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El Puente Romano de Alcántara

Alcántara - Cáceres - Extremadura - España

El puente

 

Es indescriptible la impresión que produce el puente, monumento sin par en el mundo entre los de su género y época, cuya grandiosidad apenas somos capaces de comprender. El asombro que causa contemplar el puente desde arriba, siendo inmenso, no es comparable al que produce visto desde abajo, desde la orilla del río. Pilares y arcos se alzan al espacio con arrogancia y firmeza inverosímiles, creando en el que lo contempla el doble complejo de la pequeñez y de la grandeza humana, porque se siente insignificante junto a aquella mole de piedra y orgulloso al pensar que es obra de los hombres. Esta inmensa mole de sillares graníticos, fue concluida entre los años 105 y 106 de nuestra Era. Se hizo a expensas de once municipios de Lusitania, bajo la dirección de Cayo Julio Lacer, reinando Trajano, en la vía de Norba (Cáceres) a Conimbriga (Condeixa-a-Velha).

Salva con sólo seis arcos de doble dovelaje los 194 metros de longitud del profundo barranco que el río Tajo abre entre los peñascales de un lugar donde no hubo ciudad romana y cabalga entre dos recodos del cauce del río que atenúan algo el ímpetu de la corriente, pero donde la acumulación de agua impide multiplicar los pilares. La cota de la vía y las grandes crecidas obligaron a la descomunal altura de 48 metros para los dos arcos centrales que con su gran anchura de 27,34 y 28,60 metros (3º y 4º, respectivamente, vistos aguas arribas) ocupan el cauce de las aguas y dejan fácil paso a la corriente; de 24 metros los siguientes y tan sólo de 18,47 los laterales, forman seguro contrafuerte de los empujes del central. Las pilas y los tajamares constituyen bloques de 25 por 9 metros de planta en los ejes mayores, y éstos, desde el arranque de los arcos, se prolongan en contrafuertes más estrechos. La altura total de la obra es hoy de 71 metros.

La fábrica, de sillería granítica almohadillada sentada en seco y perfil horizontal, tiene en el centro un sencillo arco de triunfo de un solo vano flanqueado de pilastras áticas y coronado por un friso con lamentable adarve del siglo XVI, donde por uno y otro lado hay un tablero de mármol con inscripción del año 105 al 106 de J. C. dedicada a Trajano, más otras dos por lado en el frente de los machones (que seguramente formarían cada par una sola inscripción repetida), pero de las que sólo se conserva una donde aparecen los nombres de los municipios de Lusitania que contribuyeron a la obra, Igaeditani, Lancienses, Oppidani, Talori, Interannienses, etc., lo que demuestra que el puente no fue obra del Estado sino comunal. El arco de Triunfo ostenta el escudo del águila bicéfala, colocada aquí en tiempo de Carlos V, y lápidas de mármol, relativas a la erección y restauraciones.

Hay al lado izquierdo del puente y formando parte de él un templete in antis de granito almohadillado, que tiene como dintel una inscripción, que substituyó a la primitiva de mármol que descuidadamente copia, en la que en epígrafe métrico se da el nombre del arquitecto Cayo Julio Lacer que edificó este puente "que durará tanto cuanto el mundo durare". Las inscripciones del arco, del entablamento y del pilar, que fueron de mármol y estaban sujetas por manos de metal, son conocidas gracias a las transcripciones de Francisco de Olanda

Al lado derecho se encuentra la torre del oro. Se trata del último vestigio de las defensas que se adosaron al puente. Es de planta cuadrada con sus ángulos achaflanados.

Por encima del puente, en el cauce del río, se encuentra el embalse hidroeléctrico (C. H. "José Mª de Oriol"), el más importante, en su tiempo, de la Europa Occidental (3 162 millones de m3). La superficie inundada es de 10 400 ha y la longitud del embalse es de 91 km.

Desde el siglo XIII para acá fue varias veces cortado en las guerras uno de los arcos y reconstruido luego. En 1475, en las luchas de Castilla y Portugal, cuando pensaban derruirlo para evitar que Alfonso V lo cruzara, se salvó por la gallardía del portugués que mandó decir a su enemigo el duque de Villahermosa que él daría un rodeo, pues "no quería el reino de Castilla con aquel edificio menos"; más tarde fue recompuesto por Carlos V en 1543 desfigurando el perfil del arco central, después por Carlos III y nuevamente, en 1860, por doña Isabel II. En esta última restauración, s. XIX, se taparon las juntas de las piedras.

 
     

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