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Introducción
Con 5.560 habitantes, es el centro minero por excelencia, ya que es este municipio donde se encuentran las explotaciones (Corta Atalaya, Cerro Colorado, Pozo Alfredo, etc. ).
La economía de este pueblo ha
sido siempre de dependencia exclusiva de la minería, la cual ha protagonizado,
además, todas las fases de sus historia desde la antigüedad hasta nuestros días.
Por toda la localidad existen
un gran número de testimonios del periodo en el que las minas pertenecieron a la
empresa inglesa Río Tinto Company Limited, entre ellos destacan, además del
ferrocarril minero, las edificaciones repartidas por la localidad (Casa
Dirección, Casa Huéspedes, Posada...) o el barrio inglés de Bellavista,
levantado a finales del siglo XIX y principios del XX, como lugar de residencia
del personal británico que trabajó en las minas y en el cual se reproducían los
esquemas estéticos y culturales de la época victoriana.
La siguiente información ha sido recogida de los fascículos de los Pueblos de Huelva.- Minas de Río Tinto.- Editado por AGEDIME, S.L..- Editorial Mediterráneo, para HUELVA INFORMACIÓN S.A., con la colaboración de de la Excma. Diputación de Huelva, Caja Rural de Huelva y la Empresa Nacional de Celulosas (ENCE) de Huelva.
La presencia del hombre y la mineralurgia analizada en Minas de Río Tinto son de la segunda mitad del IV milenio a. C., aunque los asentamientos humanos con carácter permanente se corresponden con el II milenio a. C., volcados en torno a la explotación de la plata. Son muchos los hallazgos localizados, unas veces fruto de campañas arqueológicas, otras como consecuencia de las operaciones mineras realizadas durante el último decenio. De acuerdo con ellas, las fundiciones antiguas de Corta de Lago se ponen en marcha en la época del Bronce final, en los siglos XII-IX a. C., y siguen activas durante la Edad del Hierro (Blanco, F., y Rothenberg, 1981, p. 104). Durante el esplendor tartésico, el importante comercio mantenido en las costas onubenses por mercaderes orientales, desarrolla la actividad minera, que tendrá su momento álgido entre los siglos IX y VIII a. C. Pero con el siglo VI a. C. se inicia un período de franca decadencia, por la pérdida del comercio con fenicios y griegos. A pesar de todo, la llama de la minería se mantuvo viva, aunque sin la proyección exterior ni el auge de etapas anteriores. Con la llegada de la administración romana,
Minas de Río Tinto se convierte en el gran centro de febril actividad: «Corta del Lago fue escenario de una producción de metales muy intensa y compleja. Ya en el siglo I a. C. por lo menos una parte de la zona dedicada en la Corta a actividades de superficie, se hallaba cubierta de talleres de sólida construcción y de otras instalaciones industriales.» (Blanco y Rothenberg, 1981). Se explota simultáneamente cobre, plata, hierro y oro. Es el momento de mayor esplendor de la minería antigua.
La importancia de sus metales y la demanda de Roma impulsa la explotación a gran escala y la introducción de nuevas técnicas de extracción, a partir de la construcción de túneles galerías que eran asistidos por un sistema de drenaje a base de norias; además, se emplea una numerosa mano de obra esclava. De este período son abundantes los testimonios encontrados, destacando los yacimientos de Cerro Colorado y de la Corta del Lago, donde se establecieron importantes complejos industriales. También de esta época son la Necrópolis de la Dehesa y el asentamiento del Plano del Tesoro. El descubrimiento de nuevas minas de plata en Britania de mayor proyección y beneficio económico, y la menor tradición minera de los nuevos pueblos que ocupan la península Ibérica provocan, en torno al siglo V, el comienzo de la decadencia de la minería.
Poco se sabe de la historia de la cuenca minera en estos siglos de hegemonía visigoda. Durante el dominio musulmán, en el período omeya, e el siglo X, se vuelve a una mineralúrgica de carácter secundario, esto es, tendente a la obtención de acije y caparrosa.
Estos trabajos, que continuarán con los conquistadores cristianos, no tendrán comparación con los realizados durante la civilización romana. Se abría una etapa dominada, esta vez, por las actividades agropecuarias. Esta oscura fase durará hasta entrado el siglo XVIII, si bien no faltaron intentos para reabrir las minas, con algunas experiencias en torno a la explotación de la plata, aunque sin demasiada fortuna.
Fue el caso del clérigo Diego Delgado quien, en tiempos de Felipe II, emprendió la explotación de plata en Río Tinto, teniendo que desistir en su intento debido a su «baja rentabilidad». Habrá que esperar al siglo de las Luces para que las Minas de Río Tinto despierten su interés y comience un nuevo rumbo que las acercará de forma definitiva a la minería moderna que por entonces se daba en Europa.
El sueco L. Wolter reinicia las explotaciones de mineral bajo el prisma del desarrollo industrial. Wolter introducirá nuevas tecnologías mineras únicamente comparables, por su dimensión, a la época romana. «En 1724, acompañó la petición con otra solicitando una concesión para reabrir y explotar las minas de Ríotinto [...] a fin de hacer su petición más atractiva para el gobierno, Wolters se comprometió a traer a España algunos mineros avezados de Suecia» (Avery, D. 1985). Estas labores fueron continuadas durante algunos años más por su sobrino Samuel Tiquet, haciendo rentables la, producciones cupríferas, a pesar de que algunos autores aun con las mejoras introducidas, continúan considerando las ruinosas. Desde 1783 a 1828 las minas pasan a la_ administración directa del Estado. Pero no puede hablarse de etapa brillante para la historia de Minas de Río Tinto, con una actividad decadente, fiel reflejo de la situación por la que atravesaba España.
La ocupación francesa, la guerra de la Independencia y la restauración del absolutismo, junto a la maltrecha hacienda del Reino, impidieron que se llevasen a cabo las inversiones necesarias para una extracción a gran escala. Un modesto paso adelante fue el arrendamiento de las minas en 1829 al Marqués de Remisa, cuyas técnicas de calcinación del mineral al aire libre, empleando leña como combustible, lo único que supuso fue la esquilma progresiva de la masa forestal de Río Tinto y su comarca. Pero las fuertes inversiones necesarias para hacer de las minas un buen negocio seguían por llegar. Ante esta situación, el gobierno de la I República decide poner en venta las minas.
«El 14 de febrero de 1873, tres días después de la proclamación de la República, publicó Echegaray el proyecto de ley destinado a la cesión, dando a los nuevos dueños la autorización para construir el ferrocarril que necesitaban. El mismo día, el presidente Figueras firmó y promulgó un decreto declarando que el gobierno le vendía la propiedad de las minas al consorcio de Matheson, de origen británico, por la cantidad de 92.756.592 ptas.» (Avery, D., 1985). A partir de este momento se comienza a escribir una nueva página en la historia no sólo para Minas de Río Tinto sino para toda la comarca y la provincia de Huelva, marcada por una profunda transformación en el orden social y económico y que perdura hoy en día.
El 4 de febrero de 1888 tuvo lugar uno de los acontecimientos más trascendentes del pueblo, cuando en la represión de una revuelta popular murieron decenas de mineros y jornaleros, entre los que se encontraban hombres, mujeres y niños. Los datos al respecto son contradictorios y dispares, según procedan de unas fuentes u otras, aunque se estima en 14.000 los manifestantes y en más de 200 los muertos. Su origen está ligado a la práctica de calcinaciones del mineral al aire libre, comúnmente conocidas como teleras.
Todos los autores coinciden en que detrás de estos dramáticos hechos se escondían profundas razones de índole social, económica y cultural, en un claro enfrentamiento entre lo rural y lo industrial. Sin embargo, como comenta el historiador J. M. Pérez López, estos acontecimientos cambiaron poco o nada la situación. Los gases desprendidos de la calcinación en determinadas condiciones de humedad formaban una densa niebla, una lluvia ácida comúnmente conocida como la «manta», que llegaba a cubrir una gran superficie, provocando una acción sofocante y enormes problemas respiratorios (Pérez López, J. M., 1994), además de incidir de forma indirecta en el suelo, las aguas, la vegetación y toda la vida animal en general (Sánchez Carrera, M. C., 1988). «Las teleras consisten en colocar toneladas de mineral en grandes montones... sobre manojos secos a los que se prendía fuego y que tras perder por combustión el azufre que contenían y con posteriores lavados de aguas agrias de la mina, daba lugar a la precipitación del cobre, pero.... las teleras llegaron a lanzar 500 toneladas de gases tóxicos a la atmósfera» (Pérez López, J. M., 1994).
La creación de la RíoTinto Company Limited supuso una auténtica revolución industrial, cambió todos los sistemas de producción y explotación establecidos, aplicando técnicas innovadoras que aseguraban una extracción rápida y una reducción de costes. Se impone la moderna minería a cielo abierto.
Se construye, entre 1873 y 1875, el ferrocarril de Ríotinto al muelle embarcadero de Huelva. El nuevo sistema, aplicado por Hugo Matheson, requirió el empleo de gran cantidad de mano de obra, provocando una eclosión demográfica en la zona sin precedentes. A principios del siglo XX estaban empleados en estas minas unos 12.000 obreros y se cargaban por término medio de 7.000 a 8.000 toneladas. Hasta 1954 duraría la todopoderosa compañía británica, cuando el Estado español compra dos tercios de la misma, reconvirtiéndose en la Compañía Española de Minas de Río Tinto.
Por estas fechas tiene lugar una inflexión en el hasta ahora crecimiento económico continuado de Minas de Río Tinto y que se había iniciado desde 1873. Las reservas minerales comienzan a ser menos competitivas en el concierto mundial, con unos mercados internacionales que marcarán, indirectamente, los designios de la mina y el pueblo de Río Tinto; que tendrá uno de sus peores momentos con el cierre de la línea del cobre en 1986, y que dará paso a una nueva etapa caracterizada por la defensa a ultranza de la minería como una actividad siempre viva.
Minas de Río Tinto se sitúa en el corazón de la Faja Pirítica del Suroeste peninsular. Con tan sólo 23 km2 , se cuenta entre los diez municipios más pequeños de la provincia. Pero, a pesar de su escasa extensión, ha albergado históricamente las principales minas de oro, plata y cobre del país. La práctica totalidad de su territorio está ocupado y alterado por explotaciones, instalaciones y escoriales de mineral.
Río Tinto «Mina» va más allá de los límites administrativos del municipio, compartiendo actividad con Nerva y El Campillo, lindantes por el Este y Oeste, respectivamente. Sobre este territorio que se estrecha y alarga hacia el Sur, domina como única unidad paisajística «La Mina», cuya explotación engendra paisajes muy dinámicos y alterados. En un intento por delimitar algunas subunidades dentro de la misma, podemos diferenciar las actuales explotaciones mineras, las antiguas instalaciones y las repoblaciones forestales.
Dentro de las explotaciones mineras trascienden dos hitos, por su singularidad paisajística y por convertirse en insignias históricas de todo un pueblo: Corta Atalaya y Cerro Colorado.
La Corta Atalaya es la seña de identidad de toda una comarca dedicada por vida a la minería. Situada al Oeste del término, su forma elíptica supone un inmenso y espectacular «cráter» cuyas dimensiones superan los 1.200 metros de diámetro en su parte más ancha, por 345 de profundidad, excavados sobre bancales de 12 metros. Hoy se encuentra prácticamente sin actividad, aunque llegó a ser un modelo revolucionario de explotación minera que albergó a más de 12.000 obreros. El Cerro Colorado es otra explotación minera a cielo abierto más reciente, muy cercana a la anterior. Día a día podemos ver modificarse sus formas por la actividad y el empleo de modernas maquinarias.
Las antiguas instalaciones conforman el conocido paraje de Zarandas, al Sur del término. Está jalonado por un estéril collado de tres picos, a cuyos pies se muestra un medio profusamente alterado por la acción del hombre. Dividida por el río Tinto que la atraviesa, se caracteriza por albergar escombreras, antiguos escoriales de mineral fundido, vetustas instalaciones industriales, viejas y abandonadas vías ferroviarias, etc. Componen un mosaico donde se funde naturaleza y paisaje alterado, generando, curiosamente, un espacio de una singular belleza.
En este paisaje profundamente antropizado aparecen pequeñas manchas de vegetación, a modo de repoblaciones forestales, formando pequeños bosquetes de pinos y eucaliptos. Se sitúan básicamente en los ruedos de los asentamientos urbanos y responden al intento de regeneración medioambiental llevado a cabo, en la mayoría de los casos, por la propia empresa. No se puede olvidar que en el pasado siglo, con los procesos de calcinación del mineral, se terminó con toda la vegetación autóctona del municipio. Por tanto, la regeneración forestal de estas zonas se convertía en tarea prioritaria. Desde el punto de vista de la geología, la zona estuvo afectada por la orogenia herciniana hace 200-300 millones de años. Fue intensamente fracturada y sometida a un proceso de metamorfismo y vulcanismo, a los que se asocian las mineralizaciones existentes, una de las más ricas del mundo por cantidad y variedad.
Estos yacimientos consisten básicamente en una serie de grandes lentejones de mineral, del tipo sulfuros masivos, que han sido sometidos a lo largo de la historia geológica a complejos procesos de alteración. En general, su sustrato está dominado por rocas tipo pizarras y grauvacas, junto a otras intrusivas de origen volcánico. Son tres los alineamientos que, con dirección Noroeste-Sureste, definen la morfología de RíoTinto: Cerro Colorado, Retamar-San Dionisio y Salomón, dominados por un fuerte color rojizo (Vilches, 1981). Por último hallamos otra alineación, de dirección sureste, formada por los cerros del Valle y el Guila, cuyos tonos varían, predominando ahora los grisáceos. En conjunto, se trata de una topografía, entre los 350 y los 500 metros, cuyas formas han variado enormemente por las fases extractivas habidas a lo largo de la historia. Sus suelos son ácidos, rocosos y pizarrosos, poco aptos para las actividades agrícolas y determinados por los procesos extractivos e industriales habidos, que han desmantelado la cubierta vegetal original, favoreciendo amplios procesos de erosión superficial.
El clima es, en general, benigno y no difiere mucho del existente para el resto de la Cuenca Minera, con temperaturas medias de 17 Cº , moderadas durante el invierno y muy calurosas en los meses de estío. Su régimen pluviométrico se encuentra a medio camino entre la costa y la sierra, con registros medios superiores a los 900 mm. anuales. La red hidrográfica se organiza en torno a la cuenca del Río Tinto, hacia el cual vierten la totalidad de los numerosos arroyos y torrenteras de la zona. El carácter ácido de sus aguas provoca la ausencia de vida vegetal y animal tanto en sus márgenes como en su lecho, predominando el color ocre y «tinto», que se acentúa en algunos remansos del río.
La actividad minera ha supuesto la construcción de presas integradas en el paisaje, como la Represa del Cobre, la de Gossán y el embalse de Marismilla. A ello podría unirse las numerosas charcas que en la época de lluvias cubren los enormes socavones abandonados y generados por la mina.
La evolución demográfica de este municipio queda estrechamente ligada al devenir de las explotaciones mineras. Hacia 1841 la pequeña aldea de Minas de RíoTinto adquiere su condición de villa, segregándose de Zalamea la Real. Por esas fechas el antiguo poblado de Minas «se compone de 453 casas modernas, de buena construcción, repartidas en diferentes calles y una plaza, empedrada y muy limpia [...J Cuenta con una población de 844 almas, todos ellos operarios de las minas y hay además 4 molinos harineros (Madoz, P., 1845).
Hacia 1877, Minas de Río Tinto alcanza los 4.963 habitantes. Por entonces se habían comenzado las extracciones a cielo abierto con el sistema de cortas, además de haberse iniciado la construcción del ferrocarril minero. La mina sufre un crecimiento sin precedentes, absorbiendo grandes cantidades de mano de obra inmigrante, en su mayoría varones procedentes del Oeste peninsular, de provincias como Zamora, Badajoz, Orense, etc. Se asiste al nacimiento de nuevos asentamientos de población como Atalaya y La Dehesa. La multiplicación de emplazamientos urbanos y productivos y el aumento acelerado de la población se traducen en una especie de conurbación (Maurín Alvarez, 1988), con núcleos formando orlas envolventes en torno y al pie de las explotaciones. Muchos de los recién llegados tuvieron que buscar acomodo en las aldeas vecinas de El Campillo, Montesorromero y Las Delgadas, todas ellas muy cercanas a las instalaciones mineras. Tan sólo diez años después, la villa de Minas de RíoTinto supera los 7.200 habitantes y agrupa en su término a los asentamientos de Atalaya, La Dehesa, El Valle, Naya, Mesa de los Pinos y el caserío denominado Estación, que entre todos llegan a sumar otros 3.500 habitantes. «La Villa de RíoTinto, el casco antiguo, se ha multiplicado por tres en edificios, desde un nomenclátor a otro, y por cuatro en habitantes, en el mismo espacio de tiempo. Probablemente allí no cabe nadie más, porque el trazado de la mina a cielo abierto ya ha destruido casas, que se han construido en el otro extremo del casco antiguo» (Gil Varón, L., 1984). Con la llegada del nuevo siglo, se produce una desaceleración de las tasas de crecimiento, situándose la población en 1900 en 11.603 habitantes. A la misma vez, se produce una redistribución de la población hacia las llamadas barriadas, que continúan absorbiendo la población que el casco antiguo no tiene capacidad de asumir.
El 10 de enero de 1908 la primigenia villa de Minas de RíoTinto quedó prácticamente destruida por el hundimiento de un gran bloque de pizarras sobre el que se asentaba, provocando el realojo de casi la mitad de sus vecinos en el Valle y el Alto la Mesa. Este hecho provocó una nueva redistribución de buena parte de la población minera que se asentaba en el núcleo antiguo. En los siguientes diez años la antigua villa de Minas de RíoTinto desaparecería, erigiéndose el barrio de «El Valle» como núcleo vertebrador del municipio. El censo de 1910 refleja un crecimiento demográfico en toda la Cuenca Minera. Minas de Riotinto alcanza los 12.626 habitantes, que se distribuyen entre 4.320 de la antigua villa y más de 8.000 habitantes que se reparten entre cinco barrios y otros tantos caseríos. Este aumento desproporcionado de población se explica por la puesta en explotación de Corta Atalaya que supuso dar empleo a casi 16.000 obreros en 1908. Desde un principio, la empresa RíoTinto Company Limited dirige la vida cotidiana en el municipio: asume la responsabilidad del alojamiento de todos los obreros y sus familias, construye (as viviendas y llega a controlar hasta la planificación urbanística de un pueblo que es de su pro- piedad. La Compañía describe una estructura urbanística organizada jerárquicamente en base a las categorías sociales y económicas de sus empleados, creando barriadas funcionales con marcadas connotaciones sociales. RíoTinto se convertía en un pueblo-empresa, donde, desde el primer momento, quedaban marcadas tanto las relaciones de comportamiento como las pautas sociales, en una clara continuación de los procesos laborales que mediatizaban la convivencia del pueblo (Delgado, J. M. y Ruiz, E., 1995).
Las viviendas que la compañía inglesa aprueba para las nuevas poblaciones son casas elementales, prototipos de casas acuarteladas, y que se repiten en otros poblados mineros coetáneos como Tharsis (Jurado Almonte, J. M., 1995). Las viviendas son de una sola planta y de no más de dos o tres habitaciones, en aproximadamente 45 metros cuadrados; son las casas de la Mesa de los Pinos, Atalaya, La Dehesa, etc. (González Vilches, M., 1981). Mientras, y de espaldas al pueblo, era construido un gran barrio residencial en el más puro estilo inglés de la época victoriana, para cubrir las demandas y necesidades generadas por el alto «staff» inglés de la Mina; es el Barrio de Bellavista. Son casas alineadas de una, dos y hasta tres plantas, con cubierta a dos aguas, amplios vestíbulos, varias chimeneas, patios, porches y jardines, conformando una urbanización que se fue dotando de todas las necesidades exigidas por el modo de vida británico y que resultaban raras para la mayoría de las viviendas españolas. Si 1910 representa el techo poblacional del municipio, en la década de los años 20 un cúmulo de factores desató un decrecimiento general que se mantendrá hasta nuestros días. Fueron factores de índole económica, social, e incluso tecnológica los que justifican este proceso.
La primera guerra mundial cambia las necesidades mineralúrgicas, y nuevas tecnologías se van imponiendo. En este contexto se produjeron importantes movilizaciones sociales, entre los años 1912 y 1921, con huelgas generales que se tradujeron en despidos masivos y con ello en el descenso de habitantes para la mayoría de los núcleos. El censo de 1950 refleja una tendencia a la baja que, generalizada en todo el país, aquí se traduce en una pérdida de población del 21 por 100; pasando de tener 9.060 habitantes en 1940, a 7.072 diez años después. Esta pérdida especialmente se dejó sentir en algunas aldeas o barrios como Atalaya, donde hileras de viviendas quedaron deshabitadas.
Los primeros años de los 60 suponen, en toda la comarca, una ligera recuperación, alcanzándose los 8.436 habitantes. La mina cambia de manos, la mayor parte del capital es ahora español; los nuevos proyectos de la era desarrollista precisan de mucha mano de obra eventual. Se construye el dique de Campofrío, la fábrica de ácido, la escuela profesional, se abre el pozo Benjumea y se levantan nuevas viviendas. En toda la cuenca se produce una reactivación del empleo. Pero, unos años más tarde, de nuevo se produce un giro negativo: se inicia la emigración hacia Madrid, Barcelona, Valencia e incluso Alemania. Estos hechos se traducen en un progresivo abandono de los tradicionales asentamientos mineros como la Naya o Atalaya, redistribuyéndose sus efectivos hacia el Valle, La Dehesa y el Alto de La Mesa. Esta tendencia decreciente se mantendrá durante los años 80, rompiéndose la caída sólo en los últimos años con un crecimiento sostenido. En 1995, Minas de RíoTinto consigue reunir una población de sólo 5.317 habitantes.
MINERÍA Y DIVERSIFICACIÓN ECONÓMICA
El año 1986 pasará a la historia como fecha nefasta para el municipio y la comarca. La empresa propietaria, Río Tinto Minera S.A., procedió al cierre de la línea del cobre, inducida por las condiciones del mercado internacional. La apertura de nuevas explotaciones en el Sureste asiático y Portugal y la aparición en el mercado de nuevas perspectivas tecnológicas en torno a la fibra óptica, entre otros factores, provocan una caída de los precios, y el cobre de RíoTinto deja de ser competitivo. Este hecho provocó una convulsión y un cambio en las estructuras económicas del pueblo. La gravedad del problema y la agitación social promovieron la creación de una mesa de concertación entre las distintas administraciones locales y provinciales, la empresa y los sindicatos, para la negociación de posibles salidas y alternativas a la minería. Fruto de esos acuerdos tripartitos, la zona es declarada Zona de Acción Especial, Z.A.E., y se pone en marcha el_ Plan Económico de RíoTinto, P.E.R.T. En ellos se regulaban un conjunto de medidas con ayudas públicas tendentes a incentivar inversiones que amortiguaran la retirada de la gran empresa de la zona, en función de las reservas estimadas de oro y plata, que no parecían ir más allá de 1996.
Al amparo de estas negociaciones, RíoTinto comienza a recibir ofertas de inversiones foráneas, que ven en los incentivos unas condiciones favorables y determinantes para su ubicación. Entre las principales empresas destacan Eldeco, Río Tinto Plásticos, Eroski, Incersa, Río Tinto Fruit, etc. Pero estas inversiones no terminan de dar la respuesta esperada a las necesidades planteadas por el pueblo y la comarca.
En 1992 se da una nueva inflexión en la economía local, que se expresa en nuevos planes de regulación de empleo, motivado por la crisis del mercado del oro, principal actividad minera desarrollada en esos momentos por Río Tinto Minera S.A. Estas circunstancias suponen otra «vuelta de tuerca» a la ya complicada situación. En las nuevas negociaciones con la Administración se ven dos vías de salida, que pasan por la diversificación económica y por la continuidad de la minería. Empresa y Comité plasman sus posibles salidas en dos documentos a negociar: el Plan Albor y el Plan Esquila.
El Plan Albor, presentado por Río Tinto Minera S.A., tiene como objetivos reducir los efectos del cese de la actividad minera ante el agotamiento de las reservas de gossan, recolocar al personal excedentario y promocionar económicamente la minería por la vía exclusiva de la diversificación, una vez confirmada la inviabilidad de la reapertura de la línea del cobre.
El Plan Esquila, planteado por el Comité de Empresa como solución alternativa, se basa en la continuidad de la minería como actividad principal. Tiene por objetivos: la revisión del proceso tradicional minero-metalúrgico, a través de un drástico programa de ajuste económico y de innovación, la reapertura de la línea del cobre y su ampliación a la explotación de polimetálicos, y a la instauración de nuevas técnicas de hidrometalurgia más a largo plazo.
Finalmente se impone la línea continuista de la_ «minería viva» con la compra de la empresa R.T.M. por los trabajadores, constituyéndose en Sociedad Anónima Laboral, que apoya el desarrollo y la diversificación de otros sectores económicos de la Cuenca Minera.
El esfuerzo ha permitido que se instalen dos importantes empresas en la línea de las nuevas tecnologías, como Nature Pack y Tubespa, dedicadas, respectivamente, a la fabricación y montaje de cajas y envases de nuevos materiales y a la fabricación de tubos de corrugados para conductores eléctricos a partir de desechos plásticos.
Dentro de la apuesta por la diversificación sectorial, el sector turístico ha sido uno de los que ha experimentado una notable evolución en los últimos años de la mano de Fundación Río Tinto, logrando atraer la cifra récord de 25.000 visitantes en el último año, con el diseño de una oferta turística original y alternativa. Esta se estructura en base a la construcción de un «Parque Minero», modelo de oferta temática con un recorrido por los más de 5.000 años de historia de la minería, y que engloba visitas al Museo Minero y Ferroviario, Corta Atalaya, la minería de interior de Pozo Alfredo, yacimientos arqueológicos como la Necrópolis romana de la Dehesa, Barrio inglés de Bellavista, además de un recorrido ferroviario en el antiguo tren minero de vapor hasta las inmediaciones de Zarandas y la estación apeadero de los Frailes; recuperándose unos 38 kilómetros de vías férreas que atraviesan paisajes únicos e insólitos, paralelos al río Tinto.
Hoy por hoy el turismo es un activo más en el pueblo, que también busca su propia diversificación y consolidación en la Cuenca, teniendo a Minas de RíoTinto como epicentro turístico.
La economía de Minas de RíoTinto, a diferencia de la mayoría de los pueblos de la provincia, tienen una clara tradición industrial. Es dentro de este sector donde se encuentra englobada la mayor parte de la población activa del municipio, aproximadamente un 54 por 100. La empresa Minas de RíoTinto S.A.L. sigue teniendo un gran peso específico, tanto por el número de trabajadores que mantiene en plantilla con la reapertura de la línea del cobre, como por la corresponsabilidad asumida en esta nueva etapa, donde mantiene una puerta abierta a la diversificación, al aperturismo y a la participación en nuevas inversiones industriales, de cara a recolocar parte del personal regulado y abrir nuevas expectativas laborales, que asimilen parte de la masa de desempleados, en su mayoría jóvenes que buscan su primera colocación. Este ha sido el caso de las mencionadas nuevas empresas como Nature Pack S.A. y Tubespa S.A., ambas con plantillas superiores a la veintena de trabajadores, y que tienen en cartera la ampliación de nuevas líneas de producción. Empresas que, a su vez, están haciendo de motor económico para otras que ven en Río tinto un punto interesante para llevar a cabo sus inversiones.
Minas de Río tinto cuenta, además del complejo industrial de la empresa, con dos polígonos industriales: Punto Verde y Atalaya, este último gestionado por el Centro de Empresas RíoTinto, que facilita, en régimen de alquiler, naves industriales a bajo coste a empresas que deseen instalarse en la zona, a la espera de que el reciente Plan de Industrialización de la Cuenca Minera ofrezca suelo industrial en condiciones ventajosas. Este ha sido el caso de pequeñas empresas como Amberset S.A., Construcciones Metálicas Río Sur y Transportes G.S.S.A..
En el sector servicios es especialmente relevante, por las sinergias que acompaña, el Hospital Comarcal, que da cobertura asistencial de atención hospitalaria al Andévalo Central y a la Sierra de Huelva. Emplea aproximadamente a 380 personas y cuenta con una capacidad de 125 camas.
Uno de los hechos que ha traído parejo la ubicación del hospital en el pueblo ha sido el alojamiento de numerosos profesionales de la medicina que, junto a los técnicos y trabajadores de la mina, le otorgan un alto nivel de cualificación profesional y de nivel de instrucción, muy por encima de la media provincial y equiparable a las zonas industriales del Norte, convirtiéndose en un incentivo más de cara a las inversiones foráneas. Resulta también significativa, la proliferación de comercios y pequeñas tiendas que han ido apareciendo en el pueblo en los últimos años, junto a un aumento considerable en las plazas de restauración y alojamiento, de cara a completar la oferta de servicios turísticos desarrollados.
En general, podemos hablar, en cuanto a dotaciones, que el municipio tiene cubierta la mayor parte de sus necesidades en educación y sanidad, con la presencia de un Instituto Nacional de Bachillerato y Formación Profesional, dos colegios públicos de E.G.B., un centro de salud y el mencionado Hospital Comarcal. Importante ha sido también el avance producido en cuanto a infraestructura viaria, presentando en la actualidad unas excelentes comunicaciones con el resto de los municipios de la Cuenca, la Sierra y los centro urbanos de Huelva y Sevilla.
Por el contrario, las actividades relacionadas con el sector primario, en torno a explotaciones agrícolas y ganaderas, tienen un carácter puramente testimonial, y no van más allá de los pequeños huertos familiares en las traseras de las casas de la periferia, sin relevancia alguna en la economía del pueblo.
La Río Tinto Fruit S.A. penetra en el término municipal de Río tinto con algunas hectáreas de cultivos en regadío. El resto del suelo no utilizable por las actividades mineras y la urbanización quedan para el cultivo de pinos y eucaliptos en el entorno de las propiedades de la empresa minera.
MANCOMUNIDAD DE MUNICIPIOS CUENCA MINERA
La Mancomunidad de Municipios Cuenca Minera se constituye legalmente el 21 de marzo de 1990, aunque la gestación de este órgano supramunicipal puede considerarse anterior. A raíz de los problemas socioeconómicos planteados en la comarca con la crisis minera de 1986, los siete Ayuntamientos de la zona empiezan a tomar conciencia de la realidad que se les avecina y deciden mancomunarse como forma conjunta de actuación. Pero las diferencias intermunicipales hacen que su constitución tenga lugar, primeramente, al amparo del desarrollo de dos actividades básicas: la recogida y tratamiento de los residuos sólidos urbanos y la gestión del ciclo integral del agua. Como ocurriera en otras zonas de la provincia, propiciaron la creación de una mancomunidad, aunque sus logros y fines actuales van mucho más allá de lo que en principio se constituyó.
Actualmente, esta Mancomunidad, cuya sede física se ubica en Minas de RíoTinto y de la que es parte fundamental, además agrupa a Nerva, El Campillo, La Granada de RíoTinto, Berrocal, Campofrío y Zalamea la Real. Se ha convertido en uno de los motores del desarrollo económico de la comarca y en una de las mancomunidades más incisivas y poderosas de la provincia. En este sentido, ha asumido gran parte de la responsabilidad en los temas sociales y económicos de la zona, participando de forma activa en todos aquellos asuntos donde la comarca pudiera tener alguna implicación.
En el primer trimestre de 1992 se hace cargo de la gestión de la Iniciativa Comunitaria Leader, dando sus primeros pasos en el desarrollo de programas comunitarios y nacionales en materia de desarrollo, empleo, formación y diversificación. En 1993 ya gestiona dos importantes programas de Formación: una Escuela Taller para la rehabilitación del patrimonio de la Cuenca Minera, con un total de 60 alumnos y 12 profesionales; y un Módulo de Promoción y Desarrollo, cuyo objetivo es la formación de 12 especialistas en desarrollo local y en la promoción del turismo rural en la comarca. A la vez, pone en marcha varios programas en colaboración con el Instituto Andaluz de la Mujer y la Consejería de Trabajo de la Junta, creando un Servicio Mancomunado de Orientación a la Mujer y una Unidad de Promoción y Empleo, canalizadora en buena medida de las acciones de desarrollo empresarial endógeno en la Cuenca.
Pero es en el empleo donde el grado de implicación de la Mancomunidad ha sido mayor. Los altos índices de paro y la falta de medios para paliarlo, obligó al órgano supramunicipal a luchar para lograr un mayor compromiso de las administraciones nacional y regional en la solución de sus problemas. Poco tiempo después aparecen los primeros frutos con el impulso de dos Planes de Choque, la firma de un Plan de Industrialización y un Servicio Integrado de Promoción y Empleo, con los que se está logrando paliar la difícil situación económica.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES CITADAS
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