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Literatura


La Ventana  Nuestro segundo sol  Dimensión  Aborigen  No te muevas


La Ventana
Iván Montaño

Mi cuarto tiene sólo una ventana. Está situada exactamente para que al abrir mis párpados al despertar, sea lo primero que vea. No importa que cambie de lugar mi cama, ni tampoco que modifique mi posición al dormir; incluso una vez me metí abajo de ella. Pero es irremediable; siempre despierto, la veo, e inmediatamente pienso: "No debo abrirla".

Mi ventana tiene varios vidrios ligeramente translúcidos, por los cuales llegan a mí luces, colores e imágenes, y yo siento emociones, y por eso vivo. Me siento en mi cama y observo, veo lugares y gente, que se combinan formando historias, a veces parecen inconexas pero siempre son una misma historia. Estoy compenetrado con sus personajes, entiendo sus situaciones, comparto la alegría en sus vivencias, me regocijo con la intensidad de sus deseos y pasiones. Cuando es así, soy feliz, o me puedo quejar.

Mi agonía empieza cuando me involucro, he aprendido a querer a los personajes de la historia (especialmente a uno, el protagonista), y no soporto verlos sufrir. Sufren porque se envuelven en odiseas y laberintos extremadamente complicados, y no me involucro porque comprendo y tengo las soluciones.

En mi buró ( el único mueble que hay en mi cuarto aparte de la cama) guardo hojas de papel, y en ellas están escritas partes de la historia en mi ventana. Partes que ellos desconocen y que si supieran detendrían su sufrimiento, comprenderían como yo. Aparte de ver mi ventana, es lo único que hago: leerlas. Las reviso constantemente porque cambian, unas hojas están ahí siempre, hay otras que desaparecen, y hay nuevas siempre.

Cuando sufren, yo sufro más porque me siento importante, un testigo inútil, porque a pesar de que grito, nadie escucha. Y lloro, lloro hasta dormirme sabiendo que despertaré una vez más a ver mi ventana sin poder abrirla. Y entonces, a pesar de que comprendo completamente la historia de mi ventana, dejo de comprender mi propia existencia.

Hoy el protagonista sufre como nunca, lo digo en voz alta porque presiento que tú me estás escuchando, y tengo que decírselo a alguien porque igual estoy sufriendo yo quizás al compartir lo que yo sé, se alivie un poco mi dolor.

Marcos cree que no cree nada, se le olvidó sentir, comienzo a fingir emociones en agosto, para no preocupar a nadie, seguro de que sería otra fase de ajuste, pero no, a los 500 días recordó que fingía hasta la risa a solas, y entonces las paredes del vacío se cerraron detrás de él.

Y dejó de remar su canoa de vida y comenzó a ver sólo en ausencia de la luz.
¿Para qué despertar si sólo se desea volver a apagarse en el sueño?
¿Para qué conjugarse con la gente si se aborrece el plástico de la historia ajena?
¿Para qué quedarse solo, si eres tu peor enemigo?

Y planeó fríamente su escape, para no dejar cabos sueltos, y se dispuso a cometerlo...

Y yo aquí gritándole !No! !Yo sé que es demasiado la nada que te consume! !Por favor voltea a ver hacia adentro!, !si tan sólo reconocieras los secretos que te has autoimpuesto! Y me rasco la piel, desesperado por mi impotencia por saber y no hacer...

En mi ventana veo como saca una caja de su armario, y de ella toma la pistola, y el frío del metal me invade, provocando que mis lágrimas duelan al brotar, e impiden salir de mi ya cualquier advertencia, porque ahora soy todo un grito. Me falta el aire y me asfixio porque mis pulmones están llenos de su dolor.

Y cuando él se dispuso a dar su último beso, y recibe en sus labios el instrumento de liberación, mi boca se llenó del sabor a metal. En ese instante comprendí que yo moriría con él...

Brinqué de mi cama hacia la ventana, aún gritando y con los ojos llenos de niebla. Cerré mis ojos cuando mi cabeza se estrelló contra el vidrio...

La inmensidad eterna de la oscuridad y el silencio, (el punto de prefusión, como ahora lo conozco) duró aproximadamente un segundo.

Abrí (abrió) mis ojos (los suyos) y ví la pistola en sus (mis) manos.

Dejamos de pensar, mientras esta imagen se quedó congelada.

Estar en fusión es indescriptible, es como encontrar la paz en medio de un escenario de guerra, es igual a sentirse completo cuando se es nada, es ver la luz más brillante en la más profunda caverna, es oír las olas en el desierto, es comprende todo el universo, porque se tienen todas las piezas del rompecabezas, es la tranquilidad total...

Pero es demasiado para un ente corpóreo, y por eso sólo dura unos momentos. Sin embargo, el pequeño instante sirve para modificar el rumbo de una existencia, y en este caso cumplió con su premisa.

~

Despierto y veo mi ventana con nuevos ojos. Ahora soy (somos) más sabio(s). Comprendo mi labor y sé un poco más quien soy (somos).

Y en mi soledad con una ventana, soy feliz, útil.

Nadie dijo que ser un subconsciente iba a ser fácil.

Septiembre de 1997


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