La Crisis de Ansiedad 13. Casos |
Los textos que siguen a continuación son testimonios reales de personas con problemas similares, o que históricamente se han interesado por ellos.
A excepción de los textos históricos, únicamente se han cambiado aquellos datos o circunstancias que pudieran identificarles.
Se han elegido simplemente como ejemplo del tipo de síntomas y dificultades asociados con el trastorno de angustia. A algunos les va mejor, otros siguen luchando por mejorar.
Es muy probable que pueda verse reflejado en alguno de estos casos, quizás le ayude a pensar en ello y enfrentar con mayor frialdad sus propios temores.
13.1 DARWIN Y "EL MIEDO"
A continuación presentamos la magistral descripción que Charles Darwin, padre de la Teoría de la Evolución, hizo del miedo en 1896. Se ha elegido este extracto como forma de reforzar la idea de como puede existir un importante número de alteraciones corporales "reales" que no necesariamente implican que esos órganos sufran una "enfermedad" determinada. Caricatura de Charles Darwin (1809-1882). Naturalista. |
"... los ojos y la boca se abren más de lo normal y las cejas se elevan. Al principio la persona se queda quieta como una estatua, inmóvil y sin respiración, también puede agacharse como si instintivamente quisiera pasar desapercibido. El corazón late deprisa y de forma violenta, como si golpease contra las costillas ... enviando gran cantidad de sangre por todo el cuerpo; la piel se pone inmediatamente pálida y puede aparecer una ligera sensación de desmayo. La palidez de la cara se debe en gran medida o totalmente a que los centros que regulan el sistema circulatorio se ven afectados y causan la contracción de las pequeñas arterias de la piel. Que la piel se ve muy afectada por la sensación de miedo, podemos observarlo en la forma maravillosa e inexplicable en que súbitamente transpira. Esta es una de las características más llamativas, ya que la cara después se enfría derivando de aquí el término de sudor frío; una vez que la cara recupera el calor, las glándulas sudoríparas vuelven a activarse. El vello de la piel se eriza y los músculos más superficiales se ponen en tensión. A la vez que el corazón aumenta su actividad, la respiración se acelera. Las glándulas de la saliva actúan de forma irregular; la boca se seca, abriéndose y cerrándose repetidas veces. También he notado que en situaciones de miedo leve aparece una fuerte tendencia a bostezar. Uno de los síntomas más claros es el temblor de los músculos del cuello, que aparece en primer lugar en los labios. Por esta razón y a causa de la sequedad de boca, la voz se hace diferente, aparece ronca o puede fallar.
A medida que el miedo aumenta de intensidad acercándose al terror, podemos apreciar diferentes consecuencias en función de las violentas emociones a las que estamos sometidos. El corazón late de forma salvaje o fallar y producir un desmayo; la palidez es semejante a la de la muerte; se respira trabajosamente; las aletas de la nariz se abren de forma marcada; aparece un movimiento tembloroso y convulsivo de los labios, un temblor en las mejillas, ... la garganta necesita aclararse continuamente, ... las pupilas están muy dilatadas. Los músculos del cuerpo se ponen rígidos o pueden empezar a moverse de forma convulsiva..."
El siguiente caso clínico, a pesar de no tener un diagnóstico exclusivo de trastorno de angustia, presenta un especial interés histórico al haber sido publicado en 1901 por Emil Kraepelin, dándonos fe de la existencia del cuadro ya hace un siglo. Kraepelin (1856-1926) fue un famoso profesor alemán de psiquiatría, siendo considerado uno de los padres de la psiquiatría moderna al haber proporcionado las bases para la clasificación de los trastornos mentales. Texto castellano: E. Kraepelin. Introducción a la Clínica Psiquiátrica. Ed. Saturnino Calleja. Madrid, p. 263-65. 1911. |
"Señores:
Veamos primero a este maestro de escuela, de treinta y un años, que vino a curarse al establecimiento por propia iniciativa hace cuatro semanas. Exceptuando su estrecha frente, la ligera desigualdad de sus pupilas y la exageración de los reflejos rotulianos, nada se halla digno de mención por la exploración física de este hombre enjuto, como no sea la cifra de sus pulsaciones, que se ha remontado a ciento veinte, indicándonos con ello su gran excitabilidad emocional. Cuando el enfermo había de ser traído aquí hallábase violentamente agitado, acostado en cama; manifestó que la discusión en el hospital le costaría la vida; rogó que se le permitiera sentarse en la sala antes de que la lección comenzase, de modo que fuera poco a poco acostumbrándose a ver el auditorio, pues le era imposible hacer cara súbitamente a un grupo de personas (solía ser costumbre en la época, que algunos pacientes fueran presentados directamente ante un nutrido grupo de médicos y estudiantes con fines didácticos).
Está completamente en su juicio, lúcido y ordenado en sus manifestaciones. Nos dice que una de sus hermanas sufre de los mismo que él, y que su enfermedad se remonta a once años atrás. Considerándose instruido y en condiciones de estudio; hízose maestro de escuela, y hubo de desplegar intensa labor mental para que se le otorgase honrosa calificación. Gradualmente fue apoderándose de él el temor de que padecía una grave enfermedad; de que estaba para morir de apoplejía cardíaca, sin que pudieran convencerle de lo contrario todos los exámenes y observaciones de su médico; razón por la cual hubo de abandonar un día su destino, hace siete años, por temor de muerte próxima. Desde entonces viene consultando con innumerables médicos y tomándose vacaciones repetidas veces, mejorando siempre escasamente, y viendo cómo siguen presentándosele con igual frecuencia sus temores y que se agrandan éstos al ver reunida mucha gente. Se le hacia imposible atravesar grandes plazas o calles anchas, no subía a los tranvías por miedo a choques o descarrilamientos, e igualmente no se atrevía a meterse en un bote por temor a que diese la vuelta, ni a pasar puentes, ni a patinar, por sentirse acometido de brusco sobresalto; todo ello acompañado de palpitaciones y de opresión en el pecho. Nada mejoró casándose hace tres años. Se hizo casero, estaba "domesticado", afectivo, manejable, "demasiado tierno". Camino de nuestro establecimiento, cuando hubo decidido entregarse en nuestras manos, temblaba como un azogado.
El enfermo describe su propio carácter como el de un hombre que siempre tenía el corazón en un puño, aun hallándose en su sano juicio, temiendo toda clase de enfermedades, tisis, apoplejía, etc. Comprende que es enfermiza su angustia; pero no puede verse libre de ella. Tales temores se exteriorizaron muy claramente mientras estuvo en observación en el hospital. asustábale cualquier remedio que se le ordenaba, ya fueran baños, afusiones, medicamentos, por creer que serían demasiado activos para él y por temer que le debilitasen; no dejaba que el enfermero se apartase de su lado, para el caso de que le acometiera la agitación. Cuando veía otros enfermos se sentía sumamente molesto, y si al pasar por el jardín notaba que estaban cerradas las puertas, le atormentaba el temor de no poder salir en caso de que ocurriese algo. A lo sumo aventurábase a salir hasta el frente de la casa, y siempre tomando la precaución de dejar abierta la puerta próxima para refugiarse en caso de necesidad. Rogaba que le diesen una botellita de "electricidad azul" que había llevado consigo al hospital para darse confianza a sí mismo. Algunas veces mientras estaba sentado le acometían palpitaciones cardiacas. Unas pequeñas vesículas de acné le produjeron en cierta ocasión tal alarma, que no le dejaba pasear ni dormir. Le sorprendió que sus ideas fueran haciéndose tan sombrías, y temió que fuese el comienzo de una perturbación mental que se apoderaría de él en cuanto se hallase aquí.
Todo el proceso del presente caso indica que la dolencia tiene a su raigambre en la personalidad general... En tales casos hállanse los pacientes tan poseídos por sus indominables angustias, que pensamiento, sentimientos y acción gravitan alrededor de aquéllas... Ahora, mediante una práctica metódica, tratamos de ir acostumbrando al paciente más y más a salir solo fuera del hospital y a ir venciendo así sus múltiples fobias... El círculo de estos temores, que en este caso incluye la fobia de plazas, puentes, multitudes, ferrocarriles, etc., puede ser enteramente diferente según las tendencias y vida individual."
Comentario del Caso. Aunque Kraepelin lo diagnosticó en conjunto como "Enfermedad de ideas incontrolables", desde los conocimientos actuales destacan varios rasgos diferenciables :
13.3 CRISIS DE PANICO CON INTENSA SENSACION DE DESPERSONALIZACION
(TRAS OTRAS ENFERMEDADES MEDICAS).
Mujer de 23 años, soltera. Desde hace unos años es tratada satisfactoriamente por diversos problemas médicos de cierta importancia. Todo ello ha supuesto un importante estrés sobre ella, aunque reconoce que el fallecimiento de una amiga íntima y de un familiar cercano, hace unos meses, le ha supuesto una mayor disminución del ánimo.
Recientemente, durante una exploración programada por motivo de su enfermedad médica, repentinamente siente que algo raro está sucediendo, se asusta mucho y piensa que va a morir. No puede describir bien lo sucedido y se refiere a ello, entre asustada todavía y divertida, como si estuviera "poseída". Notaba que no era ella, como si estuviera cambiando lo mismo que el mundo alrededor, como si todo fuera un sueño, notaba sus propias palabras como extrañas, como si no dominara lo que decía, sonando diferentes con un tono grave similar a las de un hombre. Fue tan intensa esta experiencia, que otros síntomas corporales asociados pasaron desapercibidos.
Preguntando por antecedentes similares previos, no parecen haber existido con anterioridad, sin embargo explica como desde hace varios años sufre de episodios de palpitaciones, mareos, sofocos y temores a quedar sola que se han justificado erróneamente por sus otros padecimientos médicos, aunque ya había buscado ayuda psicológica previa por dificultades de concentración escolar.
Cuando consulta, aparece como una persona de fácil comunicación, abierta, consciente de sufrir un problema que sin embargo no puede dominar. Se describe en ese periodo como cambiada, triste, aterrorizada ante la idea de que se repita el episodio vivido en el hospital, temerosa de quedarse sola busca constantemente la compañía y evita salir a la calle por temor a los "sofocos" y "mareos" y una posible caída. Refiere que desde hace varios meses sufre crisis, generalmente por las tardes, que empiezan relativamente rápido con una sensación extraña en el estómago, como un calor que sube a la cabeza que le marea y genera nauseas. Además se nota nerviosa, con palpitaciones, temblor, visión borrosa y sequedad de boca. En ese momento piensa que algo malo le ocurre y que le va a pasar como a sus seres queridos fallecidos.
Todo ello genera una gran preocupación en la familia, que no sabe a que atribuir el origen de este cambio. Se inicia el oportuno tratamiento farmacológico, acompañado de una serie de entrevistas aclaratorias a ella y su familia, junto a unas técnicas simples de afrontamiento y exposición a las situaciones temidas. Poco a poco va tranquilizándose a pesar de la aparición al principio de algunos efectos secundarios menores de la medicación. Al cabo de unas semanas su progreso es evidente, no han desaparecido totalmente las crisis pero su ánimo y sobre todo su actitud ante ellas es diametralmente opuesta. Al cabo de tres meses existe una franca mejoría, pudiendo salir sola con tranquilidad, montar en transportes colectivos y ascensores, desplazarse de camping con sus amigas...
En la actualidad trabaja en una gran superficie comercial y realiza un seguimiento y apoyo por su médico de Atención Primaria.
13.4 SENTIMIENTOS DE SOLEDAD EN UN FAMILIAR.
Hola. Me llamo MariSol y soy la esposa de una persona que sufre de agorafobia desde poco después de casarnos. Después de estar con muchos médicos que han atendido a mi marido, siento la necesidad de preguntar: ¿los que estamos con el enfermo, no importamos?. Entiendo que el enfermo es el objetivo, pero ¿preguntan los médicos cómo están, física y psicológicamente, quienes le acompañan?.
Tengo dos hijos. Mi marido me acompañó en el nacimiento de mi primera hija, pero para el parto del segundo tuve que ir a ingresar sola y apenas estuvo conmigo unos minutos para conocerle. Posteriormente estuve ingresada en tres ocasiones por otros motivos, sola por supuesto.
Muchas veces sufro en silencio, por él, por mí, por nuestros hijos. El no soporta verme mal, pero después de tanto tiempo esto me está desgastando. Yo soy quien le ayudó a dejar la cama después de un año en que no quería prácticamente salir de ella, le apoyo y animo para que salga a caminar como le indicó el terapeuta, intento hacer lo que me pide y darle lo que necesita, como creo que he hecho desde que le conocí. En los peores momentos, algunas personas incluso me han sugerido que me separe de él. No me separo porque le quiero y no me va a vencer esta enfermedad, aunque siento que necesito ayuda para lograrlo.
El problema, ahora, es que yo no encuentro un solo lugar en el que me sienta a gusto. Parece como si tuviera 15 años y no supiera que hacer de mi vida. Hay veces en que no duermo bien y cuando me levanto me encuentro baja de ánimo, como si no hubiera descansado bien. Trato de sentir que tengo un nuevo día para vivir y para luchar, pero después de estas palabras mi existencia se pone en jaque cuando me enfrento a su propia desazón.
Releo esto y pienso que puede parecer una estupidez y quizás una pérdida de tiempo. Realmente ya no sé lo que quiero. Al final y en resumen, me encuentro sola.
13.5 CRISIS DE PANICO Y AGORAFOBIA CON ANIMO DEPRESIVO.
(DOS FORMAS DIFERENTES DE VER LA VIDA)
Estoy muy contenta y me siento bien. He conocido a una amiga que ha escrito un libro contando su historia personal, muy dura y dramática. Su lectura y el trato con ella me han conmovido. Hubo un momento en que estuvo muy mal, a punto de tirar la toalla. Su propia voluntad le ayudó mucho, pudo superarlo y es un ejemplo de cómo se puede salir de las situaciones más complicadas.
No tuve una infancia muy feliz, aunque mis problemas no empezaron hasta los 22 años, justo tras el nacimiento de mi segundo hijo. Una noche, cambiando los pañales al bebé mientras mi marido estaba charlando con un amigo, me empecé a sentir mal. Notaba que el corazón me latía muy fuerte, me faltaba el aire, sentía que me iba a desmayar. No dije nada, le pasé el bebé a mi marido, sin pañales, y me acosté. Estaba cada vez peor, sentía que mi malestar crecía y crecía, no lo podía controlar. Decidí decírselo a mi marido ya que cada vez estaba más asustada. Llamaron al médico de urgencia, cuando llegó ya estaba algo mejor y me dijo que era debido al estrás. Personalmente creo que se debió a mis dos embarazos seguidos y al hecho de venir a vivir a una ciudad donde no tenía amigas ni familiares.
Me hicieron varios electrocardiogramas, que salieron bien. Me enviaron al psiquiatra que me recetó unos tranquilizantes. Sólo fui dos veces. Abandoné el tratamiento ya que se me había metido en la cabeza que mis taquicardias podían ser una enfermedad del corazón, como mi padre que había fallecido recientemente por ese motivo. Consulté con varios cardiólogos, probé con medicamentos homeopáticos, probé ir a parasicólogos, yoga, en fin, probé de todo.
Tuve también unas fobias terribles. Para mi, los supermercados eran una tortura y fueron mi gran enemigo todos estos años. No soportaba hacer colas y había momentos en que me parecía que me iba a desmayar. Andaba siempre agarrada al carrito, buscaba los sitios más apartados donde no había mucha gente. Cuando me sentía explotar, me iba a esos lugares. Sólo de pensar en las terribles experiencias que viví me dan escalofríos, como una película de terror. Muchas veces tuve que salir fuera, dejando la compra, como ahogada, como si estuviera en una cámara de tortura. Me hacía unos líos tremendos antes de entrar, pensando como podría controlar mejor la situación. No comprendía lo que me pasaba y yo misma me decía: nadie me hace nada, puedo andar como en mi casa, hay aire como en casa... entonces ¿porqué me siento tan mal? ¿porqué parece que me voy a desmayar?. A veces llegaba a la caja y sentía que las piernas no me sostenían y sacaba la cosas del carrito mareada. Cuando tenía que firmar el recibo de la tarjeta de crédito me temblaban las manos, he hecho cada firma que ni yo misma la entiendo. Muchas veces quise pedir auxilio, aunque nunca lo hice. Al final, salía como borracha. A veces iba con mis hijos para que me ayuden. ¿Para qué ?, era peor, se peleaban, pedían esto y aquello, al final me ponía más nerviosa y parecía que todos me miraban como diciendo "¡qué madre más loca!".
Con el nacimiento de mi tercer hijo, mi ánimo empeoró. Me daba miedo bañarlo. Me daba terror quedarme sola con los tres. Sentía que no podía atenderlos, como que estaba débil. Fue la peor época de mi vida. Me sentía impotente y lloraba por cualquier motivo, sobre todo pensando que no podía disfrutar de mis hijos y me sentía culpable y miserable por ello. Al principio tomaba tranquilizantes que, aunque evitaban los ataques de pánico, no me ayudaban a soportar los lugares llenos de gente. Era muy negativa, a todo le buscaba pegas y me liaba para hacer las cosas. El médico me añadió una medicación antidepresiva y desde entonces todo cambió.
Ya no soy la misma, y mi marido lo nota. No me deprimo, hay días que estoy un poco más ansiosa, pero nada fuera de lo normal, tengo mejor humor, soy más positiva, tengo más autoconfianza y hasta me quiero más a mi misma. Creo que este es el punto fundamental, tener la autoestima alta. Estar seguros de nosotros mismos. El problema puede deberse a un montón de factores. Supongo que arrastramos muchos de los miedos desde niños, se van sumando ansiedades e inseguridades, y todo ello nos lleva a experimentar esas sensaciones desagradables.
No me detengo, siempre lo enfrenté y seguiré haciéndolo, no me resigno a ser diferente a los demás que entran y compran sin problemas. Cuando me atacan los "fantasmas", respiro muy profundo, y lento, con cada respiración me digo que en realidad no me pasa nada, que son todas exageraciones mías, y no le presto atención. Así, puedo ir, comprar y salir como cualquier persona. No dejen de ir, todos los días un ratito, cada día un poco más, hasta que se venzan esos temores, no pasa nada, lo aseguro.
Les deseo mucha suerte, y les comprendo. Yo también lo pasé... y se sale de ello.
OLATZ
13.6 CRISIS DE PANICO Y ANSIEDAD GENERALIZADA
El Manual me ha sido de gran ayuda, me he sentido bastante identificado y me ha aclarado conceptos. Sentir que a uno le entienden es fundamental y con cuanta mas gente hablo de ello, más a gusto me siento. Me llamo Pedro y tengo 24 años. Desde pequeño, tras una intervención de cierta importancia, tengo un gran temor a los médicos. Aquello se me quedó muy marcado, ampliando mis temores y asustándome mucho sólo de pensar que tengo una enfermedad grave ante el mínimo síntoma. Hace un tiempo, después de un análisis de sangre rutinario laboral, monté en el metro y tras 2 ó 3 estaciones sentí que me desmayaba. Era algo que nunca me había pasado y quedé aterrorizado durante 1 mes aproximadamente que fue lo que tardaron en darme los resultados médicos, que fueron totalmente normales. Lamentablemente para mi, se me había quedado marcada otra cosa, la sensación de desmayo.
Antes de ponerme a escribir esto, sólo de pensarlo, notaba escalofríos y me sentía nervioso, sobre todo notaba que se me hacía un nudo en el estómago. Según voy escribiendo, parece que voy entrando en calor y tranquilizándome. Suelo notar muchos nervios en el estomago con una incómoda sensación de molestia, tensión y dolores en el cuello, a veces parece que no puedo tragar y tengo que desabrocharme la corbata. Otras veces, junto a los escalofríos tengo una necesidad urgente de ir al servicio. Puedo estar más o menos tranquilo, pero en ocasiones, sin causa aparente, me pongo muy nervioso y siento todo lo anterior de forma aumentada.
Afortunadamente, parece que no tengo ninguna enfermedad médica grave. Sin embargo, a nada extraño que noto me bloqueo y ocupa toda mi atención, perdiendo incluso la capacidad de rendir en el trabajo. Para no ponerme así, evitaba cualquier situación donde en otras ocasiones lo he pasado mal. Soy una persona que me considero cabal, asumo mi problema y se lo que me pasa, he leído bastante y quiero superarlo. Ultimamente estoy mas tranquilo e intento enfrentar las situaciones que me atemorizan (¡hoy he quedado con mi novia para entrar en el Metro!).
13.7 CRISIS DE PANICO COMPLICADA POR ANSIEDAD Y MULTIPLES SINTOMAS CORPORALES
Hola. Mi nombre es Juan Luis, soy ebanista y tengo 25 años. Todo comenzó hace unos 8 años, a los 17. Estaba en casa viendo la tele, de pronto sentí un golpe en el corazón, luego otro y otro, me levanté desesperado y con ganas de salir corriendo. Tenía sudores fríos, pensaba que me moría y sentía mucho miedo. Me fui al médico de cabecera que me recetó un tranquilizante y al rato todo paso. Unos meses mas tarde, me repitió de nuevo. Estaba en casa, sentí que me mareaba y empezó todo otra vez. Palpitaciones, miedo... ¡un infierno !.
Empecé a visitar médicos, me hicieron múltiples revisiones del corazón y del resto del cuerpo, aunque nunca se encontró nada de importancia. Meses después me fui a la mili. Allí lo pasé muy mal, tuve varias crisis de angustia, empezaron las fobias al momento de agruparnos en el patio para pasar revista, a los autobuses... Me entraban mareos, sentía inestabilidad, palpitaciones, molestias en la vista, espasmos musculares por todo el cuerpo y un montón de síntomas rarísimos, como una sensación agobiante de que yo mismo y las cosas alrededor parecían cambiar. Mi mayor preocupación era el corazón, lo sentía constantemente, hacia algún tipo de esfuerzo y me palpitaba hasta el estómago bruscamente. Siempre estaba triste y pendiente de todas estas extrañas sensaciones.
Cuando terminó la mili visite a un neurólogo, me recetó distintos tipos de antidepresivos ya que algunos me producían reacciones secundarias. Hubo uno que me vino mejor, sin tantos efectos secundarios y que me quitó las crisis de ansiedad y los pensamientos repetitivos, pero a la larga sentía mucho cansancio en el trabajo y seguía sin ganas de hacer nada. Probé diferentes tratamientos y consulté con un gran número de profesionales, sigo nerviosos, con problemas y sin poder divertirme como todo el mundo. Todo son síntomas y mas síntomas que no paran de preocuparme.
13.8 CRISIS DE PANICO ESPONTANEAS, SIN AGORAFOBIA NI OTRAS LIMITACIONES IMPORTANTES.
Mujer de 40 años, casada, dos hijos. Historia personal difícil, con un padre bebedor y violento.
Desde el último verano presenta "sofocos" que atribuyó al calor, pero que se mantienen bien entrado el invierno. Interrogando sobre los síntomas es evidente que se tratan de algo mas que sofocos. Dice notar una angustia repentina, como si se ahogara, faltándole la respiración y con sensación de calor que en algunas ocasiones se sigue de frío. A veces se añaden palpitaciones, temblor por todo el cuerpo y un nudo en el estómago o en la garganta que le impide tragar nada.
Estas situaciones aparecen normalmente en casa, casi todas las mañanas, sin estímulos aparentes. Cuando sucede, se tumba en la cama hasta que desaparezca y luego prosigue con sus tareas.
No hay conductas de evitación, por ejemplo de transportes públicos, y es capaz de salir sola de casa con normalidad. Aún así reconoce que en lugares cerrados con mucha gente "me cerciono de que tengo una pared cercana para poder agarrarme si siento que me voy a desmayar".
Tras explicar el origen de los "sofocos", se le anima a enfrentar ciertas situaciones familiares que en el transcurso de las primeras entrevistas aparecen cono necesitadas de atención. Todo ello, junto a una mínima dosis de tranquilizante, parece ser suficiente para iniciar una satisfactoria recuperación y mejor control de su situación personal.
13.9 AGORAFOBIA DE RAPIDA APARICION,
MEJORIA CON INTEGRACION DE DIVERSOS ABORDAJES DE TRATAMIENTO
Me llamo Izaskun, tengo 38 años, casada con un hijo de 10 años, sin antecedentes de trastornos de ansiedad en la familia, a menos que alguien lo haya padecido y no me haya enterado. Hace tres años y medio que comencé con este problema, sin ningún tipo de síntomas previos que indicaran que me encontraba mal. Todo comenzó así: un día salí de trabajar, me encontré con una amiga y de pronto sentí como con un bajón de tensión. Me fui a mi casa, me acosté y ya casi no me levanté durante dos meses (salvo para ir de médico en médico). De repente, sentía calor en todo el cuerpo, sofocos, palpitaciones, un nudo en la garganta que me dificultaba respirar y sensación de desmayo por momentos. No iba sola al baño siquiera. No encontraba ninguna razón que justificara todo esto y hoy todavía sigo tratando de encontrar el problema de fondo.
Deambulé de médico en médico (todas las especialidades), me hicieron montones de estudios (tomografía incluida) y todo me salía bien. Ningún médico me diagnosticó pánico, uno inflamación de hígado, otro incluso me habló de una punción en el páncreas, etc... No podía viajar en autobús o metro, sólo en coche que tenía que conducir mi marido o en taxi. Un día al contarle a una amiga lo que me ocurría me aconsejó acudir a un psicólogo. Como era la única especialidad que me faltaba ver, allá fui. Estuve un año haciendo una terapia de tipo psicoanalítico y si bien durante ese tiempo no estaba en la cama todo el día (sólo me levantaba para ir a trabajar), no me sentía bien y los síntomas me perseguían a diario, varias veces en el día. Al año, me envió a un psiquiatra que empezó a medicarme, mientras seguía el tratamiento psicológico. Tampoco llegué a sentirme bien del todo, los síntomas eran esporádicos y bastante menos fuertes que al comienzo, pero creo que el miedo que me daba sentir cualquier síntoma secundario agravaba la situación. Debo reconocer que siempre le tuve miedo a este tipo de medicación, por lo que quizás no llegaron a darme las dosis adecuadas, cada vez que tomaba una pastilla más de que lo que tomaba habitualmente, al ratito me aparecían síntomas secundarios.
Actualmente no tengo prácticamente síntomas cuando estoy en casa, cuando salgo a veces me aparecen pero trato de controlarlos y seguir adelante. A veces puedo y a veces no. Trato de no salir sola, aunque a veces lo hago, lo cual ya es un logro bastante grande. Ahora ya tengo claro que no me va a pasar nada cuando vienen los síntomas, no ocurrirá nada que yo ya no conozca, así que seguramente al comprender esto he logrado que los síntomas duren menos y sean menos intensos. Pienso que soy yo quien debe controlarlos, así que lucharé para ello y tengo fe en que lo lograré. Espero poder retomar mi vida social que quedó totalmente reducida al teléfono, pero no me presiono si en un momento dado no puedo, con paciencia también lograré esto.
13.10 UNA HISTORIA
Mi nombre es Alberto, nací en Bilbao hace 35 años. Soy soltero y hasta los 18 años viví con mis padres (soy hijo único). He tenido ocupaciones muy diversas (vendedor de libros, músico, profesor de informática, técnico electrónico, distintas tareas en una televisión local y en un estudio de grabación, etc.). Actualmente trabajo a tiempo parcial en varios proyectos.
Tuve innumerables problemas de salud en mi infancia, especialmente de tipo respiratorio. En mi familia existen antecedentes de trastornos de ansiedad. Por ejemplo, mi abuela materna tenía una verdadera obsesión por el orden y por la contaminación, además de una necesidad constante de comprobar las cosas (revisaba incontables veces si le faltaba dinero o si había cerrado correctamente las puertas con llave, en los últimos años de su vida llegó a limpiar su casa completa tres veces al día o a negarse a comer si no contaba con sus propios cubiertos). Algo parecido le pasa a mi padre, con una virtual obsesión por conservar y clasificar recibos y facturas. Lo mismo le sucede con las herramientas y sus cosas personales, llegando a perder el control si no encuentra todo donde lo ha dejado. Mi madre sufrió una fuerte depresión que le llevó incluso a tomar veneno para ratas, aunque afortunadamente se recuperó.
Sufrí mi primera crisis de pánico a los veinte años; no recuerdo ninguna circunstancia asociada en particular, aunque en general vivía un clima de tensión en la casa de mis padres, debido a constantes discusiones con ellos. La relación con mis padres fue desde entonces casi inexistente hasta no hace mucho tiempo. Una noche, sin previo aviso, sentí en mi cuarto que me moría sin que nada pudiera hacer por impedirlo. Pensándolo bien, quizás no fue esta la primera de mis crisis, ya que de pequeño alguna vez me tuve que marchar de la escuela "descompuesto" por sudores, temblores, hormigueos en todo el cuerpo e imposibilidad de prestar atención a aquello que me rodeara. Todo esto cedía en cuanto alguien me llevaba a casa. Ahora creo que podían ser crisis de pánico, aunque no puedo asegurarlo.
Además de exacerbar el temor exagerado a la muerte que sentía ya desde antes, me desconcertó el hecho que esas crisis me golpearan como un rayo, y que no pudiera hacer nada por impedir que ocurrieran. Cabe aclarar que nunca había oído hablar sobre la existencia de esta enfermedad, así que mi terror se duplicaba porque implicaba también enfrentarme a algo absolutamente desconocido o incontrolable en apariencia.
Desde los 20 hasta los 28 años no tuve un diagnóstico adecuado. Pasé por todos los estudios imaginables y posibles, sin encontrar nunca problemas orgánicos. Llegué al diagnóstico de trastorno de pánico y agorafobia gracias a que hice amistad con dos estudiantes de medicina, quienes me ayudaron a encontrar el cuadro mas aproximado a mis síntomas. Al poco tiempo consulté con una psiquiatra y una psicóloga que trabajaban juntas y me confirmaron el diagnóstico.
Comencé un tratamiento farmacológico, junto con un tratamiento de tipo psicoanalítico. Hasta ese momento había estado imposibilitado de abandonar mi casa por la agorafobia durante dos años (no podía alejarme mas de una o dos manzanas para hacer las compras, aunque generalmente esta tarea la realizaba algún amigo mío que comprendía mi situación, ya que en entonces vivía sólo). A partir del inicio del tratamiento pude "animarme" a salir, cada vez mas lejos de mi casa por períodos mas prolongados de forma progresiva. Seis meses mas tarde, volví a trabajar "normalmente" como profesor en una academia de informática. Durante mi encierro, dependía de los trabajos que podía hacer en casa y que no eran muchos.
Por razones económicas tuve que abandonar el tratamiento. Sufrí varias recaídas, aunque todas ellas mas suaves que las precedentes, tanto en tiempo como en intensidad. Tras tres años de actividad en el mismo trabajo, renuncié a él para poder dedicarme a otras cosas. Conocí a otra persona con un problema similar y creamos un grupo de autoayuda que funcionó durante un año. Me permito citar esto ya que en cierta forma es parte de mi tratamiento. El hecho de conocer en persona a muchos otros que padecen esta enfermedad me permitió comprender un poco mejor qué me pasa a mí mismo; por otra parte, espero que mi propia experiencia le haya servido de algo a otros. Posteriormente, reinicié de nuevo el tratamiento farmacológico y el apoyo psicológico.
Llegué a creer que ya no tenía mayores limitaciones, hasta hace una semana, cuando sufrí una crisis de pánico severa que me obligó a bajar del autobús en el que viajaba una tarde de muchísimo calor. Como dato alentador, tengo que destacar que no sufrí crisis de pánico por varios años. Una aclaración: en la actualidad, vivo con mi novia en un pequeño pueblo a 200 Kms. de mi cuidad natal. No tengo dificultades en viajar periódicamente esa distancia, aunque el llegar a la ciudad me da una especial angustia "de antemano". Me produce un malestar indefinido el permanecer mucho tiempo entre una multitud ruidosa, así como el tener que moverme dentro de la cuidad en transporte público. Tengo planeado volver cuantas veces me sea posible, tan sólo para exponerme a esas sensaciones y desensibilizarme de ellas (ya que eso no me ocurría cuando vivía allí).
La mayor limitación que siento actualmente es una sensación de inseguridad general (algo similar a aquello que me ocurría antes de una crisis), junto a una especie de fatiga constante, que sé no existente en realidad. Supongo que las ganas de querer salir, la terapia, la ocupación laboral plena, el tiempo y el amor harán lo suyo...
13.11 OTRA HISTORIA
Me llamo Mercedes y tengo 30 años. Soy profesora de informática y tengo proyectado casarme próximamente.
A lo largo de mi vida he tenido numerosas enfermedades, algunas reales y otras probablemente inexistentes. Tengo crisis agudas de ansiedad y me da miedo salir de casa sóla, algo similar a lo que le pasaba a mi madre. Al principio de mis crisis me diagnosticaron crisis asmáticas y me pusieron tratamiento para ello, sin resultado.
Creo que siempre he sido un poco nerviosa, aunque la primera crisis fuerte que recuerdo fue hace unos años cuando me dijeron que mi sobrino había nacido muerto. Por circunstancias familiares coincidentes, me sentí acusada de tener cierta culpa de ello, a pesar de no existir razón alguna que lo justificara. Esto acrecentó mis crisis hasta llegar a no poder controlarlas. Cuando sentí esa primera crisis, mi primera reacción fue ¡HUIR !. Salí corriendo al hospital, ya que sentía que no podía respirar y que me moriría asfixiada. Sentía hormigueos en las manos, piernas y mentón, sudor y sensación de no poder tragar. Con el tiempo los síntomas fueron cambiando. En algunas ocasiones sentía vértigo y sensación de desmayo, especialmente los supermercado o cuando camino. A veces, todavía tengo la sensación de falta de aire, aunque ya no es tan intensa y puedo controlarlo.
Pasaron aproximadamente dos años desde el comienzo de mis crisis. Pasé por todos los especialistas imaginables y me realizaron todo tipo de estudios (alergia, estómago, tiroides, oído interno, corazón, tuberculosis, etc. etc. etc.) y nada...
Por fin, uno de los médicos que me atendía, me sugirió que viera a un Psiquiatra. Este me recetó diversos fármacos que sólo tomé durante pocos días. La verdad es que tengo tanto miedo a las medicinas que sólo de pensarlo me pongo mala. Al mismo tiempo, empecé un tratamiento "psicoanalítico" al cual fui muy pocas veces, quería curarme rápidamente y ese tipo de tratamiento me parecía extremadamente lento. Luego comencé un tratamiento "conductista", pero tuve un malentendido con la psicóloga. Las tareas que me marcaba para enfrentar mis miedos me resultaban extremadamente difíciles de realizar y me sentía muy presionada. Tampoco concluí este tratamiento.
Comencé a buscar yo misma alguna forma para estar mejor y comprendí muchas cosas. Empecé con las exposiciones progresivas a las situaciones que me dan miedo y decidí tomarme en serio el tratamiento.
Antes llegué a tener dos crisis al día, ahora, todavía tengo alguna, aunque más esporádicas y controlables. Antes sólo me podía mover en coche, ahora puedo andar en bicicleta distancias no muy grandes. Antes me era imposible permanecer en supermercados o lugares públicos, ahora hago allí las compras y ya casi no me cuesta estar con mucha gente en lugares públicos. Antes me era imposible alejarme de casa 5 ó 6 manzanas, ahora puedo salir 20 kilómetros fuera del pueblo (sola o acompañada). Antes, me alimentaba de forma escasa y deficiente, ahora tengo menos inconvenientes con la comida aunque todavía me cuesta llevar una alimentación sana y variada.
Considero que con el tipo de tratamiento que estoy realizando voy bastante bien, a pesar de algunos bajones que siempre me dan en esta época del año. Seguiré con las exposiciones y el tratamiento psicoanalítico, que aunque lento, en mi caso creo que es lo mejor.
13.12 CRISIS DE PANICO DURANTE EL SUEÑO
Extractado, con autorización, de: Pastor, F.J. Salazar, M.A. Maruri, C. "Crisis de pánico durante el sueño. ¿Una entidad diferente? GOZE (Revista de la Academia Vasca de Ciencias de la Salud Mental y de la Asociación Vasca de Salud Mental) 1999, 7: 57-61.
Isabel Celaya se incorporó bruscamente de la cama, presa de una intensa angustia. Como en otras ocasiones, una brutal sensación de opresión en el pecho le despertaba en medio de la noche y un temor, que no podía dominar, le invadía nuevamente. Su corazón palpitaba aceleradamente, y una desagradable sensación de calor recorría todo su cuerpo. Respiraba con dificultad, entrecortadamente, mientras intentaba llenar de aire sus pulmones. La mirada fija en un punto intrascendente, y en su cabeza una única emoción que le paralizaba, un intenso temor a morir. Comenzó entonces a temblar. Rápidamente se levantó y abrió la ventana. "Cálmate Isabel, cálmate" se repetía como si de un mágico sortilegio se tratara. Un sudor frío resbalaba por su frente. Isabel sólo oía su respiración jadeante, "esta vez también pasará", "esta vez también pasará", repetía concentradamente. Era su tercer ataque en los últimos días, y decidió entonces aceptar el consejo de una amiga y visitar a un psiquiatra.
Isabel viene sufriendo episodios similares desde hace mucho tiempo. Isabel tiene ahora 38 años, es soltera y trabaja como dependienta en un comercio familiar. Todavía recuerda, como si fuera ayer, el primer episodio. Tenía entonces 18, y acababa de perder a su padre de un ataque al corazón mientras dormía. Era su primer día de clase en la universidad, y repentinamente, mientras todo el mundo permanecía en silencio comenzó a sentirse mal, muy mal, sentía que algo pasaba a su corazón y que se moría. Luego no sabe con exactitud lo sucedido. Le dijeron que se desplomó en clase y que entre todos consiguieron llevarla a la enfermería. Ella recuerda bien el tiempo pasado en el hospital, donde le hicieron muchas pruebas, sin que los médicos acertaran a encontrar alteración alguna en su cuerpo. Al final, alguien le dijo que todo era un problema de nervios y que dado lo reciente del fallecimiento de su padre, era comprensible lo sucedido.
Desde entonces, Isabel ha sufrido múltiples episodios, más frecuentemente mientras duerme, o en el duermevela después de comer, de diferente intensidad y variedad sintomática. Isabel intenta estar activa tras la sobremesa, por temor a quedarse dormida y sufrir un nuevo ataque. También tiene un cierto miedo al ir de noche a la cama y recurre habitualmente a hipnóticos. A pesar de las diferentes exploraciones cardiológicas a las que ha sido sometida, y que todos los médicos que ha visitado le han asegurado que no tiene nada en el corazón, Isabel sigue creyendo que el corazón es su punto débil, "como su padre", y tiene un intenso miedo a morir de un infarto mientras duerme.
En los 20 años que han pasado desde la primera crisis, ha habido de todo, rachas buenas sin episodios, otras con episodios leves y otras más graves con crisis más intensas y frecuentes. Estas generalmente, tras tener noticia de problemas del corazón o fallecimientos de algún conocido, o en situaciones de estrés.
Isabel no tiene temor a alejarse de casa, ni se siente incómoda en lugares donde hay mucha gente, o en sitios cerrados. Nunca ha tenido que ausentarse del trabajo por las crisis, aunque si ha ido cansada y sin apenas dormir en repetidas ocasiones. El rendimiento social y laboral ha sido siempre satisfactorio. No refiere haber sufrido claros episodios depresivos, por su intensidad y duración, aunque si el lógico cansancio y frustación por lo persistente de su trastorno.
13.13 ESPERANZA (Poesía)
ESPERANÇA falando com o Rex (pânico) Parte I Quando chegas tão sonso, me invadindo tomas corpo, razão e a lucidez a mostrar o caminho que eu não vejo - pura insensatez... Fecho os olhos e penso nos desejos que ficaram pra trás sem ser vividos... Foram tantos os sonhos omitidos tantos berros atados e feridos tantas sobras de amor esparramadas tantas lutas perdidas desarmadas tantos risos brotados sem perdão... E aí chegas, me invades sorrateiro apontando o traçado verdadeiro que preciso seguir. Mas percebas o velho e vil cansaço a brotar dos meus poros e do espaço me tornando acuada... É difícil encontrar o entendimento da loucura, angústia e sofrimento que me deixam no chão, acorrentada. Mas um dia, no céu despontarás e há de a porta se abrir, iluminada pegarás minha mão, bendita PAZ e a seguir vamos juntas pela estrada - serenas - de mãos dadas... VEM... Parte II Podes vir! Eu te aceito! És meu lado imperfeito ou perfeito... não sei qual é o tom. Vem, arrombas a porta e sacode a poeira Vem romper a barreira do som. Podes vir! Eu te quero! Meu sorriso amarelo enaltece o desejo do meu coração. Sejas terno e, com calma, vem, invadas minh'alma vem, desvendas meus pontos de interrogação. Podes vir! Eu te enfrento! Dou-te o meu pensamento Dou-te os medos, vitórias e os fracassos reais. Vem... te aceito em meu sangue! Nesta forma de dor és meu grito de guerra e de amor! |
ESPERANZA hablando con el Rey (Pánico) Parte I Cuando llegas tan estulto, invadiéndome tomas cuerpo, razón y la lucidez para mostrar el camino que yo no veo pura insensatez... Cierro los ojos y pienso en los deseos que quedaron atrás sin ser vividos... Fueron tantos los sueños omitidos tantos gritos atados y heridos tantas sobras de amor desparramadas tantas luchas perdidas desarmadas tantas risas brotadas sin perdón... Y ahí llegas, me invades astuto apuntando el trazado verdadero que tengo que seguir. Mas percibes el viejo y vil cansancio brotando de mis poros y del espacio tornándome rendida... Es difícil encontrar la razón de la locura, angustia y sufrimiento que me dejan en el piso, encadenada. Pero un día, en el cielo despuntarás y la puerta habrá de abrirse iluminada tomarás mi mano, bendita PAZ y seguiremos juntas por la calle -serenas- de la mano... VEN... Parte II Puedes venir! Yo te acepto! Es mi lado imperfecto o perfecto... no sé cuál es el tono. Ven, destroza la puerta y sacude el polvo Ven a romper la barrera del sonido. Puedes venir! Yo te quiero! Mi sonrisa amarilla enaltece el deseo de mi corazón. Sé tierno y, con calma, ven, invade mi alma ven, descubre mis puntos de interrogación. Puedes venir! Yo te enfrento! Te doy mi pensamiento te doy mis miedos, victorias y los fracasos reales. Ven... te acepto en mi sangre en esta forma de dolor está mi grito de guerra y de amor! |
© 1997 - 2000 Dr. Oscar Martínez Azumendi. Permitida su reproducción, siempre que esta no tenga fines económicos y se cite su procedencia. Cualquier comentario o sugerencia será bien recibido, aunque teniendo la página un ánimo méramente informativo no podrán responderse consultas particulares.
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