Por otra parte, el progenitor linfoide común da origen a los linfocitos. Hay dos tipos principales de linfocitos: los linfocitos B (o células B) que al activarse se diferencian en células plasmáticas liberadoras de anticuerpos; y linfocitos T (o células T) de las cuales existen dos clases principales: el primer tipo está compuesto por las células T citotóxicas (células Tc) que "matan" células infectadas con virus; mientras que el segundo grupo está formado por células T que activan a otras células -ya sea células B o macrófagos- como los linfocitos T "helpers" o coadyuvantes (células Th).
Receptores celulares de antígenos.
Tanto los linfocitos B como los T llevan en su superficie una gran variedad de receptores específicos para cada antígeno en particular. Por lo tanto, en conjunto, los receptores de todos los tipos de linfocitos diferentes son capaces de reconocer una diversidad muy amplia de antígenos.
En los linfocitos B, el receptor de antígenos es una forma unida a membrana del anticuerpo que esa célula, una vez activada, secretará. Estas moléculas son conocidas como inmunoglobulinas (Ig) y el receptor de antígeno como inmunoglobulina de superficie.
Inmunidad innata y adaptativa - Inflamación.
Los fagocitos del sistema inmune innato generan una primera línea de defensa contra muchos microorganismos comunes y son esenciales para el control de las infecciones bacterianas comunes. Sin embargo, estas células no son siempre capaces de eliminar a los organismos infecciosos y existen muchos patógenos que no pueden reconocer. Los linfocitos que median la inmunidad adaptativa han evolucionado para proveer un medio de defensa más versátil que a su vez aumenta el nivel de protección contra una re-infección con el mismo patógeno.
Hipersensibilidad y tipos de alergia.
Actualmente existen muchos mitos y creencias acerca de lo que es la alergia y quiénes son alérgicos. Encuestas de Estados Unidos y España coinciden en que del 20% de las personas que dicen ser alérgicas (a fármacos, alimentos, polen, polvo, etc.) sólo el 1-2% realmente los son. Esto se debe quizás a la falta de información y atención tanto del paciente por conocer lo que le está pasando, como del profesional por explicarle y enseñarle al paciente de qué se trata y cómo se trata su falla inmunológica.
Alergenos. Un antígeno es cualquier sustancia que el cuerpo reconoce como extraña y contra la cual libera anticuerpos (antígeno por su capacidad de generar anticuerpos), aunque hay unos pocos antígenos que por sí solos no liberan anticuerpos. Específicamente, los antígenos capaces de generar una reacción alérgica se denominan alergenos.
Para entender mejor por qué se produce el switch isotípico, es decir, por qué genéticamente se deja de expresar el isotipo para IgM y comienza a expresarse el correspondiente a la IgE, debemos conocer ciertos tipos de células y sus funciones.
Volviendo a las etapas de la respuesta alérgica, una vez ocurrida la sensibilización, el alergeno que la provocó puede haber desaparecido, pero las moléculas de IgE no desaparecen, sino que se unen por su porción Fab a los receptores de IgE (receptores de alta afinidad, FceRI) en mastocitos y basófilos. Los mastocitos, que proceden de la médula ósea y residen en los tejidos, suelen establecerse cerca de los vasos sanguíneos y de los epitelios -la capa de células epiteliales y glandulares que cubre la superficie a través de la cual contactamos con el mundo exterior. Los basófilos derivan también de la médula ósea pero se especializan y convierten en glóbulos blancos que circulan por el torrente sanguíneo.
La cascada de reacciones que finaliza con la liberación de los mediadores químicos incluye a varias enzimas, entre ellas: tirosina quinasas, fosfolipasa C, proteína quinasa C y un flujo de iones calcio (ver Fig. 3). Esta cascada parece también promover la síntesis y secreción de citoquinas.
Para finalizar, discutiremos una nueva terapia anti-alérgica, que consiste en la producción de anticuerpos anti-IgE y su potencial terapéutico. Para ello nos basaremos en el trabajo publicado por Christoph Heusser y Paula Jardieu en 1997 en Current Opinion in Immunology(3).
Introducción a la Monografía
El presente trabajo fue realizado con el objetivo de investigar y comprender tanto el mecanismo por el cual se genera una respuesta alérgica en un organismo, así como también las terapias actuales que se aplican y las nuevas hipótesis que se plantean con respecto a esta problemática.
La recopilación de datos y asimilación de conceptos surgió de la búsqueda y lectura de artículos científicos publicados en Internet y en revistas, como también de la literatura específica disponible en la actualidad.
El interés personal por el tema se basa en experiencias de padecimientos y tratamientos alérgicos, tanto propias como de personas allegadas, que generaron la necesidad de conocer qué es lo que le pasa a un individuo alérgico y por qué algunas personas son alérgicas y otras no.
La monografía está organizada en tres secciones distintas. La primera es una introducción al tema, donde se definen conceptos y mecanismos inmunológicos, a los cuales se hará referencia a lo largo del trabajo. De esta manera se pretende, brevemente, aclarar el panorama y generar una base conceptual para aquellos que no tengan ningún tipo de conocimiento acerca de cómo funciona el sistema inmunitario. En esa misma sección se definen los dos tipos de inmunidad -innata y adaptativa- y se diferencian los términos hipersensibilidad y alergia.
La segunda sección hace referencia al mecanismo -a escala molecular- por el cual se produce una respuesta alérgica, teniendo en cuenta la cascada de reacciones químicas que se llevan a cabo (transducción de señales), y se hace un breve comentario sobre los aspectos genéticos de la enfermedad.
Finalmente, en la tercera sección se exponen las distintas terapias actuales contra la alergia, detallando los nombres y componentes de algunos de los fármacos disponibles hoy en día, clasificados según su acción terapéutica. Además, se plantea el potencial terapéutico de los anticuerpos anti-IgE, como futura terapia antialérgica, sobre la base de un artículo publicado en Current Opinion in Inmunology.
A lo largo de la monografía se incluyen tablas y dibujos a fin de resumir y aclarar, respectivamente, ciertos conceptos y mecanismos. Al finalizar el desarrollo del tema se sacan las conclusiones respectivas y se agradece la ayuda de quienes participaron de alguna manera en la realización de este trabajo.
Introducción al tema
Generalidades del Sistema Inmune
Componentes celulares del sistema inmunitario.
Todos los elementos de la sangre, incluyendo los glóbulos rojos que transportan oxígeno, las plaquetas que disparan la coagulación en tejidos dañados y los glóbulos blancos del sistema inmunológico, derivan de las mismas células progenitoras o precursoras: las células pluripotenciales hematopoyéticas (conocidas también como stem cells) de la médula ósea. Estas células no sólo dan origen a todos los tipos diferentes de células sanguíneas (de ahí lo de pluripotenciales) sino que también dan lugar a otras stem cells de potencial más limitado que son los progenitores inmediatos de los glóbulos rojos, plaquetas y de las dos categorías principales de glóbulos blancos.
En la Fig. 1, se muestran los diferentes tipos de células sanguíneas y sus relaciones de linaje. El progenitor mieloide es el precursor de los granulocitos y macrófagos del sistema inmune. Los macrófagos son uno de los dos tipos de fagocitos del sistema inmunológico y están ampliamente distribuídos en los tejidos del cuerpo donde juegan un papel crítico en la inmunidad innata. Son la forma madura de los monocitos, que circulan en la sangre y se diferencian continuamente en macrófagos. Los granulocitos deben su nombre a la gran cantidad de gránulos que contiene su citoplasma, claramente observables al microscopio mediante una tinción diferencial, y también son llamados leucocitos polimorfonucleares por la forma singular de su núcleo que aparenta ser más de uno. Existen tres tipos de granulocitos: los neutrófilos -que comprenden el otro tipo de células fagocíticas del sistema inmune- son el componente celular de la respuesta inmune innata más numeroso e importante, ya que deficiencias hereditarias en la función de los neutrófilos conducen a infecciones bacterianas opresivas y fatales ante la falta de tratamiento. Los eosinófilos son sumamente importantes como defensa contra las infecciones parasitarias y son activados por los linfocitos de la respuesta inmune adaptativa. La función de los basófilos es probablemente similar a la de los mastocitos, los cuales intervienen en la protección de las superficies mucosas del cuerpo y secretan sustancias que afectan la permeabilidad vascular.
La mayoría de los linfocitos son células pequeñas con la mayor parte de su cromatina inactiva y pocas organelas citoplasmáticas, lo que conforma una apariencia típica observada en células inactivas. Esta característica es cierta en linfocitos hasta cierto punto, ya que no tienen actividad funcional hasta que se encuentran con un antígeno, lo cual es necesario para disparar su proliferación y diferenciación de sus características funcionales especializadas.
En los linfocitos T, los receptores de antígenos (TCR's) son complejos proteicos que intervienen en la señalización de la célula cuando se les une un antígeno, y están relacionados estructuralmente con las moléculas de anticuerpo. No obstante, existe una importante diferencia entre los dos tipos de receptores, ya que las inmunoglobulinas reconocen antígenos en solución mientras que los TCR's no reaccionan con toda la molécula extraña sino con distintas partes de la misma denominadas determinantes antigénicos o epítopes -azúcares, aminoácidos, ácidos o bases orgánicas, hidrocarburos aromáticos, etc.- es decir, que los TCR's reaccionan con los epítopes después de que la macromolécula ha sido parcialmente degradada y presentada por una célula especializada (APC) durante lo que se conoce como presentación antigénica.
No obstante, las células del sistema inmunológico innato juegan un papel crucial en la iniciación y subsecuente dirección de respuestas inmunes adaptativas y, además, su rol en controlar el primer período de infección es crítico ya que la respuesta adaptativa no es instantánea sino que tarda entre 4 y 7 días en aparecer.
Los macrófagos y neutrófilos llevan en su superficie receptores que han evolucionado para reconocer y unirse a constituyentes comunes de muchas superficies bacterianas. La unión de estas moléculas extrañas (antígenos) a sus receptores dispara una cascada de reacciones que hacen que la célula engolfe a la bacteria y secrete mediadores químicos. Entre estas sustancias se encuentran las citoquinas que se definen como mediadores químicos, liberados por células, que afectan la conducta de otras células.
Las citoquinas liberadas por los fagocitos en respuesta a la unión bacteriana generan un espectro de efectos conocidos colectivamente como inflamación. El término "inflamación" se define con las cuatro palabras latinas calor, dolor, rubor y tumor, que no son más que el efecto de las citoquinas sobre los capilares sanguíneos del lugar de la infección. La dilatación y aumento de la permeabilidad de los vasos sanguíneos durante la inflamación conduce al aumento del flujo sanguíneo local que genera calor, enrojecimiento e hinchazón de la zona afectada.
Otro de los efectos importantes de las citoquinas -que jugará un papel importante en la reacción alérgica de la cual se hablará más adelante en esta monografía- es el que tiene sobre las propiedades de adhesión del endotelio, que hacen que los leucocitos circulantes se "peguen" a las células endoteliales de las paredes de los vasos sanguíneos y migren, a través de ellos, hacia el sitio de infección, al cual son atraídos aún por otras citoquinas. La migración de células al tejido y sus acciones locales son la fuente del dolor. Las principales células observadas en una respuesta inflamatoria en su fase inicial, son los neutrófilos, seguidos por los macrófagos, por lo cual son también conocidos como células inflamatorias.
La respuesta inflamatoria ante una infección involucra luego a los linfocitos de la inmunidad innata, que han sido mientras tanto activados por la difusión del antígeno desde el lugar de la infección a través del sistema circulatorio linfático aferente. La activación de los linfocitos depende de las interacciones antígeno-fagocito, durante las cuales los constituyentes bacterianos inducen cambios en las moléculas de superficie expresadas por la célula, cruciales en la inducción de la respuesta inmune adaptativa.
¿Qué es la alergia?
Concepto y evolución. Hecho ya un breve comentario acerca de las características y funciones del sistema inmunológico, entremos directamente al tema que concierne a esta monografía: la alergia.
Para definir qué es la alergia, podemos analizar el origen de la palabra y establecer el alcance de su significado. El término "alergia" proviene del griego allos (otro) y ergon (trabajo), cuya derivación y aplicación implica una reacción anormal o inapropiada del sistema ante un estímulo.
En efecto, la alergia es una reacción desproporcionada del sistema inmunológico ante sustancias que, en principio, no deberían ser nocivas. El contacto con la sustancia responsable de la reacción alérgica (alergeno), desencadena una acción de defensa por parte del organismo a través de la producción excesiva de anticuerpos (especialmente IgE) provocando las manifestaciones típicas en las personas alérgicas.
No obstante, no todas las respuestas adversas a estímulos externos normalmente inocuos son alergias, ni la diferencia está siempre muy clara. Una persona puede experimentar una reacción alérgica extrema y amenazante de la vida (como un choque anafiláctico) a raíz de una inyección de penicilina, mientras que otra persona puede manifestar sólo una erupción ante el mismo fármaco y otro individuo puede generar también una erupción por usar un reloj de pulsera. Los que padecen de rinitis alérgica -más conocida como fiebre del heno- sufren ataques de estornudos en ciertas temporadas y algunas personas sienten dolores abdominales y diarrea por comer ciertos alimentos. ¿Son alérgicas todas estas personas? Algunas seguramente sí lo sean mientras que otras puede que no.
Cuando se habló en la sección anterior de las generalidades del sistema inmunológico y sus componentes, varias veces se hizo mención a que "los linfocitos han evolucionado para generar una línea de defensa" o que "los receptores evolucionaron para reconocer antígenos". Si hablamos en términos de evolución, una cuestión interesante es, entonces, discutir por qué la selección natural permitió que la alergia se extendiera tanto en todo el mundo.
Con respecto al tema, Lawrence M. Lichtenstein (2)-y previamente Paul D. Buisseret (1)- comenta en uno de sus trabajos, que "ciertos rasgos de la alergia sólo vuelven a darse cuando el sistema inmunitario intenta erradicar parásitos" ya que tanto en la respuesta contra alergenos como ante la presencia de parásitos el cuerpo sintetiza cantidades elevadas de anticuerpos de tipo inmunoglobulina E (IgE). Mientras tanto, para combatir a otros invasores, generalmente bacterias, el sistema inmunológico secreta otra clase de anticuerpos. Por lo tanto, se plantea la hipótesis de que el desarrollo de la respuesta alérgica tiene su origen en la necesidad, por parte del organismo, de combatir parásitos, cuyas infecciones serían frecuentes en otras épocas donde la atención sanitaria era escasa. Entonces, las personas capacitadas genéticamente para organizar un ataque inmunitario eficaz contra esos organismos, sobrevivirían sobre los que carecieran de tal mecanismo de defensa, habrían tenido mayor descendencia y así se habría transmitido y extendido entre la población humana el sistema de defensa contra parásitos.
Actualmente, esta capacidad particular de defensa resulta útil donde abundan los parásitos, como por ejemplo en regiones tropicales donde las muestras de sangre de sus habitantes han revelado niveles altos de IgE. Sin embargo, el sistema inmunológico de quienes ya no tienen contacto con estos microorganismos reacciona libremente y en forma contraproducente ante sustancias que no son potencialmente peligrosas para el organismo.
Estudios sobre el tema demostraron que la alergia es más común en países industrializados donde las medidas sanitarias públicas han eliminado en su mayor parte la exposición a este tipo de microbios. Aunque luego, experimentos posteriores con animales de laboratorio no han dado resultados fehacientes que respalden esta hipótesis, con lo cual todavía no está del todo claro por qué la alergia existe.
Además, no existe un solo tipo de alergia ni todas se manifiestan de igual manera ni por la misma causa (ver
Tabla 1
), así como tampoco los distintos pacientes deben someterse a idéntico tratamiento.
La alergia es un miembro de una clase de respuestas inmunológicas que se denominan en conjunto como reacciones de hipersensibilidad.
Las reacciones de hipersensibilidad son respuestas inmunitarias destructivas que producen daño de tejidos y pueden causar enfermedades serias. Gell y Coombs propusieron una clasificación de estas reacciones en cuatro tipos diferentes (ver Tabla 2), bajo la cual la alergia pertenece al Tipo I o hipersensibilidad de tipo inmediato mediada por IgE.
En circunstancias normales, las células T están capacitadas para "evaluar" la amenaza de un antígeno, es decir que distinguen, entre lo extraño, lo potencialmente peligroso (i.e. bacterias patógenas) y lo no nocivo. Si este sistema de reconocimiento falla, el organismo confunde a una sustancia inocua con una sustancia dañina, y generará una respuesta celular inflamatoria (descripta anteriormente). Este tipo de reacción es la que ocurre cuando, por ejemplo, una persona manifiesta una dermatitis por contacto (sarpullido u otra inflamación de la piel) después de haber tocado o llevado una sustancia normalmente inocua como un cosmético, un reloj, un collar o la hoja de una planta. Debido a que este tipo de respuesta tarda aproximadamente 48 hs en aparecer, suele denominarse hipersensibilidad retardada o de Tipo IV.
No obstante, no todas las reacciones alérgicas demoran en manifestarse y, muy por el contrario, lo hacen rápida y explosivamente a los pocos segundos o minutos después de ocurrido el contacto con el antígeno. A este tipo de respuesta se la denomina hipersensibilidad inmediata o respuesta anafiláctica. A diferencia de la retardada, la hipersensibilidad inmediata no está mediada por células T sino por anticuerpos producidos por los linfocitos B, y de acuerdo al isotipo de inmunoglobulina que se libere, la hipersensibilidad inmediata se divide a su vez en Tipo I, Tipo II y Tipo III (ver Tabla 2).
En cada bocanada de aire o ingesta de alimento, un individuo ingiere millones de moléculas extrañas, potencialmente antigénicas. Si las células B se descontrolaran siempre, el organismo estaría en un estado de excitación inmunológica permanente. Sin embargo, las células B están reguladas por la acción de dos subclases de células T: los linfocitos Th que inducen la transformación de las células B cuando se requiere la síntesis de anticuerpos, y los linfocitos Ts ("supresores") que inhiben la producción inoportuna de anticuerpos. Si esta inhibición no funciona correctamente, entonces, cuando un antígeno se une a un anticuerpo receptor en la célula B, ésta se activa, transforma y multiplica formando un clon de células plasmáticas en las cuales el retículo endoplásmico (estructura donde se sintetizan las proteínas) aumenta muchísimo de tamaño, ya que estas células liberarán a la sangre millones de moléculas de anticuerpos idénticos, generando la respuesta inmunológica humoral (ver más adelante
Mecanismo Molecular de la Reacción Alérgica).
La mayoría de los alergenos son proteínas relativamente pequeñas y altamente solubles en soluciones acuosas, que son inhaladas en partículas disecadas, como los granos de polen. El alergeno se separa de la partícula porque es soluble y difunde en las mucosas, y luego es presentado al sistema inmune en dosis muy bajas. Por ejemplo, se estimó que la exposición máxima de una persona al polen de la ambrosia (Artemisia artemisiifolia) no excede la cantidad de 1 mg por año y, sin embargo, muchas personas desarrollan respuestas inmunológicas irritantes y hasta amenazantes luego de un encuentro con este alergeno.
Hay muchos ejemplos, también, de alergenos que son enzimas. El principal alergeno del ácaro del polvo, Dermatophagoides pteronyssimus, es una cisteína proteasa similar a la papaina. La propia papaina -derivado de la papaya- se usa para tiernizar carnes y también causa alergia en muchos trabajadores de la industria ("alergias industriales"). El asma es otro ejemplo ya que es causado por inhalación de la enzima bacteriana subtilisina, componente "biológico" de ciertos detergentes. En contraste, se han dentificado dos alergenos provenientes de gusanos, que son inhibidores de enzimas.
La Reacción Alérgica
Mecanismo Molecular
Aunque las manifestaciones externas de la respuesta alérgica varían, ésta siempre se pone en marcha mediante un proceso silencioso de sensibilización.
La sensibilización no produce síntomas y se produce la primera vez que un alergeno entra al cuerpo. En las vías respiratorias o en otros tejidos, la sustancia que induce la alergia encuentra a células "limpiadoras", los macrófagos, que engloban al alergeno, lo degradan y muestran los fragmentos resultantes en la superficie celular.
Frente a una sustancia inocua son justamente las personas alérgicas quienes poseen en sus células presentadoras de antígenos (APC) los receptores de superficie necesarios para el reconocimiento no sólo de patógenos, como los posee una persona no atópica, sino también de sustancias extrañas no nocivas. Es decir, que la alergia es una predisposición hereditaria. El estado alérgico presenta codominancia en los alelos y una particular combinación de la carga génica materna y paterna originarán a un individuo atópico. Además, la complejidad genética tiene que ver con el hecho de que la alergia, al igual que muchos otros estados hereditarios, exhibe "penetración incompleta" o expresión genética variable, es decir, que dos personas pueden tener ambas los genes que determinan el estado alérgico y sus medios ambientes ser similares, y sólo una manifestar signos clínicos de alergia. La diferencia entre la herencia de genes alérgicos y la expresión de los mismos no sólo responde al grado de penetración inherente, sino también a factores del medio ambiente, en particular los que rodean al recién nacido. Se han observado casos de individuos que sin haber heredado los genes involucrados en la alergia, luego la desarrollaron, especialmente después de haber sufrido una infección bacteriana importante (ver más adelante).
Dijimos, entonces, que el primer encuentro entre un alergeno y el sistema inmunitario no produce síntomas, y que el proceso de sensibilización empieza cuando los macrófagos degradan el alergeno y muestran sus fragmentos a los linfocitos T. Estos linfocitos T, al ser activados por la presentación antigénica, se diferenciarán en células TH2 (helpers) secretoras de interleuquina 4 (IL-4) que estimulará a los linfocitos B para que maduren y se diferencien en células plasmáticas secretoras de anticuerpos. Llegado cierto momento, las células plasmáticas dejan de sintetizar anticuerpos IgM para producir IgE (que por su forma de Y, puede unir dos moléculas de alergeno -una en cada rama-) , es decir que se produce el switch isotípico. Y, como se dijo en la sección anterior, los niveles altos de IgE son los característicos de una respuesta alérgica (ver Fig. 2)
Martien L. Kpasenberg et al, explican en su trabajo (4) sobre el tema que la inmunidad depende de dos clases principales de respuesta inmune: una respuesta celular mediada por células inflamatorias T CD4+ y citotóxicas CD8+, y una respuesta humoral mediada por células Th CD4+ e inmunoglobulinas producidas por las céluas B. Dependiendo del tipo de patógeno, una protección efectiva recae sobre una respuesta fuerte celular o humoral. El balance entre las respuestas celular y humoral es orquestado por las citoquinas producidas por las células Th CD4+, y existen dos tipos de células Th: las células Th1 liberan interferon (IFN), IL-12 y factor de necrosis tumoral (TNF) que promueven la inmunidad celular inflamatoria. Las células Th2 liberan las citoquinas IL-4, IL-5 e IL-13 que promueven la inmunidad humoral, requerida para la eliminación de muchos patógenos extracelulares y reduce el riesgo de una respuesta autoinmune mediada por células Th1, regulando la respuesta inflamatoria. Todas las células T CD4+ pueden simultáneamente producir citoquinas pero una respuesta inmune efectiva, celular o humoral, requiere la activación de células Th1 o Th2 altamente polarizadas (diferenciadas), respectivamente. La falla en el desarrollo de células Th polarizadas cuando son necesarias, o el desarrollo aberrante de las mismas, pueden conducir a enfermedades como, por ejemplo, la alergia.
La reacción alérgica a proteínas normalmente inocuas está relacionada con el desarrollo de células Th2 altamente polarizadas y la consecuente alta producción de citoquinas del tipo 2 (IL-4, IL-5 e IL-13) pero sin una producción simultánea de IFN, ya que las Th2 desarrolladas inhiben el desarrollo de las células Th1. Por ejemplo, en la rinitis alérgica y en el asma, la inflamación está relacionada con una alta expresión de IL-5 que promueve la maduración, reclutamiento y activación de eosinófilos, los cuales luego causarán un daño tisular local. Debido a la alta expresión de IL-4 y/o IL-13 sin IFN, las células Th2 inducen el switch isotípico en los linfocitos B. En una situación normal, no se produce IgE en grandes cantidades porque el IFN -aún existiendo en bajos niveles- bloquea el switch a IgE inducido por IL-4 o IL-13.
La pregunta es ¿por qué el desarrollo de las células Th2 prevalece en los individuos atópicos?
Como las células Th son activadas luego del reconocimiento de péptidos derivados del antígeno presentados por APC's, no sería extraño que el balance entre las citoquinas del tipo 1 y 2 esté altamente determinado por factores asociados con las APC's. De hecho, las APC's juegan un rol importante ya que transfieren información del microambiente infectado a las células T.
Martien L. Kpasenberg y sus colaboradores, concluyen que las células presentadoras de antígenos en individuos alérgicos son un modelo aberrante de producción de factores que o bien no favorecen la respuesta Th1 (liberación de IL-12) o favorecen la respuesta Th2. Esta producción aberrante puede ser una propiedad intrínseca de las APC's (una característica heredada) o puede ser el resultado de un ambiente tisular alterado. Por otro lado, la predisposición hacia el fenotipo Th2 probablemente dependa fuertemente de factores extrínsecos, como los efectos cruzados de regulación por infecciones bacterianas las cuales están asociadas a la producción de IL-12 en las APC's. Esta regulación cruzada puede explicar el concepto postulado hace poco tiempo que estipula que la prevalencia de una enfermedad atópica se correlaciona inversamente con la ocurrencia de infecciones.
Una vez comenzada la producción de IgE, persiste durante meses o años, con lo cual los anticuerpos ocupan perpetuamente los receptores de IgE de los mastocitos y basófilos, donde están listos para reaccionar con rapidez cuando se produzca el próximo encuentro con el alergeno.
En posteriores contactos entre el alergeno y el cuerpo, se produce la activación de los mastocitos. El alergeno que ha ingresado al cuerpo se une, segundo después, a las moléculas de IgE de la superficie de los mastocitos. Cuando dos moléculas de IgE son comprometidas por la misma molécula de alergeno se forma un puente entre ellas. Este entrecruzamiento acerca entre sí a los correspondientes receptores de IgE, lo cual activa a la célula la cual, mediante una cascada de reacciones químicas, liberará potentes sustancias químicas que, directa o indirectamente, provocan los síntomas de una reacción alérgica (ver Fig. 3).
La secuencia de los sucesos que inician la activación, modifica hasta cierto punto la estructura de la membrana exterior del mastocito, con lo cual se hace permeable al calcio que entra a la célula y activa a la enxima fosfolipasa A2, que promociona el siguiente paso en el metabolismo de la fosfatidil colina y ácido araquidónico. La entrada de iones calcio también activa enzimas que liberan energía y facilita el tendido de microtúbulos y la contracción de microfilamentos. Estas estructuras contráctiles hacen que los gránulos se sitúen en la membrana celular, se fundan con ella y viertan su contenido.
Entre las sustancias liberadas, los mastocitos producen dos tipos de sustancias conocidas como mediadores alérgicos. El primer grupo, sintetizado antes de la unión del antígeno, se almacena en gránulos microscópicos. Luego, el entrecruzamiento de IgE induce la fusión de los gránulos con la membrana celular y la expulsión de su contenido.
El segundo grupo de mediadores, descubiertos más tarde, consiste en lípidos -principalmente prostaglandinas y leucotrienos- sintetizados después de que las moléculas de alergeno se pongan en contacto con los anticuerpos de superficie (ver Tabla 3).
Por sus efectos y consecuencias el peor de los mediadores es la histamina, contra la cual se han desarrollado varios medicamentos (antihistamínicos). Las prostaglandinas y los leucotrienos comparten un mismo origen. Derivan, por dos vías enzimáticas diferentes (ver Fig. 5),del ácido araquidónico.
En la mayoría de las ocasiones, la reacción alérgica progresa hasta un tercer estadio que, a menudo, se convierte en crónico. Esto se debe a que los mastocitos, además de secretar los mediadores alérgicos, estimulan el paso de otras células, pertenecientes al sistema inmunológico, de la circulación sanguínea a los tejidos. Entre ellas se encuentran los basófilos y eosinófilos (ambos granulocitos), los linfocitos T y los monocitos (precursores de los macrófagos), cuya migración está facilitada por la expresión y actividad de moléculas de adhesión (integrinas y secretinas) en las células circulantes y en las células endoteliales vasculares. Las primeras se adhieren a las segundas, ruedan por encima y pasan entre las mismas a la matriz adyacente. Allí, la mezcla de sustancias químicas producidas por diversos tipos celulares controla la ruta de emigración, cuán lejos habrá de llevarles el camino a recorrer y si morirán o sobrevivirán. Por ejemplo, la IL-3, la IL-5 y el GM-CSF (citoquina fabricada por células endoteliales, macrófagos y otras células) facilitan el movimiento de eosinófilos y basófilos y pueden prolongar su supervivencia. Estas células reclutadas en el lugar de la lesión inflamatoria, secretan a su vez sustancias que prolongan y exacerban los síntomas inmediatos y pueden producir lesiones en el tejido local. Los basófilos secretan mediadores preformados y lípidos (también liberados por los mastocitos), mientras que los eosinófilos liberan toxinas: una de las cuales, la proteína básica mayoritaria, puede dañar las células del epitelio respiratorio. A este tercer estadio se lo denomina actividad inmunitaria prolongada (ver Fig. 4).
Enfermedades Alérgicas
Tratamientos
En la Tabla 1 se resumieron los distintos síndromes alérgicos con sus correspondientes causas y síntomas. Entre ellos, los que afectan a más personas hoy en día en todo el mundo son el asma y la rinitis alérgica (comúnmente conocida como fiebre del heno).
En busca de una cura para estas enfermedades, muchos investigadores se han centrado en los efectos más que en la síntesis de IgE, rastreando las complejas vías de transducción de señales en mastocitos y basófilos: la serie de pasos a través de los cuales el entrecruzamiento de moléculas de IgE de la superficie celular desemboca en la liberación de las sustancias que inducen la enfermedad.
Debido a que la reacción alérgica involucra a gran cantidad de sustancias y estructuras, existen diversas vías de investigación, y medicamentos ya, que apuntan a distintas etapas de la respuesta inmunológica. La Tabla 4 resume los posibles métodos para inhibir las reacciones alérgicas, actuando en cuatro pasos diferentes de la respuesta inmune.
El efecto más deseable sería cambiar el anticuerpo de respuesta, de IgE a IgG, que evitaría que el alergeno active la respuesta mediada por IgE.
La técnica que logra esto es la que se conoce como desensibilización y ha sido usada en la práctica clínica por muchos años: se les inyecta a los pacientes dosis progresivamente en aumento del alergeno, comenzando con pequeñas cantidades. Esta inmunización parece desplazar el balance TH2/TH1 hacia las células TH1 con la consecuente regulación de la producción de IgE. También se ha demostrado que la desensibilización está asociada a la reducción del número de mastocitos en el sitio de la reacción alérgica.
Una de las terapias más usadas en la actualidad es la que bloquea los vías efectoras de la respuesta alérgica con el objetivo de limitar la respuesta inflamatoria que procede a la activación de mastocitos. La epinefrina, por ejemplo, es un inhibidor efectivo de las reacciones anafilácticas porque estimula la reformación de las uniones estrechas del endotelio, promoviendo la relajación del tejido liso bronquial contraído y estimulando al corazón (Berotec -fenoterol- laboratorios Boehringer-Ingelheim; Flixotide Diskus -propionato de fluticasona- laboratorios Glaxo Wellcome; Ventolin -salbutamol- laboratorios laboratorios Glaxo Wellcome; todos agonistas selectivos de los receptores Beta-2-adrenérgicos del músculo liso bronquial).
Entre las drogas inhibidoras de la síntesis y/o liberación de mediadores alérgicos se encuentran los antihistamínicos (Clarytine Loratadina, laboratorios Schering-Plough; Flurinol -epinastina- laboratorios Boehringer Ingelheim; Alerpriv -loratadina- laboratorios Montpellier, y otros antagonistas selectivos de los receptores H1) que reducen la urticaria producida por la histamina, y los antileucotrienos (Nasonex -furoato de mometasona- laboratorios Schering-Plough) que inhiben la liberación de leucotrienos y la liberación y síntesis de IL-1, IL-5, IL-6 y TNFa y citoquinas TH2, IL-4 e IL-5).
En reacciones alérgicas extremas, como ataques de asma y rinitis, se utilizan corticoesteroides sistémicos o locales cuyo efecto es suprimir la respuesta inmunológica (Idaltim -cortivazol- laboratorios Roussel).
Y en el caso de la alergia a los alimentos, se demostró que la toma de aspirina corriente por parte de los pacientes antes de ingerir el alimento que les induce la respuesta alérgica, evita tal respuesta. Además, la aspirina también mitiga los síntomas causados por las prostaglandinas en las alergias intestinales.
La Fig. 6 representa las distintas etapas en las que se puede frenar la respuesta alérgica.
En ese trabajo ellos proponen el mecanismo de acción para anticuerpos anti-IgE no-anafilactogénicos, es decir, inhibidores de IgE que bloquean la unión de IgE a FcRI sin la habilidad de disparar la degranulación de los mastocitos. Estos anticuerpos monoclonales tienen la misma especificidad que la IgE para unirse a su receptor, y no sólo inhibe la acción de la IgE producida sino que evita la síntesis de nueva IgE.
En animales, el resultado de la aplicación de estos anticuerpos in vivo fue la falta de respuesta IgE por largo tiempo, presumiblemente por inducción de anergia y/o apoptosis de las células B que habían experimentado el switch isotípico. En humanos, como la región constante de la IgE está codificada downstream el gen m, no se cree que el tratamiento con anticuerpos anti-IgE tenga algún tipo de efecto sobre la formación de IgM, IgG e IgA. Así como se observó que tratamientos con anticuerpos anti-IgM sí afectaban la formación de todos los isotipos de inmunoglobulinas.
Otras de las ventajas que ofrece el tratamiento con anticuerpos anti-IgE es que pueden ser altamente específicos con lo cual no alteran la función de las otras inmunoglobulinas, ni tampoco conduce a la formación de un complejo inmune muy extenso ya que la concentración de IgE en la sangre humana es sólo del 0,01%.
Quizás la característica más remarcable de este tipo de tratamiento es que es universal, es decir, no es específico contra un tipo de alergeno porque el mecanismo de acción es independiente de la reactividad del mismo, ya que todos ellos, por definición, generan una superproducción de IgE como respuesta alérgica.
Entre los resultados que en el artículo se comentan, se expone que el tratamiento con una simple inyección de anticuerpos anti-IgE anafilactogénicos durante la inmunización primaria reduce los niveles en suero de IgE pero no los de IgG. También se observa que las células B de ratón tratado con esta terapia, mostraba una ausencia completa de mRNA IgE, lo cual se demostró por PCR de transcripción reversa.
Debido a que las alergias humanas se caracterizan por una respuesta persistente mediada por IgE, también les resultó de interés determinar si el tratamiento con anti-IgE podía inhibir una respuesta IgE ya disparada. Al respecto se vió que ratones que exhibían altas tasas de producción de IgE espontáneas también mostraban una notable reducción dosis-dependiente de los niveles de IgE en suero cuando era tratados con una inyección simple de anticuerpos anti-IgE.
Por otro lado, también se estudió el efecto inhibidor de reacciones cutáneas de esta terapéutica. Se concluyó que, en particular, el anticuerpo no-anafilactogénico anti-IgE, 1-5, no inducía reacciones en la piel aún en altas concentraciones, y que, además, si bien el anti-IgE no era capaz de desplazar inmediatamente a las moléculas de IgE previamente unidas a sus receptores, la sensibilización de los mastocitos era abolida con el tiempo, presumiblemente como resultado de su interferencia en la unión IgE-FcRI.
Niveles elevados de IgE están asociados con el asma bronquial, enfermedad que se caracteriza por la inflamación eosinofílica de las vías respiratorias. Al respecto, se investigó el efecto de los anticuerpos anti-IgE en la infiltración al pulmón inducida por antígeno, y se observó que la inmunización con estos anticuerpos inhibía el reclutamiento de eosinófilos al pulmón y la producción, por parte de las células pulmonares, de IL-4 e IL-5 pero no de IFN.
Siguiendo con el efecto sobre las vías respiratorias, los resultados muestran que la administración del anticuerpo anti-IgE 1-5 a ratas, poco después de una sensibilización pasiva, inhibe la broncoconstricción inducida por el antígeno en más de un 90%. El tratamiento en ratones resultó en una inhibición del 70% de la hiperreactividad bronquial y además, in vitro, estos anticuerpos fueron capaces de inhibir la sensibilización de los bronquios humanos.
No obstante, como la administración de anticuerpos anti-IgE resulta en la formación de complejos inmunológicos, es relevante el hecho de que el tamaño máximo de estos complejos generados in vitro fueron de dos o tres moléculas de IgE con dos o tres moléculas de anti-IgE, lo cual corresponde aproximadamente al tamaño de IgM y podría explicar por qué estos complejos son incapaces de activar el sistema del complemento. Esta característica es considerada de gran importancia en cuanto a la seguridad para la aplicación en humanos.
Finalmente se estudiaron los efectos de esta terapia en individuos con rinitis alérgica y con asma. En el primer caso, los pacientes con rinitis tratados con anticuerpos anti-IgE demostraron un claro alivio en los síntomas y una disminución en los niveles de IgE en suero. Para el caso de los pacientes asmáticos, una exposición de 1 hora al alergeno de los individuos sensibilizados resulta en una caída en el FEV1 (volumen expiratorio forzado en el primer segundo). Esta respuesta asmática temprana es seguida, en el 50% de los pacientes, por una respuesta asmática tardía, definida por una caída en el FEV1 entre las 2 y 8 horas siguientes a la exposición. El tratamiento con anticuerpos anti-IgE en estos casos, causó una reducción promedio de los niveles de IgE en suero de más del 90% y produjo una atenuación significativa de la respuesta temprana. Actualmente, se está analizando el efecto de esta terapia sobre la respuesta asmática tardía y su posible utilidad terapéutica para esta enfermedad.
Conclusiones
Evidentemente han quedado muchos aspectos para discutir acerca de los mecanismos, causas y tratamientos de la reacción alérgica, porque actualmente se siguen investigando a fondo las vías de transducción de señales que desembocan en cada síntoma, así como también se continúan probando nuevos fármacos que actúan a distinta altura de la compleja cascada de reacciones químicas que compone una respuesta inmunológica ante un alergeno.
A pesar de que la terapia con anticuerpos anti-IgE, discutida al final, parece ser muy prometedora y efectiva en el tratamiento de pacientes atópicos, la inhibición de producción de IgE incluye el riesgo de alterar el sistema natural de defensa contra los parásitos, los cuales son exclusivamente combatidos mediante los eosinófilos, células que a su vez son reclutadas por la acción de la IgE. Esta característica constituye un grave obstáculo en el desarrollo de este tipo de terapias que aún no han podido reemplazar a las convencionales que acuden al uso de corticoides, antihistamíncos y tratamientos de desensibilización (las famosas "vacunas" contra la alergia).
Aunque en la actualidad se sepa que la alergia es de carácter hereditario pero que puede, de todos modos, desarrollarse en individuos que no posean esta característica genética, y a pesar de que gran parte de todos los mecanismos que involucra se hayan resuelto, todavía hay mucho por investigar y por lograr acerca de la reacción alérgica. Principalmente porque existe el compromiso de la ciencia con la sociedad de ofrecerle una calidad de vida mejor a aquellos que se ven limitados en sus actividades diarias por deficiencias en su sistema inmunológico, ya sea por un cuadro alérgico o de otro tipo. Por lo cual seguiremos apostando a la ciencia, a sus efectores y a la obtención de buenos y prontos resultados.
Finalmente y con respecto al objetivo planteado en la introducción a la monografía, se puede concluir que el mismo ha sido alcanzado satisfactoriamente ya que se logró, a nivel personal, un entendimiento suficiente y esperado, de acuerdo a los conocimientos hasta el momento adquiridos, y las limitaciones que esto impone. Por este motivo, creo que valió la pena investigar, leer y preguntar a las personas entendidas, ya que toda fuente de conocimientos y distintos puntos de vista del mismo tema, enriquecen y amplían la formación de una persona, de un futuro científico.