Eres Colombiano, es sólo un sobrenombre, tu propio y natural nombre, el que brota de la sangre de tus venas, de tu testarudez y apego a lo tuyo, de tu individualismo brutal, de tu cariño a independizarte, es el de Español.
No te sonroje el apelativo de tu raza, no te corras de proceder de esta tierra de garbanzos, que no es tan villana y ratera como te lo zumban al oído algunos indios que ayer andaban por las selvas...
Es la raza Antioqueña de casta limpia española y los primeros pobladores de nuestras montañas fueron Españoles de nacimiento, cristianos viejos, hijosdalgos notorios, y no judíos traídos por Robledo, ni galoteos y presidiarios escapados de España.
Ser Antioqueño significa para ellos mas que ser Colombianos.
La población rural de Antioquia se compone de pequeños terratenientes y pegujaleros. No obstante depender del café como única fuente de dinero, la agricultura Antioqueña ha presentado una diversidad sana y razonable; el cultivo del ganado es una empresa subsidiaria importante.
El reducido número de apellidos indica la selección impuesta por la geografía sobre los pocos centenares de españoles inmigrantes, de donde proceden las actuales familias. Apellidos como RESTREPO, Uribe, Mejía, Londoño, Jaramillo y Arango son reconocidos como típicamente Antioqueños en todo Colombia.
Las credenciales que la gran mayoría de aquellos pobladores trajeron consigo de sus Parroquias indican que ellos eran "Cristianos viejos, limpios de toda mala raza". Con todo aún persiste la leyenda que la primitiva Antioquia fue poblada por judíos sefardíes, a lo que ha contribuido la reputación de ambiciosos, de negociantes inteligentes, dotados de aptitudes superiores para el negocio y el comercio.
De la mezcla primera de elementos españoles, Indios y Negros esclavos, ha resultado el pueblo que hoy se llama así mismo La Raza Antioqueña.
"... y contra esto y aquello y lo de más allá, lo cierto es que pueden seguir llamándonos Judíos, Penitenciados por el santo oficio, Mestizos, Mulatos y otras yerbas que nosotros, altivos y resueltos, sin miedo a nada y sin odio a nadie, vamos llevando por doquiera la semilla prolífica de "este pueblo y de esta raza", de los hijos de España, que a estas montañas pasaron, buenos o malvados, nobles o plebeyos, pero en todo caso libres e independientes, testarudos y trabajadores..."
Hasta el fin del período colonial se sorprendió el atraso, la incultura y la pobreza de la provincia. La agricultura estaba casi totalmente descuidada por las minas, y el comercio se hallaba estacionario. La mayor parte de los valles labrantíos y de las tierras altas graníticas eran retenidos por unos pocos concesionarios ricos como Antonio Quintana, cuyos inmensos dominios comprendían los actuales municipios de Carolina, Angostura, y parte de Yarumal y Santa Rosa de Osos.
El carácter típico de las comidas Antioqueñas, el traje y el lenguaje, son preservados obstinadamente con cierto orgullo. La poesía local y la literatura continúan exaltando las virtudes sencillas del sustento económico agrícola tradicional (la vida maicera) de estas montañas. En materia de indumentaria todavía se estila el inevitable Carriel, una bolsa llena de incontables bolsillos ocultos, forrada en cuero por un lado, que es la señal más evidente del Antioqueño de Pura Sepa, ora use el Poncho Blanco de algodón o bien la oscura capa de lana: La Ruana.