PRESAGIOS (1924)
[16]
Arena: hoy dormida en la playa
y mañana cobijada
en los senos del mar:
hoy del sol y mañana del agua.
A la mano que te oprime
le cedes blanda
y te vas con el primer viento
galán que pasa.
Arena pura y casquivana,
novia versátil y clara, te quise por mía
y te estreché contra el pecho y el alma.
Pero con olas y brisas y soles te fuiste
y me quedé sin amada,
con la frente dada al viento que me la robaba,
y la vista al mar lejano donde ella tenía
verdes amores en verde posada.
[17]
No de cantera nacida,
ni de piedra ni de hierro,
no trabajada por manos,
hecha del alma,
columna mía;
de fuego hecha,
de la lumbre conocida
por mí desde que he sentido
lumbre de vida.
En vano el hacha se afila
para ella, en vano ruinas
de excelsos tiempos me dictan
ejemplos tristes.
Fogosa es esta columna;
ni la cortará el acero
ni a obligada servidumbre
la habrá de rendir el tiempo.
Cada día le doy forma
cuando la alimento y echo
en su seno
lo que se da al pecho amado:
vida y amor nuestro.
Y ella va subiendo siempre
de tierra a cielo,
sin más soporte que este
corazón mío, sin nada
que sustentar más que el gozo
del corazón mío.
Columna fogosa, pura
consunción de mi albedrío,
siempre tendrás que quemar,
ramas, tronco vivo y luego
estas raíces que hundo
en tierra,
todo tuyo y todo mío,
que has de acabarte, fogosa
columna, conmigo mismo.
Ni truncada por el hacha,
ni muerto vestigio:
un día
tu fuego se apagará
con el mío;
en la dulzura del alba
el humo se irá fundiendo
y morirá la ceniza
en brazos del viento nuevo.
[18]
Cuando yo alcé los ojos a mirarte
(por tu bien o tu mal)
para mirarme alzabas tú los ojos
(por mi bien o mi mal).
Esa palabra que iba yo a decir
(¿de bendición o maldición sería?.)
se te asomó a los labios sin decirla.
(De bendición o maldición sería.)
Nunca fuiste primera ni yo último.
(¿En qué final o para qué comienzo?.)
Nunca el primero yo ni tú la última
(¿En qué final o para qué comienzo?.)
Los dos exactamente a un tiempo mismo.
Y así todos los actos se abolieron
(ir yo hacia ti, venir tú a mi)
en la inutilidad de todo acto
(ir yo hacia ti, venir tú a mi)
previsto ya al nacer por otro idéntico.
Y así la identidad que nos unía
(tú y yo perdidos o tú y yo salvados)
separó nuestras vidas para siempre.
(Tú y yo salvados o tú y yo perdidos)
[19]
Mi tristeza
me la ha robado la noche.
Era mía, era bien mía,
pensaba decirla en versos,
darle forma como dan
las lágrimas forma tibia
al dolor de adentro...Pero
estaba clara la noche
y el papel espero en vano.
Anduve por la ciudad,
y las estrellas y el aire
y las piedras de las casas
y el olor de acacia, todo
era como un corazón
tendido a la confidencia.
Y mi tristeza está ahora
lejos, muy lejos,
en las estrellas altas,
en esa brisa fresca
que no puedo aprisionar
aunque abro y cierro las manos;
está ya fuera de mí.
La ofrenda que te traía,
madre Tristeza, era aroma
y el aire se la llevó.
Sombra son estas palabras
de aquellas
que la noche me robó.