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Nota publicada en el diario La Razón el martes 10 de enero de 1995. Si bien contiene algunas impresiciones, no deja de ser ilustrativo.

Cosas de rusos y de negros

En febrero de 1887 llegaron a nuestro país los primeros alemanes del Volga. Eran los descendientes de aquellos agricultores que doscientos años antes habían abandonado sus propiedades a orillas del Rhin y que aceptaron una propuesta de la emperatriz de Rusia, Catalina, que así les daba facilidades para huir de las consecuencias devastadoras de la Guerra de los Siete Años, cuyo epicentro fue el sur de Alemania. Los germanos que se instalaron a orillas del Volga, sin embargo, pusieron sus condiciones para ir allí: nunca dejarían su religión, que era Católica Apostólica Romana, y jamás dejarían de ser alemanes.

Muchos años después, fundaron la República Alemana del Volga, Raidelvo, y todo marchó sobre rieles hasta 1863, cuando los rusos rompieron el contrato y llamaron a los alemanes del Volga a cumplir con el servicio militar. Los hombres y mujeres de Raidelvo no dudaron y decidieron abandonarlo todo. Primero mandaron tres expediciones a los Estados Unidos, Brasil y la Argentina, para elegir el nuevo lugar para afincarse. La elección cayó en nuestro país y en 1878 llegó el primer contingente, que se instaló en la localidad de Hinojo, cerca de Olavarría, en la Provincia de Buenos Aires.

En los meses siguientes fueron llegando más familias; algunas se instalaron en la provincia de Entre Ríos (Gualeguaychú) y otras en Córdoba (San Francisco), cerca de Canals. Sin embargo el contingente más numeroso que primero había ido a Hinojo para encontrarse con los primeros que habían llegado al país, siguió viaje en sus carromatos algo más al sur, y se instaló cerca de Coronel Suárez, donde fundaron tres colonias: La Colonia 1, San José; la Colonia 2, Santa María y la Colonia 3, Santa Trinidad, ubicadas a 5, 10 y 15 kilómetros respectivamente de Coronel Suárez, ciudad a la que en la actualidad están absolutamente integradas. De una de esas colonias eran los abuelos de Sergio Denis, de apellido Hoffmann. El abuelo del cantante, ebanista de calidad, se instaló en el pueblo, como le decían los rusos a Suárez, y por eso Sergio Denis fue desde chico el Negro Hoffmann, porque los de las colonias a los del pueblo les decían negros. Y los del pueblo, a los de las colonias, les decían rusos, simplemente porque si bien habían dejado todo para no dejar de ser alemanes, venían de Rusia.

Y de una de esas tres colonias de los Alemanes del Volga, con sus callecitas de tierra por donde no alcanza a pasar un auto, con sus casitas pintadas de vivos colores, sus elegantes casas de la calle principal y sus ancianas aún hoy vestidas de negro absoluto y caminando en silencio a la hora de ir a la iglesia, era el cerebro de la maniobra que le costó tanto dinero a los casinos. Dicen algunos veteranos de la Colonia 2 que el hombre era un alemán (un ruso para los del pueblo) muy callado, muy ensimismado, permanentemente encerrado en sus lecturas y en sus cálculos. "Cada tanto desaparecía de la colonia -dijo uno-, y volvía a los dos meses". El misterioso ruso-alemán, estaba simplemente, anotando con su equipo de seguidores los números de todas y cada una de las mesas de ruleta del Casino de Mar del Plata, hasta que tuvo todo listo para dar el gran golpe. Después nunca más se lo vio por las colonias rusas ni en el pueblo de los negros.

Nota vinculada: Los alemanes de la fortuna

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Mi agradecimiento a "Der Große Himmel's-Ring" por acercarme esta nota.

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