El elegante encaje de bolillos de Gozo

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El encaje de bolillos de Gozo es una de las especialidades de la isla de Gozo y uno de los recuerdos más apreciados.

Muy pocas personas saben que la existencia del encaje de bolillos en Gozo se debe a un sacerdote, Dun Guzepp Diacono. Si no hubiera sido por su empeño, esta artesanía habría desaparecido de forma paulatina igual que otras muchas  industrias lo hicieron.

El encaje de bolillos, junto con el encaje de aguja, es una de las dos principales clases de encaje. Se realiza con un número concreto de hilos, estando cada uno de ellos enrollado en un palillo o bolillo. Se dibuja un patrón en cartulina y se coloca sobre  una almohadilla o cojín; los hilos con los bolillos colgando se pinchan en la cartulina.

El encaje se trabaja sosteniendo en cada mano un par de bolillos, que se mueven de un lado a otro para formar giros, trenzas o un punto que recuerda a la tela llamado zurcido. Se pica el patrón para indicar el lugar en el que se colocarán los alfileres y para mantener los hilos en su posición mientras se realiza el encaje. Esta técnica es posterior que la del encaje de aguja, y su origen está en los nudos realizados a los flecos de la tela.

El primer encaje de bolillos probablemente proceda de principios del siglo XVI, posiblemente de Flandes.

Los primeros bolillos eran de plomo, seguidos de otros materiales como la madera y el hueso. Los primeros encajes consistían en filas de puntos profundos y ángulos marcados trabajados en una puntilla estrecha, y los patrones solían parecerse a los de los encajes de aguja. Se utilizaban mucho para puños y cuellos en los siglos XVI y XVII.

El encaje de bolillos fue introducido en Malta por los caballeros de San Juan the Knights of Saint John, gobernadores de las islas por aquellos tiempos, y por el clero que había viajado al extranjero. Alguna que otra dama dominó la técnica y los bolillos comenzaron a florecer de forma local.

Los primeros trabajos demuestran que el producto local es un encaje grueso basado especialmente en el encaje de Génova del s. XVII. El historiador de Gozo Gann Piet Frangisk Aguis de Soldanis (1712-70) declara que, a mediados del siglo XVIII, el encaje de Gozo había alcanzado ya una gran perfección comparada con la de los encajes de las mujeres holandesas.

En 1800 Malta y Gozo pasaron a estar bajo control británico. Después de un período inicial de prosperidad, las islas cayeron en una depresión que se prolongó hasta el segundo trimestre del siglo XIX. La demanda de encajes disminuyó considerablemente y la industria casi desapareció.

El nivel de vida cayó en picado y se extendió la pobreza. Los filántropos comenzaron a luchar por mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas, y consiguieron revivir la industria del bolillo, que sirvió para que las mujeres pudieran ganar un poco de dinero.

Dun Guzepp Diacono (1847-1972), en primer lugar, comenzó a organizar clases de bolillos en la Casa de la Caridad*, casa que abrió en Rabat (Victoria) para educar a chicas de familias pobres. El éxito fue inmediato, de manera que comenzó a organizar clases de bolillos de telares a nivel profesional en un centro especializado, conocido como Casa Industriale, primero en Xaghra y después en Rabat.

At the latter he had two enormous lace bolsters for wide patters such as priests' albas or table covers, and six weaving looms. With his help a similar Casa Industriale was set up in St Christopher Street Valletta, later transferred to Palazzo de la Salle, where it still functions.

Dun Guzepp is acknowledged to this day as having been the best designer of local lace. Orders began coming in steadily, so much so that his desk was always overflowing with rolled-up patterns.

Thirdly, he did his best to promote Gozo lace at exhibitions in both Malta and London. Dun Guzepp also organized the sale of lace to secure a profit for those who took up the craft. A side room at the Casa Industriale was converted into a permanent exhibition for the sale of lace and weavings. He was adamant that the money from sales should not got to him as director, but to those who had worked the objects.

The inventiveness was threefold: Gozo lace retained the Genoese leafwork but introduced light twirls or mosche instead of its solid type, a usage that still prevails; it included the Maltese eight-pointed cross in the designs; and it madeuse of courser thread than that in Genoa and also employed cream or black silk. These made the local lace clearly distinguishable from the Genoeses.

The resulting Gozo pillow lace was thus a striking merger of the very old reticella needle lace and the still older filet lace. It was originally worked in very fine black white silk or ecru, unbleached lines. Sometimes silver and gold thread were intertwined with the rest to produce more valuable pieces that naturally required greater patience and skill.

In a survey that Dun Guzepp himself carried out, he found that some 6,800 women and young girls were engaged in lace-making. This meant that each of them was gaining from 9 pence to 1 shilling (from 3c7 to 5c) every day, excluding Sundays and holy days: a good income by local early-20th-century standards.

Lately there has been a renewed interest in Gozo lace. During the current academic year, the University of Malta's Gozo centre is running a part-time course leading to a certificate in lace-making. the course, coordinated by Consiglia Azzopardi, the person in charge of lace-making at the Gozo Arts School, attracted both locals and foreign residents living on the island.

 

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