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Unidos a Cristo como CAMINO Nuestra Iglesia "desarrolla a lo largo de la historia la misión del mismo Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres. La Iglesia debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo llevó, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección." Nosotros seguimos con Alegría los pasos de Cristo, sirviendo humildemente a nuestros hermanos y entregando todo lo que somos en el testimonio de la "Buena Nueva" del Reino de Dios. Jesús nos dice "Nadie va al Padre sino por mí " (Jn 14, 6). El encuentro con Cristo se da en la oración, y perseverando siempre en ella, el misionero debe caminar con Cristo hacia el Padre. Al marchar con Él hacia los pueblos, la misión acerca a los hombres al Padre, permitiendo que le respondan, lo conozcan y lo amen. Somos enviados a cumplir el designio amoroso del Padre del cielo, encarnado en Jesucristo, "que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros " (Jn 17, 21), "que todo el género humano forme un solo Pueblo de Dios, se constituya un solo Cuerpo de Cristo, se estructure en un solo templo del Espíritu Santo, lo cual, como expresión de la concordia fraterna, responde, ciertamente, al anhelo de todos los hombres." Nuestra Madre celestial recorrió como nadie el Camino de Cristo, entregó su vida por Él desde la anunciación hasta la Cruz. Unida de manera tan especial a la Santísima Trinidad, María es nuestra luz y nuestra estrella en el camino. Los cristianos "alzan los ojos hacia ella en los diversos lugares de la existencia terrena" porque en ella encuentran su fortaleza, y al ampararse bajo su corazón de Madre, se hacen uno con el corazón de Cristo. |
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Unidos a Cristo VERDAD "Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí." (Jn 17, 17-20) Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho carne, es la Verdad. Se dio a conocer a nosotros en el don gratuito de la Fe. La Iglesia exhorta a sus misioneros a nutrirse "con las palabras de la fe y de la buena doctrina" (1 Tim 4, 6), para poder acercar la Sabiduría amorosa de Cristo a los pueblos. Sin el testimonio de la Iglesia misionera, la Verdad plena no puede llegar a todo hombre. Los pueblos "tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo, dentro del cual creemos que toda la humanidad puede encontrar, con insospechada plenitud, todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad." Nos fue revelado que Dios es luz (1 Jn 1, 5); el misionero mantiene en alto su lámpara encendida de la fe, para que la Luz redentora ilumine a todo hombre. "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,32); el mismo que nos ha librado de la esclavitud del pecado quiere anunciar la Buena Nueva con nuestros labios e instituir el Reino de Dios desde nuestras obras y nuestro corazón. María, Madre de Cristo, es aclamada como Sede de la Sabiduría. Nuestra madre revela de manera especial la luz de Dios, educando en la verdad y la caridad, e intercediendo por sus hijos en el mundo. María nos comunica los misterios de la vida de su hijo, que ella guardaba fielmente en su corazón, y su amor de madre nos configura con la verdad del mismo Cristo. |
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Unidos a Cristo VIDA "Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35) Jesús se entregó por entero para la salvación de todos los hombres, siguiendo la voluntad del Padre, quiso hacer nuestra su propia Vida. El Espíritu Santo que Él envió sobre sus discípulos sigue vivificando su Iglesia, introduciendo a los hombres en la Vida y Comunión amorosa de la Trinidad Santa. He aquí el llamado a la santidad de los enviados de Cristo, que anuncian la Vida Eterna. El misionero, continuando el envío redentor y santificador del Hijo y del Espíritu, peregrina él mismo hacia la santidad, y se empeña en seguir "los caminos de la misión: pobreza, mansedumbre, aceptación de los sufrimientos y persecuciones, deseo de justicia, de paz, y de caridad." Fieles a Cristo, vivamos con alegría en la caridad fraterna y la oración, abracemos la vida de la gracia que instituyó Él mismo en los sacramentos de la Iglesia. Siempre renovados por el impulso del Espíritu Santo, consagremos nuestra vida a la Verdad y a la Caridad, ya que "Quien no ama permanece en la muerte." (1 Jn 3, 14). Nos dice Jesús: "quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará." (Mt 16, 25) María, llena del Espíritu Santo, vive la Vida de Cristo, que recibió desde su propia concepción. Ella trajo la Vida Nueva a este mundo y hoy sigue mostrándonos el misterio de su hijo. Como una madre paciente, guía nuestros corazones hacia esta Nueva Vida, hacia la santidad, y nos acompaña a cada paso como lo hizo con Jesús. "No tengas miedo, sigue predicando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal." (Hch 18, 9-10) |
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