SEXO INTERPLANETARIO
LA BIBLIA Y OTROS LEGADOS
Pecados Celestiales Los dioses y lo carnal
De dónde venimos Somos hijos de un quilombo cósmico
La carne tienta Los "hijos de los Dios" que se unieron a las "hijas de los hombres".
Adán y Eva Antes y después del "pecado".
¡No sólo caballeros! Ella no quería, porque no sabía nada de sexo,
pero él le hizo saber todo...
El pecado mortal del jardinero Abusó de una diosa que dormía en su jardín
Los dioses y el pecado El ser humano, juguete para placeres divinos
¡Cómo calienta el Sol!... Virgen "visitada" por "dios" del astro rey
Ángeles acechados Los homosexuales de Sodoma querían violarlos.
 

 
Pecados Celestiales
Los dioses y lo carnal
(del libro La respuesta de los dioses, 1977, de Erich von Däniken)
   Es un hecho que los dioses de los distintos mitos difieren poco entre sí. Los dioses griegos y romanos se nos describen como inmortales, pero a diferencia del bíblico no son "eternos"; simplemente viven mucho más tiempo que los hombres, con quienes gustan de confundirse a veces. Los mitos del mundo clásico describen asimismo a los dioses como personajes de simpáticos rasgos humanos, que suelen perder los estribos cuando se enfadan, lo cual les conduce, a veces, a tomar decisiones arbitrarias que luego han de enmendar; que cambian a menudo de opinión y luego han de arrepentirse de los errores cometidos.
    Algunos de esos dioses incluso nacen en la Tierra, tienen tratos bisexuales con muchachas y efebos, y a veces se rebelan contra las imposiciones de sus padres. Conflictos generacionales los hay en esas familias divinas, lo mismo que en las de la mejor sociedad. El dios Zeuz, padre de todos los dioses, amo de los cielos y del universo, se enamoró perdidamente de su copero Ganímedes, que fue arrebatado y llevado al Olimpo por su belleza: especie de rapto consentido, que no dice mucho a favor de las costumbres de la augusta divinidad. La verdad es que en aquella familia había gentes para todos los gustos. Apolo, hijo de Zeuz, se enamoró del bello joven Jacinto (Hyakinthos), que por su parte oficiaba de divinidad protectora de la fecundidad, a ratos perdidos. Pero Apolo mató a su amante de una manera no poco improcedente para un dios: ¡mientras ambos practicaban el lanzamiento de disco! Crimen o accidente, no se sabe, pero, de todos modos, esto no resulta muy divino; al menos eso me parece.
    El superdios romano Marte, responsable de las guerras, los campos y las cosechas, se dejó engañar por una divinidad más antigua: Anna Perenna. Para que no falte en esta ronda una divinidad germánica, recordemos a Odín (Wotan), llamado también el Padre de todo. Este papá de todos los dioses y hombres tenía una perversa afición a disfrazarse. Tan pronto se presentaba como serpiente, como de águila, cuando no prefería confundirse entre el pueblo en figura de cuervo. Olvidándose de su dignidad divina, arrojaba la jabalina, montaba el caballo de ocho patas Sleipnir, y no disimulaba su cobardía, pues cuando se retiró al Valhalla llevó una legión de héroes caídos en los campos de batalla para que le sirvieran de guardaespaldas. lo cual no evitó que fuese devorado por el lobo Fenrir. Si Odín era un espíritu, entonces Fenrir tragó aire, o lo que pueda sobrar cuando cualquiera de esos dioses se desmaterializa.
    No tengo nada en contra de los dioses; muy al contrario, "me gustan". Pero me gustan con todas sus faltas, con sus imperfecciones, con sus amables debilidades y errores. Así resultan más humanos. ¡Esa raza de dioses se parece mucho más a la nuestra! Por algo nos hicieron a su imagen y semejanza. Pero, sobre todo, así es como han pasado por los relatos míticos de todos los pueblos y de todas las épocas.
    Los textos lo confirman: ¡los dioses eran seres de carne y hueso!
 

 
De dónde venimos
Somos hijos de un quilombo cósmico
 (Del libro Regreso a las estrellas, de Erich von Däniken, 1969)
    Los tibetanos y los hindúes creen que el Universo fue la "madre" de la raza terrenal.
    Los habitantes de Malekula (Nuevas Hébridas) afirman que la primera raza de los hombres estaba compuesta por descendientes de los "hijos del cielo".
    Los indios se llaman a sí mismos descendientes del "pájaro de la tormenta".
    Los incas pretenden descender de los "hijos del Sol"
    Los Rapanui de la Isla de Pascua basan su Génesis en los hombres-ave.
    Los mayas dicen ser "hijos de las Pléyades".
    Los germanos hacen constar que sus antepasados llegaron con "objetos volantes".
    Los indúes afirman que proceden de Indra, Gurja o Bima, que surcaron el cielo con "naves de fuego".
    Los insulares del Pacífico pretenden descender del dios celestial Tangalao, que bajó del cielo en un fantástico huevo luminoso.
    Todas estas leyendas sobre la procedencia del género humano tienen algo en común: los "dioses" llegaron a la Tierra y escogieron a un grupo, al que fecundaron y separaron de los impuros. Los dotaron de altos conocimientos modernos, para desaparecer luego, temporalmente o para siempre.
 

La carne tienta...
Los "hijos de  Dios" que se unieron a las "hijas de los hombres"
Informe y opinión de J. J. Benítez
(del libro El OVNI de Belén, 1983)
¿De verdad podía sentir Dios atracción sexual? - Las hermosas hijas de los hombres y de cómo los ángeles tampoco debían ser "de piedra". - Los exegetas católicos tratan de escamotear el problema. - Hasta los escrituristas lo reconocen: "En el Génesis falta algo". - La extraña "aventura de los 200 veladores". - ¿De verdad los Elohim sólo querían hacer el amor?
    Dice el Génesis:
    "Cuando comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la tierra y tuvieron hijas, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres las que bien quisieron. Y dijo Yavé: no permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días".
    "Existían entonces gigantes en la tierra, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Éstos son los héroes famosos muy de antiguo" (VI, 1-4).
    Desde niño sentí una curiosidad especial por esta parte de la Historia Sagrada. Esa curiosidad -pienso yo- estuvo permanentemente encendida en mí, quizá porque había "algo" que no encajaba en mi corto entendimiento. ¿Cómo Dios podía sentir atracción sexual por las mujeres? Y, lo que era peor: ¿quiénes eran aquellos "hijos de Dios" que escogieron a las mujeres como bien quisieron?
    Para una mente medianamente equilibrada, el texto del Génesis no tiene sentido. Parece una aberración del autor sagrado. Si aceptamos que Dios o la Gran Fuerza es una entidad "espiritual" -¡qué difícil resulta "limitar" a Dios...!-, sin formas ni apetitos puramente humanos, ¿cómo podía engendrar hijos a las hijas de los hombres? ¿Cómo es posible que los Santos Padres y la Iglesia en general admitieran este relato en el canon o "catálogo" de los libros inspirados por Dios? Definitivamente, aquí fallaba algo.
    Mis primeros movimientos en pro de un esclarecimiento del texto sagrado fueron dirigidos a dos cualificados doctores de la Iglesia: Nácar y Colunga, profesores de Salamanca, maestros en Teología y consultores de la Pontificia Comisión Bíblica, entre otros títulos.
    La verdad es que me vi doblemente sorprendido por la interpretación de estos exegetas. Para comenzar, reconocen que este pasaje resulta "extremadamente enigmático". En cuanto a la expresión "hijos de Dios" -que era la que a mí, personalmente, me desconcertaba-, dicen textualmente:
    "Esta expresión, en la Biblia, es equivalente a ángeles, y en este sentido lo han entendido los traductores griegos alejandrinos de la versión de los Setenta, los cuales la traducen, en efecto, por "ángeles", y, conforme a esta versión, la literatura apócrifa judaica interpretó el pasaje de las relaciones sexuales entre los ángeles y las ´´hijas de los hombres´´."
    Me sorprendió, como digo, esta explicación sincera y audaz. Que los ángeles fueran tomados por "hijos de Dios" me parecía correcto. Mucho más, por supuesto, que atribuirle al propio Dios el embarazo de las hembras terrícolas...
    Ahora bien, si admitimos que los responsables de la preñez de las mujeres fueron los ángeles, el problema sigue en pie: ¿qué clase de ángeles eran aquellos que se sentían atraídos sexualmente por las hembras humanas? Si seguimos el curso de la narración, la respuesta a este interrogante llega por sí sola. Las mujeres quedaron embarazadas y dieron a luz. Esto, en buena ley, y mientras no se demuestre lo contrario, presupone que los ángeles copularon con las féminas humanas, tal y como lo vienen haciendo los hombres del planeta desde siempre.
    En otras palabras: que los supuestos "ángeles" eran "hombres" de carne y hueso...
    Esta hipótesis -la de los "angeles" como "hijos de Dios" haciendo el amor con las mujeres humanas- fue generalmente bien aceptada hasta que en el siglo IV -y una vez aclarada (?) por la Iglesia la naturaleza de los ángeles- el conocido pasaje de la Biblia sufrió una nueva interpretación. "Ya que los ángeles no pueden sentir atracción sexual -pontificaron los doctores de la Iglesia-, es imposible que la expresión ´´hijos de Dios´´ pueda referirse a los citados ángeles." Y la mayor parte de los Padres de la Iglesia -que hasta esa época habían aceptado la primera explicación- se pasaron entonces a la opinión propuesta por Julio el Africano. Éste aseguraba que los "hijos de Dios" a que hace alusión el Génesis eran los descendientes de Set, el tercer hijo de Adán y Eva, simpre según los textos bíblicos. Por su parte, las "hijas de los hombres" -según el criterio propuesto por el Africano- serían las descendientes de Caín.
    La "solución" del amigo Julio el Africano se me antoja sumamente forzada. Los propios Nácar y Colunga dudan de la misma y se inclinan, en un gesto de admirable prudencia, por otra explicación mucho más verosímil:
    "Nosotros -dicen los doctores de Salamanca- suscribimos el juicio de A. Clamer cuando afirma: ´´la solución de la dificultad habrá de buscarse en el carácter de cita que presentan los primeros versículos del capítulo 6 (se refiere al Génesis). En efecto, dan la impresión de no ser más que un fragmento mutilado, del que ciertos rasgos son por ello más o menos comprensibles, sobre todo, los versículos 3 y 4...´´".
    Esto sí parece lógico: en esta parte del Génesis falta algo...Faltan quizá otros datos que, por razones desconocidas, fueron suprimidos por el autor sagrado o por aquéllos que en el tristemente célebre concilio de Nicea, en el siglo IV, rechazaron un sinfín de evangelios y tradiciones, amparándose en la necesidad de recopilar, aunar y "purificar" la Historia Sagrada.
    Pues bien, esa parte que falta en el Génesis quedó recogida y salvada en los Evangelios Apócrifos. Concretamente, en el Libro de Henoc, en el de Los Jubileos y en el llamado Testamento de los doce patriarcas.
     Veamos qué dice, por ejemplo, el célebre y "esotérico" Libro de Henoc en su primera parte (capítulo VI):
    "La unión de los ángeles con las hijas de los hombres.
    "Es así que, cuando los hijos de los hombres se fueron multiplicando, les nacieron en aquellos días hijas bellas y bonitas; y los ángeles, hijos del cielo, las vieron y las desearon, y se dijeron entre sí: ´´Vayamos, elijamos mujeres entre los hijos de los hombres y engendremos niños.´´ "
    Y prosigue más adelante Henoc:
    "Pero todos le respondieron: ´´Hagamos todos juramento y prometamos unos a otros, con anatema, no cambiar de propósito...´´
    "Y éstos [los llamados ´´veladores´´], eran doscientos, que descendieron en los días de Iared sobre la cima del monte Hermón, y ellos le llamaron monte Hermón porque allí habían hecho el juramento, comprometiéndose entre sí con anatema."
    En el capítulo VII, el Libro de Henoc se refiere "al nacimiento y crímenes de los gigantes":
    "Éstos y todos los demás con ellos tomaron mujeres, cada uno cogió una y empezaron a ir a ellas y tener comercio con ellas y les enseñaron los sortilegios y encantamientos, y ellos aprendieron el arte de cortar racimos y la [ciencia] de los árboles.
    "(Parieron ellas a los gigantes, que todo lo devoran; luego quieren devorar a los hombres.)
    Antes de pasar a comentar estos pasajes apócrifos, veamos cuál es la versión del Libro de los Jubileos sobre las relaciones entre los "hijos de Dios" y las "hijas de los hombres".
    En su capítulo IV, y al hablar de Caín y Abel, el apócrifo dice textualmente:
    "Porque es en estos días cuando los ángeles del Señor bajaron a la tierra, aquellos que son llamados los ´´veladores´´, a fin de instruir a los hijos de los hombres y mostrarles el juicio y la rectitud sobre la tierra. Henoc fue el primer hombre nacido sobre la tierra, que aprendió la escritura y la ciencia y la sabiduría, y que describió en un libro los signos del cielo según el orden de los meses, para que los hombres puedan conocer las estaciones del año según el orden de los diversos meses...
    "...Vio [Henoc] el pasado y el porvenir en una visión de su sueño, tal como acaecerá a los hombres, hasta el día del juicio; vio y comprendió todas las cosas y escribió su testimonio, y puso el testimonio sobre la tierra para todos los hijos de los hombres y para sus generaciones...
    "...Y en esos seis jubileos de años estuvo muchas veces con los ángeles de Dios y le enseñaron todo lo que está sobre la tierra y en el cielo, y todo lo escribió. Y testimonió a los ´´veladores´´, que habían pecado con las hijas de los hombres; porque habían empezado a unirse con las hijas de los hombres y se habían mancillado...."
    Por último, en el llamado Testamento de los Patriarcas, otro libro apócrifo escrito posiblemente hacia finales del siglo II a. de J. C. y en el que se reúnen las últimas recomendaciones que los doce hijos de Jacob dirigen a cada uno de sus descendientes, Neftalí hace otra alusión a los "hijos de Dios" y a su "pecado" con las "hijas de los hombres".
    "...También los ´´veladores´´ -afirma el patriarca en su Testamento sobre la bondad natural- han cambiado el orden de su naturaleza."

    Estas "aclaraciones" de la Biblia Apócrifa sí disipan -en buena medida, al menos- las brumas y lagunas que acusa esa parte del Génesis. Según hemos visto, un grupo de "ángeles" llamados "veladores" tomó contacto con los descendientes de Adán y Eva -según refieren los escritos apócrifos, para instruir a estos "hijos de los hombres" en las más elementales técnicas de la supervivencia- y una reducida porción del "equipo" (doscientos, según Henoc) se conjuró y tomó el acuerdo unánime de "engendrarles hijos". Según la Biblia "oficial", tiempo atrás, nuestros "primeros padres" -una vez fallido el intento de los Elohím, en el no menos misterioso "Jardín del Edén", por "conservarles en un grado óptimo de pureza"- fueron expulsados del citado "Paraíso" y se extendieron por la tierra. Fue entonces, al multiplicarse, cuando debió producirse el "contacto" de los "veladores" con los "hijos de los hombres". No voy a adentrarme ahora en las razones que pudieron tener estos "ángeles" para elegir a las mujeres más hermosas y buscar una descendencia. Sería pueril suponer que un grupo de Elohím -en el que, sin duda, habría mujeres-, la única razón para mezclarse con las hembras de la raza humana fue la lujuria. ¿Pudo haber otras motivaciones? ¿Pretendieron estos seres superevolucionados perpetuar su propia estirpe entre los hombres y, de paso, intentar recomponer la malograda "experiencia genética" del "Paraíso?
    Dejaré estas incógnitas en el ánimo del lector porque, como ya he dicho, no es éste el motivo principal del presente estudio, y una incursión en tales laberintos nos arrastraría muy lejos...
    Volvamos, pues, a los Elohím que, desobedeciendo las "normas superiores", procrearon hijos entre las hijas de los hombres. (El término "Elohím", como seguramente conoce el lector, fue utilizado también para designar a Yavé, como Dios creador. En mi opinión, esta traducción es errónea. Los "Elohím" nada tenían que ver con Dios o Yavé. Eran, simplemente, servidores, o ángeles, o "astronautas" de ese Dios o Yavé.)
    Está claro -y tanto el Génesis como los escritos apócrifos coinciden en esto sin excepción- que estos "ángeles veladores", o Elohím, tenían una naturaleza igual o muy similar a la nuestra, aunque también es cierto que su grado de evolución mental y tecnológica los convertía en "Dios" o en "dioses" para los primitivos patriarcas y sus descendientes. Creo que lo he expuesto ya con nitidez a la hora de revisar mis argumentos básicos en torno al gran "plan" de la creación y salvación del hombre. En este punto difiero del concepto que tiene la Iglesia sobre la naturaleza angélica. Reconozco -ya lo he dicho- que puede haber espíritus puros al servicio de la Gran Fuerza o de la Perfección, pero también creo en otros seres de carne y hueso, con una naturaleza igual o parecida a la del hombre. Esos "ángeles" -siempre al servicio de Dios-  eran y son las entidades adecuadas para establecer los contactos con la raza humana, dada su semejanza física con ésta. Aun así, la Biblia está llena de casos en los que los testigos caen rostro en tierra al ver a estos "varones" o "ángeles". Si hoy pudiéramos contemplar algunas de aquellas "apariciones" a los patriarcas, seguramente nos llevaríamos las manos a la cabeza, reconociendo en dichos "angeles" a "astronautas siderales", con sus monos o buzos metalizados, sus cascos, sus armas sofisticadas y sus sistemas de transporte. A veces me pregunto cuál será la vestimenta de los primeros sacerdotes que salgan al espacio, y cómo irán equipados aquellos "misioneros" humanos que en los siglos futuros se lancen a la evangelización de planetas más atrasados que el nuestro...
    Y sigo preguntándome": ¿acaso no puede suceder que en esas futuras expediciones humanas a la galaxia, y en pleno proceso de conquista o colonización o exploración de otros mundos habitados por seres inteligentes, nuestros astronautas se sientan atraídos por las hembras de esos pueblos extraterrestres y un buen día decidan engendrarles hijos?  Naturalmente, entra dentro de lo posible. Es más: los investigadores disponemos de testimonios actuales -en pleno siglo XX- de otros "astronautas" que siguen eligiendo" a hombres y mujeres humanos para que engendren hijos. Aunque pueda parecer imposible, los casos se cuentan por docenas. Otros "astronautas", como digo, ajenos también a la civilización de la Tierra, han descendido en nuestros días y han raptado a seres humanos, obligándolos a procrear con ellos.

 
Enoc y Los "pecadores" celestiales según Erich von Däniken
(del libro La respuesta de los dioses, 1977)
 
     ¿Qué dice la biblioteca del laborioso amanuense acerca de los tan repetidos "vigilantes eternos"?

    "Antes de estos acontecimentos, Enoc andaba escondido, y ninguno de entre los hijos de los hombres sabía dónde se había ocultado, dónde paraba ni qué había sido de él... Y he aquí que los vigilantes del gran Santo alzaron su voz para llamarme, a mí, enoc el amanuense, y dijeron: "Ve, Enoc, tú que consignas lo que es justo en tus libros, ve y profetiza contra los vigilantes del cielo, contra los que abandonaron el firmamento, la sagrada y eterna morada, para juntarse en pecado con las mujeres como hacen los hijos de los hombres, los que han tomado mujer y han atraído así una gran maldición sobre la Tierra".

    Sería una blasfemia identificar a esa raza de "vigilantes del cielo" con los ángeles, esos espíritus puros. En caso de que lo hubieran hecho de todos modos (lo de tomar mujeres, quiero decir), cargo a la cuenta de los intérpretes de sagradas escrituras la noción común de que no debían hacerlo. Los ángeles de verdad no se aparejan con mujeres de la Tierra. Lo que se describe aquí debió ser más bien una soldadesca -el texto habla de 200 individuos, que procrearon hasta 1.000 hijos- que, largo tiempo privada de mujeres, salió de expedición y se buscó una satisfacción a su concupiscencia carnal. ¡Y la halló como suele pasar con las tropas de ocupación!

    "Aquéllos y todos los demás que iban con ellos tomaron mujeres; cada uno eligió la suya, y comenzaron a... pecar con ellas... Y ellas quedaron encintas, y dieron a luz unos gigantes de trescientos codos de estatura. Conocieron a las hijas de los hombres en la Tierra, cohabitaron con ellas y se mancharon con la inmundicia de la hembra... Mas he aquí que ellas parieron gigantes, y la tierra se llenó de sangre y de la justicia del Señor".

    Por si quedaba alguna duda acerca del origen y constitución de los "vigilantes", Enoc apunta el toque final. Otra vez es llamado por el "Señor", quien por lo visto tiene autoridad sobre los vigilantes:

    "Acércate y presta oídos a mis palabras. Ve y dile a los vigilantes del cielo que te han enviado para que intercedieras a su favor: ´´Sois vosotros quienes deberíais interceder a favor de los hombres, y no los hombres a favor de los vosotros. ¿Por qué habéis abandonado el excelso y eterno firmamento para cohabitar con las mujeres, para haceros inmundos con las hijas de los hombres, habiendo tomado mujer como hacen las criaturas de la Tierra y procreado hijos gigantes? Vosotros, que erais inmortales, os habéis mancillado con la sangre de las mujeres, habéis procreado hijos con la sangre de la carne, habéis deseado la sangre del hombre y puesto en el mundo carne y sangre como hacen aquéllos que son mortales y perecedero´´."

    La situación está clara. Enoc se halla en presencia del jefe militar de los vigilantes. Tales "vigilantes" no son una creación exclusiva de ese profeta prehistórico. También Ezequiel habla de ellos. Aparecen en la epopeya de Gilgamesh, donde se menciona a unos gigantes que fueron procreados. Baruc incluso da el número de gigantes que vivían en la Tierra poco antes del diluvio:

    "Y sobrevino el diluvio del Señor sobre la tierra y exterminó toda vida lo mismo que a los 4.090.000 gigantes, y el nivel de las aguas subió 15 codos más alto que la más empinada de las montañas".

    En la crónica de Enoc se advierte con claridad el sarcasmo del jefe, cuando dice que antes podía esperarse que sus vigilantes actuasen como abogados de los humanos y no éstos como abogados de aquéllos. El poderoso señor está muy enfadado por las cópulas de sus subordinados con las hijas de los hombres, que son "mortales y perecederas". A lo que parece, él y los suyos serían inmortales, o tenidos por serlo. Dicho prestigio podría quedar anulado por las pecaminosas noches de amor y sus consecuencias. ¡Al fin y al cabo, el comandante disgustado con sus mílites conocía bien las leyes de la dilatación del tiempo en vuelos estelares de alta velocidad! Si la tripulación se quedaba en tierra, dedicada a procrear hijos, los habitantes de ese escuálido planeta no tardarían en adivinar el engaño, ¡y se darían cuenta de que aquellos intrusos, tenidos por ellos como dioses, no eran inmortales en modo alguno!
    Vaya metedura de pata, se diría el jefe, disgustado por la desobediencia de sus subordinados. Éstos, en vez de consagrarse a sus misiones de reconocimiento y educación, preferían divertirse mientras él recorría el sistema solar con su nave, ocupado en otros asuntos. Pero los técnicos especializados que formaban la guarnición de tierra eran personal escogido: razón de más para prohibirles el ayuntamiento con las hijas de los hombres. Aquí los ardores de la pasión trastornaron todos los cálculos. Mal asunto para el comandante.

 

 
Adán y Eva
Antes y después del "pecado"
    Considerando que la humanidad era "una inmundicia" para aquel comandante al cual se refiere von Däniken, parece contradictorio que él considerase a sus celestiales subordinados como seres magníficos y tan superiores a la raza humana, teniendo en cuenta el siguiente relato de Enoc, de donde se deduce que muchas de las maldades que se le atribuye al hombre, no fueron cosa humana, sino que fueron otros los que las trajeron; de "arriba":

     "He aquí los nombres de sus jefes por grupos de 100, 50 y 10. El nombre del primero es Jequn, y éste fue el que sedujo a los ángeles, les convenció para que bajasen a tierra y les hizo caer a través de las hijas de los hombres. El nombre del segundo es Asbeel y éste persuadió a la raza del ángel con malos consejos, a fin de que mancillasen sus cuerpos con las hijas de los hombres. El nombre del tercero es Gadreel; éste enseñó a los hombres toda clase de golpes mortales. También fue quien sedujo a Eva y enseñó a los hijos de los hombres todos los instrumentos de muerte. De su mano pasaron las armas a los habitantes de la tierra firme desde aquel mismo instante. El nombre del cuarto es Penemue, y éste enseñó a los hijos de los hombres a diferenciar lo dulce y lo amargo, y les reveló todos los secretos de su ciencia. También enseñó a los hombres a escribir con cálamo y papel, por lo cual muchos han pecado de eternidad en la eternidad y hasta nuestros días. El nombre del quinto es Casdeya, y éste adiestró a los hijos de los hombres en toda clase de golpes maléficos: el golpe al embrión en el vientre de la madre, a fin de hacerla abortar, y el golpe al alma, la mordedura de la serpiente, así como los golpes que causa el calor demasiado al mediodía... El llamado Miguel fundó la tierra sobre las aguas, e hizo venir las corrientes desde los rincones ocultos de las montañas".

    Teniendo en cuenta que Gadreel sedujo a Eva -lo cual debe haberle sido fácil, como que acá era "Gardel", con lo atractivo que sería con su cuerpo de otro mundo- cabría preguntarse qué clase de "primera mujer" fue ella, siendo que había otras a las cuales se unieron estos personajes foráneos. En todo caso, Eva habría sido la primera mujer de un árbol genealógico, cuya descendencia la Biblia refiere.

 
 

 
¡No sólo caballeros!
Ella no quería, porque no sabía nada de sexo,
pero él le hizo saber todo...
    En su libro El mensaje de los Dioses (1973) Erich von Däniken, decía que " los mitos sumerios nos hablan de dioses que recorrieron el cielo en barcas y naves de fuego, bajaron a la Tierra y fecundaron a nuestros antepasados, para regresar después a las estrellas. La misma tradición sumeria afirma que los dioses trajeron a nuestro mundo la escritura y enseñaron a los hombres a trabajar el metal", y al referirse a un caso de abuso sexual por parte de uno de esos dioses, concluye que "no todos los dioses se comportaron en las leyendas como caballeros..."  En su anterior libro Regreso a las estrellas (1969), comentaba:
   (...) "según los textos sumerios, los primeros hombres serían el producto del cruce de los dioses con hijas de la tierra...
    Según el mito sumerio, por lo menos el dios del Sol, Utu, y la diosa de Venus, Inanna, procedían del Universo. La palabra sumeria para costilla es ti; pero ti significa también "crear vida". Según los textos sumerios, el dios del aire, Enlil, fecundó a varias mujeres.
    Cuando los seres humanos no habían sido aún creados y en la ciudad de Nippur vivían únicamente los dioses, Enlil, por orden superior, violó y fecundó a la encantadora Ninlil. la escritura cuneiforme de Nippur nos informa sobre el temor de Ninlil antes del acto de la violación:
    "...Mi vagina es demasiado pequeña y no sabe del coito. Mis labios son demasiado pequeños y no saben besar..."
    El dios Enlil no hizo caso de las palabras defensivas de Ninlil. Los "dioses" habían decidido extirpar de la Tierra la forma impura y antinatural de originar la vida, por lo que Enlil vertió su semen en el seno de Ninlil. En una de las tablillas traducidas por un experto en cuestiones sumerias, S. N. Kramer, podemos leer: "...El consejo de los dioses tomó su decisión respecto a exterminar la semilla de la humanidad. Después de las órdenes de Am y de Enlil. Acabará su soberanía..."
 
    Para ampliar el tema, iremos a la fuente en la que von Däniken se basó: el libro La historia empieza en Sumer (From the tablets of Sumer, 1965), del referido Samuel Noah Kramer:
 
    "Antes de que el hombre hubiese sido creado, la ciudad de Nippur estaba habitada por los dioses; el joven era el dios Enlil, la joven era la diosa Ninlil, y la vieja era la madre de Ninlil, Nunbarsegunu.
    Un buen día, esta última, habiendo resuelto, a lo que parece, casar a Ninlil con Enlil, aconsejó a su hija que siguiera las instrucciones siguientes:
 
    En la ola pura, mujer, báñate en la ola pura.
    Ninlil, vete por el ribazo del río Nunbirdu:
    El ser de ojos brillantes, el señor, el ser de ojos brillantes,
    El "gran monte", el padre Enlil,
           el ser de ojos brillantes te verá,
    El pastor...que decide los destinos,
           el ser de los ojos brillantes te verá.
    Allí mismo te abrazará (?), te besará.

    Ninlil siguió alegremente las instrucciones de su madre:

    En la ola pura, la mujer se bañó en la ola pura.
    Ninlil se fue por el ribazo del río Nunbirdu:
    El ser de ojos brillantes, el señor, el ser de ojos brillantes,
    El "gran monte", el padre Enlil,
           el ser de ojos brillantes la vio,
    El pastor...que decide los destinos,
           el ser de los ojos brillantes la vio,
    El señor le habló de amor (?), pero ella rehusó:
    "Mi vagina es demasiado pequeña y no conoce la cópula,
    Mis labios son demasiado pequeños y no conocen los besos..."

    Enlil consultó entonces con su visir Nusku y le participó el deseo que sentía por la encantadora Ninlil. En vista de lo cual Nusku le procuró una barca; mientras Enlil iba navegando en compañía de Ninlil, abusó de ella, engendrando así al dios-luna Sin. Los dioses se escandalizaron y,

    Mientras Enlil paseaba por el Kiur
    Los grandes dioses, cincuenta en total,
    Los dioses que deciden los destinos, todos siete,
    Se apoderaron de Enlil en el Kiur, diciendo:
    "Enlil, ser inmortal, ¡sal de la ciudad!
    Nunamnir, ser inmortal, ¡sal de la ciudad!"

    Entonces Enlil, siguiendo el "destino" decretado por los dioses, partió en dirección al Hades sumerio. No obstante, Ninlil, que estaba encinta, se negó a quedarse atrás y decidió acompañarle en el destierro."

   
 

 
El pecado mortal del jardinero
Abusó de una diosa que dormía en su jardín
 
    Entre las tabletas que descifró, Samuel N. Kramer, en 1946, descubrió un mito al que tituló "Inanna y Sukallituda o el pecado mortal del jardinero". En su referido libro, resume el contenido:
    "Había una vez un jardinero, llamado Sukallituda. Era un buen jardinero, trabajador y diligente. Sin embargo, a pesar de todos sus afanes, su jardín iba de mal en peor. Por más que regase cuidadosamente regueros y cuadrados, sus plantas se marchitaban. Los vientos furiosos no cesaban de azotarle el rostro con el ´´polvo de las montañas´´. Y a pesar de sus cuidados todo se secaba. Entonces alzó los ojos hacia el firmamento estrellado, estudió los signos y presagios, observó y aprendió a conocer las leyes de los dioses. Habiendo adquirido de esta suerte una nueva sabiduría, plantó en su jardín sarbatus, cuya sombra se extiende, siempre ampulosa, del alba al ocaso, y desde aquel momento todas las hortalizas prosperaron espléndidamente en el jardín de Sukallituda.
    Un día, la diosa Inanna, después de haber atravesado cielo y tierra, se echó, para dar descanso a su cuerpo fatigado, en los aledaños del jardín de Sukallituda. Éste la espió desde un extremo de su jardín y luego se aprovechó de la inmensa lasitud de la diosa y amparado por la noche abusó de ella. A la mañana siguiente, Inanna miró consternada a su alrededor y resolvió descubrir a todo trance al mortal que tan vergonzosamente la había ultrajado. En consecuencia, envió tres plagas a los sumerios: llenó de sangre todos los pozos del país para que las palmeras y las piñas quedaran saturadas de sangre; desencadenó sobre todo el país una gran profusión de vientos y tormentas devastadores; la naturaleza de la tercera plaga es incierta, ya que las líneas que a ella hacen referencia se hallan en muy mal estado de conservación.
    A despecho de esos poderosos medios, Inanna no consiguió desenmascarar a su profanador. Cada vez que Sukallituda se sentía amenazado iba a consultar a su padre, y éste siempre le aconsejaba que se fuese al país de las "gentes de cabeza negra" y se quedase en la proximidad de los centros urbanos. Sukallituda siguió por fin el consejo paterno, y así pudo escapar a la cólera de la diosa. El texto relata a continuación que, viéndose incapaz de lograr una cumplida venganza, Inanna, llena de amargura, decidió ir a Eridu y pedir consejo a Enki, dios de la sabiduría. Y así termina para nosotros la historia, ya que, como he dicho, la tableta está rota."
    Dice el poema:

    Sukallituda...,
    cuando vertía el agua en los surcos,
    Cuando cavaba regueros a lo largo de los cuadros de la tierra...,
    Tropezaba con las raíces, era arañado por ellas.
    Los vientos furiosos con todo lo que traen,
    Con el polvo de las montañas, le azotaban el rostro:
    A su rostro...y sus manos...,
    La dispersaban, y él ya no reconocía a sus...

    Entonces él alzó los ojos hacia las tierras bajas,
    Miró las estrellas al este, Alzó los ojos hacia las tierras altas.
    Miró las estrellas al oeste;
    Contempló el firmamento donde se escriben los signos.
    En este cielo inscrito, aprendió los presagios;
    Vio cómo había de aplicar las leyes divinas,
    Estudió las decisiones de los dioses.
    En el jardín, en cinco, en diez sitios inaccesibles,
    En cada uno de estos lugares plantó un árbol como sombra protectora.

    La sombra protectora de este árbol
             -el sarbatu, de opulento follaje-
    La sombra que da al despuntar el día,
    A mediodía y al anochecer, nunca desaparece.

    Ahora bien, un día, mi reina, después de haber atravesado el cielo,
              atravesado la tierra,
    Inanna, después de haber atravesado el cielo, atravesado la tierra,
    Después de haber atravesado Elam y Subur,
    Después de haber atravesado...,
    La Hierodula (Inanna), vencida por el cansancio,
              se acercó al jardín y se adormeció.

    Sukallituda la vio desde el extremo de su jardín.
    Abusó de ella, la tomó en sus brazos,
    Y después volvió al extremo de su jardín.

    Despuntó el alba, salió el sol:
    La mujer miró a su alrededor, espantada;
    Inanna miró a su alrededor, espantada;
    Entonces, la mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
    Inanna, a causa de su vagina, ¡lo que hizo!
    Todos los pozos del país los llenó de sangre;
    Todos los bosquecillos y los jardines del país,
               ella los saturó de sangre.
    Los siervos que habían ido a buscar leña no bebieron más que sangre.
    Las sirvientas que fueron a llenar el balde de agua
               no lo llenaron más que de sangre.
    "Quiero buscar a aquél que ha abusado de mí,
               por todos los países", dijo ella.

    Pero al que había abusado de ella, no lo encontró.
    Porque el joven entró en la casa de su padre;
    Sukallituda dijo a su padre:
    "Padre: Cuando yo vertía el agua en los surcos,
    cuando cavaba regueros a lo largo de los cuadros de tierra...,
    Tropezaba con las raíces, era arañado por ellas.
    Los vientos furiosos, con todo lo que traen,
    Con el polvo de las montañas, me azotaban el rostro,
    A mi rostro...y a mis manos...,
    La dispersaban y yo ya no reconocía sus...
    Entonces alcé los ojos hacia las tierras bajas,
    Miré las estrellas al este,
    Alcé los ojos hacia las tierras altas,
    Miré las estrellas al oeste;
    Contemplé el cielo donde se inscribían los signos.
    En este cielo inscrito aprendí los presagios;
    Vi cómo había de aplicar las leyes divinas,
    Estudié las decisiones de los dioses.
    En el jardín, en cinco, en diez lugares inaccesibles,
    En cada uno de estos sitios planté un árbol
               como una sombra protectora.
    La sombra protectora de ese árbol
               -el sarbatu, de opulento follaje-
    La sombra que da al despuntar el día,
    A mediodía y al anochecer, nunca desaparece.

    Ahora, bien, un día, mi reina, después de haber atravesado el cielo,
               atravesado la tierra,

    Inanna, después de haber atravesado el cielo, atravesado la tierra,
    Después de haber atravesado Elam y Subur,
    Después de haber atravesado...,
    La Hierodula, vencida por el cansancio,
               se acercó al jardín y se adormeció.
    Yo la vi desde el extremo de mi jardín.
    Abusé de ella, la tomé en mis brazos.
    Y después volví al extremo de mi jardín.

    Despuntó el alba, salió el sol:
    La mujer miró a su alrededor, espantada.
    Inanna miró a su alrededor, espantada.
    Entonces, la mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
    Inanna, a causa de su vagina, ¡lo que hizo!
    Todos los pozos del país los llenó de sangre.
    Todos los bosquecillos y jardines del país,
                ella los saturó de sangre.
    Los siervos que habían ido a buscar leña no bebieron más que sangre,
    Las sirvientas que fueron a llenar el balde de agua
                no lo llenaron más que de sangre.
    "Quiero buscar a aquél que ha abusado de mí,
                por todos los países", dijo ella.

    Pero al que había abusado de ella no lo encontró.
    Porque el padre respondió al joven,
    El padre respondió a Sukallituda:
    "Hijo mío: quédate cerca de las ciudades de tus hermanos.
    Dirige tus pasos y ve hacia tus hermanos,
                 los de cabeza negra,
    Y la mujer jamás te encontrará en medio de esos países."

    Sukallituda se quedó, pues, cerca de las ciudades de sus hermanos,
    Dirigió sus pasos hacia sus hermanos, los de la cabeza negra,
    Y la mujer jamás lo encontró en medio de esos países.

    Entonces, la mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
    Inanna, a causa de su vagina, ¡lo que hizo!

 
 

 
Los dioses y el pecado
El ser humano, juguete para placeres divinos
    Todas estas historias de dioses poco "divinos" según lo que se entendería como divinidad, nos ponen frente a la idea de una realidad galáctica en la que ir a otros mundos no garantiza encontrarse con buenitos ángeles alados, sino que se puede ser presa de seres perversos, que nos pueden hacer pasar unos momentos no del todo placenteros, salvo para ellos. Llegados a este planeta, trajeron eso mismo con que nos encontraríamos si nos cruzáramos con ellos en el espacio o bajáramos en sus mundos.  Al respecto, Samuel Kramer dice en su citado libro:
    "De acuerdo con su concepto del mundo, los pensadores sumerios tenían una visión relativamente pesimista del hombre y de su destino y estaban persuadidos de que el ser humano, formado y amasado con arcilla, no había sido creado más que para servir a los dioses, suministrándoles comida, bebida y morada, para que se pudieran entregar en paz y sisiego a sus actividades divinas. Se decían los pensadores sumerios que la vida está llena de incertidumbre y que el hombre no puede gozar jamás de una seguridad completa, ya que es incapaz de prever el destino que le ha sido asignado por los dioses, cuyos designios son imprevisibles. Después de su muerte, el hombre no es más que una sombra impotente y errabunda en las lúgubres tinieblas de los infiernos, donde la "vida" no es más que un miserable reflejo de la vida terrestre.
    El difícil problema del libre albedrío, que tanto preocupa a los filósofos, no se plantea en absoluto entre los pensadores sumerios, quienes aceptaban como una gran verdad inmediata que el hombre había sido creado por los dioses únicamente para su provecho y placer, y que por lo tanto no podía considerarse como un ser libre. Para ellos la muerte era el premio reservado a la criatura humana, ya que sólo los dioses eran inmortales, en virtud de una ley trascendental e ineluctable. Asimismo estaban convencidos de que las altas virtudes de sus compatriotas, adquiridas progresivamente, en realidad después de muchos siglos de tanteos y experiencias sociales, habían sido inventadas por los dioses. Eran éstos los que disponían; los hombres no podían hacer otra cosa que obedecerles.
(...)
    Según los sabios sumerios, los dioses preferían la moralidad a la inmoralidad, y los himnos exaltan, sin excepción, la bondad, la justicia, la franqueza y la rectitud de todas las grandes divinidades. Hasta tal punto que había muchos dioses, como Utu, dios del sol, cuya principal función era velar por el mantenimiento del orden moral.
(...)
    Si los sumerios pensaban que los grandes dioses se comportaban de una manera virtuosa, no dejaban por eso de creer que al establecer la civilización humana esos mismos dioses habían introducido el mal en ella. El mal, la mentira, la violencia y la opresión. Y la lista de los me, esos principios inventados por los dioses para hacer funcionar sin trabas al cosmos, comprendía, como ya se ha visto, no solamente la verdad, la paz, la bondad, la justicia, sino también la falsedad, la disputa, la lamentación, el temor.
    ¿Por qué habrían sentido la necesidad, los dioses, de promover y crear el pecado y el mal, el sufrimiento y la desgracia? A juzgar por los documentos de que disponemos, si los sabios de Sumer llegaron a plantearse alguna vez este problema, estaban ciertamente dispuestos a responder que nada sabían de esta cuestión. ¿No creían que la voluntad de los dioses y sus motivos eran impenetrables?  Un "Job" sumerio, abrumado por una desdicha, al parecer injustificada, no habría siquiera soñado con discutir y quejarse, sino solamente, en implorar, gemir, lamentarse y confesar unos pecados y unas faltas que le habían sido inevitables.
    Pero, ¿habrían prestado atención los dioses a aquel mortal solitario e insignificante? Los pensadores de Sumer creían que no. Para ellos, los dioses se parecían mucho a los soberanos mortales de la tierra; es decir, tenían cosas más importantes en qué ocuparse. Del mismo modo que había que recurrir a un intermediario para conseguir cualquier cosa de los reyes, era lógico que uno no pudiese hacerse oír de los dioses más que a través de alguien que disfrutara de su especial favor. De ahí nació, sin duda, ese procedimiento de recurrir a un dios "personal", especie de ángel de la guarda, adscrito a cada ser humano y a cada cabeza de familia, del que se aprovecharon los sumerios. Era a esta especie de ángel de la guarda a quien el sumerio afligido descubría la intimidad de su corazón, era a él a quien rogaba y suplicaba, y era gracias a él que lograba alcanzar la salvación dentro de la desgracia".

    Según esta explicación de Kramer, puede deducirse que, sean humanos o cósmicos los violadores ocasionales, las víctimas no serán escuchadas por ningún dios (o Dios) que pueda impedir el abuso. Más bien, ya que los humanos fueron creados "para provecho y placer de los dioses", lo que podría esperarse de ellos es que bajen a la Tierra a divertirse. 

 
 

 
¡Cómo calienta el Sol!...
Virgen "visitada" por "dios" del astro rey
(Del libro La respuesta de los dioses, de Erich von Däniken, 1977)
    En el canto "Adi Parvha", el Mahbarata nos habla de la concepción y nacimiento del héroe semidiós Karna. La soltera Kunti fue visitada por el dios del Sol. Como fruto natural de tan celestial cohabitación, dio a luz un hijo que salió a su papá, pues era radiante como el Sol mismo. La ex virgen Kunti tuvo miedo del qué dirán, por cuyo motivo metió al niño en un cesto y lo abandonó a la corriente del río. Entonces, la noble señora Adhirata pescó al divino infante sacándolo del agua, le puso por nombre Karna y lo educó como a hijo suyo.
 

 
Ángeles acechados
Los homosexuales de Sodoma querían violarlos
    Génesis 19, 1Cuando los dos Ángeles llegaron a Sodoma, al atardecer, Lot se encontraba sentado a la puerta de la ciudad. Apenas los vio se levantó, fue a su encuentro, se posternó rostro en tierra 2y les dijo: "Ruégoos, señores míos, que os dignéis venir a la casa de vuestro siervo, para pasar en ella la noche y lavaros los pies. Por la mañana, una vez levantados, seguiréis vuestro camino."  Pero ellos le respondieron: "No, pasaremos la noche en la plaza." 3Mas él insistió tanto que se fueron con él y se hospedaron en su casa. Les preparó un banquete, coció panes sin levadura y ellos comieron. 4Pero antes de que se acostasen, los hombres de la ciudad, los sodomitas, todo el pueblo, jóvenes y ancianos sin excepción, cercaron la casa.  5Llamaron a Lot y le dijeron: "¿Dónde están esos hombres que han venido a ti esta noche?  Sácanoslos para que abusemos de ellos."  6Lot se presentó ante ellos a la entrada y, habiendo cerrado la puerta tras sí, 7les dijo: "Ruégoos, hermanos míos, que no cometáis tal maldad. 8Escuchad: yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las voy a sacar fuera y haced de ellas como os parezca, mas no hagáis nada a estos hombres, pues que han entrado a la sombra de mi tejado." 9Pero ellos le respondieron: "¡Quítate de ahí!" y se decían: "Vino éste aquí como extranjero y quiere erigirse en juez; haremos contigo peor que con ellos."

    Pero el ano de Lot fue salvado gracias a los ángeles (que también salvaron sus anos) porque emplearon poderes que dejaron ciegos a los agresores que se habían avalanzado sobre la casa. En cuanto a la suerte que corrieran las hijas, el intérprete de la Biblia publica que "el gesto de Lot es comprensible desde el ángulo de vista de su tiempo, teniendo presente que la hospitalidad era una cosa sagrada en Oriente, mientras que en aquellas épocas remotas el honor de la mujer estaba muy subestimado". Y en cuanto a esto de "ángeles" que comen panes y que son tan humanos, parece ser que las alitas celestiales y los cuerpos etéreos quedaran en el cielo cuando se viene al suelo. Y si Jacob peleó contra uno de estos ángeles y lo venció (Génesis 32), quizá no todos estos varones celestiales tenían los poderes defensivos del dúo que fue a Sodoma. Bien podría Jacob haberlo violado. Bien pueden haber sido violados unos cuántos de estos "ángeles", lo cual la Biblia no dice...
    Pero como se verá en la sección sobre casos recientes, parece ser que a los ángeles o extraterrestres se los podrá acusar de haber obligado a tener con ellos relaciones heterosexuales a gente de aquí, pero no le han roto el ano a ningún hombre, ni mujer cósmica alguna ha tenido conductas lesbianas con mujeres terrícolas, que se sepa. Como que allá la cosa está bien definida: macho o hembra; lo cual plantea la incógnita de si la homosexualidad apareció aquí o si fue introducida por alguna raza cósmica pervertida...
 

 

 
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