La sumisión, ante un endeble planteamiento en pos de un futuro mas solido al lado del opresor, es el mas irrisorio de los pilares en que basan su estado.
Obedecer al siempre manifiesto poder, otorgado estadisticamente en base a la opinión de una parte de la sociedad que no abarca al sujeto en desarrollo, es ilógico. Sobre todo si ese sujeto sera el encargado de la defensa del idealizado sistema globalizador en que se ve involucrado.
Proteger valores establecidos y dictaminados en su mayor parte por quien ostenta un cargo estable, dejar a un lado los ideales y contraer un deber transitorio que implica una licita defensa mediante la sangre de un sueño destruido. Obcecado en la labor desenvuelta el tiempo para dudar de la patria se pierde: racismo, autoritarismo, desigualdad... son las unicas promesas del protector de la causa. Permitir la barbarie intransigente que atenta contra cualquier libertad es posicionarse a su favor, en contra la subersión y la insumisión masiva. El estado imposibilita cualquier intento de consecuar una creencia, e impide el posicionamiento mediante su habitual metodología: la imposición. Su modelo esta abalado por la historia y por las muertes... La lucha no se canaliza y decide, no puede ser regida por el estado dejando apartado al pueblo.
La guerra se organiza, es premeditada y estipulada entre partes no siempre contrapuestas, la revolución nace en el seno del pueblo y es un instinto primario en un ansia liberador, ante la privación de derechos la lucha suprime al llanto. Nuestra lucha se aprende en cualquier calle.
Tras las pretensiones de quien cree poder suplir el paradigma con una disciplina autocomplaciente con sus criterios, se esconde tan solo el vil miedo... secuestrar es su respuesta y sus opciones tambien, prestar un servicio ejemplarizador que acarrea una vulneración de la conciencia de quien impávido asiste al espectaculo...
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