PRESAGIOS (1924)
[40]
¡Cómo me duermes al niño,
enorme cuna del mundo,
cuna de noche de agosto!
El viento me lo acaricia
en las mejillas
y lo que canta en los árboles
tiene sonsón de nanita
para que se duerma pronto.
Suaves estrellas le guardan
de mucha luz y de mucha
tiniebla para los ojos.
Y parece que se siente
rodar la tierra muy lenta,
sin más vaivén que el preciso
para que se duerma el niño,
hijo mío e hijo suyo.
[41]
Estas frases de amor que se repiten tanto
no son nunca las mismas.
Idéntico sonido tienen todas,
pero una vida anima a cada una,
virgen y sola, si es que la percibes.
Y no te canses nunca
de repetir las palabra iguales:
sentirás la emoción que siente el alma
al ver nacer a la estrella primera
y al mirar que se copia, según la noche avanza,
en otras estrellitas
de distinto brillar y de alma única.
Y así al repetir esta
simple frase de amor se van prendiendo
infinitas estrellas en el pecho:
un mismo sol les presta luz a todas,
el sol lejano que vendrá mañana
cuando cesan estrellas y palabras.
[42]
En la tierra seca
el alma del viento
avisos marinos me daba
con los labios trémulos
de chopos de estío.
Alientos de mar
y ansias de periplo,
quilla, proa, estela,
Circe y vellocino,
todo lo mentían
chopos sabidores
de la tierra seca.
Y una nube blanca
(una vela blanca)
en el horizonte,
con gestos de lino,
alardes de fuga
por rumbos queridos
hacía
en el mar sin viento
de aquel cielo seco
de la tierra seca
con chopos de estío.
[43]
El río va a su negocio
corre que te correrás.
De cuando en cuando, en la orilla
hay una moza que sale
(Gelves es la moza humilde,
Sevilla la del linaje)
a ofrecerle el corazón
si el río quiere pararse.
Pero
el río va a su negocio
y no se casa con nadie.
[44]
Estaban todos alrededor de la cama.
La palabra postrera de la enferma fue: "Agua".
Y se sintieron saltos cantarines de arroyo
entre guijas y al fondo cruzaron velas blancas
y el sol que entró en la alcoba
se deshizo en los siete colores.
Y
la muerte.
La palabra final de la enferma fue: "Agua".