PRESAGIOS (1924)

[25]

¿Adónde ir? Envuelta toda entera
en neblina sutil la ciudad yace.
El lírico hipogrifo sueños pace
inclinada la testa, en la pradera
más intima del ser y considera
con deleite amoroso el fuerte enlace
que a quietud le sujeta y que deshace
el ansia de la ruta viajera.
No hay nada afuera que me ponga linde:
ni camino que incite ni montaña
que dulce trasponer al alma sea.
La vida al interior panal se rinde
y libre al fin de la atadura extraña
dentro de sí sus horizontes crea.

[26]

Yo no te había visto,
amarillo limón escondido
entre el follaje bruñido del limonero,
yo no te había visto. Pero al niño
le brotó un fuego nuevo de codicia en los ojos
y tendió las dos manos. Donde ellas no llegaban
llegó su grito.
Ahora es de noche y, como fruto cumplido del día,
te tengo en las manos,
limpio limón escondido,
limpio limón descubierto.
(El niño está ya dormido.)

[27]

Esta cadena de hierro
que tanto pesa, me es leve
de llevar y no la siento.
Hay otra cadena hecha
de olas, de tierras y vientos,
de sonrisas y suspiros,
que me ata yo no sé adónde,
que me esclaviza a ese dueño
desconocido, a ese dueño...

[28]

Murallas intactas
derrochan enhiestas
vigilias de piedra
enfrente de campos desiertos.
(¿Y los enemigos?)
De las atalayas,
se ven los caminos
que acarrean lentos
ganados humildes.
(¿Y los enemigos?)
Puerta inexpugnable
de tránsito sirve
a recuas monótonas
- vino, aceite, trigo -.
(¿Y los enemigos?)
Plantadas en piedras
de destinos bélicos,
cigüeñas amantes
hacían sus paces
en lecho de vientos.
(¿Y los enemigos?)
Ciudad torreada,
buena veladora
de siglos y tierras:
¿y tus enemigos?

[29]

Un viejo chulo la dijo
(la chiquilla era inclusera):
"¡Bendita sea tu madre!"
Al pasar junto al cuartel,
un soldado la gritaba
(la niña
tenía el cuerpo podrido):
"¡Olé tu sangre, muchacha!"
Y un mocito
que era de la torería
la juró un día de abril
(Dios la iba a matar en mayo):
"¡Chiquilla, tú eres mi vida!"

La tierra yerma, sin árbol
ni montaña, el cielo seco,
huérfano de nube o pájaro;
tan quietos los dos, tan solos,
frente a frente tierra y cielo,
paralelismo de espejos,
que ahora no hay lejos ni cerca,
alto o bajo, mucho o poco,
en el universo.
¡Dulce muerte de medidas,
guiño de infinito!
Pero de un surco se vuela
un pájaro primerizo.
Y todo vuelve a ordenarse
por la pauta de su sino.
Ya la tierra está aquí abajo
y el cielo allí arriba puesto,
ya la llanura es inmensa
y el caminante pequeño.
Y ya sé lo que está lejos:
dicha, gracia, paz o logro.
Y ya sé lo que está cerca:
el corazón en el pecho.

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