Eso y más me dijo mi amigo 'Ferni, el Rector de la Opinión, cuando le pedí que me mandara por E-mail una buena definición de kitsch. Por supuesto, estaba bromeando, porque yo no soy kitsch ni soy tan pueblerino. ¿O no estaría bromeando? Al menos en lo de pueblerino tal vez tenga un poco de razón pues yo soy de Perote, y aunque ya no tenga mucho arraigo por allá... es más, tiene razón, soy pueblerino y qué.
Como sea, la frase "rockero pueblerino" me fascinó como tema para escribir acerca de la marginalidad. O más bien, para desahogarme un poco.
Ser aficionado al rock es ya vivir en la marginalidad. Pero ser aficionado al rock y vivir en un pueblo hace que la marginalidad sea apabullante. Y para muestra: mi principal inciador en el rock, mi amigo el Kiss -que el Judas sepa dónde anda ahora- acabó siendo fan de Rocío Dúrcal.
Pero yo me aguanté, me mantuve, y sigo en la lucha, después de vivir en ciudades tan disímbolas como Puebla, Aguascalientes, Tijuana y ahora en la ciudad de México, y sigo siendo rockero aunque no traiga la greña larga y a pesar de no ser pacheco.
Tenía que comprar solamente discos nacionales, con sus memorablemente pésimas ediciones . Pongamos el caso de un grupo comercial como Styx, de quienes tenía solamente dos discos. Sabía que tenían otros muy buenos y famosos como Equinox, The Grand Illusion y Pieces of Eight. Deseaba tener éstos y otros discos de otros grupos que solamente se conseguían importados.
Pero eran inalcanzables. Cuando ya tenía algo ahorado para comprar algunos discos importados en un viaje a Monterrey, nos cayó el fin de sexenio y los discos subieron de los $199 pesos hasta $600 en aquél verano del '82.
A partir de ahí y hasta principios de los '90 cuando se popularizaron los CDs me resigné a comprar solamente LPs nacionales.
En las preparatoiias de las ciudades es muy normal encontrar chavos rockeros. ¿Qué pasaba, en cuestión musical, en una preparatoria como la honorable y peroteña ESB General Manuel Rincón por ahí de 1980 al 83? No es resentimiento pues, dentro de todo, disfruté mucho aquellos años, pero la verdad, estaba muy jodida la cosa.
Hagamos una breve reseña del panorama de gustos musicales de mi salón de prepa. Empezando por las mujeres: sus gustos oscilaban entre Menudo, Juan Gabriel y la música disco, que para entonces empezaba a dar sus primeros coletazos de muerte. En Perote, por supuesto. Born to be alive seguía siendo un staple en la radio local y en las fiestecillas.
Después estaban los apáticos a los que ni les gusta ni les disgusta ningún tipo de música, siguiendo con los jacarandosos, que nunca pueden faltar en Veracruz, y finalizando con los más aguerridos y folclóricos, que eran los aficionados a los Beatles, y a los cuales los podríamos dividir en dos grupos: los sensibles, que tambièn eran fans de la Rondalla de Saltillo y Camilo Sesto y los radicales, que no oían otra cosa y creían que a partir de la desintegración de los Beatles el rock había sido borrado de la faz de la tierra. Por cierto que con el tiempo me di cuenta que los fans de los Beatles son folclóricos por naturaleza, independientemente del ecosistema en que se desarrollen. Me imagino que han de traer un cromosoma truncado -o se les trunca con el tiempo.
Por último, apartados, marginados y mal vistos por nuestros compañeros y familiares, estábamos los que oíamos rock: mi amigo el Kiss, que ya empezaba a mostrar sus inclinaciones hacia lo guapachoso, Mauricio el Pelón que escuchaba rock principalmente por llevarle la contra a la gente, mi cuate el Munguía que nomás me seguía la corriente, Enrique Díaz el perro quien tenía varios discos interesantes, y yo mismo, que ya para entonces sabía que nunca en mi vida dejaría de oír rock.
No sólo en Perote y pueblecillos similares había veda de rock. Raúl Velasco y sus nefastos secuaces hacían de las suyas promoviendo los artistas (?) que ellos mismos "creaban", la mayor parte de ellos con limitadas o de plano nulas capacidades artísticas.
Mientras el resto del mundo civilizado se maravillaba ante obras magistrales comoThe Dark Side of the Moon, Physical Graffitti, 200 Motels, Who's Next, Close to the Edge o Foxtrot, aquí en México los "artistas" que copaban los medios, se oían en el radio y salían en Siempre en Domingo eran King Clave, Sandro de América, Rigo Tovar, Verónica Castro y Juan Gabriel.
Los conciertos de grandes solistas y bandas internacionales estaban prohibidos. De 1970 a 1987 se podían contar con los dedos de una sola mano los grupos o solistas de rock que habían tocado en México: Johnny Winter, The Police, Queen y John Mayall, sin contar la falsa encarnación de Deep Purple que abarrotó el ahora Estadio Azul (ver el artículo de Jordi Soler La profundidad era púrpura).
Siendo tan patético el panorama artístico en México, no nos debemos extrañar de que la inmensa mayoría de los aficionados al rock en México aún en la actualidad pertenezcamos a una interesante y matizada variedad de subculturas o de plano nos movamos dentro de la contracultura que tanto menciona José Agustín.
Es lugar común que las derechas siempre se valen de prohibiciones, censura y represión. Pero yo me pregunto si era necesaria ésa veda de veinte años de rock que nos impusieron a los mexicanos. Tal vez el sistema se habría ahorrado muchos rucos banda, antiguos chavos banda frustrados que ahora se dedican a asaltar a pasajeros de taxis, a robar bancos o al redituable negocio de los secuestros.
No tanto, en verdad. De hecho, ni había leído La Metamorfosis por entonces. Pero a falta de discos y dinero, me conformaba con la información que podía obtenerse en el Conecte, Sonido, Rock Pop y Acústica, que eran las revistas de rock más importante a principios de los '80.
En aquel entonces no valoraba tanto a esas revistas, empezando por su edición tan pobre y por la falta de calidad de las fotografías. Sin embargo, coleccione la mayoría de los números que compré entre 1981 y 1985, que fue cuando emprezaron a desaparecer, a disminuir su calidad por la crisis o a cambiar drásticamente su contenido.
Sin embargo, basta revisar cualquier fanzine de la actualidad para ver que la edición sigue estando igual de jodida, con la diferencia que el contenido es o muy comercial y fresa, o muy enfocado en bandas mexicanas que, con el debido respeto por su esfuerzo, no me interesan en lo absoluto.
Hace poco desempolvé unos ejemplares de Acústica de '82-'83 buscando información de XTC y Talking Heads y quedé encantado con la calidad de información, especialmente los artículos de Xavier Velasco -que sigue escribiendo en switch- y Carlos Alvarado -tecladista del desaparecido Chac Mool. Acústica fue la única revista que criticó el horrendo Pyromania de Def Leppard, y el fatal Kilroy was here de Styx. Por cierto, a mí me gustaban mucho ambos discos, que ahora solo pongo en tiempos de crisis.
El Conecte, dirigido por JL Pluma, era menos crítico que Acústica. pero bastante informativo en cuanto a novedades. (Continuará)