PRESAGIOS (1924)

[31]

Estoy sentado al sol en la puerta de casa,
sin otra compañia que la sombra
de mí mismo tendida por el suelo.
La criatura extraña
que entre el sol de setiembre y yo creamos,
sabe cosas de mí que yo no sé.
Me define de modos muy distintos,
es más ágil que yo y en tanto lucho
por dar con el secreto del movimiento justo
para mi verbo, ella se expresa bien, se alarga,
se hace tenue y vaga como la noche exige
o se precisa como verso de mármol
si así lo quiere el sol.
Yo me veo bien claro:
lo de fuera de mí, sol o luna, y aquello
que yo soy, haz y envés,
la sombra lo junta y expresa.
¿Pero de qué me sirve?
Si la miro en demanda ansiosa de conciencia,
es burlona, enflaquece risiblemente o hace
de todo yo una bola grotesca.
Y por eso la mato cada día
entrándome en la casa, toda sombra sin sombras,
asesino pueril y Caín de burla.

[32]

Hijo mío, ven al mundo
que preparado está ya
tu ajuar.
Brazos que te esperan de madre
que te estrecharán;
silabarios donde aprendas
que b y a se dice ba;
cuna, caballo, avión
y servicio militar.
Muchas palabras en libros
y otras que van
entreoídas por los aires
al que las quiera captar.
Adjetivos graduados,
amable, bueno, genial,
escultor que te haga estatua
si te la sabes ganar
y olvido, el obrero terco
que la sepa derribar.
Y si algún día sintieras
que b y a no dicen ba,
que eres malo sin malicia,
bueno sin bondad,
dóblate sobre el brocal
del pozo y grita muy fuerte
tu verdad,
la que no estaba acuñada.
Y del hondo de las aguas
otros ojos
hermanos contestarán.

[33]

"Manuela Plá" se llama el barco,
Manuela Plá será sin duda el nombre
de la viuda del armador.
Vive en un puerto mediterráneo,
con un santo temor de Dios
y con santo amor a la renta
del cuatro por ciento interior.
Doña Manuela reza el rosario
todas las noches y se duerme
junto a un lorito centenario
que allá un día trajo de América
un barco de su propiedad.
Y mientras la armadora está
navegando por el mar manso
del rezo donde se adormece,
sobre los mares de verdad,
juvenil, fuerte y petulante
va delante el "Manuela Plá".

[34]

La obediencia que esta noche
me susurras al oído
obediencia es de veleta.
¿Estar quedo? ¿Cambiar mucho?
Eso será como quieran
los aires que mueves tú
para jugar con la ausencia.
No te quejes de mis vueltas
y de no encontrarme nunca
cara a cara:
el huirte es obediencia.
Y si mi alma no te está
nunca quieta,
no la llames volandera:
fidelidad te he jurado
- yo de hierro, tú de aire -
de veleta.

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