Una de las pelis que más prometían este año era New Blood, de Michael Hurst. Pretende ser un thriller original y rompedor (de ahí lo de "sangre nueva"), pero se queda en una variante de Reservoir Dogs, con un secuestro como leit motiv, en lugar del robo de aquella.
Lo más destacable es la presencia de John Hurt (Alien, El hombre elefante), y de Carrie-Anne Moss (The Matrix), que interpreta a una tópica mujer fatal (y sólo dispara una vez).

Infinitamente más original y sorprendente es Tuvalu, de Veit Helmer. Este joven director alemán fue el ganador del Premio del Público en la sexta edición de la Semana, por su genial cortometraje "Surprise!".
Tuvalu es una bonita historia de amor, y también es la historia de un edificio (una piscina pública), y de las personas que trabajan en él, que harán todo lo posible para evitar su demolición.
La fotografía es bellísima, y los surrealistas personajes y decorados recuerdan a Delicatessen, de Jeunet y Caro.
También brilla con luz propia la actriz Chulpan Hamatova. Se pasa casi toda la peli vestida con un sucio mono de trabajo, es guapísima, y nunca será elegida para hacer una peli en Hollywood, porque no tiene un cuerpo de replicante anoréxica. Ellos se la pierden.
En fin, cómo no me va a gustar una película en la que se puede ver lo que está soñando una persona, simplemente cerrando los ojos y poniendo la mano sobre su frente.
El chico sueña con ser el capitán de un barco, y llevar a la chica a la mítica isla de Tuvalu.
La chica está enfadada con él, y sueña con llevar ella el timón, mientras el chico trabaja echando carbón en la caldera del barco.

Misa. The Dark Angel, y Kunoichi. The Lady Ninja son dos bodrios japoneses que te hacen preguntarte por qué pierden el tiempo rodando películas con actores reales, si parece que las hacen mal a propósito.
Pensaba que Misa sería la equivalente oriental de Buffy Cazavampiros, pero qué va. Por lo visto allí debe de existir un subgénero que consiste en reunir a varias colegialas con minifalda en una casa encantada, y acto seguido asesinarlas cruelmente.
Puede que a los japoneses les excite mucho, pero los que estábamos allí sentíamos vergüenza ajena.
Casi al final de la película, a Misa se le ocurre por fin coger un cuchillo que tenía sujeto a una de sus ligas, y cargarse a unos cuantos "homonculus". Después de que casi todas las chicas ya han sido asesinadas, claro.