Los trotskistas siempre defendimos que sólo teníamos dos estrategias permanentes, la movilización permanente de la clase obrera y sus aliados por la toma del poder, y la construcción del partido revolucionario. El revisionismo asume como una tercera estrategia la de la construcción de una nueva dirección. Es así como la táctica del frente único revolucionario, que para la LIT de Moreno —si bien era muy importante— sólo era una táctica al servicio de la estrategia de la construcción del partido obrero revolucionario, para el revisionismo pasa a ser un fin en sí misma. Concebido como un "atajo" para la construcción del partido, el mal llamado "frente único revolucionario" de los revisionistas se convierte en un camino sin retorno para disolver y destruir los núcleos nacionales bolcheviques que habíamos logrado construir, y para destruir también a la misma LIT. Tras la "construcción de una nueva dirección" el revisionismo oculta su renuncia a nuestra verdadera estrategia, la construcción de partidos bolcheviques revolucionarios.
Para justificar esta política liquidacionista, el revisionismo inventó la ideología de "la reorganización del movimiento obrero", según la cual existiría una supuesta "vanguardia" en función de la cual habría que reelaborar el programa y la política y redefinir el tipo de partido a construir.
En el V Congreso Mundial de la LIT-CI el revisionismo terminó cerrando filas alrededor de la "reorganización" o "refundación" del movimiento obrero y votó:
Mandatar al próximo CEI para que apoye los esfuerzos de las secciones en los procesos de acercamiento con otras organizaciones trotskistas y marxistas revolucionarias.
Las tendencias que dirigen la LIT-CI revisionista aclararon muy bien que esta tarea respondía a su nueva estrategia: elaborar el programa y la política y construir el partido interviniendo en la "reorganización del movimiento obrero". La TNC escribió:
Para responder a la necesaria reorganización política y sindical del movimiento obrero y en particular a los actuales procesos de vanguardia en curso, necesitamos un programa y una política para intervenir en ellos.
La TR, bajo el título Por la reconstrucción de la IV Internacional, defendió en el Quinto Congreso Mundial de la LIT-CI una resolución que decía:
De las múltiples facetas de esta nueva situación queremos destacar lo esencial: el hundimiento del stalinismo y la crisis de la socialdemocracia han abierto un proceso de reorganización política y sindical del movimiento obrero a escala mundial [...] afirmamos... que se abrió una nueva etapa cuya característica fundamental es el recambio de direcciones [...] la nueva dirección dedicará varios de sus cuadros al trabajo de exploración y relaciones con estos grupos con el fin de ir creando todo tipo de iniciativas y acuerdos que nos permitan avanzar en el sentido de agrupar fuerzas principistas para la tarea de construir una nueva organización internacional [...]
Sostenemos que la reorganización del movimiento obrero mundial es una ideología porque, en la realidad, hoy no hay ningún fenómeno parecido de reorganización del movimiento obrero como el que surgió después de la revolución bolchevique, o después de la revolución china o de la cubana, ni siquiera al que se dio limitadamente a escala latinoamericana después de la revolución nicaragüense con el triunfo del sandinismo.
En esas ocasiones, grandes sectores del movimiento obrero y de masas en diferentes países se reorganizaban alrededor de los partidos o movimientos que habían dirigido esas revoluciones. Después de 1917 decenas de miles de obreros rompían con la socialdemocracia y, teniendo como punto de referencia al Partido Bolchevique, se incorporaban a la Tercera Internacional.
Ante otras revoluciones, así no hayan tenido una dirección obrera revolucionaria como la de Lenin y Trotsky, sino direcciones burocráticas y pequeñoburguesas, ocurrió un fenómeno similar. Cuando Mao rompió con el Kremlin, miles de luchadores obreros, estudiantiles y populares se alinearon bajo las banderas del maoísmo, con la ilusión de encontrar allí una dirección revolucionaria. Con la revolución cubana florecieron guerrillas en toda América Latina, y las imágenes de Fidel y el Che Guevara eran levantadas en todo el mundo, sobre todo por la juventud rebelde, como alternativa revolucionaria a la traición sistemática de los partidos comunistas. Esos partidos y dirigentes eran ejes —reales o potenciales— de una "reorganización" porque habían dirigido revoluciones que expropiaron a los imperialistas, burgueses y terratenientes o, al menos, habían triunfado en una guerra civil o una insurrección contra una dictadura odiada, como fue el caso de los sandinistas. Que terminaran siempre traicionando no niega ese fenómeno objetivo.
En la actualidad las direcciones burocráticas y pequeñoburguesas del movimiento obrero y de masas no sólo apoyan sino que se hacen ejecutoras directas de los planes imperialistas de contrarrevolución económica, de reacción democrática e incluso de sus tácticas militares. Y esto ocurre sin que surjan aún direcciones obreras revolucionarias o progresivas que estén por llevar adelante de manera consecuente la lucha obrera y popular.
Los guerrilleros del M-19 en Colombia entregan las armas, pactan con el régimen, y sus dirigentes pasan de la clandestinidad a desempeñarse como parlamentarios, embajadores y ministros de Estado.
El FMLN entrega la revolución salvadoreña, se fusionan con el ejército burgués y se hace soporte del régimen que en un principio planteaba destruir. Los sandinistas traicionan la independencia política del país que había conquistado la revolución, entregan el gobierno a la proimperialista Violeta de Chamorro y reprimen las luchas de los trabajadores contra los planes de ajuste del FMI. En Medio Oriente Yaser Arafat termina pactando con el sionismo, reconociendo al Estado nazi de Israel, y la OLP pasa de enfrentar a Israel a tomar la tarea de ser policías y de reprimir a quien intente levantarse contra el pacto con el sionismo. En Sudáfrica Nelson Mandela y el Consejo Nacional Africano, después de dirigir las luchas y huelgas generales contra el apartheid y los planes de ajuste, se hacen ejecutores desde el gobierno de los planes del FMI y pactan la continuidad de una fuerte cuota de poder para la burguesía blanca. Por su parte Fidel Castro profundiza la aplicación de sus planes de restauración capitalista en Cuba, pacta con Clinton para asumir la tarea de ser guardacostas de las fronteras yanquis impidiendo las migraciones ilegales y da vía libre a la invasión yanqui a Haití. La burocracia moscovita, que en el pasado chocaba con el imperialismo y sus dispositivos y operaciones militares en algunos sectores del mundo (por ejemplo, Medio Oriente y Europa), últimamente apoyó la guerra imperialista contra Irak y en la actualidad respalda la intervención de los "cascos azules" del imperialismo en la ex Yugoslavia y la ocupación yanqui de Haití.
Para cualquier obrero mínimamente consciente resulta evidente que el imperialismo, los patronos y los gobiernos vienen arrancándonos a los trabajadores conquistas económicas, sociales y políticas alcanzadas durante décadas de lucha a través de los planes de ajuste, de la restauración del capitalismo en los Estados obreros, de las reformas laborales y de las privatizaciones. También en el terreno organizativo la clase obrera resulta golpeada por la baja en las tasas de sindicalización, por la división y debilitamiento de sus sindicatos y centrales, y por el papel abiertamente patronal de las burocracias dirigentes en las organizaciones obreras. Y le resulta muy difícil desarrollar una movilización de conjunto para enfrentar esta situación, precisamente por el papel architraidor de las direcciones y por la ausencia de nuevas direcciones, no ya revolucionarias sino ni siquiera clasistas y combativas.
Realmente hay que estar bastante alejado de la clase obrera para sostener que lo que caracteriza su situación actual es su "reorganización" o "refundación" y un "recambio de direcciones".
Si bien no existe una auténtica "reorganización" del movimiento obrero, es decir, un nuevo eje de dirección que el movimiento obrero —equivocadamente o no— visualiza como una dirección alternativa para luchar, sí existe en la realidad un fenómeno objetivo, profundamente reaccionario, que llena de contenido a la ideología revisionista: el escepticismo hacia el pasado, el presente y el futuro de la clase obrera y del proceso de la revolución socialista mundial, que ha calado profundamente en una vanguardia de luchas anteriores, en la intelectualidad de izquierda y en la opinión pública de clase media.
Hoy, gracias a la colaboración histórica que le prestó el stalinismo, al rol abiertamente procapitalista de todas las direcciones del movimiento de masas y a la agudización de la crisis de dirección revolucionaria, el imperialismo —después de desviar el curso de la revolución política— ha logrado colocar a la defensiva al proletariado mundial. Hoy, el frente de la contrarrevolución —todos aquellos que tienen privilegios que defender— arremete contra las conquistas obreras y populares en todo el mundo e inicia procesos restauracionistas en todos los Estados obreros. Hoy, charlatanes a sueldo del imperialismo como los Fukuyamas proclaman "el fin de la historia", "la derrota del socialismo" y "triunfo final de la democracia de mercado".
Y hoy, como producto de todo esto, se produce un oleada, no a la ultraizquierda y hacia la lucha guerrillera como la ocurrida después de la Revolución Cubana y del Mayo Francés, sino a la derecha de una amplia capa de activistas de las luchas del pasado y de intelectuales de "izquierda". Este sector, ante la crisis de dirección revolucionaria y los retrocesos de la clase obrera, capitula a la política imperialista de reacción democrática y se adapta a los regímenes democrático burgueses.
El curso revisionista cristalizado de la dirección de la LIT es la expresión de este proceso reaccionario, que logró golpear y con fuerza, las filas de la corriente trotskista ortodoxa que durante una lucha de décadas había logrado construirse bajo la dirección de Nahuel Moreno.
El proyecto del revisionismo es hacer de la LIT —de hecho ya lo logró— el ala izquierda, "democrática radical" y "defensora del verdadero socialismo" como abstracción, de esta vanguardia que capituló al imperialismo y a su reacción democrática. Este es el contenido concreto de su nueva estrategia de "elaborar el programa, construir la nueva dirección y construir el partido y la Internacional interviniendo en el 'proceso de reorganización del movimiento obrero'".
Si como caracterización marxista de la realidad la idea de la "reorganización del movimiento obrero mundial" no tiene ninguna validez, cómo ideología para justificar el abandono de la construcción partidaria, bolchevique, en la clase obrera y sus luchas y con política basada en método del programa de transición, tiene una enorme utilidad para los revisionistas. Desde Conclusiones habíamos denunciado:
Puesto que no tiene que ver nada con la realidad, la "reorganización" no es una categoría teórica, sino una ideología, una justificación. Una ideología de uso múltiple que permite que cada dirección nacional capitule a algún sector en su propio país y oriente la política de su partido hacia ese sector y no a dar respuestas revolucionarias al conjunto del movimiento obrero y de masas.
Desgraciadamente, así fue. Para el revisionismo lo fundamental pasó a ser el dar respuestas en el terreno de la conciencia democrático burguesa y de la intelectualidad "de izquierda" y de esa ex vanguardia que en los últimos años renegó de la lucha de clases, se hizo escéptica en relación a la clase obrera y a las posibilidades de su movilización revolucionaria. Para estos sectores resulta más "realista" buscar soluciones participando de las elecciones y utilizando los demás recursos de la democracia burguesa. El programa etapista y la política reformista que adoptó el revisionismo —que hemos descrito en el primer numeral de este documento— responde a su adaptación a estos sectores.
Ha habido también una adaptación teórica, que refleja el desprecio de estos sectores por la lucha concreta que ha librado el movimiento obrero y de masas en el presente siglo y que logró producir la expropiación de imperialistas, capitalistas y terratenientes en una tercio del planeta. Actuando como el vocero "trotskista" de esa "vanguardia", la dirección que destruyó la LIT de Moreno revisa los fundamentos teóricos marxistas para sostener que las revoluciones de posguerra (Yugoslavia, China, Vietnam, Corea, Cuba, el Este de Europa) no fueron socialistas; por el contrario, condujeron a "Estados burocráticos", peores que los capitalistas, y que por tanto su destrucción sería progresiva.
Y lo mismo sostienen para la URSS desde el triunfo de la contrarrevolución política stalinista.
Para hacer lo anterior necesariamente rompen con el análisis marxista, leninista y trotskista —es decir, de clase— de los Estados. Para el marxismo revolucionario, el carácter del Estado es producto del resultado de la lucha de clases: concretamente del combate entre la revolución obrera y socialista y la contrarrevolución imperialista-burguesa. Si triunfa la primera, destruyendo las relaciones de producción capitalistas, el Estado que surge es obrero. Si triunfa la contrarrevolución, el Estado sigue siendo burgués. El revisionismo niega este hilo rojo teórico del marxismo y sostiene que en esta época imperialista surgió un tercer tipo de Estado, que no es obrero ni burgués: el "Estado burocrático".
Los revisionistas también sostienen que la destrucción de estos "Estados burocráticos", por ejemplo la URSS y Yugoslavia, haría parte de los elementos que configuran la que llaman "Cuarta Etapa", "Nueva Epoca" o "Nuevo Ciclo", que se habría iniciado en 1989, y que —siempre según los revisionistas— conducirá al "verdadero" socialismo. Esta definición teórico-programática tiene consecuencias político-programáticas reaccionarias.
Los trotskistas siempre hemos afirmado que el "socialismo real" de los burócratas no era "verdadero socialismo" porque los trabajadores no tenían el poder en sus manos, porque no existía la democracia obrera revolucionaria sino la dictadura burocrática, porque esos Estados no estaban al servicio de la revolución socialista internacional sino del "socialismo en un solo país", etcétera. Por eso nuestro programa para esos países era la revolución política, que derrocara a la burocracia e instaurara la dictadura revolucionaria del proletariado.
Pero también sostuvimos que Rusia, China, Cuba, Vietnam, etcétera, sí eran "verdadero socialismo" en el sentido de que nacieron como producto de heroicas revoluciones, que expropiaron a la burguesía y la liquidaron como clase social. Por eso llamábamos a los trabajadores del mundo a defender esas conquistas y, lo más importante, los llamábamos a hacer revoluciones como ésas, a destruir al Estado burgués y sus fuerzas armadas, a expropiar al imperialismo y a la burguesía. Les decíamos que ésa era su tarea presente, actual, si no querían vivir en una miseria cada vez más espantosa. Tratábamos de desarrollar todas las revoluciones, aunque estuvieran dirigidas por burócratas y pequeñoburgueses, para que se hicieran permanentes de la única forma posible: con un programa de transición que pusiera a la clase obrera como caudillo de las masas explotadas, con un partido revolucionario internacionalista al frente. Junto con eso les decíamos a los trabajadores que, si esto no se lograba, la revolución se detendría, retrocedería y finalmente sería derrotada por el imperialismo y la burguesía.
El "verdadero socialismo" de los revisionistas les dice todo lo contrario: que todo lo que luchó y conquistó nuestra clase con su movilización revolucionaria no sirvió para nada, sólo produjo "Estados burocráticos" peores que los capitalistas. Que no hay que luchar hoy por liquidar a la burguesía, sino esperar a que, una vez que el movimiento obrero "se reorganice", se pueda alcanzar el "verdadero socialismo". Y como eso se lograría en un incierto futuro, por ahora la tarea sería ganar las "auténticas luchas democráticas, anti nazifascistas y de liberación nacional", como caracteriza el revisionismo, por ejemplo, a la guerra interburocrática y al servicio de la restauración capitalista que se da en la ex Yugoslavia. De allí que el V Congreso Mundial haya votado como campaña central de la LIT la "Ayuda Obrera a Bosnia".
En síntesis, la ideología de la "reorganización" sirve al revisionismo para justificar la elaboración del programa y de la política al servicio de construirse en esa supuesta "vanguardia" adaptada a la democracia imperialista y por tanto para renunciar al método y a la letra del programa de transición, como también a la teoría-programa de la revolución permanente. Metodológicamente, el revisionismo sigue los pasos del Mandel de los años 60 y comienzos de los 70, que planteaba elaborar el programa y construir el partido adaptándose a las "necesidades e inquietudes" de la "nueva vanguardia de masas". Pero políticamente va mucho más a la derecha, ya que aquella "vanguardia de masas" quería hacer una revolución mientras que la actual "vanguardia" de los revisionistas no quiere hacer ninguna revolución sino que idolatra a la democracia burguesa.
Los trotskistas ortodoxos, encabezados por Nahuel Moreno, enfrentamos al vanguardismo guerrillerista y ultraizquierdista de Mandel, y le opusimos el programa de transición, elaborado a partir de las necesidades de los trabajadores, para movilizar al conjunto de nuestra clase hacia la toma del poder. Con mucha más razón nos oponemos ahora al "vanguardismo" reaccionario, democratista burgués y proimperialista, de los revisionistas de la LIT-CI.