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Edición
electrónica: Secretariado Centroamericano, Centro Internacional del
Trotskismo
Ortodoxo. Julio, 2001
Tomado de Grupó
Socialista Guérnica, 2001
i para Mandel la "ciencia social crítica" cumplía el papel de despertar la conciencia de clase, para su discípulo Germain, el análisis cumple uno todavía más revolucionario, puesto que es siempre" el de "cambiar las condiciones en favor de la revolución proletaria, no el de adaptarlas a la situación dada". [ 16 ]
Esta peligrosa afirmación confunde lo que es un análisis con la política marxista, (de la misma manera que antes Mandel confundía lo que es ciencia marxista con programa y partido revolucionario). Una leve diferencia con la opinión de Lenin, para quien el marxismo busca realizar "un análisis estrictamente exacto y objetivamente verificable de las relaciones de clase y de los rasgos concretos propios de cada momento histórico". [ 17 ]
Es decir, estudiar cuidadosamente la realidad para descubrir las tendencias hacia la revolución proletaria y las que se le oponen y las relaciones entre ambas. Esto es, nada menos, que la caracterización del "momento histórico" dado. Y es "la base científica" de la que habla Lenin, necesaria -no como cree Mandel "para blandirla contra la realidad y cambiarla"- sino solamente para forjar la herramienta con que la cambiaremos. Esa herramienta "es la política" decía Lenin. Y en particular nos referimos a la política del partido hacia las masas para imponer un cambio revolucionario.
El objetivo del análisis es profundizar una y otra vez el estudio de una determinada situación, para elaborar las consignas correctas que pueden fortalecer las tendencias revolucionarias y las que tratarán de destruir a las contrarrevolucionarias.
Pero el análisis no cumple para nada el objetivo de "cambiar las condiciones existentes en favor de la revolución proletaria". Ese objetivo lo cumple la política. Análisis y política están, pues, íntimamente unidos aunque no son lo mismo. No podemos darnos una política revolucionaria si no partimos de un análisis y caracterización científicos de la realidad. Al mismo tiempo, nuestro análisis no sirve para nada si no deviene en una política para cambiar esa realidad.
Veamos un ejemplo. Análisis: el movimiento obrero está en ascenso; tiene a su frente a los socialdemócratas y stalinistas; la burguesía está en crisis; existe un gobierno débil que se ve obligado a dar libertades democráticas y a hacer concesiones al movimiento obrero; un sector de la burguesía prepara un golpe de estado fascista; la clase media está dividida: un sector tiende a dejarse arrastrar por el fascismo y otro por el movimiento obrero; nuestro partido no tiene influencia de masas pero es reconocido por sectores de vanguardia. Caracterizacion: estamos en una situación prerrevolucionaria que desembocará en la revolución obrera o en la contrarevolución fascista; hacia la revolución obrera empuja el ascenso de la clase, la radicalización de un sector de la pequeña burguesía y la existencia de nuestro partido; hacia la contrarrevolución empujan la burguesía y el imperialismo, la clase media de derecha y la política traidora de las direcciones oportunistas del movimiento de masas; sólo si desplazamos a estas direcciones y ganamos la dirección del movimiento de masas la situación desembocará en la revolución obrera. Política: hay que unificar al movimiento obrero en un frente contra el fascismo y empezar a plantear el armamento de los organismos de masas, denunciando las vacilaciones y traiciones de las direcciones reformistas; en esta tarea debemos ganar al movimiento de masas; hay que realizar un trabajo sobre la base del ejército; hay que levantar un programa que contemple también las necesidades de la pequeña burguesía para arrastrarla hacia la revolución obrera; debemos trabajar en las organizaciones del movimiento obrero y de masas levantando las consignas que surgen de los puntos anteriores: "Unidad de todas las organizaciones obreras y partidos obreros y populares contra el fascismo"; "destacamentos armados de los sindicatos y soviets (si los hay)"; "derechos democráticos para los soldados y suboficiales", etcétera.
Para formular nuestra política, lo primero que hacemos es definir con todo cuidado la etapa de la lucha de clases por la que atraviesa un país, un continente, el mundo, un gremio, una fábrica o, inclusive, un colegio o una facultad. La base para el análisis y la caracterización marxista es la situación de la lucha de clases. Vale decir que se trata, antes que nada, de un análisis estructural, que debe responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la relación de fuerzas entre las clases en la situación que queremos caracterizar? Sobre esta base se incorporan los elementos superestructurales: situación de los partidos políticos, de los sindicatos y otros organismos de masas, de las distintas tendencias existentes en su interior, etcétera. La relación de fuerzas general entre las clases se expresa en el tipo de régimen que existe en cada etapa. Un cambio general en la relación de fuerzas (es decir de etapa ) se transforma a corto plazo en un cambio de régimen.
Dentro de estas etapas hay momentos en que una clase toma la ofensiva y momentos en que la toma otra clase; dentro de una misma clase distintos sectores pueden estar a la ofensiva en cada momento; sectores de una misma clase pueden a veces luchar entre sí. Además, están las superestructuras de las diferentes clases, y el estado, que tienen cierta autonomía respecto al movimiento de las clases, lo que provoca situaciones contradictorias base-superestructura (como dando el movimiento obrero se orienta a la revolución y los partidos obreros se orientan cada vez más hacia la derecha). Todos estos vaivenes que se dan dentro de una etapa pueden determinar subetapas, que debemos precisar cuidadosamente.
Trotsky ha dicho que hay, en general, cuatro tipos de etapas, que reflejan cuatro estadios en el proceso de 1a lucha de clases: contrarrevolucionarios, no revolucionarios, prerrevolucionarios y revolucionarios. Los gobiernos reflejan de una manera no mecánica las características de la etapa, y en ellos se resumen todas las contradicciones. Existen gobiernos fascistas, bonapartistas, semibonapartistas, democráticoburgueses, kerenskistas. kornilovianos. En los paises atrasados, según Trotsky, se dan gobiernos bonapartistas sui generis , que son los que, sin dejar de ser burgueses, enfrentan o resisten a alguna potencia imperialista para lo cual tiende a apoyarse en el movimiento de masas u obrero o, por el contrario, aplastan a lops trabajadores como sirvientes del imperialismo.
La existencia de estos diferentes tipos de gobierno, inclusive a veces para una misma etapa, obedece a que, como toda superestructura, reflejan no sólo la relación fundamental explotadores-explotados, sino todas las otras contradicciones y combinaciones de clases o sectores de clases. Siguen siendo, todos ellos, gobiernos burgueses, pero algunos se apoyan en la clase media de las ciudades, otros se ven obligados a apoyarse en el campesinado o en los partidos de la clase obrera; en algunos tiene más peso el aparato burocrático-militar del estado que en otros, etcétera. De estas diferentes combinaciones, surgen diferentes tipos de gobierno, que reflejan situaciones particulares de la lucha de clases. Pero todos estos gobiernos están determinados por las características especiales de la etapa y por el régimen. En una etapa prerrevolucionaria, puede haber un gobierno democrático-burgués o uno kerenskista, pero no puede haber un gobierno fascista; en una etapa contrarrevolucionaria puede haber un gobierno fascista o uno bonapartista, pero no puede haber un gobierno democrático-burgués.
Este método, que consiste en definir las etapas y regímenes por la situación de la lucha de clases y los gobiernos por la combinación concreta de sectores sociales y superestructuras que expresan, era el de nuestra Internacional en las buenas épocas del "arqueotrotskismo". Nuestra política comenzaba por el intento serio, tenaz, cuidadoso y científico, de definir la etapa que atravesábamos y el gobierno que soportábamos en cada momento. Pero, desde que la mayoría predomina en la dirección de nuestra Internacional, ese método se ha abandonado. Nuestros análisis se hacen ahora únicamente en base a las relaciones existentes dentro del movimiento obrero y muy especialmente, casi exclusivamente, a la situación de la vanguardia. Del resultado de semejantes análisis surge una política cuyo objetivo ya no es dirigir correctamente a las masas en las situaciones que deben enfrentar sino impactar a la vanguardia. De ahí el desprecio por el método científico que ha elaborado el trotskismo.
Antes, hubiéramos discutido meses enteros si la definición del gobierno de Banzer como "fascista" que hace el compañero González Moscoso era correcta o no. ¿Por qué? Porque sólo poniéndonos de acuerdo en eso podíamos ponernos de acuerdo en la política a seguir. Actualmente, los compañeros de la mayoría están de acuerdo en la política y estrategia del POR(C) para Bolivia, sin estar de acuerdo, aparentemente, en la definición del gobierno, pues González dice que es "fascista" y Germain lo califica de "reaccionario". Esto podría ser una casualidad, pero desgraciadamente, es la regla. Los compañeros de la mayoría decían que la política del ERP y del PRT(C) era un ejemplo (o sea que la aprobaban con elogios), pese a que el PRT(C) había definido la situación argentina como de "guerra civil" Y los compañeros del SU como prerrevolucionaria.
Parece imposible que se pueda coincidir en una política a partir de caracterizaciones de la situación real diametralmente opuestas. Y en realidad lo es. Pero lo que ocurre es que los compañeros de la mayoría no parten del análisis de la situación de la lucha de clases, sino que hacen casi al revés: formulan una estrategia de acuerdo a los fenómenos internos al movimiento obrero y de masas y luego inventan un análisis de la realidad que se acomode a esa estrategia y la justifique. En otra época, el sector al que le dieron importancia fundamental fue el de las organizaciones burocráticas del movimiento obrero, en especial a los partidos comunistas. Entonces formularon una estrategia dirigida a ese sector: la del entrismo "sui generis". Para justificarla, empezaron por asegurar que la guerra mundial era inevitable y que los partidos comunistas se verían obligados a encabezar la lucha de las masas, con el consiguiente surgimiento de tendencias centristas que dirigirían toda una etapa de la revolución
No hubo guerra mundial ni surgieron las tendencias centristas, pero se fueron inventando nuevos análisis de la realidad para seguir justificando esa estrategia decenal. Ya hemos visto el último de ellos, que nos dice que la estrategia del entrismo "sui generis" se adoptó porque se previó que “. . . el proceso de radicalización(. . . ) se produciría esencialmente en el seno de las organizaciones de masas tradicionales" [ 18 ] . Y también hemos visto que, como lo demostró el fenómeno castrista y guevarista, no fue así.
La política del IX Congreso para América Latina es otro buen ejemplo de este método. Los camaradas de la mayoría no tomaron en cuenta para nada el análisis marxista de la lucha de clases para definir su estrategia. No dieron ninguna importancia a las etapas que estaba viviendo cada país latinoamericano. Lo que tomaron como punto de referencia es lo que discutía la "vanguardia": guerra rural o no, lucha armada o no. De ahí sacaron la estrategia. Primero fue la guerrilla rural; después -cuando las papas quemaban porque se habían hundido todas las guerrillas rurales- la destilaron y obtuvieron la quintaesencia, la "estrategia de la lucha armada". A los camaradas de la Mayoría no les importaba que en Brasil hubiera un régimen semifascista o ultrarreaccionario; en Perú un bonapartismo "sui generis"; cierto desplazamiento nacionalista en otros países latinoamericanos y diferentes etapas de la lucha de clases en cada país. Ellos englobaron a todos en un análisis por el cual necesitaran una estrategia común
El primer análisis-justificación de la estrategia de lucha armada fue inventar un tipo de régimen común a toda América Latina, un régimen de acuerdo monolítico entre el imperialismo, las burguesías nacionales y las fuerzas armadas. Pero después del Congreso Mundial surgieron gobiernos como el de Torres y el de Allende y cayó Onganía en la Argentina, acontecimientos que derrumbaron ese análisis. Como había que mantener la estrategia, se inventó un nuevo tipo de régimen: el "reformismo militar". En realidad, lo único que tenían de nuevo los englobados por este - nombre, era precisamente el nombre. Fue Rockefeller quien lo inventó. Cuando visitó América Latina, escribió un informe en el que recomendaba al imperialismo una nueva política, el "reformismo militar", con el cual estuvieron de acuerdo el imperialismo, las burguesías nacionales y las fuerzas armadas. Esta caracterización también se derrumbó cuando vinieron los sangrientos golpes proimperialistas de Banzer y la Junta Militar chilena, por razones obvias.
Gran parte del gobierno de Torres y la última parte del de Allende tuvieron las características de gobiernos "kerenskistas". La única definición aproximada es la que nos da Germain por la negativa, cuando califica a Banzer de "korniloviano", pero muy a la pasada. ¿Por qué fueron incapaces los camaradas de la mayoría de prever estos gobiernos y darse una política frente a ellos? Porque el análisis correcto significaba, por ejemplo en el caso de los gobiernos kerenskistas, plantear el frente único obrero contra el golpe reaccionario y la formación de milicias como parte de las organizaciones naturales del movimiento dé masas. Es decir, significaba que no había que hacer guerrillas. El análisis correcto no servía para justificar su estrategia.
¿Cómo caracterizábamos nosotros a los regímenes latinoamericanos? Veamos: "La derrota o la necesidad de enfrentar al movimiento de masas, así como la coyuntura económica, facilitaron la unidad imperialismo-burguesía nacional y esta unidad permitió el surgimiento de gobiernos bonapartistas dictatoriales, apoyados por el ejército o directamente militares, y en algunos casos semifascistas, como Brasil.
Esto plantea un importante problema teórico: el frente único monolítico entre el imperialismo yanqui y la burguesía nacional. . . ¿se dará dentro de un periodo histórico de cinco, diez o más años, o por el contrario, es un fenómeno transitorio como el visto en todos los otros periodos latinoamericanos de gobiernos fuertes que fueron seguidos por gobiernos débiles cuando ascendió el movimiento de masas? En principio creemos que la solución castrista y guevarista del problema, de que estos gobiernos seguirán siendo así, es falsa.
"La crisis actual creciente entre sectores burguesas nacionales y de algunos de éstos con el imperialismo, combinada con un factor mucho más importante y decisivo, el ascenso del movimiento de masas, está provocando la crisis de todos estos gobiernos. Es decir no son un fenómeno monolítico y eterno, por el contrario, es bien momentáneo, tanto como dure el retroceso del movimiento de masas. [ 19 ]
Dos años más tarde decíamos: "Definir los gobiernos y regímenes latinoamericanos no es una preocupación ociosa, sino una de las necesidades revolucionarias más urgentes". "El intento de ignorar el grave problema teórico de definir los regímenes latinoamericanos actuales con ingeniosas frases periodísticas como, por ejemplo, "reformismo militar", no hace más que oscurecer el problema y alejarnos del análisis marxista, de clase. Las tenazas de la colonización yanqui, por un lado, la movilización obrera, por otro, originan violentos y espectaculares cambios en el carácter de los regímenes burgueses. Algunos son semifascistas, como el de Brasil, o directamente reaccionarios sobre bases de legalidad burguesa, como el de Uruguay. Otros, nacionalistas burgueses que tienden a transformarse o se transforman en bonapartistas "sui generis según las enseñanzas de Trotsky.
El espectacular ascenso del movimiento de masas origina situaciones de poder dual institucionalizado o atomizado, que dan origen a otro tipo de gobierno y regímenes, los kerenskistas. Estos son típicos de situaciones revolucionarias, cuando el poder obrero es tan fuerte que el gobierno queda suspendido en el vacío entre los dos poderes. "
"[el kerenskismo es]. . . sumamente inestable, bonapartismo o semibonapartismo entre los explotadores y el movimiento de masas, y no como el [bonapartismol "sui generis" entre el imperialismo y el movimiento de masas". El actual ascenso revolucionario tiende a transformar el bonapartismo "su¡ generis" en bonapartismo kerenskista o en reaccionario". "Creemos que el régimen de Velasco tiene elementos bonapartistas "sui generis". Allende está a mitad de camino. "
"En Bolivia se han dado los tres tipos de gobierno que hemos definido: reaccionario o semifascista el de Barrientos- tendiendo a bonapartista "sui generis" el de Ovando; kerenskista el de Torres". [ 20 ]
Para nosotros, a cada tipo de régimen, por expresar una distinta situación de la lucha de clases, había que enfrentarlo con una estrategia diferente. Para los camaradas de la mayoría, el análisis se reducía a explicar por qué motivo regía una misma estrategia para cualquier tipo de etapa, régimen y país. La explicación es, en realidad, muy sencilla: porque ésa era la estrategia más simpática a la vanguardia. Este carácter vanguardista fue abiertamente proclamado por Mandel cuando nos dijo que había que realizar ". . . campañas políticas nacionales, elegidas cuidadosamente, coincidiendo con las preocupaciones de la vanguardia. . . " [ 21 ]
Toda esta negación del marxismo navega a velas desplegadas en el documento europeo de la mayoría. No se hacen allí distingos de ningún tipo entre las etapas que viven los distintos países europeos. Sin embargo, unos viven en una situación contrarrevolucionaria (como Grecia, España y Portugal) que evoluciona a prerrevolucionaria (como España) o se combina con la guerra civil dentro de su imperio (como en Portugal); otros viven una situación no revolucionaria pero evolucionando a prerrevolucionaria (como Italia, Francia y, quizás, Inglaterra, qué soporta una guerra de hecho en Ir " landa) o revolucionaria (como Irlanda del Norte). Los otros países viven una situación no revolucionaria, sin posibilidades de transformarse a corto plazo en prerrevolucionaria.
Nuestra caracterización es sumaria y posiblemente equivocada; querríamos que se la tome solamente como un ejemplo metodológico.
Lo que queremos destacar es que de las diferentes situaciones surgen, evidentemente, tareas diferentes, a veces diametralmente opuestas.
En Grecia, España y Portugal -con situaciones parecidas las grandes tareas planteadas son las democráticas; en los últimos países con carácter urgente, porque en España el movimiento obrero viene en continuo ascenso y Portugal enfrenta la guerrilla en sus colonias. En Inglaterra, donde se da una situación opuesta a las mencionadas, la tarea esencial es lograr que los soldados ingleses se retiren de Irlanda del Norte y, además, elaborar un programa de transición para enfrentar la miseria creciente del movimiento obrero. En Italia y Francia tenemos planteados problemas objetivos diferentes a los del resto de los países europeos, porque la lucha de clases está a un nivel más alto. Los camaradas de la mayoría dicen control obrero y trabajo sobre la vanguardia, no porque crean que las situaciones de todos los países sean iguales, sino porque ellos recorren un camino inverso: en lugar de decir a esta situación corresponde esta tarea, dicen "puesto que vamos a aplicarles la misma estrategia, todos los países son iguales".
El desplazamiento de los camaradas dé la mayoría a una concepción vanguardista se expresa no sólo en el terreno de los análisis concretos, sino también en cuestiones teóricas generales. Hay dos de ellas donde la dimensión de las aberraciones llega al límite del revisionismo: la degeneración de la II y III Internacionales y la caracterización de las situaciones prerrevolucionaria y revolucionaria.
En ambos casos, el camarada Mandel-Germain basa toda su explicación en las relaciones internas de la clase obrera y, dentro de ella, en el papel de la vanguardia. Para Mandel "la raíz de la degeneración, tanto de la II como de la III Internacionales, es decir, la subordinación de los partidos de masas socialdemócratas y comunistas de Europa Occidental a una burocracia conservadora y reformista, que en la práctica diaria se ha convertido en parte del statu-quo", responde a una ley general de la degeneración.
Veamos esa ley: "El resultado de estas tendencias contradictorias depende de la lucha entre ellas, que a la vez está determinada, en última instancia, por dos factores sociales: por una parte, el grado de los intereses sociales específicos que se desprende de la organización autónoma y, por otra parte, el grado de actividad política de la vanguardia de la clase obrera. " [ 22 ]
Los trotskistas siempre hemos tomado como elemento fundamental para analizar las causas de la degeneración de la II y III Internacionales, el proceso general de la lucha de clases en el mundo. Creemos que la II Internacional degeneró por la existencia y ascenso, del imperialismo, que otorgó grandes concesiones a sectores importantes de la clase obrera gracias ala explotación de sus colonias. Esto provocó el nacimiento de una aristocracia obrera íntimamente ligada a las concesiones que otorgaba el capitalismo. Mandel ahora descubre que la "organización autónoma" y "autopreservación del aparato" en sí se explican por la necesidad de preservación de los "intereses sociales específicos del propio aparato y no como parte del proceso general de formación de la aristocracia obrera. La III Internacional degeneró por las derrotas y el retroceso del movimiento obrero en todo el mundo y por la refracción de este mismo retroceso en el primer estado obrero, la URSS, una nación campesina y atrasada. De ahí la importancia que nuevamente tuvo la preservación del "aparato en sí".
Pero Mandel ahora abandona este clásico análisis, y entonces la degeneración burocrática es la resultante de la relación- entre una burocracia que defiende su aparato y el "grado de actividad política de la vanguardia. Las masas con sus luchas no cuentan para nada. Con este método, se puede deducir que la burocracia puede ser liquidada por la mera "actividad de la vanguardia", es decir, sin necesidad de apelar a la movilización.
Todo un capítulo de la "nueva metodología mandeliana" lo constituye la revisión de la teoría en cuanto a la calificación de las situaciones prerrevolucionaria y revolucionaria.
Siempre partiendo de las relaciones internas del movimiento obrero, y de las de vanguardia con el partido Mandel afirma: "La maduración de una situación prerrevolucionaria (explosión potencialmente revolucionaria) es la integración de la acción de las grandes masas con la acción de los obreros avanzados. Una situación revolucionaria o sea la posibilidad de la conquista revolucionaria del poder- aparece cuando ha sido alcanzada la integración de las acciones de la vanguardia y las masas con la conciencia de la vanguardia y los estratos revolucionarios. " [ 23 ]
O sea que la burguesía y la pequeña burguesía no entran en este esquema. Tenemos derecho a pensar que Mandel considera que la situación de esas clases y su relación con el movimiento de masas no tienen importancia. Por el contrario, Trotsky pensaba que "el descontento, la nerviosidad, la inestabilidad, el arrebato fácil de la pequeña burguesía, son signos extremadamente importantes de una situación prerrevolucionaria. [ 24 ] Y definía una situación "apta para la victoria de la revolución proletaria", como aquella en que se daban las siguientes condiciones: "1) el impasse de la burguesía y la consecuente confusión de la clase dominante; 2) la aguda insatisfacción y el anhelo de cambios decisivos en las filas de la pequeña burguesía, sin cuyo apoyo la gran burguesía no puede mantenerse; 3) la conciencia de lo intolerable de la situación y la disposición para las acciones revolucionarias en las filas del proletariado; 4) un programa claro y una dirección firme de la vanguardia proletaria. " [ 25 ]
Este ordenamiento que Trotsky repite sistemáticamente durante la década de los 30, es aleccionador: primero, la situación de la burguesía; segundo, la de la pequeña burguesía; tercero, la de la clase obrera, y, último, la existencia de un partido revolucionario. Como buen marxista, empieza por lo objetivo y termina por lo subjetivo, De la situación prerrevolucionaria Trotsky no nos ha dado una definición tan exacta. Ha señalado que es una situación intermedia entre la no revolucionaria y la revolucionaria. Ha insinuado que está caracterizada por la existencia de las tres primeras condiciones y la ausencia de la última, el partido.
Por otra parte, esto no es sólo una cuestión de ortodoxia trotskista, sino sencillamente de sentido común: si la burguesía está unida en un sólido frente, goza de una buena situación económica, mantiene satisfecha a la pequeña burguesía y cuenta con su simpatía, las famosas "integraciones" de Mandel no llevan, ni por casualidad, a la revolución. El más avanzado de los casos que pudiéramos imaginar -masas, vanguardia y partido integrados en sus acciones y su conciencia- terminarán con un aplastamiento brutal y sangriento de la clase obrera a manos de esa burguesía unida, apoyada por la pequeña burguesía y defendida por un ejército sin ninguna clase de fisuras. Por suerte, no hay ninguna posibilidad real de que semejante "integración “mandelista se produzca en la lucha de clases tal cual la conocemos hasta ahora.
Ahora bien, esta incomprensión de los camaradas de la mayoría, en especial de Germain, acerca de qué es una situación prerrevolucionaria o revolucionaria, ha provocado toda una discusión viciosa alrededor de la palabra normal". Esta discusión comenzó para América Latina, pero tiene importancia decisiva para el análisis marxista de la situación mundial. Los camaradas de la mayoría afirman que no veremos en América Latina procesos de desarrollo "normal" del movimiento de masas, porque no habrá lapsos prolongados con condiciones de democracia burguesa. Con esto pretenden demostrar que el pronóstico de la minoría de que América Latina se aproxima cada vez más a las normas clásicas de la revolución proletaria es falso.
La cuestión de si la revolución tiende o no a "normalizarse" no tiene que ver con la mayor o menor duración de los regímenes de legalidad burguesa. Tiene que ver con que los procesos revolucionarios de todo el mundo tiendan o no hacia las situaciones que fueron descritas por Lenin y Trotsky, es decir con que se generalicen o no situaciones parecidas a la Revolución Rusa. "Normales" son las revoluciones que tienen como centro a1 proletariado industrial, a las ciudades como ámbito geográfico y a la insurrección urbana como eje de la lucha armada. "Normal" es también que dichas revoluciones sólo triunfen, si tienen a su frente a un partido bolchevique.
Esta concepción de "normalidad" nació en oposición a la de "anormalidad" que hemos presenciado en esta postguerra, donde partidos pequeñoburgueses, o burocráticos, desde el stalinismo hasta el castrismo, se vieron obligados a encabezar gobiernos obreros y campesinos. La anormalidad fue consecuencia de varios factores combinados: el primero fue que dos de las condiciones de una situación revolucionaria (el impasse de la burguesía y la radicalización de la pequeña burguesía) se transformaron de coyunturales en crónicas. El crack financiero, la crisis crónica de la economía, se reflejaron en una crisis sin salida de la burguesía durante años y una izquierdización permanente de la pequeña burguesía que no encontraba ninguna posibilidad de apoyarse en una ligera recuperación de la economía burguesa.
Estos factores se combinaron con la crisis del imperialismo yanqui en la posguerra y su división ante Castro y con dos carencias revolucionarias fundamentales: la del movimiento obrero y su dirección. El campesinado pasó a jugar un papel preponderante y las condiciones objetivas terminaron llevando a los partidos pequeñoburgueses al gobierno y a la ruptura con el régimen imperialista, terrateniente y, por último, burgués.
La anormalidad consistió, en definitiva, en que, por la ausencia del movimiento obrero y del partido revolucionario las dos primeras condiciones de la situación revolucionaria adquirieron un peso colosal y el papel del partido revolucionario fue cumplido por partidos pequeñoburgueses con influencia de masas. Esta combinación anormal había sido prevista por Trotsky en el Programa de Transición.
La actual vuelta de la "normalidad" no significa lisa y llanamente que se vuelva a la situación previa a la Segunda Guerra Mundial, sino que el movimiento obrero se incorpora a la situación revolucionaria y nuestros partidos, los únicos obreros y revolucionarios que existen hoy, se desarrollan.
Las demás condiciones no sólo no van a retroceder, sino que seguirán avanzando. El carácter crónico de la crisis se extenderá a países capitalistas con una estructura mucho más sólida que los atrasados y esto acentuará el peso de la intervención de la clase obrera industrial.
La combinación será mucho más explosiva que en cualquier etapa que hayamos conocido anteriormente: mayor crisis crónica de la economía burguesa, mayor ízquierdización de la pequeña burguesía, mayores sentimientos y actividad revolucionarios de la clase obrera, colosal crecimiento e influencia en el movimiento de masas de nuestros partidos y nuestra Internacional. Es decir, la revolución se vuelve "normal" en forma creciente porque se vuelve objetivamente más fácil y, sobre todo, porque la clase obrera y nuestros partidos entran en escena. Se pueden volver a dar situaciones revolucionarias "anormales", pero quedarán supeditadas (y ayudarán) a escala mundial a la normalización.
¿Qué tiene que ver con todo esto la mayor o menor duración de los períodos de legalidad burguesa? La Revolución Rusa, la más "normal" de todas las revoluciones triunfantes, se dio en la Rusia zarista, con siglos de despotismo, un año de legalidad en 1905 y unos meses en 1917, más unos pocos años de resquicios legales. Esa es nuestra "normalidad": la clandestinidad del movimiento revolucionario y el enfrentamiento, a gobiernos reaccionarios de distinto pelaje la mayor parte del tiempo. No entendemos la "normalidad" como la situación de Europa Occidental, con un siglo o más de legalidad burguesa, interrumpida brevemente por fenómenos como el fascismo.
Creemos, sí, que las etapas de clandestinidad serán mucho menos prolongadas que las rusas, porque las condiciones son mucho más favorables al movimiento de masas. Y sostenemos 44 firmemente que, al igual que en Rusia, los resquicios legales y las etapas democráticas serán logradas únicamente por la acción del movimiento de masas; y que, cuanto más fuertes sean los golpes que éste le aseste a la burguesía, más débiles serán los regímenes que irán surgiendo. La tendencia a los gobiernos kerenskistas será cada vez más aguda, en la medida en que siga el ascenso, y sólo una oportunidad revolucionaria desaprovechada por la falta de un partido bolchevique y una política trotskista, explicará los retrocesos parciales a regímenes semifascistas.
Estas han sido las experiencias de Bolivia y Chile, que nuestro método marxista de análisis fue capaz de prever y el método estrategista y vanguardista de los camaradas de la mayoría ignoró por completo. El camarada Germain, al llamar "korniloviano" a Banzer, reconoce al gobierno de Torres como kerenskista. ¿No se da cuenta de que reconocer la existencia de gobiernos kerenskistas, significa reconocer las pautas "normales" de la Revolución Rusa? Evidentemente no. Ellos opinan que los golpes de Banzer y los militares chilenos les dan la razón, porque demuestran la "excepcionalidad" de los períodos de democracia burguesa. ¡Sin embargo Bolivia y Chile han tenido más tiempo de democracia burguesa en los últimos cinco anos que la Rusia revolucionaria en todo un siglo! Silencio absoluto: los camaradas de la mayoría siguen comparando la situación latinoamericana con la de Europa dominada por el fascismo.
Distintos países -Bolivia y Chile entre ellos- han entrado en la situación prerrevolucionaria clásica, que no se convirtió en revolucionaria por la falta del partido. Esto no quiere decir que todos los países latinoamericanos han entrado en esa etapa. Todo lo contrario, es una minoría de países la que se encamina hacia ella en un proceso de conjunto, desigual. Pero esas Rusias latinoamericanas le señalan el camino a los otros países del continente y, nos atrevemos a decirlo, como mínimo, a todo el mundo occidental.
El proceso latinoamericano y mundial nos confirma esta tendencia y esto convierte en herramientas fundamentales de nuestro análisis las enseñanzas de la Revolución Rusa en contra de las estrategias de "lucha armada", de "trabajo sobre la vanguardia" y de "control obrero" de la mayoría. Los bolcheviques no encararon otra forma de lucha armada que no fuera la que marcaba el ascenso del movimiento de masas. Con la lucha armada o sin ella, con "control obrero" o sin él, iban construyendo el partido en todo momento. ¿Por qué cambiar? Aún no hemos sido derrotados, ni vemos ese peligro de ocupación nazi de nuestros países que hace temblar a la mayoría. Cuando esa perspectiva exista, cosa que no creemos, podremos discutir las nuevas formas de lucha armada. Mientras tanto, seguimos orgullosos de nuestro análisis y de nuestra política.
Los camaradas de la mayoría, Germain incluido, tienen que dejar de jugar a los films del Oeste "made in Italy", para volver al método y al programa tradicional de nuestro movimiento. Esto es más necesario que nunca. Hay que partir de la realidad y no de "La hora de los hornos" o las películas de Costa-Gavras [ * ] , ni de las "inquietudes (necesidades) de la vanguardia" que, en muchos casos, se inspiran en ellas. Acabamos de ver el desarrollo acelerado de otro régimen kerenskista: el de Allende. Acabamos de ver cómo el triunfo momentáneo de los Kornilovs chilenos fue facilitado por la ausencia de una política y un partido bolchevique. Por eso esa política y esos partidos son hoy más necesarios que nunca. ¡Desempolvemos los tres tomos de Lenin del año 1917 y los análisis de Trotsky sobre la Revolución Rusa!
[ 16 ] Germain, Ernest: "En defensa del leninismo, en defensa de la IV Internacional". ob. cit.
[ 17 ] Lenin", V. I. : "Cartas sobre táctica" del 8 al 13 de abril 4de 1917, en Obras Completas, Cartago, Buenos Aires, T. XXXIV, p. 458.
[ 18 ] TMI: "La construcción de los partidos revolucionarios en Europa capitalista", ob. cit. , p. 28.
[ 19 ] "Proyecto de tesis sobre la situación latinoamericana", presentado al Comité Central del PRT (La Verdad).
[ 20 ] Quinto Congreso del PRT (La Verdad): "Los gobiernos latinoamericanos y la lucha revolucionaria", en Revista de América, No. 819, pp. 10-11.
[ 21 ] TMI: "La construcción de los partidos revolucionarios en Europa capitalista", ob. cit. , p. 42.
[ 22 ] Mandel, Ernest: @ría leninista de la organización, , ob. cit. , p. 37.
[ 23 ] Idem p. 22.
[ 24 ] Trotsky, León: "Una vez más, ¿adónde va Francia?", en ¿Adónde va Francia?, ob. cit. , p. 160.
[ 25 ] Trotsky, León: "Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial", en Escritos, Pluma, Bogotá, 197 6, T. XI, vol. 2, pp. 297 -298.
[ * ] La hora de los hornos: Filme argentino realizado en 1967, que registra la historia de las luchas populares en Argentina desde la caída del gobierno peronista en 1955. Sus realizadores, Fernando Solanas y Octavio Getino, viven en el exilio. El filme ha sido prohibido en Argentina. Costa-Gavras: Cineasta griego, radicado en Francia, realizador de conocidos filmes de "denuncia" como Zeta, La Confesión y Estado de Sitio. Aquí, la referencia es a este último filme, cuya trama se desarrolla en el Uruguay previo al golpe de 1973 y narra el secuestro de un diplomático norteamericano por un comando Tupamaro.