.
El árbol tiene un verdor
sin usar y es un chiquillo
que lloraba por tener
vestido nuevo y la madre
primavera se lo dio.
La brisa es más fresca; el alma
siente que pasa por ella
algo nuevo, que es un cauce
que estuvo seco y que vuelve
a conducir su caudal.
Y un gozo nunca sentido,
un verdor, unas estrellas
y un río que vuelve a andar
son un augurio bien claro.
Alma tú me lo preguntas:
- ¿Lloverá otra vez mañana?
- Yo no sé más.