COMARCA MINERA DE RÍOTINTO  

 

    

 

   

 

LA HISTORIA

LOS PUEBLOS

DATOS ESTADÍSTICOS

NOTICIAS DE PRENSA

TELÉFONOS Y DIRECCIONES

 

BERROCAL

CAMPOFRÍO

EL CAMPILLO

LA GRANADA DE RÍO TINTO

 

MINAS DE  RÍO TINTO

NERVA

ZALAMEA LA REAL

   
      NERVA    

Introducción

    Constituye otro centro minero importante, aunque aquí se han desarrollado tradicionalmente otras actividades económicas de carácter complementario.
 
 

    El nombre de Nerva lo tomó en el año 1.885 al constituirse en municipio (antes era, como otros pueblos de la Cuenca, aldea de Zalamea la Real) y se lo deben a una placa en homenaje a dicho emperador romano hallada en 1.772 en una de las galerías próximas al pueblo . Anteriormente se llamaba Aldea de Ríotinto. Es el municipio con más habitantes de la comarca 7.194 y su término municipal es de 56 Km2.  

 

     

 Son de gran interés los restos arqueológicos existentes , próximos al casco urbano, entre los que destacan el poblado romano de las Arenillas, el dolmen de La Lancha o la agrupación de cistas de la Parrita. Interesante y original es igualmente su Ayuntamiento cuya torre recuerda, por su estética a los alminares árabes. Fue construída a finales del siglo XIX y en su interior se recoge una importante colección de pintura contemporánea, en la cual destaca la obra de varios artistas locales, como José María Labrador.

 

 

ESTADÍSTICAS ACTUALIZADAS

ALBUM DE FOTOS

 

La siguiente información ha sido recogida de los fascículos de los Pueblos de Huelva.- Nerva.- Editado por AGEDIME, S.L..- Editorial Mediterráneo, para HUELVA INFORMACIÓN S.A., con la colaboración de  de la Excma. Diputación de Huelva, Caja Rural de Huelva y la Empresa Nacional de Celulosas (ENCE) de Huelva.

 

Un Pueblo minero Un medio modificado por la mina Desarrollo endógeno y vida cultural La sorprendente evolución demográfica
El ferrocarril minero El singular turismo minero El nombre de Nerva Bibliografía


   

UN PUEBLO MINERO DESDE LA ANTIGUEDAD

    Los primeros pobladores, por el tipo de útiles y ajuares hallados, tienen más de cinco milenios de antigüedad y se organizaron en clanes, dedicados a la caza y la recolección. De este período son algunos conjuntos dolménicos hallados al Suroeste de Nerva; donde destaca el Dolmen de la Lancha, de la cultura de los «Tholos», preludio de una actividad minera que va a marcar la historia de Nerva y de toda la comarca.

    En torno al II milenio a. C., el laboreo del cobre y la plata determinó la presencia de asentamientos humanos estables y socialmente evolucionados y complejos. Representativo de esta fase es el enterramiento de «La Parrita», donde queda reflejado, a tenor de los enseres y ajuares aparecidos, las diferencias sociales basadas en un sistema productivo en torno a la tenencia de mineral.

    Pero será desde los siglos X al VIII a. C. cuando encontramos una cultura organizada en torno a la producción de metales y el comercio con otras culturas mediterráneas. Este período tartésico supone un paso más en el perfeccionamiento de las técnicas de fundición y el aprovechamiento de las vetas argentíferas, marcada por un laboreo de la plata de corte casi industrial. Ello propiciará el interés de numerosos pueblos orientales con quienes se estableció estrechas relaciones comerciales a partir de distintos puntos del litoral atlántico. Este comercio se extendía hasta el Noroeste peninsular, desde donde se traía el estaño a cambio de esclavos y metales preciosos. «...Las fundiciones antiguas de Corta del Lago se ponen en marcha en la época del Bronce Final (s. XII-IX a. C.) y siguen en tiempos de Tartesos, de los Fenicios y de la Koiné Ibero-púnica (...)» (Frejeiro y Rothenberg, 1981).

    El final de la etapa tartésica, siglos VII y VI a. C., coincide con la caída del comercio fenicio. Se produce un estancamiento cultural que se acrecienta en los poblados mineros; es la etapa orientalizante que supone un fuerte proceso de aculturación claramente refrendado en los tipos de enterramientos y en los útiles religiosos.

    Hacia el año 500 antes de nuestra era, a lo largo de la fase iberoprerromana, a pesar de ser una época poco innovadora, la metalurgia se encuentra muy bien representada en el paraje conocido como Cerro del Moro, donde han aparecido escoriales y vestigios de una sociedad artesanal basada en la continuidad de la fundición de plata y el desarrollo de una industria textil en torno al lino y a la lona.

    Con la llegada de la administración romana, se produjeron nuevos impulsos al desarrollo minero. Las necesidades metalíferas y la organización y administración del trabajo provocaron un cambio radical. Se extrajo el mineral de galerías, se aprovechó metales como el hierro y el cobre y se instauró el trabajo esclavista. Representativos de la cultura romana en el entorno de Nerva son la necrópolis de Marismillas y los escoriales de Tres Cruces, correspondientes a la época de la República y del Alto Imperio. Con el Bajo Imperio, desde el siglo IV, decae la explotación minera, coincidiendo con la crisis de la organización impuesta por Roma.

    La Edad Media supuso una vuelta atrás, pasando la actividad minera a ocupar un segundo plano hasta el siglo XVI. El sistema agropecuario se impone durante la etapa musulmana. Será durante el Califato, gracias a la estabilidad política y al auge económico, cuando se desarrolle una interesante industria minera y de transformación, aunque sin alcanzar la importancia de tiempos anteriores, cuando procesos como el laminado y la fabricación de moneda tuvieron cierta relevancia (Roldán Castro, F., 1988). De estas fechas datan restos de fortificaciones árabes halladas en Cerro Salomón.

    Con la conquista cristiana, a mediados del siglo XIII, se abre un período de marginalidad, olvidándose casi la cultura minera de antaño y las riquezas que todavía encerraba este subsuelo. Tres siglos después, en el XVI, hubo un anecdótico intento de reabrir las minas, al objeto de obtener plata, aunque sin demasiada fortuna. Fue el caso del clérigo Diego Delgado, quien, en tiempos de Felipe II, emprendió la explotación de plata, teniendo que desistir de su intento debido a su «baja rentabilidad».

    Habrá que esperar al siglo XVIII, concretamente a 1724, para que la minería se active. La concesión de las minas por el rey Felipe V al sueco L. Wolter reinicia las explotaciones de mineral. La subida al trono de Carlos III supone un intento de modernización del país y ello tendrá su impronta en la implantación de modernos sistemas de trabajo para conseguir que las minas tuvieran un carácter industrial. Se comienza un tímido proceso de crecimiento económico y demográfico que ya no pararía hasta la segunda mitad del siglo xx. En las décadas sucesivas se producirían continuos cambios en la titularidad de las explotaciones, quedando unas veces a cargo de la Hacienda pública y otras en manos privadas mediante concesiones. De todas formas, los resultados y beneficios no fueron por entonces nada brillantes.

    Con la llegada del siglo XIX, las producciones de cobre se multiplican gracias al empleo de una nueva forma de beneficio del mineral, denominada vía seca. Esta consiste en la tostazón del mineral en grandes pilas, conocidas como teleras, sobre leña y ramajes que se consumían de forma muy lenta y que supuso la tala de buena parte de la masa forestal. Ello generaba una manta de humo que llegaba a invadir toda la comarca, contaminando con la lluvia ácida cultivos y vegetación natural (Pérez López, J. M.; 1994). Tal fue el problema ecológico que se convirtió en una de las causas principales de los graves disturbios sociales que caracterizaron el final del siglo XIX (Sánchez Carrera, M. C.; 1988). La situación social que se vivía en la comarca, a consecuencia de los humos sulfurosos procedente de la combustión del mineral al aire libre, era insostenible, provocando graves trastornos de salud.

    La revuelta popular de 1888, donde murieron decenas de mineros y jornaleros, fue algo más que desórdenes callejeros, para convertirse en el inicio de una lucha que ponía en evidencia el orden social y económico establecido.

    Tras su compra en 1873, se inicia los años de administración inglesa de las minas, con la creación de_ RioTinto Company Limited (Avery, D.; 1985). Este hecho supuso un vuelco sin precedentes en la situación socioeconómica comarcal y en el conjunto de estructuras establecidas en torno a la minería. La introducción y aplicación de nuevas tecnologías como el vapor y la explotación de las minas a cielo abierto ocasionaron en toda la comarca un flujo de inmigrantes y un crecimiento poblacional sin precedentes.

    La intensa concentración de población obrera inmigrante en Nerva traería consigo problemas urbanísticos, económicos y sobre todo sociales, derivados de la situación de hacinamiento, del desasosiego laboral y de las condiciones de trabajo en la mina, que desencadenarían un proceso de luchas sociales hasta pasados los años 20. Sindicalistas y políticos vieron en Nerva las condiciones idóneas para el desarrollo de sus ideales. La clase obrera no dudó en responder a los movimientos políticos marxistas, anarquistas, etc., que por aquellos años se gestaban.

    En este sentido, desempeñaron un papel fundamental en la organización del movimiento obrero nervenses como Vicente Ramos, Eladio Fernández Egocheaga, Félix Lunar, etc., quienes, desde Nerva y aprovechando su situación de independencia respecto de los poderes fácticos de la mina, vertebraron el movimiento obrero comarcal. «Toda aquella ideología se puso en práctica en Nerva y en las Minas, durante este período de huelga y conflictos contra la Compañía de Ríotinto, cumpliendo los socialistas y anarquistas el papel histórico que los momentos sociales y políticos les obligaban a jugar.» (Gómez Moreno, J., 1992.)

    En 1898 se produciría en Nerva el llamado «motín de las mujeres», cuando se manifestan por las calles del pueblo, en protesta por la carestía de los alimentos que controlaba, en gran medida, el economato de la Compañía. Posteriormente, tendría lugar la huelga general de 1900 en respuesta a los despidos masivos que provocó la introducción de maquinaria pesada en los trabajos mineros; a la que se suman las huelgas generales de 1917 y 1920, también duramente reprimidas.

    Con la Guerra Civil volverían a reproducirse hechos tristes y lamentables, de grave repercusión en la vida de la villa y que dejarían importantes secuelas. Las dos décadas siguientes fueron años de penuria para sus habitantes, marcados por la hambruna y la falta de libertad. Esta situación se empezaría a superar a partir de 1954 con el cambio en la propiedad de las minas y la compra de dos tercios por las autoridades españolas.

    La poderosa compañía británica se reconvierte en la Compañía Española de Minas de Ríotinto. Se abriría una última fase de franca expansión, que llegaría hasta mediados de los años 60. Desde entonces, tiene lugar una profunda inflexión en el crecimiento económico de Nerva, marcado ahora por un profundo declive que se manifiesta, entre otras cosas, en el drástico descenso poblacional.

    La explotación del gossan en Cerro Colorado y las fluctuaciones en el precio del cobre marcarían el devenir de Nerva y de toda la comarca, cuya subsistencia directa e indirecta ha dependido, desde hace más de un siglo, de la explotación de las minas y de la gestión que la empresa propietaria ha hecho de ella. Un momento coyuntural especialmente delicado fue el año de 1986, cuando la empresa decide cerrar la línea del cobre. El bajo precio de este mineral, la aparición de la fibra óptica, la caída de los índices de competitividad y el control del mercado del cobre y la pirita por poderosas multinacionales norteamericanas asentadas en el Sureste asiático provocaron una aguda crisis. Movilizaciones y regulaciones de empleo buscaron el compromiso de empresa, administración, sindicatos y otros poderes públicos de dar soluciones al futuro de la minería.

    El último paso ha sido la compra de la empresa por los trabajadores y su conversión en Sociedad Anónima Laboral, en cuyo proceso los vecinos y mineros de Nerva fueron importantes protagonistas; y es que este pueblo continúa viendo la minería como una actividad viva.

 

UN MEDIO FÍSICO MODIFICADO POR LA MINA

 

    Nerva se sitúa en la mitad Noreste de la provincia de Huelva, formando parte de la unidad natural del Andévalo Oriental. Su extensión, 55,4 km2 y su forma triangular le hace lindar al Norte con Campofrío, La Granada de Ríotinto y en un punto con Zufre; por el Sur, confluye con El Madroño y Minas de Riotinto; por el Este, limita con la provincia de Sevilla; y al Oeste, confluye con El Campillo y de nuevo con Minas de Ríotinto.

    Su término municipal se compone de un conjunto de sierras de considerable altitud, donde destacan las Sierras de la Gargantilla, Puerto la Chaparra, Sierra Padre Caro y la Sierra del Jabatal. En general, el término va ganando altura de Sur a Norte, desarrollando una topografía bastante accidentada, con la altura máxima en el Pico de Padre Caro, a 695 metros. A pesar de la pequeñez del territorio nervense, podemos destacar desde el punto de vista físico, humano y medioambiental, diferentes unidades paisajísticas:

    La asociación de estas tres unidades sobre un espacio muy alterado por el hombre confiere al municipio una realidad ambiental original y diferente, capaz de albergar con un coste natural escaso situaciones muy diferentes.

    La geología de este territorio está dominada por un sustrato paleozoico, de pizarras y grauvacas, del Devónico y Carbonífero, hace aproximadamente 250-300 millones de años, asociado a procesos de metamorfismo y fenómenos de vulcanismo muy antiguos, que origina los filones y criaderos de mineral que han hecho ricas y famosas estas tierras.

    Estos condicionantes geológicos han determinado la presencia de suelos generalmente rocosos, ácidos y poco desarrollados, que, sobre una topografía abrupta, suelen dar lugar a continuos procesos de erosión, otorgándoles una clara vocación forestal, en continuidad con el resto del Andévalo.

    Aunque dominado en otro tiempo por el bosque esclerófilo mediterráneo, hoy su vegetación natural, el encinar, se encuentra relegado a pequeños espacios donde aparece el monte adehesado, apenas 157 has., junto a manchas de matorral bajo, 937 has. El resto del espacio ha sido sustituido, en su mayor parte, por plantaciones recientes de eucaliptos, 590 has., y, sobre todo, por pino piñonero, 2.709 has., realizada en las propiedades de la Compañía de Minas de Riotinto (Ibersilva, 1996).

    Nerva disfruta de un clima agradable de tipo mediterráneo seco, dominado por temperaturas muy suaves durante la mayor parte del año, que rondan los 17 ºC de media, pero con veranos muy calurosos, donde pueden alcanzarse temperaturas medias superiores a los 26 Cº. Las precipitaciones, normalmente marcadas por una gran irregularidad interanual, se concentran entre los meses de noviembre a marzo y oscilan, como media, entre los 800 y 900 mm. anuales.

    En cuanto a la red hidrográfica, Nerva cuenta con una densa red de pequeños embalses en torno a las explotaciones mineras: Tumbanales I y Tumbanales II, represamientos ácidos del Cobre y Peña del Hierro y de La Marismilla, que recoge parte de las aguas pluviales procedentes de las escombreras y que termina evacuando al río Tinto, principal vía fluvial junto al Jarrama, los cuales organizan la red de arroyos y torrentes existentes en el término.

 

LA SORPRENDENTE EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA

 

    A lo largo de todo el siglo XVI fueron varios los intentos llevados a cabo desde la Corona por poner de nuevo en marcha las minas de Riotinto. Durante esta centuria la aldea de Nerva contaba con un archivo parroquial y un libro de nacimientos, cuyo análisis da una población aproximada de 400 personas.

    En el siglo XVIII se alcanza los 700 habitantes, que se mantienen estables hasta mediados del mismo. Pero las hambrunas y las epidemias cíclicas impidieron un mayor crecimiento de un núcleo que se agrupaba en torno a la parroquia de San Bartolomé.

    A partir de finales de este siglo comienza a distinguirse el número de nacidos pertenecientes exclusivamente a la Aldea de Riotinto, como por entonces era conocida Nerva. Se confirma un ligero crecimiento, que se estabilizará hasta entrado el siglo XIX, cuando la ocupación francesa condujo a un cese de la actividad minera. Desde entonces, la evolución demográfica de Nerva ha ido a la par de los avatares de la mina.

    El censo de 1877 recoge el crecimiento demográfico de Zalamea la Real, que será mayor en sus aldeas, y es el caso de Nerva, que acogerá a una ingente masa de población masculina venida desde numerosos puntos de la geografía peninsular, atraída por la demanda de mano de obra. Las minas acababan de ser compradas por un consorcio británico. Por esas fechas, la Aldea de Riotinto contaba con 137 casas y El Ventoso con 40, lo que significaba algo menos de un millar de personas.

    Desde entonces, el aumento demográfico es espectacular. En 1887 se segrega Nerva de Zalamea la Real y aloja ya una población superior a los 6.000 habitantes, y tras una fase de cierto receso, alcanzará el nuevo siglo con 6.431 habitantes. La mayor parte eran inmigrantes que encontraban en el pueblo de Nerva mejores posibilidades de alojamiento, al quedar fuera de la propiedad y del área de influencia directa de la «Compañía».

    El año de 1910 marca un techo demográfico para la mayoría de los municipios de la Cuenca Minera, pero Nerva sigue creciendo, llegando a los 16.087 habitantes en el censo de 1920. Se había convertido en el núcleo más populoso de la comarca, superando incluso a Minas de Riotinto, y sólo a escasa distancia de la mismísima capital onubense. En 25 años Nerva había triplicado su población. Este sorprendente crecimiento a principios del siglo XX se explica por la confluencia de una serie de factores positivos para esta localidad:

  • - La puesta en explotación de Corta Atalaya y de las tres cortas de Filón Norte, que supuso dar empleo a casi 16.000 obreros en 1908.

    - El hundimiento en aquel mismo año de parte del antiguo pueblo de Minas de Riotinto, que provocó un realojo de los vecinos afectados fuera del espacio propiedad de la compañía. Nerva ofrecía, además, posibilidades de alojamiento sin miedo al desahucio en caso de ser despedido por la Compañía.

    - La apertura de la MINA DE PEÑA DE HIERRO, ubicada a escasos kilómetros del pueblo.

    - La proliferación de todo tipo de servicios y comercios fuera del dominio de la todopoderosa compañía minera, en un clima de libertades y de independencia de la que siempre se han sentido muy orgullosos los nervenses.

  •     En los años 20 la Cuenca Minera entra en una etapa de recesión demográfica: la introducción de maquinaria pesada sustituye a un gran número de mineros, además, después de la primera guerra mundial, se reduce la demanda de pirita y de cobre. Estos hechos frenan drásticamente la llegada de más inmigrantes. A pesar de ello, Nerva pierde poca población comparado con otros municipios, y el censo de 1930 registra 14.972 habitantes, que se mantendrá casi invariable en 1940: 14.932 personas; muchas de las cuales son ya nativos de las primeras oleadas de inmigrantes.

        La década de los 40 supone una fuerte inflexión en el crecimiento del pueblo, las graves secuelas directas dejadas por la Guerra Civil, la hambruna de la postguerra y su negativa incidencia en la fecundidad, suponen una pérdida de población del 28 por 100 en el censo de 1950. Pero la mitad de siglo abre nuevas expectativas en el municipio: la empresa minera ha cambiado de manos y con ella se suscita cierto optimismo. Los nuevos proyectos precisan de contrataciones, que se traducen en un crecimiento poblacional que será el último en la dinámica demográfica del pueblo. Se llegará a los 12.666 habitantes en 1960.

        Los años siguientes son de emigración hacia el exterior. Europa, los grandes centros industriales españoles y la capital onubense, con su estrenado Polo de Promoción Industrial, son los lugares elegidos por muchos de los mineros que pierden su trabajo y salen del pueblo en busca de nuevos horizontes. La emigración se acrecienta incluso en la década de los 70. De esta manera, se llega a un censo de 1981 con sólo 7.715 habitantes. Se había perdido en 20 años unos 5.000 habitantes. Además, se asistía al abandono total de una de sus aldeas mineras: Peña del Hierro.

        Este proceso de pérdida poblacional se reducirá finalmente en la década de los ochenta, en un contexto socioeconómico y político diferente. En 1995, Nerva cuenta con una población de derecho de 6.957 habitantes. En general, las previsiones demográficas, en el mejor de los casos, apuntan hacia un crecimiento cero. Si bien el saldo migratorio ha disminuido, el crecimiento natural de la población tiende a ser negativo por la disminución de la natalidad y el aumento de la mortalidad. El resultado de todo ello es el progresivo envejecimiento de la población.

     

    DESARROLLO ENDÓGENO Y VIDA CULTURAL

     

        Nerva ha mantenido desde antiguo una actividad muy intensa en torno a la explotación de sus recursos minerales. Este «monocultivo económico» se ha mantenido prácticamente invariable hasta nuestros días, con el problema de no haber desarrollado unas estructuras económicas paralelas que fueran capaces de amortiguar las crisis derivadas de las fluctuaciones de las reservas y precios del mineral.

        La quiebra reciente de su sistema productivo fue provocada por la_ caida espectacular del cobre en los mercados internacionales durante la década de los 80. La primera repercusión fue la paralización de la actividad extractiva y el comienzo de tristes regulaciones de empleo y despidos incentivados, que afectaron a parte de los más de mil empleados por entonces existentes, muchos de los cuales eran vecinos de Nerva. Pero el cierre de esta actividad indujo a poner en peligro todo el sistema soportado por la mina.

        Hasta la fecha la minería continúa viva pese a las regulaciones drásticas de empleo y a la implantación de nuevas fórmulas para su sostenimiento, ligadas principalmente a la diversificación económica y a la minería continuista. Sólo la declaración de los municipios de la Cuenca como Zona de Acción Especial (Z.A.E.) y la puesta en marcha del Plan Económico de Riotinto (P.E.R.T.), tendentes a incentivar inversiones mediante ayudas públicas, consiguieron amortiguar la retirada de la gran empresa, que la cede en régimen de Sociedad Anónima Laboral a los trabajadores.

        En este contexto económico, Nerva, a pesar de ser todavía un pueblo minero, se diferencia de otros de la comarca por ser pionera en la búsqueda de nuevas líneas de supervivencia, que se centran en torno a la pequeña y mediana empresa y las iniciativas económicas de carácter endógeno.

        Dos polígonos industriales concentran la mayoría de las PYMES: el polígono de San Juan y el del Peral, éste último con más de 10.000 mquote de superficie. En este sentido, aunque la minería sigue ocupando un papel preponderante dentro de este sector, le sigue el subsector de transformados metálicos, el agroalimentario y las artes gráficas, entre cuyas empresas destacan respectivamente Garpe S. L., Lactagán S. A., Industria Nervense del Pan S. L. y Gráficas Nerva S. L. Además existen varias carpinterías metálicas y de madera, nueve talleres de reparación de automóviles y maquinaria pesada y más de media docena de empresas constructoras.

        Los servicios son el sector mejor representado, con más de 179 licencias comerciales, entre las que destacan el comercio minorista, seguido de la hostelería y profesionales libres que, junto con los servicios bancarios, con seis entidades, cierran el cómputo de actividades económicas del pueblo. Pero este panorama esperanzador no oculta unos altísimos índices de desempleo, que superan el 55 por 100 de la población activa y se hacen más alarmantes en los sectores de edad que buscan su primer puesto de trabajo. Son más de 450 los desempleados menores de 24 años, la mayor parte de ellos demandantes de empleo en el sector terciario. Esta situación está provocando, no sólo en Nerva, sino en toda la comarca, bolsas de pobreza y marginalidad, a la que las autoridades locales y mancomunales procuran hacer frente, a través de programas de formación y empleo, como las escuelas taller, planes de choque e incentivos públicos a la inversión.

        El sector agrícola es todavía poco representativo: tan sólo 500 has. de su término tienen una dedicación agrícola. Pero se tiene grandes expectativas en los nuevos cultivos de cítricos dentro del proyecto Fénix, protagonizada la Río Tinto Fruit S. A., y que también penetra y afecta a Nerva. El resto de las explotaciones agrícolas son marginales y sus producciones se destinan al consumo familiar. Por otra parte, la actividad ganadera tiene un carácter igualmente testimonial, con algunas explotaciones ovinas y porcinas, y siempre en calidad de actividades a tiempo parcial.

        Un aprovechamiento creciente es el forestal. No en balde un 74 por 100 de la superficie del término está ocupado por repoblaciones y monte bajo. El manejo de los pinares y eucaliptares, la recogida de la piña y la explotación de los eucaliptos generan unos 4.500 jornales anuales en este sector (Ibersilva, 1996). A la vez, se complementan con actividades recolectoras y apícolas, aunque son muy marginales en comparación con otros municipios.     

        Nerva cuenta con una infraestructura y equipamiento público bastante completos y que se ha visto apoyado por el desarrollo de un viario que la ha acercado en tiempo a los centros urbanos de Huelva y Sevilla, de las cuales dista unos 80 kilómetros. Entre sus dotaciones destacan un centro de salud, un instituto de enseñanza media, un conservatorio de música, la biblioteca pública, la Casa de la Cultura, aceptables instalaciones deportivas, una red de abastecimiento de aguas y de recogidas de basura mancomunada y una Unidad de Promoción y Empleo, que da apoyo técnico al importante programa de desarrollo local.

        En otro orden de cosas, la vida cultural y asociativa de Nerva es especialmente intensa, marcada por las actividades de asociaciones y círculos privados que, apoyadas por el Ayuntamiento, temporada tras temporada, componen una apretada agenda cultural en torno a la música, la pintura y la literatura. No olvidemos que la villa de Nerva es tierra de artistas, siendo muchos y muy conocidos sus pintores, de los que los nervenses se sienten especialmente orgullosos: Daniel Vázquez Díaz, Monis Mora, Fontenla, Rosil, Romero Alcaide, Pascual, Alberto Vázquez, Díaz Oliva o Labrador. En el campo de la música su figura más emblemática fue el Maestro Rojas, autor del pasodoble «Nerva». Otro de sus hijos ilustres es José María Morón Gómez, el que fuera Premio Nacional de Poesía. Este panorama cultural no termina aquí, presentándose alentador en el futuro gracias a las nuevas promesas del mundo del arte que comienzan a despuntar ya en el pueblo.

     

    EL FERROCARRIL MINERO

     

        Apenas cuatro meses después de que el consorcio británico, encabezado por Hugh Matheson, comprara en 1873 a perpetuidad todos los criaderos de minerales conocidos como Rio Tinto, fue aprobado el proyecto de construcción del ferrocarril minero. Para su ejecución se contrató a la constructora de ferrocarriles Clark and Willian Henry Punchard K C. y al prestigioso ingeniero de líneas férreas George B. Bruce, quienes de forma inmediata comenzaron los trabajos en los terrenos propiedad de la Compañía. Matheson, hábil negociador y conocedor de las apretadas arcas de la Hacienda del Gobierno provisional de la Primera República, consiguió que se declarase esta obra de ingeniería como de «utilidad pública», para de esta forma poder acometerse con garantías las_ expropiaciones relativas al trazado, temidas por los innumerables afectados. Se cuenta que «las expropiaciones se realizaban sobre la marcha y cuando algún propietario se negaba a ello se invadía su propiedad acometiéndose los trabajos mientras se resolvía en los tribunales» (González Vilches, M.; 1981).

        El trazado del ferrocarril fue dictado por las propias características del terreno. Se había elegido seguir el mismo trazado del río Tinto. El tramo asentado en la planicie costera resultó ser, lógicamente, el más fácil de realizar. Los restantes 48 kilómetros, hasta llegar a las minas, fueron tremendamente duros (Avery, D.; 1981). La longitud total fue de 83,52 kms. de línea férrea directa, para un ancho de vía de 1,0688 metros, aunque el tendido precisó de 264 km. más de vías secundarias.

        La premura de las obras y la gran inversión llevada a cabo supuso que éstas se iniciaran en cinco frentes al mismo tiempo, siendo necesario para salvar los numerosos obstáculos ofrecidos por el terreno «construir 8 puentes y 5 túneles, para los cuales hubieron de cocerse los ladrillos a pie de obra» (Mayorga y otros; 1988). Se levantaron grandes terraplenes y se hicieron importantes voladuras, necesitándose en el corto período de ejecución una considerable cantidad de mano de obra. Todo se realizaba a la vez, túneles, puentes, muelles y expropiaciones. El coste total de su construcción superaría las 500.000 libras presupuestadas, siendo su coste final de 767.190 libras esterlinas

        El 28 de julio de 1875 se terminó el ferrocarril, incluso con un adelanto de tres meses sobre la fecha prevista. A pesar de ello fueron muchos los problemas e imprevistos surgidos en la construcción. El más significativo de todos fue la construcción del muelle embarcadero del Tinto, sobre la misma ría, en la capital onubense, que necesitó de soluciones ingeniosas ante las dificultades técnicas que planteaba. «...Lo más relevante de este muelle fue el empleo de cimentación con plataformas de madera apoyadas sobre el lecho del río» (González Vilches, M.; 1981, 65).

        Aquel día de julio viajó el primer tren desde Huelva a las minas. Durante el primer año de funcionamiento se transportaron ya unas 200.000 Tms. de mineral, alcanzando su máximo histórico en 1912 con 1.700.000 Tms. En total se estima, que a lo largo del siglo que prácticamente estuvo en funcionamiento, se transportaron más de 130 millones de toneladas de mineral, produciéndose en ocasiones un tráfico de hasta seis trenes diarios en ambos sentidos.

        Pero el ferrocarril significó mucho más que un simple medio de transporte. Fue una revolución que aseguró el sustento a una población que crecía de forma espectacular, pudiéndose ofertar alimentos a precios bastantes asequibles. A lo largo de la línea se construyeron 10 estaciones, junto a las cuales fueron surgiendo pequeños caseríos que daban cobijo a parte de los servicios de mantenimiento del tren. Como último dato de su importancia tenemos que «la compañía llegó a poseer 97 locomotoras de vapor, más de 3.000 vagones de mineral y 36 coches de viajeros» (Mayorga y otros; 1988). En el año 1984 se vio circular el tren por última vez, si bien desde la aparición del polo industrial de Huelva, en 1964, poco a poco iba muriendo el transporte del mineral por aquel medio ferroviario. El asfalto comenzó a ganar la partida al ferrocarril en esta línea y en todo el país (Jurado Almonte, J. M.; 1994).

        Pero el entrañable ferrocarril minero nunca llegará a morir del todo. Fueron continuos los esfuerzos que, a nivel asociativo y privado, se llevaron a cabo para intentar recuperar al menos una parte de lo que significó aquella línea Riotinto- Huelva.

        La Fundación Río Tinto y la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Nerva siguen trabajando por recuperar y asegurar un tramo de su recorrido para uso turístico. Ello es hoy una realidad dentro de las actividades del centro de recepción del Parque Minero. Es posible realizar un corto recorrido de 18 kilómetros, que atraviesa paisajes únicos e insólitos, paralelos al río Tinto. Por otra parte, también se trabaja en tareas de recuperación de piezas de arqueología industrial y en la realización de publicaciones e investigaciones, llevadas a cabo por ambas instituciones y por particulares amantes nostálgicos del ferrocarril, en un intento de recomponer parte de la historia de Nerva y de la comarca de la Cuenca Minera.

     

    EL SINGULAR TURISMO MINERO

     

        Con el cierre de la línea del cobre y la última gran reestructuración de la minería a mediados de la década de los 80, los poderes fácticos de la comarca, representados por las administraciones locales, la empresa y los trabajadores, diseñan una estrategia para el sostenimiento económico de la Cuenca, basada en los incentivos a nuevas actividades productivas que pudieran complementar al deteriorado sector minero. En los primeros acuerdos se planteó una activa- ción del sector turístico, a partir de un proyecto conocido como «El Dorado».

        Con él se diseñaba un costoso complejo turístico de alto nivel, basado en lujosos apartamentos, hotel y campo de golf. A todas luces, se presentaba utópico y desmesurado, pero fue el origen de un proyecto de desarrollo turístico más realista, elaborado por Fundación Río Tinto, que, teniendo como centros de actuación el triángulo formado por Minas de Riotinto, Zalamea y Nerva, contemplaba la recuperación de valores de la minería que habían sido importantes.     

        Destacaban, entre sus objetivos, la recuperación de antiguas instalaciones mineras; la investigación arqueometalúrgica y la puesta en valor de las piezas recuperadas; y la promoción y desarrollo de actividades productivas relacionadas con el turismo, aprovechando su original entorno natural y sus potencialidades medioambientales, a partir de actuaciones más concretas, entre las que destacaban la recuperación del antiguo ferrocarril del Buitrón, la construcción de un museo comarcal y de una pequeña infraestructura hotelera en torno al proyectado camping de Nerva.

        Actualmente, este proyecto de dimensión comarcal ha sido la base de muchas de las iniciativas que la Fundación ha proyectado en la comarca, a través del desarrollo del «Parque Minero», donde se ofrece un recorrido por los 5.000 años de historia de la minería en la comarca. El Museo Minero y el recorrido en el ferrocarril son las estrellas más atractivas para los visitantes. El Ayuntamiento, la Fundación Río Tinto, asociaciones y promotores privados, buscan desarrollar el turismo en Nerva y entre sus actuaciones sobresalen:

    EL NOMBRE DE NERVA Y SUS COMIENZOS COMO VILLA

     

        El año 1599 es de referencia para los orígenes del pueblo. Los primeros datos documentales se remiten a la existencia de una antigua inscripción, hoy desaparecida, conmemorativa del año de construcción de la Parroquia de San Bartolomé. Esta tesis es refrendada por el que fuera su párroco durante el último tercio del siglo XVIII, Antonio Domínguez Cavallero, quien, en un informe requerido por el entonces rey Carlos III, declara:

        «(...) en Riotinto (hoy Nerva) y julio de 1786 años... El nombre de esta aldea ha sido Riotinto en lo antiguo, como en lo moderno; se ignora su antigüedad por no haber archivo y ni sólido fundamento que lo acredite; sólo se ha encontrado una inscripción en las paredes de la iglesia que dice: se hizo el año 1599 (...)» (Rioja Bolaños, Revista Nervae; 1985).

        Con anterioridad, se ha constatado la existencia de un informe datado en 1566, donde el clérigo Diego Delgado hace mención a un conjunto de casas llamadas «Nuestra Señora de Riotinto» y que muy bien pudiera ser el origen de la aldea y, después, la actual Nerva (Perejil Delay, A.; 1995).

        De cualquier forma, queda perfectamente comprobado que durante el siglo XVI aparecen las primeras evidencias escritas en torno a su existencia como_ Aldea de Riotinto, dependiente de Zalamea la Real y ligada a la actividad minera. Pero es en el último tercio del siglo XXIII cuando hay descripciones objetivas.

        Entrado el siglo XIX la actividad minera comienza a tomar un ritmo frenético, forzada por las nuevas técnicas extractivas y de beneficio del mineral implantadas. Ello dará lugar al desarrollo de pequeñas aldeas nacidas al amparo de las Reales Minas de Riotinto. Así, El Ventoso, Aldea de Riotinto, Las Minas, etc., comienzan a tomar entidad de pueblo. Pronto vecinos de la Aldea de Riotinto, actual Nerva, plantean la posibilidad de segregación del pueblo matriz de Zalamea la Real.

        En 1864 se realizan las primeras diligencias para deslindar su término, ante la insistencia de muchos de sus vecinos de constituirse como villa independiente. Pero habrá que esperar al 7 de julio de 1885, cuando, por Real Ley de las Cortes y sancionada por la reina María Cristina, se le concede a la entonces llamada Aldea de Riotinto la segregación de Zalamea, y, curiosamente, se constituye con el nombre de Villa de Nerva, según se publica en la Gaceta de Madrid el viernes 10 de julio de 1885.

        El 7 de agosto del mismo año se constituye el primer Ayuntamiento, escogiendo el nombre de Villa y Municipio de Nerva, en honor del que fuera emperador de Roma entre el año 96 y 98 de nuestra era, Marco Coceyo Nerva.

        El motivo de tan insólito nombre radica en el hallazgo, en 1772, en el interior de una antigua galería romana del Filón Norte, de una placa realizada en bronce dedicada al Emperador Nerva en la que se dice: «Al emperador Nerva, Cesar Augusto Pontífice máximo investido de los poderes tribunos, padre de la patria, tres veces cónsul y designado por cuarta vez pudens libre augusto, procurador erigió por su propia cuenta.» Esta placa de bronce escrita en latín, con las abreviaturas propias de las inscripciones lapidarias, se encuentra hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (Gómez Moreno, J. ; 1992). Es así como encuentran en Nerva un nombre para presidir una nueva etapa histórica, en un deseo de imitar al gobierno de aquel aventajado emperador, que estuvo presidido por la prosperidad y la paz.

     

    BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES

     

    AVERY, DAVID (1985): Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria. Historia de /as minas de Rio Tinto. Barcelona.

    BLANCO FREJEIRO y BENO ROTHENBERG (1981): Exploración Arqueo- metalúrgica de Huelva (EAH). Labor S.A. Barcelona.

    GóMEZ MORENO, J. (1992): Nerva. Historia de un pueblo. Sevilla.

    GONZÁLEZ VILCHES, M. (1981): Historia de la arquitectura inglesa en Huelva. Universidad de Sevilla y Diputación Provincial de Huelva.

    IBERSILVA (1996): Distribución de las superficies forestales en hectáreas. Documentación interna,

    JURADO ALMONTE, J. M. (1994): «La crisis permanente del sistema ferroviario en Huelva», en Huelva en su Historia, nº 5. Universidad de Huelva, pp. 287-325.

    MAYORGA y ORDÓNEZ (1988): «Itinerario didáctico por el ferrocarril de Riotinto». I Congreso Nacional Cuenca Minera de Riotinto. «Desde la historia hacia el futuro». Minas de Riotinto, 28, 29 y 30 de octubre de 1988.

    PEREJIL DELAY, A. (1995):Ferrocarriles mineros de la provincia de Huelva. Asociación Amigos del FFCC «Cuenca Minera de Rio Tinto». Huelva.

    PEREJIL DELAY, A. (1995) : Catálogo de poblaciones mineras fallecidas en la provincia de Huelva. Asociación Amigos del FFCC «Cuenca Minera de Rio Tinto». Huelva 1995.

    PÉREZ LÓPEZ, J. M. (1994): Las calcinaciones al aire libre: Las Teleras. Los conflictos sociales de febrero de 1888. Causas y consecuencias. Catálogo monográfico nº 1. Fundación Rio Tinto.

    SÁNCHEZ CARRERA, M. C. (1988): «Toma de conciencia medio ambiental de las poblaciones de la Cuenca Minera de Riotinto». I CongresoNacional Cuenca Minera de Riotinto, «Desde la historia hacia el futuro». Riotinto, 28,29 y 30 de octubre de 1988.

    VARIOS: Revista Nervae; núms. 2, 4, 6, 7, 8. Años 1984-1985-1986. Edita Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Nerva.


    Ayuntamiento de Nerva

    C/ Argentina nº 1

    Teléfono 959- 58 01 50

     

      Mancomunidad de Municipios de la Cuenca Minera

        Antiguo Edificio Dirección, s/n

    21660- MINAS DE RÍO TINTO (HUELVA)

    959-591431

    Fax.-959-591512

    MANRIOTINTO@eintec.es

        Centro de Desarrollo Rural CEDER Cuenca Minera de Río Tinto S.A.

    Antiguo Edificio Dirección, s/n

    21660- MINAS DE RÍO TINTO (HUELVA)

    Teléfono.-959-591431

    Fax.-959-591584

    MANRIOTINTO@eintec.es  
     

    Volver al inicio de la página

     

         Volver a la página principal

    1