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INTRODUCCIÓN
PREÁMBULO.- Plan Nacional de Desarrollo 2001 – 2006
BIOPSICOACTIVIDAD
EL SISTEMA PERSONOLÓGICO BIOPSICOACTIVO
DIMENSIONES DEL SISTEMA PERSONOLÓGICO
DIMENSIONES DEL SISTEMA DE ACTIVIDAD
SISTEMA DE EQUILIBRIO (HOMEORROSIS CACOLUDIDA)
¿En qué consiste el desarrollo del pensamiento?
La reflexión de lo social a través del discurso axiolóxico
I.- La axiología en el discurso político
II.- Sistemas axiolóxicos: universalismo y relativismo
III. Marxismo, Existencialismo y Axiología
IV. Aportes de la Psicología a la reflexión axiológica
V. Conclusiones: ¿qué valores, para qué sociedad?
Aportes de la psicología a la comprensión del fenómeno moral

INTRODUCCIÓN (Alfaro G. E., 2001)

La Declaración de Sintra, Portugal (1998); hace patente la idea de que es necesario reconocer y afrontar la presencia del fenómeno de la globalización marcada por los valores y acciones solidarias como núcleos éticos esenciales de los procesos de desarrollo e integración del momento histórico que nos ha tocado vivir; requiriéndose que los países iberoamericanos estén en armonía con la necesidad de cambios trascendentes que posibiliten el desarrollo de la calidad, equidad y gestión participativa de la educación; la cual se refrenda en la IX Conferencia Iberoamericana de Educación (La Habana, 1999).

Dicha globalización ha generado una lógica de competitividad que desborda el acceso a la información, el conocimiento científico y a las innovaciones tecnológicas; por tanto, la educación, debe cumplir una serie de funciones en los nuevos contextos fuertemente vinculados al desarrollo, que afirme su posición crítica frente a los valores auténticos de su propia cultura e identidad y que permita procesos de apertura, hacia la integración y mundialización inevitables.

Alcanzar las condiciones descritas implica además, que este cambio propiciatorio del desarrollo social y humano “sea concebido como un proceso de cambio sustentado en la educación” (Plan Nacional de Desarrollo, Acciones hoy, para el México del Futuro 2001 – 2006).

La revaloración de la educación, por tanto, es función indispensable para su impulso; las instituciones educativas actuales están impregnadas de concepciones anacrónicas del mundo y del lugar del hombre en él.

Los sistemas educativos modernos fomentan el conformismo, la pasividad y la estrechez de miras; este estado de cosas es tan obsoleto como la clásica fragmentación de la imagen del mundo, es un obstáculo más para transformar las instituciones educativas; la tradición tiende a ser valorada hasta el punto de restringir la visión y mediatizar la creatividad y la innovación.

Las instituciones educativas deben estar comprometidas con la integración de conocimientos y el desarrollo de una visión holística en la recreación colaborativa e integral en el conocimiento (relación ciencia - tecnología), en los valores (una cultura en búsqueda de una ética global), en la actuación (como estrategia hacia la sustentabilidad social); y en un sistema de comunicación basado en el diálogo creativo (creática dialógica) entre las ciencias y las humanidades.

La escuela, en la actualidad, relega su función legítima de formación, para dar prioridad a la selección en función del concepto de calidad; ya no se trata de ayudar al hombre a alcanzar su plenitud, sino de proveer a la sociedad de individuos que se integren con eficacia y eficiencia a los mecanismos de producción; la ciencia de la naturaleza a modificado la naturaleza científica; nos hemos desconectado de la importancia del hecho social presente en la indagación y la investigación; en la actualidad se omite que la naturaleza cambia naturalmente, el hombre en función de la ciencia transforma deliberadamente. Así como la sociedad inicia y produce la ciencia, la ciencia debe en amplio sentido determinar los componentes en la formación auténtica de la sociedad, una sociedad que al transformar deliberadamente este consciente de su naturaleza humana.

Percibiendo en esas trasformaciones la necesidad de la recreación de la ciencia para su propio desarrollo; un desarrollo transdisciplinario, cuya potencial virtud deberá estar dinamizada por la conexión entre la reflexión teórica y la práctica educativa desde una perspectiva social y global.

Ante el reconocimiento de la sociedad global, se ha modificado la perspectiva de mundialización, por la globalización; sin embargo, el mundo sigue fragmentado; carece de una visión integradora, las sutiles relaciones de las interacciones mutuas se han hecho más importantes que la suma de sus partes; este, es solo un momento de la idea clave que sugiere la necesidad de modelar, en el plano de la formación docente, la adopción de la Dinámica de Sistemas desarrollada por el profesor Jay W. Forrester en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (M.I.T.); cuyo objetivo original era el análisis de problemas industriales, y que ya ha probado su validez como herramienta para el estudio de los sistemas complejos de nuestro planeta.

Por otra parte, necesitamos de organizaciones inteligentes, la escuela como organización no puede estar excenta de ello; la escuela como organización inteligente deberá reevaluar su modelo unidimensional y ser capaz de aprender a partir de la revolución del pensamiento de sus unidades de actuación (los docentes); pues ellos son algunos de los elementos que posibilitarán el cambio conceptual y perceptivo de nuestra realidad y pueden cambiarla, objetivando en la acción educativa, la actividad y la comunicación, que son esenciales.

Pero será intrascendente el cambio, si no vinculamos estrechamente la necesaria transformación del pensamiento sistémico, como marco conceptual que aporta un cuerpo de conocimientos que permiten clarificar los patrones de comportamiento, y en consecuencia, pueden modificarlos; además de, la transformación de los modelos mentales (supuestos) y sus efectos sobre nuestra conducta, necesarios en el aprendizaje institucional, con un diferenciado pensamiento sistémico; si la realidad es compleja, la educación debe enseñar a aprender a pensar complejamente.

PREÁMBULO.- Plan Nacional de Desarrollo 2001 – 2006.

El Plan Nacional de Desarrollo 2001 – 2006 (PND), en su “Area de Desarrollo Social y Humano”, plantea una estrategia que objetiva la implicación de que, el desarrollo social y humano debe ser concebido como “un proceso de cambio sustentado en la educación ” ; la cual permitirá comprender nuestra compleja realidad, expresada en “una amplia gamma de fenómenos determinantes de la vida de los mexicanos, desde modificaciones en las percepciones, motivaciones y conductas individuales – actitudes, valores y aspiraciones – entre otros elementos” .

Por tanto supone, que el desarrollo social y humano con calidad, solo podrá lograrse con una educación de calidad ; la cual estará expresada en un aprender a sentir nuestra realidad como un todo y en la modificación de la conducta; esto solo puede desarrollarse a partir de nuestras motivaciones y aspiraciones, y esta determinación teleológica centrada en valores, es la que modifica nuestra actitud.

No obstante, en los inicios de este Siglo XXI, la acción educativa, en nuestro país, aún manifiesta grandes rezagos, pues “la igualdad de oportunidades para acceder a la educación”, aún no se ha logrado, “la deserción” sigue presente, “la insuficiente vinculación entre la educación tecnológica y el aparato productivo” propicia insuficiencias en “educar para la vida”( , ) (pues aún está determinada por paradigmas intrascendentes); y prevalece la preocupante y manifiesta desatención que se da “a la ciencia, la investigación científica y la innovación” (PND).

Se evidencía en este momento sociohistórico, que existe un amplio espectro de problemas educativos y un propósito de desarrollo social y humano; por tanto, es nuestro compromiso, proponer las alternativas cuya viabilidad permita, en las ciencias de la educación (en lo general), y a través de la investigación científica (en lo particular), recrear el potencial subjetivo que en la innovación propicie, desarrollar estrategica y congruentemente, soluciones emergentes en coincidencia a nuestro Plan Nacional de Desarrollo y desde nuestro Subsistema de Educación Tecnológica Agropecuaria.

Si la educación es el proceso de cambio y el eje propiciatorio del desarrollo social y humano; la acción educativa deberá estar centrada en aquellas opciones que permitan conocer, producir y valorar el cambio y la recreación de nuestros modelos de pensamiento; pues toda acción, conducta y/o actitud, es el término final de una serie o conjunto de pensamientos.

Si la pedagogía, es apropiadamente la ciencia de la educación, y la didáctica la que determina los métodos del proceso de aprendizaje; serán los métodos innovadores de aprender a pensar los que permitan vulnerar la problemática educativa, y resolverla al modificar nuestro sistema perceptivo, motivacional y conductual (en pleno intercambio con nuestras actitudes, valores y aspiraciones), lo que propiciaría la sustentabilidad del desarrollo social y humano, a partir de las acciones educativas realizadas en, por y para nuestro subsistema.

Se estima necesario, por tanto: Modificar la representación de nuestro ser conciente, es decir, de nuestros subsistemas concientes; tener conciencia de nuestros ser biológico (que siente y percibe); conciencia de nuestro ser personológico (que conoce, mantiene afectos y socializa); y conciencia de nuestra actividad (que aplica esos conocimientos, valorándolos, comunicándolos y practicándolos).

No puede existir mejor coincidencia en los fines, como son: los fines universales de, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) con su “Aprender a pensar” ; nuestro Subsistema de Educación Tecnológica Agropecuaria al “Aprender haciendo y enseñar produciendo” y nuestra Universidad Internacional de América, de “Ser, para aprender a hacer” .

Coincidencia, que además refleja, los principios y propósitos de el Plan de Escuelas Asociadas (PEA) a la UNESCO ; potenciando la comprensión necesaria de sus temas fundamentales: Cultura de paz y no violencia, democracia y derechos humanos, ambiente y sustentabilidad, y aprendizaje intercultural .

El desarrollo humano sustentable no podrá darse, si la acción educativa no propicia el desarrollo de una auténtica y legítima sustentabilidad social, producto de una sociedad pacífica, democrática, digna, y recreada en un ambiente de respeto hacia los diferentes.

Pero tampoco podremos comprender nuestra compleja realidad, si no la comprendemos como una realidad dinámica y actuante; una realidad que deberá ser percibida a partir de un pensamiento complejo y de la dinamicidad entre lo externo y lo interno; la importancia de percibirnos a nosotros mismo (propiocepción) es naturalmente esencial; pensar complejamente implica el reconocer la singularidad de nuestro pensamiento y lo universal del ambiente; pero también, que un cambio o modificación de nuestro pensamiento produce cambio cualitativos en nuestro sistema de actuación; y son estos cambios cualitativos los que en la actividad, transforman nuestro ambiente; si deseamos un mundo diferente, debemos empezar hoy, a construir, con nuestras acciones, el México que realmente deseamos (“Acciones hoy, para el México del futuro”. PND).

La propuesta de esta tesis, en coincidencia con el Objetivo Rector No. 3 del Plan Nacional de Desarrollo (Área de Desarrollo Social y Humano; Objetivos rectores y estrategias) pretende, la transformación de sus procesos pedagógicos; y plantea que esto puede lograrse utilizando como Método, el Método de Sistemas Dinámicos y como estrategia de pensamiento, el Desarrollo del Pensamiento Complejo.

BIOPSICOACTIVIDAD

El hombre, en este mundo complejo y global, sigue intentando encontrar su esencia; ésta búsqueda en su tránsito hacia el ideal humano, es dinámica, pero también compleja.

La complejidad implícita de su pensamiento y la ausencia de libertad del mismo, erosionado por sus propias acciones, lo limitan; lo hacen cautivo, sin cautivarlo; tal vez debe comprender primero, la complejidad de sus formas de pensamiento, antes que la complejidad del mundo y cerciorarse ahora, que esa realidad externa es la omnijetidad; es la relación dialéctica entre su pensamiento y su forma de percibir el mundo; y que ese mundo externo y cambiante es holístico, transdisciplinario y sistémico.

Que el mundo para comprenderse requiere de su pensamiento, en permanente contradicción; de momentos dinámicos que oscilan entre lo real y lo deseado; de un flujo permanente de un estado confortable a otro crítico, como un sistema abierto mas allá del ser - objeto y la persona; donde la persona actúa dependiente y concientemente en función de su pensamiento, el cual se refleja en todo momento en su sistema de actividad.

Por tanto – hombre - no es solamente un ser que piensa, sino aquél que se percibe a sí mismo, como un sistema integral biopsicoactivo; un ser biológico y una personalidad que transforma el mundo a través de su actividad y, que esta actividad, es producto de su sistema de pensamiento.

El pensamiento comprehendido (que comprende e incide) como un sistema complejamente autoorganizado; donde, toda acción es consecuencia de una serie o un conjunto de pensamientos, orientados a un diverso - pero propio – fin; pero también, que en sus fines se contempla y organiza a sí mismo.

De forma tal que: Si el objeto de la educación es el ser humano, si el – ser humano – es una personalidad; y la personalidad se encuentra inevitablemente ligada a un sistema mayor bipsicoactivo.

Toda acción realizada por la educación, sobre el sistema de pensamiento, podrá reflejarse en consecuencia no solamente en su ser biológico y en su personalidad, sino también en las acciones del ser biopsicoactivo, que hacen de su sistema una permanente recreación social.

EL SISTEMA PERSONOLÓGICO BIOPSICOACTIVO

Las concepciones filosófica y epistemológica carecen de carácter si no consideramos el sistema personológico del sujeto.

Es en este sistema donde se producen y recrean las modificaciones que a través de la conducta produce la educación sobre las particularidades del sujeto individual.

Por ello, se hace necesario denotar la fundamentación psicológica, que como modelo explicativo del proceso, esta centrado en las teorias mediacionales y dentro de sus varios exponentes se asume la de Piaget , Vigotsky y Frankl.

Dentro de las diferentes corrientes cognitivas se asume la Psicología Genético Cognitiva en la cuál, entre sus principales exponentes destacan Piaget, Bruner, Ausubel , e Inhelder; se asume la propuesta de Piaget como la más cercana a este proyecto dado que: defiende la actividad con sentido, orientada, organizada y no como una actividad arbitraria.

La actividad es la constante de todo aprendizaje en sus diferentes etapas donde, los contenidos figurativos se adquieren mediante la observación, recepción o percepción, pero los aspectos funcionales u operativos del pensamiento solo se construyen a partir de acciones y de la coordinación de las mismas. Son estos aspectos operativos los que caracterizan la conducta intelectual del hombre, por tanto, sus niveles superiores del pensamiento.

Las estructuras cognitivas, son el resultado de procesos de intercambio subordinados al ambiente o contexto; por ello se denomina a estas posiciones constructivismo genético.

La construcción genética como proceso de desarrollo consta de dos movimientos: la asimilación, constituida por el proceso de integración de estructuras nuevas a las anteriormente construidas por el individuo y la acomodación, que reformula y elabora nuevas estructuras como consecuencia de la asimilación.

Los factores principales que intervienen en el desarrollo de las estructuras cognitivas son: la maduración, la experiencia física, la interacción social y el equilibrio.

También se recrea la corriente psicológica dialéctica de Vigotsky, destacado exponente de la escuela soviética para quien el aprendizaje está en función de la comunicación y el desarrollo, y asume que el desarrollo no es una manifestación de caracteres resultado de la estructura biológica de los genes, sino que este es un producto del intercambio entre la información genética y el contacto con las circunstancias reales de un ambiente históricamente constituido, donde la conducta es resultado de la “impregnación social del organismo” de cada individuo.

Para Vigotsky, el área de desarrollo potencial o zona de desarrollo próximo es el eje dialéctico entre aprendizaje y desarrollo, y en franca oposición a Piaget, establece que el desarrollo sigue al aprendizaje, puesto que es éste el que crea el área de desarrollo potencial, lo que produce una divergencia respecto a la posición Piagetana.

La corriente genético dialéctica desarrollada en Francia por Wallon, confirma los postulados de la escuela soviética, pues considera que el aprendizaje es incomprensible si no es considerado dentro de un proceso de desarrollo; y el desarrollo lo considera un concepto metafísico, sin una explicación surgida a partir del aprendizaje realizado en el intercambio del organismo con el medio, lo que conceptúa como “penetración social”.

Wallon explica el paso de lo orgánico a lo psíquico, a partir de cuatro elementos: emoción, imitación, motivación y el “socius”. La emoción como vínculo entre lo orgánico y lo social, que paulatinamente adquiere el carácter de intercambio de mensajes entre individuos, es decir de comunicación.

Esta emoción comunicada exige la relación entre significante y significado como un primer momento de los procesos representacionales; desde su origen, al pensamiento lo vincula a aspectos emotivos – afectivos.

La relación dialéctica entre pensamiento y afectividad, no puede en consecuencia estar disociada en sus interrelaciones con lo cognitivo y lo social, Pues lo cognitivo implica en su desarrollo componentes afectivos que por si mismos dinamizan el aprendizaje. El desarrollo psicodialéctico constituye la integralidad del movimiento de las estructuras psicogenéticas como redes complejas e interactivas de pensamiento y actividad.

Además de estos autores, considero importante la postura de Victor Frankl, con su corriente basada en la logoterapia, la cual es un método prospectivo que tiende a una visión de futuro, esta centrada en el significado de la persona humana y en la búsqueda de sentido. Su dinamismo radica en encontrar la voluntad de sentido a su propia vida.

La voluntad de sentido es una cuestión de hecho en la búsqueda de significados auténticos, que satisfagan su propia voluntad (sin menosprecio de las aspiraciones de los demás). El logos (sentido, significado, propósito), no es algo que nace de la propia existencia, sino algo que hace frente a la existencia. La voluntad de sentido no es una invención, es un descubrimiento continuo.

En ella, la fuerza psicodinámica que surge de la voluntad y se expresa en la motivación, se manifiesta no como una fuerza impulsora, sino atractiva (es función de atracción); no empuja al hombre, sino que lo atrae. Por su carácter de hecho, el hombre no se ve impulsado a actuar, sino que decide actuar; por tanto, caracteriza el sentido, como una expresión de actividad.

La voluntad de sentido esencialmente, es el afán de encontrar un significado concreto a la existencia personal.

La búsqueda del auténtico sentido de la existencia humana nace de una tensión interna y no de un equilibrio; dicha tensión es indispensable para la salud mental, que le permita, no eliminar la tensión, sino, luchar y esforzarse por un fin que valga la pena, una noodinamia, representada por una imagen bipolar, representando sus polos el significado que debe cumplirse y el hombre que debe cumplirlo.

Al evitar el vacío existencial del hombre (representado por una imagen y actitud) de confort, evita su propia desarrollo al carecer de la tensión creativa necesaria para potenciar su nivel creativo; estas situaciones inevitables permiten acceder a las actitudes necesarias para descubrir su propio sentido de vida. El hombre (arriesgado e inevitable) como su único y propio determinante.

Pero el hombre no es un sujeto aislado, esta inserto en un sistema social; la presente tesis encuentra además, su soporte explicativo – social en la denominada corriente estructural funcionalista. Si bien, los primeros antecedentes del funcionalismo provienen de una posición organicista sobre la sociedad, su relevancia toma forma al ponerse de relieve que la sociedad debe entenderse como un todo, y que este todo es de naturaleza estructural resultado de su carácter mutifuncional e interactuante.

El antecedente teórico metodológico del funcionalismo recoge la noción de función, según la cual, los sistemas sociales son conjuntos coherentes que no pueden aceptar instituciones o usos de los que se deriven consecuencias contradictorias; Parsons, además de aceptar un sistema categorial, integra lógicamente las distintas partes de la realidad social en su teoría sociológico sistemática. La realidad social es vista como un acto único (unidad de acción) y el conjunto de acciones como un sistema organizado en: Un sistema de personalidad, un sistema social y un sistema cultural, los cuales constituyen el objeto de la teoría de la acción, cuyos fundamentos son: su estratificación y la división del trabajo entre sus miembros; el funcionalismo trata de analizar categorías estructurales estáticas (el actor, situación del actor y la orientación del acto en la situación), con elementos dinámicamente variables dentro del sistema, expresados en el concepto de función.

La posición funcional adoptada esta centrada en considerar el tipo de funcionalismo como un modelo de sistema autorregulado .

Su carácter homeostático o equilibrado corresponde a su carácter abierto, retroactivo y autorregulado, donde los efectos de un rasgo en relación con alguna parte del sistema, se utiliza para abordar la explicación de esa parte y no la explicación del rasgo.

A este enfoque se le denomina formal dado que es un modelo de tipos de relaciones entre elementos, semejante a un modelo matemático; la estructura de la acción social.

El sistema de personalidad está referido a las necesidades orgánicas y emocionales (de la persona) que organiza la identidad en la socialización y la experiencia. El sistema social entendido como la interacción entre los actores en mutua interdependencia y un sistema cultural que implica los patrones simbólicos y valores compartidos por todos los actores y sistemas sociales.

Sin embargo, es necesario puntualizar que la acción humana no es posible sin un sistema de símbolos cuya significación depende de su generalidad y cuya función es el establecimiento de la comunicación.

Su cualidad más general es la interdependencia de sus relaciones que determinan el orden (como imperativo) del sistema; el orden incluye las disociaciones y conflictos que ponen en riesgo la estabilidad y funcionalidad del sistema.

En la integración del sistema los elementos motivacionales y culturales determinan la acción normativamente orientada; es decir, el valor y la motivación orientada constituyen los componentes básicos del sistema social y, es la acción la que constituye un acto – unidad del sistema desde el cual es posible analizar las relaciones del status y los diferentes roles de la acción social.

Por tanto, si es necesario repensar el ser, es también necesario repensar el sujeto que percibe ese ser; no podemos considerarlo simplemente como un ser biopsicosocial; se hace indispensable considerar el ser como sistema; el ser biológico, el ser psicológico y el ser activo; es decir como un ser biopsicoactivo, vinculado estrechamente al movimiento que propicia el desarrollo de la sociedad resultado de su actividad que es la que produce el desarrollo social sustentable, donde hombre y ambiente constituyen un todo integral; el ambiente y el hombre como un todo, donde el ambiente no solamente es todo lo que nos rodea, sino que nos incluye, y en donde adquiere su carácter holístico.

Por tanto, es necesario tener conciencia de nuestra animalidad, tener conciencia de la importancia de concebir nuestro ser biológico, que siente y percibe la realidad concreta y que hace del hombre un hombre que se sabe sabio (Homo sapiens sapiens) y su intima correspondencia significativa con el ser personológico y de actividad.

El animal racional llamado hombre, requiere de las sensaciones conformadas por el reflejo vincular de los sujetos, objetos y fenómenos que lo rodean y que se expresan en la dimensión personológica de la cognición y cuya incidencia depende de la intensidad con que actúan sobre nuestros sentidos biológicos.

La flujicidad inmediata de la acción sentida se refleja en la percepción como una totalidad del objeto o fenómeno reflejado por la cognición en la conciencia del hombre; y a partir de las cuales representa en la memoria las imágenes sentidas.

El carácter dinámico de sensación, percepción y representación estará constituido por el desarrollo del pensamiento entre el grado sensorial y el grado lógico del conocimiento que permite la construcción de conceptos juicios y razonamientos.

Por tanto la conciencia de nuestro ser biológico implica solo una parte de la concepción sistemica integral del hombre como ser biopsicoactivo; pero también deberá puntualizar el carácter dinamico entre el ser biológico y las dimensiónes cognitivas de personalidad y actividad

La personalidad como sistema se ha expresado considerado al ser humano como persona total, una ser se necesidades, activo y consciente, inconcluso, proyectado hacia el futuro, de opciones, compromisos y raíces espacio temporales (Castellanos, S. B., 1996 ).

Pero también, la personalidad como sistema puede expresarse constituida por tres dimensiones: cognitiva, afectiva y social.

La dimensión cognitiva estará referida al conocimiento y a los procesos que comprenden el conocimiento de las cosas; fundamentalmente a la percepción, descubrimiento, imaginación, lenguaje, conceptos, juicio, razonamiento, aprendizaje y pensamiento, como un todo inseparable del proceso evolutivo de la personalidad.

La dimensión afectiva, como la relación vivencial de agrado o desagrado; la vinculación empática entre nuestros sentimientos y emociones que permiten las relaciones entre sujetos y su ambiente como totalidad; es la expresión básica para el desarrollo del sujeto y factor necesario para el equilibrio del comportamiento personológico.

Y la dimensión social, como factor multidimensional que a partir del conocimiento, interrelaciona la dimensionalidad compuesta de la socioafectividad; es el rasgo de la personalidad que determina la dinamicidad entre las relaciones sujeto – sujeto y sujeto objeto; pero principalmente la capacidad de socialización que transforma el individuo biológico en individuo social dentro una la sociedad global.

DIMENSIONES DEL SISTEMA PERSONOLÓGICO

Por tanto, son estas dimensiones de la personalidad, las que en la actividad como experiencia, permiten la transformación de la realidad, en plena dependencia de sus múltiples relaciones y nexos; son estas relaciones y nexos, los que propician comprender la complejidad subjetiva considerando el carácter objetivo de su dinamicidad.

La actividad entendida como la interrelación reciproca y bidireccional entre lo activo del sujeto personológico y la información que refleja lo activo de los sistemas, se reflejan así mismos en su automovimiento; por tanto, la actividad se constituye en una categoría filosófica presente en el sistema de desarrollo no solo de las ciencias, sino también del sujeto como autogestionario de su propio desarrollo en el ámbito vivencial histórico – social.

La actividad denota la unidad dialéctica entre sus momentos cognitivo, axiolóxico, comunicativo y práctico, constitutivos de la realidad social que el sujeto en lo individual desarrolla, integrado en un sistema categorial que refleja el carácter univoco entre actividad y personalidad, pues es difícil concebir la actividad social sin el pensamiento humano.

Las dimensiones cognitivas de la personalidad y de la actividad son un todo interrelacionado resultado de la práctica histórico social del sujeto y en estrecho vínculo con la actividad valorativa en la cual se refleja la práctica social y el conocimiento humano; éstos momentos de la actividad se expresan en el carácter de intercambio producto de la comunicación, por la cual el hombre revela el principio relacional de las categorías subjetiva y objetiva con el mundo concretándolas en la abstracción de su pensamiento donde se expresa la dialéctica ascensional de lo abstracto a lo concreto.

DIMENSIONES DEL SISTEMA DE ACTIVIDAD

Los sistemas de personalidad y de actividad en sus diferentes dimensiones no podría concebirse sin un Sistema de Equilibrio, este representa no solamente las dimensiones implícitas del ser biológico, cuyo equilibrio se manifiesta en la Homeostasis, sino que encuentra otra ámbito relacional más complejo en la integración del equilibrio sistémico de personalidad y actuación; a este equilibrio se considera la Homeorrósis, pero la personalidad y la actividad humana no tendría sentido sin propiciar un propósito resolutivo en su intercambio y convivencia con la realidad, transformar la realidad implica casi siempre situaciones problémicas (problemática) donde subsisten las relaciones entre un elemento objetivo (lo real) y un elemento subjetivo (lo deseado) cuyo dinamismo activo se expresa en la solución o la dilución, resolver o disolver un problema se encuentra vinculado a un elemento ideal manifestado del hombre en el equilibrio Cacoludido entre la ilusión y la desilusión que se refleja como abstracción concreta de la realidad en el Pensamiento Complejo; por tanto el equilibrio de la interdinamicidad biopsicosocial del sujeto se manifiesta como un equilibrio sistémico integral en una Homeorrosis Cacoludida.

SISTEMA DE EQUILIBRIO (HOMEORROSIS CACOLUDIDA)

Si bien la modelación gráfica de este equilibrio parece un sistema cerrado, en realidad es un Sistema Abierto ya que su retroacción o realimentación se caracteriza por la dinamicidad de la relación sujeto - objeto, pero principalmente de la dinámica de la relación sujeto – sujeto, una relación interactuante en los diferentes momentos socio - históricos y ambientes contextuales multivariados, cuya expresión encuentra sentido en la aceptación de la diversidad.

Es obvio que lo anterior refleja el principio de congruencia entre el pensar, el decir y el hacer; su origen esta determinado por el ser a partir de la educación; el objeto de la educación es el ser humano, el ser humano es una personalidad y la personalidad es un sistema; la personalidad concretamente es la manifestación del equilibrio del sistema superior de regulación de la vida humana y el eje propiciatorio de este equilibrio autorregulado se manifiesta en el pensamiento del que deriva su sistema de actuación; por tanto, toda modificación del objeto (pensamiento) por la educación tendrá su efecto en el sistema de personalidad y en su sistema de actuación.

El punto que dinamiza su vitalidad tiene su idea rectora en el historicismo, que es el eje sobre el cual se desarrolla la personalidad, en su relatividad espacio temporal; pero en necesario precisar que en los demás organismos vivos, la relación espacio tiempo es biológica, mientras que en el hombre esta relación es social.

Por tanto es necesario modificar nuestra propiocepción, la capacidad de percibirnos a nosotros mismos como un sistema biológico, personológico y de actuación; si hemos podido enseñar a no pensar, o a pensar linealmente, es posible que con estrategias contrarias podamos enseñar a pensar holísticamente y más aún a pensar acerca de la forma como pensamos; esto requerirá no solo del desarrollo del pensamiento complejo, sino también pensar acerca de la forma en que se enseña y se aprende en la escuela, acerca de la forma en que se aprende a pensar, acerca de la forma en que se aprende a aprender, acerca de la forma en que se aprende a ser y acerca de las formas en que nos relacionamos con los demás; transformar a la escuela de un espacio donde el proceso central es la enseñanza – aprendizaje y convertir este proceso en un único y diferenciado sistema de aprendizaje.

¿En qué consiste el desarrollo del pensamiento?


El desarrollo del pensamiento complejo es el grado de mejoramiento o potencial incremental del razonamiento formal contrastado con el razonamiento amplificado, cuya instrumentación depende de la modelación teórica y objetiva de las categorías de simplicidad, relacionalidad y complejidad en un contexto de actuación determinado, con el fin de evaluar el carácter diferencial del método, codificación y estrategias manifiestas entre un modelo inicial y el modelo mejorado.

Alfaro G. E. (2001). Tesis Doctoral

LA REFLEXIÓN DE LO SOCIAL A TRAVÉS DEL DISCURSO AXIOLÓGICO

Blanca Reguero
Facultad de Psicología. UNAM. Febrero de 1996.

Introducción

La Axiología (1) es la parte de la Filosofía que estudia los valores, con el objeto de formular una teoría que permita explicar la existencia y la vigencia de todo un mundo de producción humana que tiene importancia definitiva para la vida del hombre y su desarrollo histórico social.

La palabra axiología la emplearon por primera vez, en el siglo XX, el francés Paul Lapie en su obra Logique de la volonté, 1902, y el alemán Eduard Von Hartmann en su obra Grundriss der Axiologie, 1908; si bien la expresión "valor" fue empleada originariamente por los economistas para designar el valor de uso o de cambio que poseen las cosas.

La Axiología aparece aproximadamente a principios de siglo y alcanza gran desarrollo a través de dos grandes pensadores alemanes: Max Scheler y Nicolai Hartmann.

La teoría de los valores actual ha dirigido sus debates e investigaciones en diversas direcciones, especialmente, los que se han dirigido al carácter absoluto y relativo de los valores. Es decir, los que han tomado como punto de partida para una Axiología la determinación de valor como algo reductible esencialmente a la valorización realizada por los portadores de valores, o como algo situado en una esfera metafísica independiente. Los que pueden calificarse de nominalistas éticos, (2) que consideran que el valor depende de los sentimientos de agrado y desagrado del hecho de ser o no ser deseados, de la subjetividad humana individual o colectiva. Y, los que consideran que lo único que hace el hombre frente al valor es reconocerlo como tal y aún considerar las cosas valiosas como cosas que participan.

Estas posiciones, como sea aprecia, las podemos dividir en tres:

1. La que podría llamarse la teoría platónica del valor, con todos sus matices y posibles interpretaciones. En esta teoría se sostendrá que el valor es algo absolutamente independiente de las cosas; mejor aún que es algo en que las cosas valiosas están fundadas, de tal suerte que un bien sería sólo por el hecho de participar de un valor situado en una esfera metafísica.

Los valores serían en tal caso entidades ideales pero de una idealidad "existente", seres en sí, perfecciones absultas. La confusión de la irrealidad del valor con la idealidad de los objetos ideales tiene su base en una actitud intelectualista para la cual son el espíritu, la razón, los que frente a la sensibilidad, descubren los valores y efectúan la identificación del ser con el valor. Esta posición plantea algunos problemas cuando tiene que enfrentarse con la efectividad del mal y del disvalor, pues éstos tienen que ser considerados como una disminución del ser y aún como una nada.

2. El nominalismo de los valores, para esta teoría el valor es relativo al hombre o a cualquier portador de valores. El valor es fundado en la subjetividad, en el agrado o el desagrado, en el deseo o la repugnancia, en la atracción o la repulsión, que son actitudes vinculadas al valor pero que no pueden constituir la esencia del valor mismo. Los valores consisten en tal caso, en el hecho de que la cosa considerada valiosa produzca agrado, deseo, atracción, etcétera y, no en el hecho, más fundamental, de que el agrado, el deseo, la atracción, sobrevengan a causas del carácter valioso de la cosa. El motivo fundamental de este nominalismo de los valores radica en la reducción de todos los valores de orden superior a los valores de orden inferior, en los cuales hay coincidencias del valor con el agrado.

3. La teoría de la apreciación, en donde los valores no pueden, por sí mismos, cambiar la realidad. La determinación que de ellos emana no es directa, ni irresistible. Para que las exigencias ideales del deber se conviertan en algo real, es indispensable la intervención del hombre, lográndose así la trascendencia de los valores en la esfera de la conducta. (3)

I. La Axiología en el discurso político


Siempre que se enfrenta una situación de crisis -ya sea a nivel personal o social- hay (o debiera haber) un replanteamiento de los valores sobre los que se fundamenta el ser individual o el colectivo. Este proceso no necesariamente se da de manera deliberada y "racional"; por el contrario, se ponen en juego los sentimientos y emociones del individuo, puesto que los valores, en tanto morales, atañen a nuestra experiencia subjetiva, dan sustento y coherencia a nuestra visión del mundo en un nivel más tangible que el de la conceptualización abstracta propia de los procesos cognoscitivos del pensamiento y el lenguaje.

Es justamente ahí donde, para algunos filósofos, radica la importancia de los estudios morales: "mientras el conocimiento de las facultades intelectuales ha conducido a buscar un yo (individual o social) abstracto e idéntico, la moralidad ha inducido a hacerlo en el sentido concreto ligado a los demás". (4)

Esta dimensión subjetiva es la que convierte al problema moral en un tema espinoso y conflictivo, que, en el marco de la praxis individual y social, despierta pasiones y enciende los ánimos. Afortunadamente existe la Axiología, la teoría de los valores, la cual pretende ser una ciencia reflexiva y crítica, que analiza desde la objetividad de la razón el problema moral referido a la representación de esas "guías" para la vida práctica que son los valores.

Así pues, la Axiología cobra singular importancia en esta época de crisis que vivimos, para tratar de esclarecer las bases individuales y colectivas sobre las que se están edificando los distintos proyectos de país que actualmente se debaten en el plano político y económico, e incluso para tratar de establecer al más apto (no olvidemos que la Axiología, como parte de la Etica (5), es una disciplina práctica y normativa).

Este afán fue previsto por el mismo Aristóteles (384-322 a.n.e.), quien creía que la moral era parte -en tanto ciencia- de la política y la justificaba así: "En política no es posible cosa alguna sin estar dotado de ciertas cualidades, quiero decir, sin ser hombre de bien. Pero ser hombre de bien equivale a tener virtudes; y, por tanto, si en política se quiere hacer algo, es preciso ser moralmente virtuoso. Esto hace que parezca el estudio de la moral como un parte y aun como el principio de la política..." (6).

Es decir, Aristóteles incerta el debate sobre la moral en medio del quehacer y la organización social del hombre, dándole relevancia para la conducta práctica del individuo y de la colectividad.

Los grandes pensadores políticos desde Cicerón (106-43 a.n.e.) a Marx (1818-1883), pasando por Maquiavelo (1469-1527) y Rousseau (1712-1778), dieron en parte la razón a Aristóteles al poner de una forma u otra, la problemática de los derechos y virtudes del hombre en el centro de sus sistemas. Esto es terreno ya de la Axiología, en la medida en que a partir de tal derecho se construyen históricamente los valores como objeto de la reflexión.

Así que queda justificado el intento de recurrir al estudio axiológico en busca de algunas respuestas a nuestros problemas actuales y de utilizarlo como herramienta en el análisis político.

Es necesario, primero, realizar un esbozo histórico del problemas de los valores dentro del pensamiento filosófico y científico, para luego retomar el aspecto práctico y actual de los mismos.

II. Sistemas Axiológicos: universalismo y relativismo

La mayoría de las corriente filosóficas que han abordado explícitamente el campo axiológico, coinciden en considerar a los valores como patrones ideales de las cualidades que un bien (en el amplio sentido de la palabra) debe poseer conforme a su propia naturaleza. Sin embargo, este acuerdo sólo es salvable a nivel de los bienes materiales, de los que se derivan valores propios del conocimiento de la dimensión física y tangible de la naturaleza; al abordar la esfera subjetiva (en tanto experiencia individual) de la conducta individual y social del hombre es cuando las discrepancias surgen. Estas discrepancias giran en torno a si han de considerarse los valores como universales y objetivos, o como relativos al sujeto y su circunstancia.

Así, por un lado, se define una tradición que parte de Platón (428/7-348 a.n.e.) a Kant (1724-1804) y Scheler (1874-1928), quienes afirman la existencia de valores universales, válidos en todo momento histórico e independientes del sujeto. (7)

Platón estableció como fin último del hombre, alcanzar la Idea del Bien, a través del desligamiento del mundo material. En esta Idea del Bien es donde radica la felicidad del hombre (fundamento conceptual del Eudemonismo). Este planteamiento se refleja posteriormente en la moral cristiana, que postula a los valores del espíritu como bienes a alcanzar por sobre los de índole material. Esta idea contrasta con sistemas filosóficos orientales como el Confucionismo, que busca más bien, la unidad material y espiritual del hombre. (8)

Este marco conceptual continúa en Kant, quién estableció la universalidad de los valores al considerarlos como Imperativos categóricos a priori, es decir, enunciados formales sobre el "deber ser", independientes de la experiencia, pero que la predeterminan y guían la conducta valorativa. (9)

Posteriormente, Scheler, al contrario de Kant, considera a los valores como dados con un contenido material, con lo cual hace derivar al deber de la intuición personal del valor, el cual, sin embargo, sigue siendo universal en sí. Cabe hacer notar que Scheler deriva su Axiología de un concepto cristiano del amor y el valor de la persona. (10)

En contraposición a esta tradición, encontramos otra que parte de Protágoras (c. 480-410 a.n.e.),con su famoso lema "el hombre es la medida de todas las cosas", pasa por el Hedonismo de Epicuro (341-270 a.n.e.), llega hasta el Utilitarismo de John Stuart Mill (1806-1873) y el Pragmatismo de James (1842-1910).

En todas estas escuelas se encuentra una noción de valor que se deriva de las circunstancias temporales del individuo y la sociedad. Por ello, consideran a los valores como relativos, aunque, al igual que los otros pensadores, siguen manteniéndolos dentro de una categoría idealista o formalista.

En el fondo, el debate sobre la universalidad o el relativismo de los valores es en realidad un debate entre concepciones distintas de la naturaleza humana. En el primer caso, prevalece una posición "esencialista" del ser humano, la cual se fundamenta en la creencia de la existencia de una substancia fija del mismo; para esta postura, el valor se define de antemano y es puesto como meta a alcanzar. En el segundo caso, predomina una visión del hombre como fenómeno cambiante, para la cual, el valor no se establece de manera fija (relativo a alguna esencia), sino que depende de circunstancias particulares.

Los axiólogos actuales han tratado de superar esta contradicción al establecer distintos niveles de manifestación del valor, a los cuales corresponden distintos niveles del estudio axiológico. En este contexto, Theodor Lessing define, en primer lugar, un nivel para la Axiología Pura (o Trascendental), como teoría del valor en general. En segundo lugar, está el nivel de la Fenomenología del Valor, como teoría de la significación personal del valor y la conducta valorativa; en tercer lugar, se encuentra el nivel de la Axiología Actual, como teoría de las determinaciones psicológicas, económicas y biológicas que generan los valores y especifican el carácter de la conducta valorativa.

De cualquier forma, se establecen los valores como representaciones subjetivas (ideales) de la realidad, dependientes de los sentimiento y la intuición emotiva. (11)

III. Marxismo, Existencialismo y Axiología

La crítica que el materialismo dialéctico ha hecho a la Axiología de corte formalista, es decir, a la mayoría de las doctrinas anteriores, es la de hacer radicar los valores en principios ideales trascendentales al hombre, convirtiéndose en "formas de mistificación y ocultamiento de la realidad... entonces, la moral es formal y requiere una justificación de autoridad". (12)

Proudhon (1809-1865) puso de relieve este hecho, al afirmar que "el hombre quiere ser respetado por sí mismo y hacerse respetar. En cuanto, so pretexto de religión de los Dioses o de razón de Estado, creáis un principio de derecho superior a la humanidad y a la persona, tarde o temprano el respeto de este principio hará que se pierda de vista el respeto del hombre". (13)

Por lo tanto, Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895), al postular dentro de su teoría de las necesidades la creciente complejidad de la organización económica y social como fundamento de la consciencia del hombre, sientan las bases para una Axiología Materialista que postula la objetividad y universalidad de los valores como producto de la experiencia histórica, no de esencias ideales.

Sin embargo, la subordinación de la Axiología a los procesos económicos, dejó de lado la esfera netamente individual del hombre. Esta es, de hecho, la principal crítica del humanismo existencialista al materialismo histórico (y al uso que de éste hizo el Partido Comunista fiel a Stalin (1879-1953)). Sartre (1905-1980), hace radicar toda formulación de valor en la libre elección del individuo, lo cual lo hace responsable del curso de su existencia ante sí y ante los demás. (14)

Lo importante para nosotros aquí, es cómo Marx y Sartre cuestionan el principio de autoridad como fundamento del valor, poniendo en el centro del problema al poder y a la libertad, postulando la responsabilidad y la consciencia del individuo con respecto a su existencia personal y situación histórico-social, como alternativas para la construcción de una nueva visión del hombre y, por tanto, de una nueva Axiología.

IV. Aportes de la Psicología a la reflexión axiológica

La Psicología Moderna también ha aportado elementos importantes para modificar nuestra concepción del mundo y, con ella, la forma de enfocar a la Axiología.

La teoría Psicoanalítica con Freud (1856-1940), puso de relieve el papel de los deseos y sentimientos inconscientes en la determinación de la conducta. Para él, el desarrollo de la vida en sociedad requirió la formación de una moral represora que sacrificara los impulsos sexuales y agresivos del hombre en aras de poder construir la civilización. Esta situación conflictiva del hombre es explicada debido a su naturaleza contradictoria e instintual.

El psicoanálisis, entonces, postula la necesidad de reconciliar al hombre consigo mismo, a través de la liberación del material reprimido y su sublimación en productos útiles a la adaptación del individuo adulto, cuyos valores morales deben de conciliarse con su vida emocional y afectiva.

Por otra parte, la Psicología Evolutiva de Piaget (1896-1980), señaló la relevancia del desarrollo de la inteligencia en la conformación de la moral individual: en la medida que se desarrolla un pensamiento formal y cada vez más complejo, los valores del individuo dejan de depender de la autoridad externa para convertirse en principios autónomos y flexibles, mediante la articulación de las operaciones lógicas del pensamiento con los juicios y conceptos morales. (15)

El psicólogo ruso Vygotsky (1896-1934), incorporó a la explicación del desarrollo intelectual y emocional el papel del contexto socio-histórico. Basado en las tesis de Engels sobre el desarrollo del trabajo, Vygotsky analizó el desarrollo de la conciencia y el contenido ideológico a partir de la interacción social del niño con el medio social, en la cual el lenguaje es el instrumento principal de la adquisición y reconstrucción de los medios y bienes del grupo social. (16)

Así, los valores del grupo social serán redimensionados en el individuo por mediación de la conciencia y la vida emocional del mismo.

En resumen, la importancia de los trabajos de psicólogos como Freud, Piaget y Vygotsky para la Axiología, es que esclarecen el carácter complejo y unitario del fenómeno del valor (lo cual sirve al intento de definir distintos niveles para su estudio, como lo hace Lessing). De ello se pueden derivar algunas conclusiones:

a) Los valores apelan tanto a la experiencia subjetiva (emociones, deseos, sentimientos), como al nivel más objetivo del hombre (inteligencia, lenguaje), es decir, a su totalidad.

b) No sólo se manifiestan en la realidad concreta, sino que la dirigen hacia metas abstractas y universales (su conocimiento involucra tanto a la deducción como a la intuición).

c) Son relativos al individuo y su contexto social y material, pero la experiencia histórica permite la construcción de representaciones universales y categóricas del valor.

V. Conclusiones: ¿qué valores, para qué sociedad?


Después de revisar algunos aspectos sobre la teoría del valor y su consideración en distintas escuelas del pensamiento, podemos retomar nuestro problema inicial: ¿Cómo reintegrar la cuestión de los valores a la reflexión y solución de los grandes problemas nacionales?, problema ético que apela a la relación de los individuos aislados con la colectividad y la forma en que ésta organiza sus instituciones y procesos político-económicos.

Dentro de este marco, se vislumbra como central para cualquier formulación el papel del poder y la autoridad en la sociedad y el Estado mexicanos, ya que sobre estos principios se consolidan los valores tradicionales que les han dado sustento y cohesión.

Efectivamente, podemos encontrar que en la familia mexicana tradicional, la autoridad del padre y la madre son premisas fundamentales sobre las que se construye la vida familiar y la personalidad del individuo: al padre tal poder le viene de su papel como sustento económico y a la madre de su papel como sustento afectivo de las relaciones intrafamiliares.

Esta estructura familiar es sustentada por el contexto social, donde se encuentra una fuerte tendencia a consolidar la autoridad como valor organizador de las relaciones sociales: por un lado, un fuerte componente religioso, y por otro, un fuerte componente histórico (la tradicional verticalidad en la toma de decisiones), son los pivotes sobre los que giran el discurso y las prácticas usadas por las instituciones sociales (llámese iglesia, estado, partido, sindicato, etc.).

En los últimos años, la concreción cada vez más fuerte del proyecto neoliberal, la aculturización con los Estados Unidos y la globalización de las comunicaciones y bienes tecnológicos, sumados a los fenómenos internos de pobreza, injusticia y antidemocracia, han deslegitimado los valores nacionalistas del discurso económico y político. Este fenómeno ha permeado el resto de las esferas de la vida social en el período de transición hacia nuevas prácticas, ha generado un tremendo vacío de poder y, sobre todo, de la autoridad moral de quienes tradicionalmente la detentaban.

El resultado de esta situación, es la falta de una serie de valores éticos que acompañan el proyecto político y económico, parapetado en las promesas de bienestar futuro y en la apelación al autoritarismo, lo que le quita cualquier relevancia en términos de las expectativas y anhelos individuales de la mayoría de la población.

Lo que quizá resulta más grave, como decía Fromm (1900-1980), es la falta de confianza en nosotros mismos para retomar las riendas de nuestro destino (individual y colectivamente) y construir así un proyecto de nación basado en una serie de valores fundamentados en el diálogo, la tolerancia, el respeto mutuo y el análisis cuidadoso de nuestra experiencia histórica, de tal suerte que sea relevante para cada individuo y cada grupo étnico y social que conforman nuestra nación. (17)


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) "Axiología: (gr. áxios, del valor de, valioso + lógos, tratado, razón teoría). Término moderno para designar la teoría del valor (lo deseado, lo preferido, el bien)". Tomado de: RUNES D., D. Diccionario de filosofía. Madrid, Ed. Grijalbo, 1969. p.46.
(2) "Nominalismo: (lat. nominalis, perteneciente a un nombre). En la filosofía escolástica, doctrina de que los términos abstractos, o generales, o universales, no representan seres objetivos reales, sino que son meras palabras o nombres, meras expresiones verbales. Sólo admite la realidad de los particulares físicos". Tomado de: RUNES, D., D. op. cit. p. 270.
(3) RUNES D., D. op. cit. pp. 46-48.
(4) IGLESIAS, S. Contradicciones y límites del discurso moral. México, Ed. UMSNH., 1983. p. 9.
(5) "Etica: conocida también como filosofía moral, es aquel estudio o disciplina que se interesa por los juicios... Los juicios éticos se dividen... en dos clases a) juicios de valor... juicios sobre la bondad o maldad... b) juicios de obligación... juicios que aprueban, recomiendan o condenan ciertas líneas de conducta".
RUNES D., op. cit. p.138.
(6) ARISTÓTELES. Moral. Madrid, Ed. Espasa-Calpe, 1972. p.25.
(7) HARTMAN, R.S. La estructura del valor. Fundamentos de la axiología científica. México, Ed. FCE., 1959. pp.17-48.
(8) RADHAKRISHNAN, F. y RAJU, P.T. El concepto del hombre. México, Ed. FCE., 1966. pp.203-207.
(9) LESSING, TH. Estudio acerca de la axiomática del valor. México, Ed. UNAM., 1959. pp.5-18.
(10) FRONDIZI, R. ¿Qué son los valores?. México, Ed. FCE., 1994. pp. 107 ss.
(11) LESSING, TH. op. cit. pp.5-18.
(12) IGLESIAS, S. op. cit. pp.20-22.
(13) CUVILLIERT, A. Proudhon. México, Ed. FCE., 1968. p.328.
(14) SARTRE, J.P. El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires, Ed. Huascar, 1972. pp.11-61.
(15) PIAGET, J. Psicología del niño. Madrid, Ed. Morata, 1969. pp.123-126.
(16) PÉREZ PEREIRA, M. "Vygotsky y la psicología dialéctica". En: SIGUAN, M. (coordinador) Actualidad de Lev S. Vygotsky. Barcelona, Ed. Anthropos, 1987. pp.33-49.
(17) FROMM, E. Etica y psicoanálisis. México, Ed. FCE., 1957. pp.244-239.

Aportes de la psicología a la comprensión del fenómeno moral

Susana Frisancho Hidalgo
(Ponencia presentada en el marco de la Cátedra Andina de Educación en Valores. Lima, Noviembre 2001)

Para muchas personas la moral es todavía dominio exclusivo de los filósofos. Aun más, para muchos hacer educación moral implica un viaje desde las más notables teorías filosóficas hasta la educación, en una especie de salto con garrocha que va desde las grandes abstracciones hasta el terreno de lo cotidiano y lo práctico. Sin embargo, en el medio y como puente que nos libra de un mal aterrizaje, la ciencia psicológica explica los procesos humanos que fundamentan la moralidad, y de ese modo, explica también lo que ocurre con las personas cuando se educan moralmente.

Si entendemos a la educación como un sistema cuya misión fundamental es fomentar el desarrollo de las personas, veremos con mayor claridad el papel esencial que la psicología tiene en el terreno de la educación moral. El desarrollo humano no es un proceso que esté garantizado por nuestra herencia genética; al contrario, éste se produce gracias a la actividad conjunta de las personas, y se perpetúa y garantiza a través del proceso social de la educación, entendida ésta en el sentido más amplio. La educación ha dejado de ser un simple campo de aplicación de conceptos y metodologías para convertirse en un hecho fundamental y consustancial al propio desarrollo humano. Grandes teóricos como Vygotsky, Bruner y Piaget, han reconocido el rol de la educación en la evolución cultural de los seres humanos, tanto en el proceso de evolución cultural histórica de la raza humana, como en el desarrollo individual de su cría, el niño. Desde este punto de vista, la verdadera educación consiste en aportar las condiciones necesarias para permitir a las funciones cognitivas y afectivas madurar y desarrollarse. Esta educación constructivista, que plantea que la mejor forma de garantizar los aprendizajes es ayudar al niño a desarrollar y hacer más maduros su pensamiento y sus emociones, es válida no solo para lo estrictamente cognitivo sino también para el desarrollo de los valores y de la moral.

¿Qué nos aporta la psicología a la comprensión del fenómeno moral?
Desde la psicología, sabemos ya muchas cosas acerca de la moral.

Las maravillosas investigaciones de Turiel (1983)y Nucci (1981, 1996, 2001) por ejemplo, nos han permitido diferenciar, empíricamente, entre tres dominios distintos del conocimiento social: el dominio de lo personal, el dominio de las convenciones, y el dominio moral.

El dominio de lo personal tiene que ver con nuestros gustos o preferencias individuales, gustos sobre los que no hay acuerdos, leyes, ni reglas, por ejemplo, el tipo de comida que preferimos o las películas de las cuales disfrutamos. Nucci (1981, 1996, 2001) ha demostrado que el dominio de lo personal es un elemento fundamental en la construcción de la moralidad. Las convenciones, por otro lado, son comportamientos uniformes y compartidos, que están determinados por el sistema social en el que se forman. Para convertirse en miembros activos de una cultura, los niños de cualquier sociedad deben aprender un sinnúmero de reglas y expectativas sociales. Por ejemplo, en nuestra sociedad los niños deben aprender a pedir “por favor” cuando necesitan que otra persona les alcance algo. También deben aprender que a ciertas personas (personas mayores o adultos a los que no se les tiene mucha confianza) se les debe tratar de “usted”, y que no es aceptable, por mas calor que haga, que hombres vayan en minifalda a la oficina. Estos son ejemplos de convenciones sociales que sirven para mantener la organización social, y que, aunque importantes, son por naturaleza arbitrarias, pues no hay nada intrínsecamente malo o bueno acerca de las acciones que definen. Son simplemente acuerdos sociales que podrían alterarse si el grupo o la sociedad así lo decidiera. En contraste a las convenciones, las consideraciones morales surgen de factores que son intrínsecos a las acciones: consecuencias tales como causar daño a otros seres humanos, violar sus derechos, o afectar el bienestar general. En este sentido, los asuntos morales no son arbitrarios ni están determinados por preceptos culturales o por el consenso de un determinado grupo, sino por factores inherentes a las relaciones sociales, las que son diferentes de las estructuras culturales, religiosas o sociales particulares.

Las investigaciones de Turiel, Nucci y sus colaboradores han demostrado que aun los niños más pequeños logran diferenciar entre estos tres dominios del conocimiento social. A modo de ejemplo, a continuación transcribo un párrafo interesante tomado de una entrevista realizada por Nucci a unos niños en una de sus investigaciones (Nucci y otros, 1983):

Moral: ¿Viste lo que pasó? Sí. Estaban jugando y Juan le pegó muy fuerte. ¿Eso es algo que se supone que puedes hacer, o se supone que no puedes hacer? No, no tan fuerte…. ¿ Hay alguna regla sobre eso? Sí. ¿Cuál es la regla? No se debe pegar tan fuerte. Y que pasaría si no hubiera ninguna regla que dijera que no se debe pegar fuerte; sería correcto entonces pegar fuerte? No. ¿Por qué no? Porque podemos hacerle daño y el niño se pondría a llorar.

Convención: ¿Viste lo que pasó? Sí. Estaban haciendo bulla. ¿Eso es algo que se supone que puedes hacer, o se supone que no puedes hacer? Se supone que no... ¿Hay alguna regla sobre eso? Sí. Debemos estar tranquilos. ¿ Y qué pasaría si no hubiera ninguna regla, sería correcto entonces hacer bulla? Sí.¿Por qué? Porque no habría regla.

Nucci demuestra que las personas tienden a tratar las trasgresiones morales como más serias que la violación de convenciones, y tienden a ver los actos prosociales morales como mejores y más positivos que la adherencia a las convenciones.

Nucci ( 1985, 2001) indica también que niños religiosos establecen diferencias entre moralidad y doctrina religiosa similares a las diferencias que los niños seculares hacen entre moralidad y convención. En una de sus investigaciones, la mayoría de niños entrevistados --niños judíos y cristianos practicantes y seguidores de la doctrina-- estuvo de acuerdo en que trasgresiones morales tales como hacer daño físico, robar las pertenencias de otro niño, o insultarlo, serían incorrectas aun si no hubiera regla religiosa alguna que las prohibiera, pues hacen daño a los otros. Sin embargo, trabajar durante el Sabbath, permitir a las mujeres dar misa o servicios en la iglesia o en la sinagoga, o usar anticonceptivos, por ejemplo, serían correctos desde el punto de vista de los niños si no hubieran reglas religiosas al respecto, o si no existieran restricciones sobre la materia en las escrituras. Las transgresiones morales se consideran incorrectas independientemente de la presencia o ausencia de reglas, mientras que conductas convencionales se juzgan incorrectas solamente si violan una regla existente. Para Nucci, esta investigación demuestra que la moralidad (justicia y beneficencia) es independiente de la religión.

Otro elemento crucial de la moralidad, recientemente investigado desde una perspectiva psicológica, es el llamado moral self, traducido –no muy felizmente- como identidad moral. Es Agusto Blasi el primero en ofrecer una teoría que intenta llenar el vacío existente entre el razonamiento moral y la acción moral, teoría que conecta ambos aspectos con el concepto de self moral, y más particularmente, con el de identidad moral (Blasi, 1984).

Dar cuenta de la agencia moral es un problema particularmente difícil y complejo para la psicología moral. Fue Blasi (1983) quien, luego de revisar la relación entre el estadio de juicio moral en el sentido Kohlbergiano y el comportamiento, concluyó que si bien existía una relación entre conducta moral y estadio de desarrollo (pues las personas en estadios más avanzados manifiestan menor tendencia a mostrar conductas inapropiadas, en comparación con personas de estadios inferiores), el poder de la asociación estaba lejos de ser perfecto, lo cual sugería que otros factores más allá del juicio moral Kohlbergiano se vinculaban a la conducta moral.

La aproximación de Blasi se apoya en el trabajo de Erikson sobre la formación de la identidad, y está fuertemente influida por la teoría del desarrollo del yo de Loevinger. Blasi plantea que la teoría de Loevinger puede funcionar como un puente compatible hacia Kohlberg en la medida en que se trata de una teoría constructivista y transformacional. Basándose en Loevinger, Blasi planteó la posibilidad de que el enlace entre el juicio moral y la acción se encuentre en el grado en el cual la moralidad y las preocupaciones morales estén integradas dentro del sentido de identidad (sense of self) de la persona. La idea básica es que a partir de la identidad moral se deriva la necesidad psicológica de hacer que nuestras acciones sean consistentes con los propios ideales. En palabras de Blasi (1993), "la consistencia con el propio self es el resorte motivacional de la acción moral”.

En este sentido, los motivos para la acción moral no son resultado directo de “conocer” lo bueno o lo justo, sino que surgen de un deseo de actuar de forma tal que podamos mantener la consistencia de nuestro sentido de identidad como seres morales, para así convertirnos o seguir siendo cierto tipo de ser humano.

Lo interesante del concepto de identidad moral o moral self es que éste no intenta reemplazar las ideas morales con conceptos no cognitivos (como el concepto tradicional de carácter, basado en una concepción de virtudes como rasgos de personalidad), sino que, como afirma Blasi (1993), “ve a la identidad personal operando conjuntamente con la razón y la verdad en proveer motivos para la acción”.

La investigación acerca de la identidad moral recién ha empezado, pero los trabajos de Blasi y sus colaboradores demuestran que para algunas personas, la moral penetra la esencia misma de lo que son como seres humanos, mientras que para otras el sentido de identidad se construye de manera distinta, lo que significaría que los aspectos morales de la identidad se experimentan subjetivamente de diferentes modos. Esta línea de investigación resulta promisoria, aunque aun no existen datos concluyentes sobre cómo la identidad moral se vincula al comportamiento.

La psicología y la educación moral
La distinción entre moralidad y convención, y el rol que la identidad personal juega en relación con nuestra conducta, tienen grandes repercusiones para la educación moral. Lawerence Kohlberg, uno de los psicólogos más importantes en el campo de la psicología moral, se interesó por la educación moral a partir de los trabajos de un discípulo suyo, Moshe Blatt, quien investigó por primera vez las aplicaciones educativas de la teoría psicológica del desarrollo moral de Kohlberg.

Kohlberg planteó en su teoría que solamente en los estadios más altos de desarrollo moral la moral como equidad se diferencia de las convenciones y forma la base de los juicios morales. Las investigaciones de Nucci, Turiel y colaboradores, han aportado a una comprensión más cabal de la teoría Kohlbergiana al demostrar que moralidad y convención son diferentes a edades muy tempranas, y constituyen distintos sistemas conceptuales y de desarrollo. Una pregunta que permanece abierta, sin embargo, es cómo estos dominios inicialmente diferenciados pueden llegar a confundirse o yuxtaponerse luego, en el curso del desarrollo de la persona, y como un razonamiento basado en convenciones puede prevalecer sobre uno basado en principios morales. La pregunta es, en otras palabras, en qué ocasiones logramos atender y priorizar lo moral sobre las convenciones.

Una importante vía de análisis para esta pregunta está en la educación. El mismo Kohlberg, y con él todos los psicólogos de la moral que se adhieren al modelo del desarrollo cognitivo, abogaron siempre por una educación moral que apuntara a desarrollar las más altas capacidades de juicio y discernimiento así como la toma de perspectiva y la empatía, en lugar de una educación que simplemente inculcara en los estudiantes las convenciones de su grupo o sociedad. Desde una perspectiva evolutiva, la educación debe permitir al niño desarrollar progresivamente su perspectiva moral hacia nociones cada vez más inclusivas de igualdad, equidad y reciprocidad, es decir, debe ayudarlo a construir conceptos de justicia y beneficencia cada vez más adecuados.

Tal como la teoría de los dominios sociales nos indica, la moralidad y la convención son dominios distintos y separados, y niños de todas las edades y niveles de desarrollo pueden evaluar situaciones sociales desde un punto de vista moral, lo que quiere decir que --salvando las diferencias que obviamente existen entre la capacidad de reflexión moral de un niño de primer grado y un adulto promedio-- la capacidad de atender y priorizar lo moral está disponible a todas las edades. Para algunos autores (ver por ejemplo Nucci, 2000), esta “apertura moral” establece una interesante relación con el concepto de identidad moral, pues lo que somos como personas afectará la manera en que atendemos a los aspectos morales de nuestras experiencias.

Siguiendo este razonamiento, una educación que ayude a los niños a atender a los aspectos morales de las situaciones por las que atraviesan será mucho más útil para la construcción de la apertura moral que una educación que no brinde esta oportunidad; como afirma Nucci (2000), existe la posibilidad de que podamos construir nociones de nosotros mismos que nos permitan estar más o menos abiertos a la manera en que atendemos a los aspectos morales y no morales de una determinada situación.

Las teorías del desarrollo cognitivo se oponen a los modelos tradicionales de educación moral en su concepción de lo que hace morales a las personas, así como en las metodologías empleadas para educar. Para las teorías de desarrollo cognitivo, el desarrollo moral no es la clarificación individual de valores personales y relativos, ni la adquisición simple de las normas convencionales sociales o culturales, sino un proceso que surge de los esfuerzos que hacen los niños para razonar tomando en cuenta valores contradictorios y las necesidades de las personas. Desde esta perspectiva, la educación moral enfatiza la reflexión, el razonamiento, la toma de roles, la empatía, la resolución de problemas y sobre todo la capacidad para hacer elecciones autónomas. Este concepto de autonomía es muy importante, pues autonomía no significa aquí separación del grupo o independencia, sino participación en la generación de reglas y responsabilidad en su cumplimiento (ver Piaget 1932 para una explicación de la autonomía como participación en la generación de reglas).

¿Qué sabemos acerca de la educación moral?
En primer lugar, los programas de educación moral que son efectivos están integrados dentro del curriculum y de la estructura organizativa de la escuela, en vez de ser considerados una unidad especial, un programa aislado o una simple clase. Un programa que es simplemente insertado en el currículo a una hora en particular (por ejemplo, las horas de OBE o de tutoría) es artificial y resulta insuficiente para las demandas que la educación moral nos hace hoy. Además, tal como la investigación psicológica ha demostrado, la vida de tales programas es usualmente corta, pues este carece de la estructura institucional y de la motivación personal para continuar funcionando en el largo plazo (Kohlberg,1985). En este sentido, el método “si hoy es Lunes, toca honestidad”, mediante la cual se escoge un determinado valor (o virtud) y se le asigna un día, semana o un mes propios, no resulta en ningún compromiso a largo plazo con ninguno de los valores o virtudes propuestos, y mucho menos arroja luces sobre cómo estos valores se relacionan unos con otros. Más allá de crear cursos aislados, la verdadera educación moral requiere de una escuela democrática en la que cada persona, tanto maestro como alumno, tenga voz y voto y participe de un ejercicio constante de solución de conflictos y toma colectiva de decisiones. El clima moral de una escuela puede concebirse de manera análoga al clima social de cualquier otra institución, es decir, un clima basado en el tipo de relaciones entre las personas, la distribución del poder, y la clase de procesos empleados para la toma de decisiones. La idea básica es que, para lograr una auténtica educación moral, el principio de justicia debe aplicarse a una pequeña comunidad política (la escuela) que se rige por medios democráticos, en la que los estudiantes toman decisiones respecto a eventos de la vida real, de la propia organización y vida de la escuela, y de su sobrevivencia y buen funcionamiento como comunidad (Power et. al. 1989).

En segundo lugar, los profesores deberían responder a las consecuencias injustas o dañinas de las transgresiones morales en vez de centrarse en si una regla fue violada o en las expectativas sociales insatisfechas. Esto significa considerar la moral como algo más que las tradiciones y reglas de la sociedad, y entender que la educación moral implica más que hábitos comportamentales y sistemas de premios y castigos sociales. Muchos autores han señalado que la educación moral tradicional presenta, bajo la apariencia de pluralismo, una agenda conservadora. Haciendo referencia específica a la llamada educación del carácter, diversos teóricos critican a los modelos educativos cuya meta es aculturar a los estudiantes en las normas convencionales del “comportamiento correcto”, lo cual resuena con las preocupaciones neoconservadoras contrarias al cambio social. Para muchos, lo que se oculta bajo el nombre de educación del carácter es en su mayor parte una colección de exhortaciones y métodos extrínsecos de inducción, diseñados para hacer que los niños trabajen más duro y hagan lo que se les dice. Aun cuando también se promueven otros valores -por ejemplo, justicia o la responsabilidad- el método preferido de instrucción es la repetición, el sermoneo y la indoctrinación. La meta no es involucrar a los estudiantes en una reflexión profunda y crítica sobre el mundo, sino lograr que muestren comportamientos específicos (Kohn., 1997; Helwig et. al., 1997). Una educación moral efectiva, entonces, necesita reconceptualizar sus metas en función del conocimiento que actualmente se tiene sobre la cognición humana, lo cual permitirá pasar de un enfoque centrado en el cumplimiento de reglas y convenciones a otro que apunte a desarrollar las concepciones que los estudiantes tienen sobre la justicia, la equidad, el cuidado mutuo, y los derechos y el bienestar de las personas.

Sabemos que las concepciones morales de los niños necesitan tiempo para desarrollar, al igual que su comprensión de las convenciones. Estos son desarrollos complejos, y aun cuando los niños aprendan correctamente lo que se “espera” de ellos, no comprenderán completamente las razones por las cuales se espera eso de ellos o el porqué tales comportamientos se consideran correctos o razonables. Para desarrollar una comprensión más cabal de las convenciones los niños necesitan de una educación que los haga razonar, que los ayude a comprender las relaciones interpersonales, y a desarrollar una mayor y mejor comprensión de los sistemas sociales y de la manera en que estos interactúan. La idea es que, si aun los niños muy pequeños parecen distinguir entre moralidad y convención, la escuela debería también reflejar esta distinción, y establecer diferencias entre una experiencia educativa que apunta a desarrollar la moralidad (por ejemplo, una discusión sobre si es correcto o no robar para salvar una vida) y otra que apunta a desarrollar una mejor comprensión de las convenciones (por ejemplo, una discusión acerca de la reglas sobre el peinado o vestido). Estos procesos de desarrollo requieren de tiempo para madurar.

Si bien algunos filósofos como MacIntyre por ejemplo han caracterizado a nuestro momento histórico como un período de disentimiento moral, todavía los padres esperan que la escuela contribuya a desarrollar la moralidad de sus hijos. La investigación psicológica nos indica que la moral está centrada en conceptos de justicia, equidad y bienestar humano que están al alcance incluso de los niños más pequeños. Estas investigaciones nos dan las bases para una educación moral que sea a la vez no relativista y no doctrinaria. La naturaleza universal y prescriptiva de la moral significa que los educadores pueden y deben hacer más que clarificar los valores de los estudiantes, o inculcar en ellos, acríticamente, valores preestablecidos.

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Creada: 1 de Enero de 1998
Actualizada: 15 de Marzo de 2002
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