Santo Domingo
Al igual que en Puerto Rico, los agustinos no establecieron una comunidad hasta tiempos
recientes. Unos cuatro agustinos fueron nombrados arzobispos durante el periodo colonial español. De
éstos, sólo dos tomaron posesión y desarrollaron una labor pastoral.
Fr. Diego Contreras
Fr. Diego Contreras era un criollo mexicano. Profesó como agustino en 1572. Había sido
catedrático de la Universidad de México y provincial de la provincia Santísimo Nombre de Jesús de
México. Elegido al arzobispado de Santo Domingo en 1612, tardó más de tres años en ponerse en
marcha. Como arzobispo y metropolitano le tocó intentar resolver un problema con el obispo de Cuba,
Fr. Alonso Enríquez. Resultó que el obispo de Cuba cambió la sede diócesana de la ciudad de Santiago a
la de La Habana sin haber pedido licencia ni al rey ni a la Santa Sede. El gobernador y el cabildo
eclesiástico lo acusaron ante el Consejo por este atrevimiento y por otras quejas. Como el cabildo
acudió al arzobispo Contreras, éste pasó a La Habana y allí formó tribunal para juzgar al obispo. El
obispo apeló al Consejo y ante el nuncio , quienes le dieron la razón, pues Contreras había actuado sin
tener facultad. Luego de estar casi un año en La Habana, Contreras intenta pasar a Santo Domingo con
la gran desgracia que su nave naufragó y murió ahogado el 1 de septiembre de 1616.
Fr. Pedro Solier
Luego de haber ejercido como obispo de Puerto Rico, Fr. Pedro Solier fue presentado al
arzobispado de Santo Domingo, que estaba vacante por muerte de Fr. Diego Contreras. Sin haber
recibido las bulas de su traslado, se decide ir a la arquidiócesis, no sin antes escribir al cabildo de Santo
Domingo para que le dejen gobernar mientras llegan las bulas. Debió llegar a Santo Domingo hacia
septiembre de 1618, pues un año después informaba de haber visitado toda la parte sur del arzobispado y
estaba preparándose para visitar la parte norte. Sin embargo, durante la visita que había realizado a los
anexos de Puerto Rico el año anterior, se había enfermado de cierto "corrimiento desde el cerebro hasta
el pecho", que lo mantuvo al borde de la muerte en varias ocasiones y que lo llevaría a la tumba. En su
informe de esta primera parte de la visita expone que el mayor problema es la falta de asistencia a la
iglesia, pues ni los que viven cerca asisten los días de precepto a la misa. Otro problema era la
administración de la cofradía del Hospital San Nicolás, pues se negaban a rendir cuentas y a que se les
visitara. Fr. Diego pedía remedio a este impedimento, pues quería eliminar ciertos abusos. También pide
al rey que le conceda licencia para irse a curar de su enfermedad a Cartagena o a México, pues allí no
había el remedio que necesitaba, además de que la atmósfera de aquel lugar era nociva a su salud.
El Consejo de Indias le concedió la licencia para que fuera a curarse, el 19 de febrero de
1620, con tal que dejara un vicario con las debidas facultades. Sin embargo, cuando esta noticia llegó a
Santo Domingo era muy tarde, pues había muerto el 7 de abril de 1620.
Fr. Fernando Vera Mendoza
Fr. Fernando Vera, nació en Mérida (Badajoz) en 1568. Desde el 1614 era obispo titular de
Bugia. Había trabajado como auxiliar en Badajoz y en Santiago de Compostela, donde su tío era obispo.
En 1628 fue presentado al arzobispado de Santo Domingo, pero antes de partir logró le trasladaran al
obispado de Cuzco (Perú) en 1629, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida en 1638.
Fr. Ignacio Padilla Estrada
El último y el que más tiempo estuvo al frente del arzobispado de Santo Domingo lo fue Fr.
Ignacio Padilla. Criollo mexicano, nació en la capital hacia finales de 1696. Desde muy joven entró en
la Orden Agustiniana, habiendo ocupado diferentes cargos en su provincia: tales como visitador, maestro
de la Universidad de México, secretario provincial y procurador ante las cortes de Madrid y Roma.
En 1743 fue presentado al arzobispado de Santo Domingo y fue consagrado el 11 de octubre
de 1744 en Madrid. Partió rumbo a su diócesis, llegando al puerto de Santo Domingo en septiembre de
1745, luego de pasar por una serie de calamidades que alargó el viaje por ocho meses: como fue el
naufragio de la fragata en que venía frente a las costas de Puerto Rico.
Entre sus primeras gestiones al frente del arzobispado se dedicó a la visita de todo el
territorio. Se preocupó de que el Hospital San Andrés tuviera lo necesario para la asistencia a los
enfermos; construyó una cárcel para mujeres descarriadas; ayudó a las diferentes órdenes religiosas en
la reedificación de sus iglesias o conventos; procuró mantener el seminario conciliar que recayó en
manos de los jesuitas. Padilla era de carácter fuerte y leguleyo, que había demostrado siendo procurador
de su provincia. Por tal razón tuvo varias controversias con el gobernador, el cabildo eclesiástico y los
jesuitas. En el caso de los jesuitas, Padilla se enfrentó a ellos porque no quiso reconocer los privilegios
de dispensar a los neófitos en la fe, según se venía practicando en las misiones itinerantes de aquel
arzobispado; además de la controversia por la posesión del Colegio y Seminario conciliar del Gorjón, que
pasó a manos de los jesuitas.
En 1752 Padilla fue promovido a la diócesis de Yucatán, donde permaneció hasta su muerte,
ocurrida el 20 de julio de 1760.